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Huellas N.7, Julio/Agosto 2001

BREVES

Cartas

a cargo de María Pérez

VENEZUELA
25 años de historia

Querido don Giussani: No puedo callar la voz de mi gratitud por el don que, a través de tus hijas, monjas trapenses en Venezuela, se me concedió diez años atrás. Abreviando un tiempo pleno de acontecimientos, hago memoria de algunos antecedentes: la misteriosa petición que me habían hecho, sin conocerme y desde un pueblo ignoto, a 700 kilómetros de distancia, para que realizara un nuevo proyecto para el Monasterio de Nuestra Señora de Coromoto. Así, en un momento especialmente oscuro de mi vida presuntuosa y errática, se me presentaron las personas más dignas, sencillas y dedicadas que había conocido; y así resultó la casa, diferente, sincera y bella, parecida en todo a ellas sin que pueda explicar claramente el camino que llevó al resultado. Llegó 1991: tengo ante a mí los rostros de Anna, Chiara, Ivana y Paola cuando me hablaron del Meeting y de la posibilidad de viajar a conocer tal experiencia. Luego se presentó don Filippo, hoy Monseñor Santoro, en fatigosísimo desvío a mi ciudad en la escala venezolana de su vuelo a Brasil: lo encontré sentado, con su santa paciencia, esperando en mi oficina, pues aunque sabía que él vendría no pude cambiar el compromiso que me tuvo fuera más de una hora. Así supe del movimiento y don Filippo me presentó a un grupito de universitarios - los primeros de mi país - que seguían el carisma. Por fin, un 20 de agosto viajé a Roma ¡justamente - me di cuenta después - el día de San Bernardo, el gran padre de los cistercienses! En el Leonardo da Vinci esperaba mi colega Lullo, de la comunidad de Pesaro: la amistad que nos aguardaba se evidenció de golpe, como en el reencuentro con un hermano cuya compañía no cesará ya. Necesariamente Vitorchiano, manantial de nuestras trapenses de Venezuela, fue etapa importante en el viaje al Meeting; luego Pesaro me impresionó como lo había hecho el monasterio trapense de Venezuela. Finalmente, la gran edición del Meeting 91: “Antígona ritornata...” se inició con una sobrecogedora puesta en escena de Antígona, en la cual, Il Sabato en mano, declamábamos el coro decenas de miles de amigos súbitos, en una intensa armonía que he vuelto a sentir en La Thuile, y cada vez que rezamos la Liturgia o cantamos en nuestras comunidades. El Meeting con sus incontables eventos fue una puerta de salida al cielo, mi céntuplo, en el comienzo de una pertenencia que da la fisonomía a mi ser, salvando mis limitaciones, dolores y fragilidades, salvando los hábitos de 25 años de alejamiento de mi tradición cristiana. ¡Qué inicio tan soberbio para una historia que no cesa de educarme en el amor a la única novedad, y lo hace a través de rostros y acontecimientos que sostienen mi camino humano! Hoy vivo en mi país, que atraviesa turbulencias de tremenda confusión, pero el crecimiento de comunidades en seis ciudades de Venezuela y el contacto permanente con nuestro centro, así como con Madre Cristiana y sus hijas de CL en el Monasterio, hacen razonables grandes y muchas esperanzas. Querido don Gius, este año 2001 divide mi vida: 25 años de espaldas a la Presencia de Cristo en el mundo y 25 años, tras mi regreso hace diez, de una pertenencia que reza por la consistencia del camino. He vivido diez años a su lado y atesoro el momento en que pude saludarlo en Milán. El próximo gran evento en Rímini me recibirá, si Dios lo quiere, como un peregrino que hace su pequeño Jubileo. Gracias, y que el Señor lo conserve a usted y conserve su semilla en nosotros, para que muchos puedan vivir lo que el Espíritu me ha llevado a experimentar y que este año, decisivamente, celebro.
Bernard, Mérida

ITALIA
Querido tío...

Me alegra haberte podido saludar el sábado pasado, ¡estabas muy bien! Me gustaría verte más a menudo, aunque sé que te tengo cerca a través de las personas que he conocido gracias a ti: ¡y son realmente muchas! Todos te estiman y algunos explican tus libros, que hacen comprender - a todos los que estén dispuestos a escuchar - el motivo por el que estamos en el mundo, quién es Jesús, qué ha hecho y por qué creer en Él. Cuando discuto con alguna de estas personas, al mirarles y escucharles, me acuerdo de tu modo de hablar y de penetrar con tus ojos azul claro la mirada del que tienes enfrente. Me acuerdo de que cuando yo era un niño tú, a diferencia de otros adultos, me escuchabas y me hacías reír contándome batallitas, y así empecé a tomarte cariño. Tengo que decirte que te admiro mucho, porque siempre estás disponible, atento y humilde para comunicarnos - a mí y a los que están a tu lado - la grandeza y complejidad de tu experiencia. Es increíble ver el bien que deseas para las personas, porque afrontas sus problemas como si siempre tuvieras delante el rostro de Jesús; estoy seguro de que Su rostro no tiene esa enorme verruga que tienes tú junto a la boca, pero también estoy convencido de que te pareces mucho. Me considero afortunado por haber conocido a alguien como tú que, en cada una de las líneas que has escrito y con tu misma persona, has hecho y haces revivir con entusiasmo la figura de Jesús, como si ahora estuviera junto a nosotros.
Un chico de catorce años, Carate Brianza>

ITALIA
Mirando una fotografía

Querido don Gius: Llevo años en el movimiento y siempre he tenido deseos de conocerte o, al menos, escribirte una carta. Cuando en los años de universidad te veía en clase, nunca supe bien qué quería decirte porque no lograba esclarecer los pensamientos que me urgía comunicarte. Los sentimientos que despertaban las experiencias que me hacían tan feliz me embargaban y no encontraba las palabras apropiadas. Este año he ido con mi familia y el grupo de Fraternidad a pasar unos días en la playa. Mi marido sacó esta foto de nuestros amigos. Nada más revelarla, al verla, pensé: «¡Esto es lo que quiero decirle o mostrarle!». Miro estos rostros y veo a la gente que comparte mi vida, veo el camino de todos estos años siempre ligado a sus rostros, veo nuestra historia desde que éramos chavales y veo a nuestros hijos que ahora juegan juntos. Pienso en que todo esto habría sido imposible sin tu carisma y tu entrega, sin la obra del Espíritu Santo. No he podido menos que enviarte una copia, así, sin añadir nada, excepto que me siento inmensamente feliz por haber unido mi vida a estas personas y a nuestra historia. Quiero darte las gracias y abrazarte como a un padre, y le pido al Señor que no eche en el olvido esta gracia.
Paola, Melzo

ARGENTINA
Eslabones de una historia

Querido don Giussani: Participo de la vida del movimiento en Santa Fe desde los primeros encuentros de fines del 84, cuando recién comenzaba la Universidad donde conocí a Aníbal Fornari quien, a su vez, ese mismo año te había conocido en Montevideo. Después de una larga carrera universitaria y actualmente como profesora de Filosofía, no puedo dejar de maravillarme al ver cómo la vida que generaste crece, se hace cada vez más madura en nuestra tierra. Doy clases de Filosofía en el Seminario de la Archdiócesis. Además me toca estar muy cerca de los universitarios gracias a que se me encomendó la guía del coro junto con una estudiante de música. Hace poco más de un mes, mis alumnos del seminario me contaron que estaban ensayando Asesinato en la Catedral de T. S. Eliot, sobre la muerte de santo Tomás Bécket. Ni bien llegué a casa después de clase, le estaba hablando a Aníbal para contarle y pedirle que propusiera a nuestros universitarios la obra que se presentó hoy, martes 5 de junio. Ver esta obra, representada por mis alumnos del seminario, con los universitarios del CLU fue para mí una bellísima ocasión de experimentar cómo somos parte de la misma historia. Agradezco ser un eslabón de esta cadena, poder ver y amar «el lugar donde reside Su gloria», la Iglesia, como vos nos enseñáis. Es maravilloso ver cómo los testimonios de la catolicidad de la experiencia cristiana que leemos todos los meses en la revista, los testimonios sobre la vida de la Iglesia y del movimiento, en tantos países del mundo tan distantes y tan distintos (entre ellos, particularmente hoy, Inglaterra), de pronto se hacen carne en esta ciudad de Argentina. Tu hija.
María Beatriz, Santa Fe de la Vera Cruz

Espectáculo para el mundo
Queridos amigos: Casi sin querer, fui a celebrar el funeral de un joven de veintiséis años de Livorno. Hace más de veinte años lo había adoptado una pareja de los primeros que empezaron a vivir la experiencia del movimiento en esa ciudad. Los médicos se üo habían confiado - se trataba en su opinión de un caso desesperado - diciéndoles: «No vivirá más que cinco o seis meses». Sin embargo, vivió veintiséis años gracias a Dios y también a los cuidados que aquel hombre y su mujer le prodigaron, hora tras hora. Lo que más me impresionó fue ver el barrio central de Livorno (que sin duda no es una ciudad católica, sino más bien la capital de la masonería italiana y el lugar donde se fundó el Partido Comunista) paralizado en aquella ocasión. Evidentemente por cómo habían visto a ese hombre y a esa mujer tratar a aquel “desecho humano” durante más de veinte años, todos habían recibido un anuncio, que más allá de las diferencias ideológicas, les obligaba a acudir a ese entierro y a quedarse en la plaza delante de la iglesia, puesto que dentro no cabían todos. No creo que en Livorno haya habido un anuncio público más explícito de quién es Jesucristo en este mundo que el entierro de este chico.
Sac. Luigi Negri, Milán

Mensajes sms
Un simple mensaje de texto llega a mi móvil: «Necesito verte y hablar contigo. ¡Llámame!» Un número de teléfono desconocido. Pero, ¿quién será? Llamo al número que había enviado el mensaje. Me responde una vocecita febril disculpándose por el error: el mensaje no era para mí, sino para su novio; se trataba de una chica de 18 años que estaba en crisis. No pude hacer otra cosa que ofrecer mi disponibilidad para ayudarla. Una semana después me llega otro mensaje: «¿Se acuerda de mí? ¿Todavía está dispuesto a ayudarme? No tengo amigos y estoy esperando un niño del que tengo que deshacerme». ¡Qué confusión me sobrevino! Ayudar a una persona a la que no conocía, que se encontraba a 700 kilómetros de distancia y con un problema sobre el que yo tenía una posición radicalmente opuesta. ¿Por qué se me pide una responsabilidad así precisamente a mí? ¿Qué puedo tener yo en común con una chica así? Y una idea súbita: la pertenencia a un pueblo que lleva en el corazón el destino de los demás, la compañía del movimiento. Aseguré a la chica (la llamaremos ‘Fortuna’) mi deseo de seguir ayudándola, y le pedí que me diera un día de plazo. Bastó una llamada a la secretaria regional del movimiento, asegurarme de que había un interés y otra llamada que recibí de una “cielina” de Módena (¡que evidentemente no conozco!) diciéndome que se haría cargo de “acompañar” a Fortuna, empezando con una toma de contacto telefónico. Después de dos días, me llama Fortuna para decirme que había estado pensando en lo que le había dicho, que había decidido tener el niño y que había experimentado una gran alegría al sentirse rodeada de amigos que aún no conoce, es verdad, pero que “siente” que la quieren bien, “gratuitamente”. Es una “historia” que ya dura desde hace cuatro meses. La certeza verdadera, concreta, tangible que tengo es la de pertenecer a un pueblo. Esto me hace comprender que si pides, si eres humilde para buscar ayuda, el movimiento hace que te sientas acompañado. ¿Por quién? ¡Por Aquel que nos hace a todos!
Angelo, Pomigliano d’Arco

Ante un cuadro de Previati
Querido don Gius: Quiero hacerte partícipe de algo que me ha hecho pensar. Hacía mucho tiempo que me apetecía ver el cuadro de Previati Los funerales de una virgen, que está en la Galería Nacional de Arte Moderno, en Roma, del que tú hablas en L’autocoscienza del cosmo (pp. 47-48) diciendo que cuando viste este cuadro, comprendiste «qué era el pueblo de Dios». A las diez y cuarto estaba en la sala donde se encuentra el cuadro de Previati: imagina una escena casi cinematográfica, dominada por un gran resplandor. Me senté frente al cuadro, con el texto entre las manos. Estuve allí una hora y media: leía y miraba, miraba y leía... Leí la parte en que dice: «Cuando vi Los funerales de una virgen, de Previati - al que no conocía - cuando vi la fotografía en el libro de canto, que era nuestro texto del seminario, comprendí qué era el pueblo de Dios. Nadie puede imaginarse una unidad de un pueblo tan “homologada” [y aquí viene lo bonito...], como diría un malvado, un inexperto, porque todas visten igual y, sin embargo, si uno está atento a cada rostro, a cada trazo, a pesar de la inmensidad de la tela, cada rostro tiene una huella diferente...». Mientras interrumpía en este punto la lectura y en el silencio dirigía mi mirada a la tela, escuché detrás de mí, proveniente de la puerta de entrada, una algarabía juvenil de muchachos a los que no veía; los dos primeros entraron y uno dijo, con un fuerte acento romano:«¡Buah, mira que es feo! ¡Mi madre, si que es feo!». Y el otro le siguió: «¡Pero qué feo y qué aburrido! ¡Son todos iguales! ¡A ver si nos largamos pronto!». Entonces me levanté de inmediato y me encontré frente a los dos “malvados”. Les pregunté: «¿Sois de algún colegio?». «Sí, del Liceo Artístico. ¿Por qué?». «No, por nada. ¿Dónde está vuestra profesora?». «Por ahí...». «¿Podéis presentármela?». «Está bien...». Me encontré cara a cara con la profesora: «¿Es usted la profesora de estos chicos?». «Sí, ¿por qué?, ¿qué ha pasado?». «No, nada. Es sólo que mientras miraba este cuadro, me he encontrado al mismo tiempo leyendo un juicio de este libro y escuchando el juicio de sus dos alumnos. El autor del libro prevé perfectamente lo que podría decir un “malvado, inexperto” delante de este cuadro. Y mire por dónde, ellos han dicho que era “feo” y “aburrido”, porque todas eran iguales. Precisamente lo que está aquí escrito. ¡Tómelo y juzgue usted misma!». Callando, tomó la página que estaba leyendo, se ajustó las gafas y dijo: «Muchachos, el libro tiene razón. Hay que mirar más atentamente. Acerquémonos y miremos». Mientras se acercaban, leía en voz alta el texto; después invitó a mirar en cada figura aquella “huella diferente”. Siempre más cercano al lienzo, sentí en torno a los muchachos exclamar repetidamente. «Eh, ¿no lo ves? Si es verdad: ¡Cada uno es diferente!» Era estupendo verlos decir con la boca abierta: «¡Es verdad!» en un silencio que súbitamente llenó toda la sala. Entonces, dirigiéndose a mí, preguntó: «¿Quién es el autor de este libro?». «Luigi Giussani», le respondí. «¿Pero no es el fundador de CL?». «Sí. Sin embargo, como puede ver, es precisamente este hombre quien en estos momentos hace abrir los ojos a estos muchachos y los pone en condiciones de poder exclamar, asombrados: “¡Es verdad, son diferentes!” pasando de ser malvados a estar atraídos, de no-expertos a gente que de este cuadro ha hecho verdaderamente experiencia. ¿No comprende?». «¡Cierto! ¡Estoy encantada de haberle conocido! Fíjese lo que ha sucedido en un día de clase que no hacía prever nada bueno».
Peppe, Chieti

La ayuda más preciosa
Admirado don Giussani: Soy una de tantas personas que persiguen con una apasionada curiosidad las huellas de Cristo en la realidad cotidiana; es decir, todo aquello que constituye la experiencia humana de Cristo en la realidad de la vida. Desde los siete años de edad me he visto obligado a aceptar una serie de acontecimientos desgarradores: a esa edad me quedé sin padre y fui separado de mis seres más queridos al tener que vivir en un colegio de huérfanos en la compañía de chavales con circunstancias similares o aún peores, pues muchos de ellos eran víctimas del terrorismo de ETA. Una vez, siendo un crío, me perdí buscando desesperadamente el comedor, y entré en un espacio oscuro, frío y muy silencioso; al fondo, una luz iluminaba una columna con una figura de una Madre sosteniendo a su Hijo, a la que no dudé en desafiar, en exigir la respuesta al porqué de todo lo que me estaba sucediendo. Tras hacer mi Primera Comunión conocí a un sacerdote al que debo mi vocación mariana y la primera lección sobre sentido religioso, realidad y experiencia humana. ‘Adhesión’ y ‘presencia’ fueron las primeras palabras de un “idioma” apasionante; formaron mi primer planteamiento serio ante la vida, ayudándome a atender y valorar cada momento presente, y fueron la clave para salir de ese “refugio” construido en soledad y tristeza. Cada año nos solemos reunir los antiguos alumnos. La última vez, un amigo que hacía tiempo que no veía me preguntó sobre el secreto de mi constancia en el grupo de Adoración Nocturna, donde la mayoría de los participantes son de bastante edad. Comenté que me impulsaba la curiosidad de ver al profesor de literatura, en otro ámbito diferente al habitual; me apasionaba ver su rostro mirando al Santísimo. A partir de aquí los demás compañeros se unieron a la conversación. En un instante, de recordar se pasó a reconocer actitudes o hechos concretos que hoy en día permanecen en nosotros como verdaderos. Muchos de ellos no son practicantes, pero coincidían con los que tenemos fe cristiana en que en aquellos momentos nos acompañó una gracia providencial. Surgió entonces la posibilidad de explicarles la experiencia del “riesgo” tal como habla de ella El Sentido Religioso, y se quedaron gratamente sorprendidos y pensativos hasta el punto de que querían retomar la conversación en otro momento. Hoy, a través de la escuela de comunidad, veo la continuidad de aquello que con tanto cariño aprendí en mi juventud. Todo empezó por culpa de un artículo titulado “Una respuesta más allá de la espera”, publicado en la revista 30 Días. Todos los lunes acudo a la vitalísima y fundamental escuela de comunidad, donde encuentro tanta correspondencia en lo que se dice que he de confesar que aumenta notablemente mi deseo de seguir avanzando en este camino. Don Giussani, tengo la necesidad de manifestarle mi agradecimiento por toda la ayuda de la que estoy disfrutando para vivir.
Manuel Jesús, Madrid

El paso del Misterio
Esta semana me ha acompañado la escuela de comunidad: «El encuentro consiste en que nos topamos con una realidad sagrada, con la manifestación del acontecimiento del Misterio presente dentro de la precariedad de un rostro humano». Los últimos meses han supuesto para mí un reconocimiento constante de este encuentro. Hace seis meses estaba embarazada y al niño que llevaba dentro le diagnosticaron una malformación cardíaca muy grave. Habría que operarle nada más nacer, y con no muy buen pronóstico. Gracias a que estoy sostenida en este lugar y a lo que vamos aprendiendo, mi postura fue de ofrecimiento: le pedía al Señor constantemente que la vida de mi hijo fuese para Su gloria. Misteriosamente, pasamos los meses de embarazo con mucha paz, a pesar de la incertidumbre, y de tener que preparar un viaje a EEUU porque en España no le podrían operar. Hace mes y medio, en EEUU, nació el niño, Javier, y fue operado al día siguiente. Todo fue muy bien y al poco tiempo volvimos a España. Esa misma noche, a los 25 días de edad, Javier murió repentinamente. En los 25 días que vivió no hizo nada especial, era un bebé. Sin embargo, a través de él, de su precariedad, el Señor nos tocó de manera especial. ¿Cómo lo sé? Porque el Señor actúa. Se está dando entre mi marido y yo una relación preciosa con una apertura a la vida y al designio de Otro. Lo mismo ha ocurrido entre los amigos de la Fraternidad, y en nuestras familias. Todo el mundo está agradecido por lo que ha sucedido. El paso de Javier ha sido el paso del Misterio bueno... que con el rostro discreto de un bebé ha revolucionado muchas vidas. Y tras su muerte, el Señor sigue actuando. Porque mi “yo” no ha quedado destruido; la oración, la eucaristía, la compañía, el testimonio de Cesana... todo me remite a su Presencia, y gracias a ella puedo decir que la muerte de mi hijo no ha sido un mal sin sentido, sino una fuente continua de testimonio, de agradecimiento y, por ello, de alegría dentro del dolor.
Kika, Madrid

Protagonista
Este año los Ejercicios de la Fraternidad han sido un momento fundamental para tomarme en serio mi vida, para retomar el valor de mi “yo”. Desde hacia algún tiempo encontraba cierta dificultad al acudir a la escuela de comunidad. Siempre he sido una persona bastante tímida para hablar en público, y he caído en la tentación de ir a escuchar a los demás, sin tomarme en primera persona lo que se me proponía. Esta falta de interés por mi persona me hacía concebirme en el día a día sola. A mis amigos, lugar cada vez más verdadero en el que descansaba, los veía los fines de semana, y el resto del tiempo seguía sola. Y, a pesar de que mi trabajo me encanta y que ha habido un buen ambiente entre los compañeros, percibía que no bastaba. Pero en los Ejercicios aprendí que verdaderamente el valor de mi persona reside en la pertenencia, porque uno se percibe protagonista cuando reconoce que la realidad es de Otro. A la vuelta, me enteré de que en Parla había comenzado un grupo de escuela de comunidad y acudí al encuentro porque quería estar con pocas personas, necesitaba vivir en primera persona, juzgar y hacer experiencia de las cosas que no me suceden en vano. Este verano he propuesto a mis amigos ayudarnos a disfrutar y aprender de la riqueza cultural tan variada que existe entre nosotros por nuestro trabajo y estudios, compartir aquellas cosas que nos apasionan. Cada vez me sorprendo más del deseo de aprender de todo lo que me rodea. Hace un tiempo no habría implicado a mis amigos en esto, me habría comprado un libro interesante para leérmelo durante el verano. Sin embargo, ahora comprendo lo importante que es para mí pertenecer a este pueblo donde cada vez soy más yo misma. Nada de lo que me sucede puede quedar al margen de esto.
Marta, Parla

Con respeto
Publicamos un extracto de una carta dirigida a Msr. Michelin tras su segunda visita a España.
Querido Sr. Michelin: Le llamo señor con el mismo respeto y agradecimiento con el que su abuelo se dirigió a un trabajador de su empresa y tanto le impresionó, tal y como usted nos contaba la última vez que estuvo en España. Aprovecho para escribirle algunas ideas que desde la primera vez que le escuché en Madrid me venían a la cabeza. Tengo 38 años, dos hijos y trabajo como consultor y formador en una microempresa (somos sólo tres trabajadores) que empecé hace tres años. A partir del día que le escuché en la facultad de medicina, con ocasión del Happening universitario, no hay circunstancia por difícil e inesperada que sea (como un impago, una deslealtad de una persona en la que confiaba ciegamente, un contrato que se rompe en el último segundo, etc.) en que no le tenga en el rabillo del ojo, y acabe en última instancia por preguntarme: «Y el sr. Michelin, ¿qué haría en este caso?». Debo decirle también que de lo que he escuchado en sus conferencias y de lo que he leído en su libro traducido al castellano he sacado más de un ejemplo ilustrativo para explicar la implicación efectiva y real de la Dirección de una empresa en la resolución de problemas cotidianos, así como para explicar con un ejemplo el interés real por el activo más importante de una empresa: el activo humano. Personalmente siempre he trabajado en fábricas, concretamente dentro del sector químico-farmacéutico, por tanto muchos de los ejemplos que contaba me eran familiares, pero a la vez contenían una novedad inimaginable. Me siento muy afortunado por haberle conocido, pero sobre todo por el hecho de comprobar que dentro de esta jungla, en la que cada día veo más difícil sobrevivir, existen personas concretas que no sólo sobreviven, sino que crean espacios habitables, confortables y llenos de humanidad. (...) Debo decirle que desde que le he conocido percibo que la fatiga diaria de llevar adelante una iniciativa empresarial es superable y mucho más llevadera gracias al hecho de que el Misterio también se ha hecho carne en personas como usted. (...) Custodio en mi corazón sus palabras y las sigo rumiando como el más fiel de los rumiantes.
Eduardo, Madrid

Alcalá de Henares
Curso de verano: tiempo de libertad

Entre los días 2 y 6 de julio de este año, ha tenido lugar en la Universidad de Alcalá un curso de verano sobre «Genoma humano y clonación: perspectivas e interrogantes sobre el hombre», organizado por la Asociación Universitas, en colaboración con la Universidad de Alcalá y la Universidad de la que yo soy profesor: la San Pablo – CEU. La razón por la que me impliqué en el curso hasta el punto de hacer las veces de director adjunto del mismo fue la oportunidad que se me brindaba de hacer colaborar activamente a dos universidades de naturaleza distinta: estatal y privada. Un dato por sí sólo sorprendente, puesto que las pocas veces en que esto ha ocurrido la colaboración se ha reducido a compartir un espacio en el que poner los respectivos anagramas. Desde un punto de vista institucional, sin embargo, lo más importante fue el hecho de que tal colaboración fuese posible por iniciativa de un sujeto como Universitas. Ha sido todo un espectáculo ver a dos universidades españolas trabajar juntas a instancias de una realidad en apariencia tan frágil y con una vida tan corta. Ha sido muy llamativo el número de los participantes - 160, en su mayoría estudiantes atraídos por el tema o secundando la propuesta de un profesor -, que todos los días, puntualmente y sin “hacer quiniela” con las distintas conferencias que conformaban el programa, han asistido al curso. Sirva como botón de muestra del interés real que despertaron en ellos las jornadas, el hecho de que a la comida a la que les invitamos el jueves asistieran más de 50 personas; o también, que unas 90 solicitaran expresamente recibir información acerca de futuras iniciativas de la Asociación. Los asistentes no fueron los únicos que disfrutaron del curso y que nos hicieron llegar sus felicitaciones: todos los ponentes - científicos, filósofos, juristas... - coincidían al comentar el extraordinario ambiente que se respiraba en el curso, así como el interés que demostraban los alumnos. Prácticamente todos ellos decidieron quedarse el resto del día y no limitar su asistencia al momento previsto para su intervención. Probablemente lo más relevante para mí es lo que he aprendido en estos días. ¡Qué importante es seguir con sencillez una indicación! El primer día del curso, José María Saz, presidente de Universitas y alma de la iniciativa, hacía suya la invitación de Javier Prades a atreverse cada mañana a hacer un juicio sobre el trabajo realizado juntos - aún a riesgo de equivocarnos - al retomar el hilo del día anterior. Comunicar u ofrecer un juicio me ha llevado a implicarme mucho más en el curso y sacarle provecho: si el trabajo se limita a describir lo sucedido el día anterior, basta con reproducir el hilo argumental de las distintas ponencias sin que sea necesario ni siquiera prestarles atención. Pero así uno no se pone en juego. No basta simplemente con describir lo ocurrido, hay que confrontar cuanto se escucha comparándolo con la propia experiencia para poder emitir un juicio sobre el problema. Finalmente querría aludir a una última cuestión: tanto las universidades colaboradoras, en la persona de sus representantes (vicerrectores, decanos, etc.), como los participantes en el curso, han quedado muy impresionados por el ambiente, el planteamiento y el nivel del curso de verano. Para mí fue un verdadero espectáculo ver en acción a los que tenía más cercanos: Nicolás Jouve, el director, por su relación con sus alumnos, su sencillez y su hospitalidad, o José María Saz por su seriedad con la experiencia que ha encontrado y su capacidad de enjuiciar concretamente los argumentos del curso; pero también me he sorprendido viéndome yo mismo en acción; nunca pensé que pudiese presidir una mesa redonda o retomar el tema del curso al principio de una nueva jornada. Percibía con toda claridad que no estaba ante el fruto de una obra mía, ni de una capacidad propia, sino ante la obra de Otro. Quisiera concluir dando las gracias a todos los amigos de Alcalá y en especial a los universitarios que, desinteresadamente, han colaborado en la Secretaría del curso y lo han hecho posible.
Gabriel, Madrid

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón