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Huellas N.8, Septiembre 2000

CENTROAMÉRICA

Viva México

Laura Juárez y Pablo Mijangos

Tras setenta años en el gobierno, el Partido Revolucionario ha perdido las elecciones más concurridas de la historia mexicana. La experiencia de nuestra comunidad atestigua que nada es ajeno al cristiano



Para México, las elecciones del pasado 2 de julio fueron algo sin precedentes. El Partido Revolucionario Institucional (PRI), que detentó el control del Gobierno nacional durante más de siete décadas, sufrió una derrota contundente frente a la coalición Alianza por el Cambio, cuyo candidato a la presidencia de la República, el político y empresario guanajuatense Vicente Fox, obtuvo la mayoría de los votos durante las elecciones más concurridas y limpias en la historia del país. La jornada electoral estuvo marcada por un interés popular sin precedentes, signo de la madurez civil y democrática del pueblo mexicano, así como de la recobrada confianza en el valor de la política, como factor de transformación social y cultural en la vida de la nación.



Un poco de historia

El 2 de julio marcó en México el final de una larga etapa. Tras 71 años de presencia en todas las esferas del Estado y la vida social del país, el PRI perdió el poder presidencial que ejerció de manera autoritaria y prácticamente de espaldas a las necesidades y a las exigencias populares. Fundado en 1929, con la finalidad de contener el desgajamiento del grupo revolucionario y establecer un mecanismo civilizado de lucha por el poder, el partido oficial llevó a cabo un sistema político caracterizado por la exclusión de la ciudadanía en la toma de las principales decisiones concernientes a la vida nacional, y la férrea imposición, a partir de los medios de comunicación y del propio sistema educativo, de una mentalidad nacionalista, laicista y liberal, contraria a la realidad cultural de un pueblo mayoritariamente católico.
Pese a la multiplicación de mecanismos establecidos por el partido oficial para consolidar su poder en todo el país, no fueron pocas las iniciativas sociales para dar a luz a una realidad nacional distinta a la impuesta por el entonces partido hegemónico. Fruto de ellas fueron las paulatinas conquistas de diversos puestos de elección popular por parte de los partidos de oposición, la creación y fortalecimiento de instituciones electorales independientes y, más importante aún, la creciente participación y toma de conciencia de un pueblo animado por el deseo de ser protagonista de su propia historia.



En contra del prejuicio

La dificultad para nosotros, como para todos los mexicanos, es superar el prejuicio que ha arraigado fuertemente en nuestra mentalidad de que la política es algo sucio en lo que es mejor no inmiscuirse. Este modo de pensar, que favorece en último término al poder mismo, concibe la política como algo que no tiene que ver con la vida o como una actividad que sólo interesa a unos pocos. Lo que nos empujó a abordar esta cuestión fue el tomar conciencia de que toda circunstancia es una ocasión privilegiada para entender y vivir más nuestro encuentro con Cristo. Aún antes de dar un juicio sobre la opción política que tomar, nos interesaba entender algunas claves: ¿qué quiere decir vivir la historia como camino hacia al destino?, ¿qué se juega en la convivencia social?, ¿qué tiene que ver la política con nosotros? Decidimos empezar con el estudio de algunos textos de Giussani. Pudimos constatar enseguida que nos poníamos frente a la política de una forma ideológica e, incluso, con una profunda antipatía. Una amiga de Coatzacoalcos comentaba: «A mis 47 años nunca me había interesado por la política. Para mí se reducía a PRI, PAN y PRD [ndr. los tres partidos políticos con más presencia en México]. Cuando nos propusieron leer los primeros textos, mi reacción fue: yo no leo esto, no me interesa. Me resistí dos semanas, pero como me decían que era necesario trabajar en ello, no me quedó más remedio que pedirle a Dios que me ayudara a aceptar algo que me era indiferente, y hasta cierto punto molesto. Comencé a leer los textos, y caí en la cuenta de que lo que estaba realmente en juego era mi persona».
Para buena parte de los analistas e intelectuales el interés por las elecciones se reducía a encumbrar a tal o cual personaje, mientras para nosotros consistió en buscar el nexo que esta circunstancia tiene con la vida y con el deseo de vivir en primera persona la realidad. Así surgió un juicio que hicimos público en un folleto titulado La persona, las obras y el Estado, donde expresamos justamente este horizonte de la política más amplio y humano.



Protagonistas

La idea central del documento, presentado a la opinión pública en el Auditorio del Instituto Mexicano de la Doctrina Social Cristiana (IMDOSOC) y en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue que la finalidad de la acción política radica en «la educación de las personas como protagonistas de su historia», pues dicho protagonismo genera las iniciativas más importantes de construcción social. La función política se concibe así más como un servicio a la creatividad social que como un proyecto de hegemonía e implica recobrar todo el valor de la persona. «Sólo la experiencia de una persona que reconoce su pertenencia a un pueblo, a una tradición y a un entorno cultural que la genera, actúa en la sociedad de tal modo que su trabajo, su acción social y educativa, construyen realidades que responden a necesidades reales, suyas y del pueblo en el que vive y se desarrolla».
A partir de esta idea, en el documento se proponen el principio de subsidiariedad y la laicidad del Estado, entendida como verdadero servicio a todas las realidades populares que conviven en una sociedad. Un Estado que favorezca la dinámica social y no se erija como administrador de la misma ni tampoco como sujeto único directo de valores, sino que se ponga al servicio de la riqueza cultural y social de la nación, esto es, de aquella «realidad histórica y cultural que confiere identidad a un pueblo determinado y a cada uno de sus habitantes, ayudándoles a avanzar en el cumplimiento de su vocación», como se lee en una reciente carta pastoral de los obispos mexicanos.
Decir todas estas cosas públicamente en un país como México, donde durante este siglo el Estado ha jugado un papel económico, social y político preponderante a todos niveles, y la historia política ha estado marcada por el fraude, la corrupción y la prepotencia, abierta o sutil, por parte del grupo en el poder, no deja de generar fuertes reacciones. Esta dificultad fue también ocasión de madurez para muchos de nosotros (cfr. los testimonios que publicamos).
La jornada electoral del pasado 2 de julio y el trabajo realizado nos abre a la vida entera. Un amigo de Campeche, Rodrigo, decía: «El riesgo que corremos es pensar que ahora el nuevo presidente y su equipo van a subir al escenario y nosotros podemos volver a sentarnos y mirar. Sin embargo, se nos educa a poner en juego nuestra libertad y responsabilidad para construir en la vida cotidiana». El compromiso social al que estamos llamados es ante nuestra vida misma, ante el trabajo, la familia y las obras. Somos ya un pueblo que vive a partir del encuentro con Cristo. Esto nos enseña a reconocer el valor absoluto de toda persona y nos da el atrevimiento necesario para construir lo que pueda ayudarle a caminar hacia su destino.



El Presidente de México, Vicente Fox Quesada, envió un mensaje al Meeting

Estimados amigos y amigas asistentes al XXI Meeting para la amistad entre los Pueblos: Recibí hace unos días la invitación para estar con ustedes en el «Meeting para la Amistad entre los Pueblos», que se celebra en Rímini del 20 al 26 de agosto del presente año. Lamentablemente, compromisos adquiridos como presidente electo de México me han hecho imposible asistir a esta amable convocatoria.
El tema que han escogido ustedes para reflexionar durante este encuentro me parece sumamente oportuno: «2000 años, un ideal que pervive». De este ideal que pervive es parte también lo que pasó en México en estos últimos tiempos.
Como ustedes saben, el pasado dos de julio, millones de mexicanos expresaron su voluntad democrática en las urnas, en una jornada cívica ejemplar, caracterizada por una intensa y ordenada participación ciudadana, en la que la mayoría de los votantes optó por abrirle paso a la renovación y la esperanza en todos los ámbitos de la vida de nuestro país.
México ha despertado así de un largo sueño y retomado de un modo más consciente el camino para hacer posible un ideal: el ideal que se funda en el optimismo, la esperanza y el amor por la Libertad.
Muchos años de dolorosas experiencias nos han enseñado que es preciso que los ideales se abran paso an-te los sueños, para que el esfuerzo que los hombres y las mujeres realizamos ayude realmente a resolver las necesidades de la gente, en vez de intentar censurar las condiciones de la persona y de la sociedad para hacer prevalecer un determinado proyecto de desarrollo y de poder.
Estos hechos han despertado, además, una intensa emoción entre nosotros; un amor y un entusiasmo que no queremos perder jamás, sino vivirlo cada día en plenitud, buscando siempre ser mejores y manteniendo viva la llama de la esperanza. Cuando miro hacia delante confío en que México, como el resto del mundo, sabrá aprovechar la nueva historia que se abre al inicio del siglo y del milenio.
En México, hemos buscado con todo corazón un nuevo comienzo. Sin embargo, sabemos que lo que ha acontecido rebasa muchas de nuestras propias expectativas y proyectos. Este nuevo camino nos impulsa a mirar la transición como un proceso que va más allá de nosotros y en el que es preciso actuar de modo incluyente y participativo, lo que será la clave para que nuestro pueblo comparta a todo el mundo su riqueza, su potencial y sus anhelos más auténticos.
Esperando tener la oportunidad de estar en el «Meeting» en otra ocasión, les envío un saludo afectuoso.
Sinceramente,

Vicente Fox Quesada
Presidente de Los Estados Unidos de México



Lo que está en juego

Al principio el documento que se nos dio me resultaba muy lejano y sólo me preguntaba: ¿de qué se trata? Conforme lo fui haciendo mío, empecé a entregarlo a algunas personas. Yendo a trabajar, me crucé con una conocida y saqué uno de los panfletos que llevaba en el bolso y se lo entregué. En cuanto lo vio se molestó bastante y al leer que lo firmaba La aventura humana (el nombre de una serie de centros culturales que hemos creado en varias ciudades de México) lo rompió delante de mí. Aun dentro de la reacción instintiva, percibí en mí una actitud positiva porque no se lo había entregado para afirmarme a mí misma, sino a Otro. Me vino a la cabeza algo que había leído en Huellas: «No te asustes de cómo Cristo se te presentará hoy».
Por la noche llegó a mi galería de arte una pareja de Ciudad de México y me entregó un texto sobre la educación de Vicente Fox. Un poco temerosa al principio, le entregué un documento, y nada más leerlo comentó. «Pero, ¡esto es fabuloso! ¿Puedes dejarme uno para que se lo entregue mañana por la noche a Fox?».
Un amigo que trabaja en Aeroméxico repartió el documento por todo el aeropuerto, otro que trabaja en una oficina de cafetaleros lo entregó a todos los de la empresa y también a su familia. Cuando nos reunimos en mi casa me di cuenta de que realmente somos una unidad a pesar de las diferencias de edad y de forma de pensar, porque miramos y seguimos a lo mismo. Lo que al principio pudo ser árido se reveló algo pertinente a mi vida y un instrumento muy eficaz para establecer una relación.
Dora Luz Martinez, Oaxaca

Al regresar de los Ejercicios de la Fraternidad invité a mis amigos a mi casa para leer juntos el documento. Fueron siete. Nos llamó la atención el contenido porque nos hizo caer en la cuenta de cómo raramente somos protagonistas de nuestra vida. Cada uno solicitó algunos ejemplares del documento para entregarlos a sus conocidos. Al día siguiente una amiga que al llegar a casa se lo había enseñado a su familia me comentó que le habían preguntado quién se lo había dado porque estaba realmente bien. También me reuní con algunos compañeros de trabajo y otro día con algunos colegas con los que trabajo en la Comisión Episcopal de la Pastoral Social. Muchos me contestaron que era inútil ir a votar porque nada iba a cambiar. Faltaba tan solo una semana para el cierre de la campaña electoral y la mayoría todavía no sabía por quién votar. Envié un montón de e-mail para recordarles a todos los que habían leído el documento que se sintieran parte de un pueblo para superar la pasividad que amenaza. Cuando se hicieron públicos los resultados de las elecciones muchos me comentaron que ahora que tenemos más libertad debemos luchar para lograr lo que el documento expresaba. En México estamos viviendo un momento histórico que no se puede expresar fácilmente, pero el protagonismo con el que lo estamos viviendo nos viene de la pertenencia a Quien está en el origen de mi persona y de mi pueblo.
Lillia Pineda, Ciudad de México

Cuando estuvo listo el documento sobre las elecciones presidenciales, intenté pedir el auditorio del colegio donde estudia mi hijo menor, pero al ser imposible lo repartí a los papás más cercanos y les hablé de mi experiencia. La verdad es que no obtuve mucha respuesta y cuando le pregunté a una señora si lo había leído me dijo: «Como formulario de lo que debería ser está bien, pero en este mundo no es posible». Muchos han reaccionado de la misma manera y esto me hizo caer en la cuenta de que mediante nuestra presencia puede comunicarse a otros que es posible vivir así.
Irene Lluis, Ciudad de México

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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