Al Reverendo Monseñor
Luigi Giussani
Con ocasión de Su 80 aniversario, me uno de corazón a usted, querido Monseñor, para dar gracias a Dios por todos los beneficios que le ha concedido en estos ocho decenios de crecimiento humano y espiritual.
Renuevo mis sentimientos más cordiales de estima y afecto, y junto con usted deseo abrazar en una única mirada estos 80 años para entregarlos a María, nuestra Madre del cielo, que siempre ha querido indicar a todos como camino privilegiado para encontrar a Jesús y servirlo fielmente.
Con vivo agradecimiento recorro con usted su infancia rememorando el ejemplo y la ayuda que le brindaron sus padres; los años de preparación al sacerdocio en los que encontró maestros que contribuyeron a su formación humana y espiritual; los años dedicados a la enseñanza en la escuela y en la universidad, con el nacimiento y el desarrollo del Movimiento de Comunión y Liberación; luego los años que han visto la rápida difusión en muchos Países de la obra de la que es fundador.
Pero me detengo con singular participación en estos últimos años vividos bajo la prueba de la enfermedad, y le doy las gracias por el testimonio de confiada adhesión a la Voluntad divina, que usted no ha dejado jamás de ofrecer por el Movimiento y por la Iglesia. El Señor, dispensador de todo bien, le conceda experimentar el consuelo de su presencia y el gozo de su amor.
Comparto tales votos con sus familiares e innumerables amigos, hijos e hijas espirituales, que celebran su fiesta. Le acompaño con mi oración y le imparto de corazón una especial Bendición que extiendo a todos sus seres queridos.
En el Vaticano, a 7 de octubre de 2002
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