El papel de Occidente y Europa, y las formas impropias de gobierno. El economista Padoa Schioppa responde a algunas preguntas con motivo de su último libro titulado significativamente: Doce de septiembre
Padoa Schioppa, economista italiano, trabaja en Frankfurt como miembro del Comité ejecutivo del Banco Central Europeo. Ha sido presidente de la CONSOB (Comisión Nacional para la Sociedad y la Bolsa) y director general de Asuntos económicos y financieros de la Comisión de la Comunidad Europea en Bruselas. En mayo publicó en Rizzoli un libro con el elocuente título de Doce de septiembre, el día después del “fin del mundo” en Nueva York. La frase va acompañada de un subtítulo portador de una esperanza moderada: El mundo no está en el nivel cero. En sus tesis llaman la atención a nuestro parecer, dos consideraciones. Primera: el análisis del proceso de globalización y las novedades que afectan a la vida económica de los hombres, examen que el autor no hace de forma ideológica, sino con un sano pragmatismo y sentido común. Segunda: Padoa Schioppa es un representante en importantes organismos internacionales y no sólo un economista, lo cual, en la situación actual, indica “una vía áurea” en la política.
El autor advierte que con el 12 de septiembre la vida de millones de individuos ha irrumpido de algún modo en la Historia. El “día después” los hombres y mujeres de Occidente tuvieron que hacer las cuentas con una nueva realidad, como debieron hacerlo otras generaciones al pasar por una guerra y ver sus efectos siniestros. La tragedia del 11 de septiembre probablemente reúne todas las contradicciones del mundo tras la última posguerra. A la luz de la conciencia del “día después” tenemos que recuperar el interés, la pasión, el deseo y la voluntad de resolver los problemas que se plantean hoy con dureza.
Examinando con realismo la situación, Padoa Schioppa deja espacio a una tenue esperanza. El economista no figura entre los catastrofistas. Tampoco olvida todo lo que se ha alcanzado en el ámbito internacional. Conoce las instituciones internacionales y la bondad de sus objetivos; sobre todo, lo que han logrado y su valía.
Al mismo tiempo, el autor no oculta la debilidad de estos organismos y su escasa capacidad de intervención en lo que concierne la defensa de la paz y el desarrollo de los países pobres.
¿De qué se trata entonces? ¿De hacer un lúcido análisis sin tomar partido? No. El objetivo del libro es la invitación a no bloquearse ante el futuro ni atemorizarse ante lo nuevo. Hay que tener el coraje de afrontar con instrumentos ya conocidos o con nuevas reglas el desafio contemporáneo que atañe a toda la humanidad.
Tres preguntas al autor
¿Qué razón le ha llevado a escribir este libro? ¿Pretende marcar la fecha de un cambio de época? ¿O sugerir remedios?
La idea del libro nació al preparar la conferencia que pronuncié en Padua con motivo de mi nombramiento como Doctor Honoris Causa en Ciencias Políticas. Llevaba todo el verano trabajando sobre otro argumento; pero después se produjo la tragedia del 11 de septiembre y me pareció justo dedicarme al tema. Me acordaba todavía de lo que sucedió en Génova. Tengo hijos jóvenes y amigos suyos a los que se les puede decir algo sobre los problemas de la globalización, los cambios que se están produciendo en ámbito mundial, y lo que el ataque a las Torres Gemelas produjo en ellos: la irrupción de la Historia en su existencia. Además Padua, en cuanto sede universitaria, pedía una aportación a un problema tan complejo política y económicamente hablando. Piensa que en Padua estudió Altiero Spinelli, uno de los padres fundadores de la idea de Europa. También estudió Toni Negri, que hizo declaraciones inadmisibles sobre la tragedia del 11 de septiembre.
¿A qué se refiere cuando alude a las “formas impropias de gobierno”?
Cuando hablo de gobierno, de gobernar, pienso en quien gobierna una ciudad, una región, un Estado; con sus controles, sus leyes y sus reglas. Hoy en día, con los procesos de globalización, se necesitarían reglas para todo el globo, para el mundo entero. Pero es muy difícil concretarlas. Entonces se confía a formas que yo llamo “impropias”. Así sucedió durante la Guerra Fría, cuando se hablaba de “equilibrio del terror” o de “equilibrio de fuerzas”. Una forma “impropia” de gobierno es la hegemonía de una superpotencia, aunque ésta sea democrática y liberal. Las “formas impropias de gobierno” no llevan nunca a una paz verdadera, no resuelven nunca los peligros de una guerra. En general, conllevan una tregua, otra forma implícita de guerra. Quisiera que se lograse una paz estable y por lo tanto es preciso abordar y resolver los peligros que pueden llevar a un conflicto general.
Un capítulo entero, al final de su libro, trata sobre el papel de Occidente y Europa...
Occidente, en el que se incluye Europa, tiene sus graves responsabilidades. Piense solamente en el colonialismo. Sin duda alguna, hay sombras en lo que Occidente ha obrado a lo largo de los siglos. Todavía, justo en Occidente, las libertades y el espíritu de tolerancia han enraizado y se han transformado en ordenamientos jurídicos. Añadamos, además, que Occidente es la zona más rica del mundo. ¿Qué conlleva todo ello? Una responsabilidad mayor de buscar una solución positiva para los problemas del planeta. Es difícil saber si la situación actual desembocará en hechos positivos o negativos. Pero Occidente tiene un papel fundamental en lo que respecta a las sugerencias y los ejemplos de lo que es humanamente grande.
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