El documental realizado por Emmanuel Exitu sobre Mario Melazzini relata la aventura de un hombre, un joven médico prestigioso, al que se le diagnostica esclerosis lateral amiotrófica, ELA, una enfermedad neurodegenerativa grave que provoca un déficit funcional progresivo de la musculatura, llevando en la mayoría de los casos a la muerte en pocos años por insuficiencia respiratoria. La enfermedad irrumpe de forma imprevista en la vida del médico y con ella un inicial y terrible sentido de impotencia y de soledad hasta llegar a pensar en el suicidio. Cuando la realidad aparece con su aspecto dramático y contradictorio, la desesperación parece la opción más razonable, ciertamente la más inmediata. Es impresionante ver en la vida de Melazzini el recorrido humanísimo que realizó hasta darse cuenta de que la reacción que dicta el miedo no corresponde verdaderamente a lo que uno es. Nuestra humanidad se caracteriza por un indomable sentido positivo de la vida: la persona es un misterio más grande de lo que uno dice o hace. Y la única realidad que da miedo es que uno piensa o imagina, no la que existe cuyo sabor es siempre irreductiblemente positivo.
Por eso la desesperación, la soledad, hacer como si nada pasase abandonándose a la enfermedad no es ante todo injusto desde el punto de vista moral, sencillamente no corresponde con lo que somos.
Mientras que la enfermedad te bloquea progresivamente, la persona se afirma poderosamente mostrándose más grande que los propios límites, irreductible a las propias actuaciones: de esta forma Melazzini descubre unas incurables ganas de vivir, un profundo agradecimiento por lo que se le da en cada instante, la dulzura de una impotencia que te obliga a abandonarte, la profunda simpatía por el otro que como él sufre y lucha por la existencia.
El límite ya no es una tumba sino un recurso creativo. Así la enfermedad del médico se convierte en una ternura llena de esperanza para los pacientes que llega incluso a transformar un gris y desolado pabellón del hospital de Niguarda en un coloradísimo lugar de hospitalidad y cuidado de los enfermos de ELA, la clínica Nemo.
La mirada de Exitu restituye este corazón con el poder de las imágenes. Melazzini habla de sí mismo semidesnudo en una cama: sólo esta desnuda pobreza permite el descubrimiento de la verdadera riqueza de sí y de la realidad. Y la cámara insiste en los ojos de Mario y de los demás enfermos porque en la mirada se comprende el alma. Y esos ojos ¡qué juicio sobre tantas miradas apagadas con las que nos cruzamos cada día en tantos rostros sanos! Las tomas de los enfermos son con frecuencia de abajo a arriba, como subrayando la estatura humana. Los episodios se cuentan intercalando una ciudad vista desde lo alto como si la enfermedad fuese una montaña escalada desde la que finalmente se goza del espectáculo del ser. Porque el milagro, siempre posible, no es la curación sino esta vibración frente al ser que es el vivir como hombres. Y cuando un hombre, como Emmanuel Exitu ha encontrado la verdad, vibra frente a los hombres que lo viven y su cámara les abraza.
De esta manera mientras se suceden las imágenes de hombres y mujeres que afrontan con positividad el drama de una enfermedad tan grave te vienen a la mente las miles de pequeñas contradicciones de cada día que tal vez matan más silenciosamente la esperanza y el deseo. Y te vuelve a sorprender una ternura por tu pobre humanidad tan llena de límites, y una simpatía por lo que se te da, por todo, desde la respiración al otro con el que te cruzas por la calle. “La vida cotidiana es la más románticas de las aventuras y sólo el aventurero lo descubre”, decía Chesterton: quienes son llamados por el Misterio a vivir en las dramáticas fronteras de la existencia nos dan testimonio de esta grandeza escondida en cada una de nuestras respiraciones.
Mario Melazzini y Emmanuel Exitu
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Edciones San Paolo
Libro y DVD 19,50 €
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón