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Huellas N.13, Octubre 1988

VIVIR LA UNIVERSIDAD

«Aquí y ahora o, si no, en ningún sitio»

A propósito de las Mesas de Orientación
Hace algo más de año y medio surgió la
Asociación Cultural Atlántida dentro de la universidad. Distinta, fundamentalmente, porque el criterio que les lleva a proponer una serie de iniciativas es inconcebible en un ambiente tan supuestamente «liberado» como el del mundo universitario.
Una de las propuestas que despiertan más incertidumbre es la de las
Mesas de Orientación. ¿Qué sentido tiene ponerlas sabiendo que en la mayoría de las facultades y escuelas ya existen oficinas de información? ¿Qué proponen, distinto de los demás? Algunos de los responsables (Gema, Ramón y Javier) de esta iniciativa han contestado a preguntas que seguramente aclararán bastante tanto el dinamismo como el criterio que les hace llevarlas a cabo.

Nueva Tierra: Lo primero que nos interesa conocer, y que es casi una pregunta obligada: ¿por qué ponéis las Mesas de Orien­tación?
Ramón R. Pons:
En primer lugar, poner las Mesas es un modo de expresar, juntos y públicamen­te, lo que ya, de hecho, estamos vi­viendo. Y, en segundo lugar, por­que es un modo de expresarlo que responde a una necesidad que está dentro del ambiente: orientar a la gente que entra por primera vez en la universidad.
Sin embargo, hay que tener muy en cuenta cuál es la necesi­dad, la verdadera necesidad de la gente que llega al primer curso y que, a lo mejor, se manifesta en pedir una simple información so­bre la matrícula, pero que es la ex­presión de una necesidad mucho mayor. Poner las mesas es la opor­tunidad de entablar la relación con una persona a ese nivel más pro­fundo.
Gema Piñero: Sí, yo creo que las Mesas son, realmente, un mo­mento privilegiado para encontrar a la gente, porque partiendo de una necesidad tan simple como la de aprender a hacer una matrícu­la, que es algo que todo el mundo necesita saber, tú percibes que hay una necesidad mayor, que es la de encontrar un amigo que te ayude a vivir la universidad. Cuando percibes esto, comunicar y contar lo que vives se convierte en algo sen­cillo y espontáneo.
Javier Ortega: Las Mesas son una ocasión donde el ideal se hace concreto, se hace visible y experi­mentable; y, además, está abierto a cualquier persona porque es fá­cilmente comprensible.

N.T.: ¿Puedes explicar un poco mejor esto último que has dicho: que el ideal se hace expe­rimentable y que está abierto a cualquier persona?
Javier:
Sí; te voy a contar algo que nos pasó en mi Escuela, en Teleco. Un día llegó a las Mesas un chico de Valencia, Juan; miró el cartel, se acercó y nos dijo: «Bueno... , lo de la información está bien; pero lo puede hacer cualquiera; sin embargo, el juicio a través del cual se vislumbra lo que vosotros sois es lo que, real­mente, a mí me interesa. La infor­mación es algo útil, pero yo lo que quiero para mí es poder participar de esta amistad que, a través de la gente que está en la mesa, se percibe». El ideal se hace experimen­table a través de los que estamos en la mesa, de nuestra amistad... Es comprensible y está abierto a todos.
Ramón: Por poner otro ejem­plo: el otro día en Minas acompa­ñamos a uno nuevo a las clases de primero y allí encontramos a otro que estaba mirando los horarios y profesores. Entonces les empecé a decir cuáles eran los profesores buenos y les conté que nosotros dábamos unas clases de ayuda de física. Resulta que por apellidos los dos estaban asignados al mis­mo grupo, se presentaron entre ellos y, en ese momento, me di cuenta de que el ideal que yo vivo no se queda entre el nuevo de pri­mero y yo, sino que es tan verdad que se transmite también entre el que acabo de conocer y otro que llega.

N.T.: Habéis dicho que las Mesas son un momento de encontrar a la gente a un nivel más profundo. Entonces, si no se en­cuentra a nadie, ¿el gesto no sir­ve?, es decir, el éxito del gesto, ¿está en encontrar a alguien?
Gema:
No. Porque podría no responder ninguna de las mil per­sonas que conocieras, que ninguno percibiera lo que queremos expre­sar, pero expresarlo es una nece­sidad tuya, por lo menos mía lo es, es una necesidad que surge al ver el ambiente en el que vivo y que, inmediatamente, hace que yo ex­prese aquello que me hace vivir, porque veo que allí falta algo que yo tengo.
Javier: Poner las Mesas es res­ponder a la exigencia que tú tie­nes; o sea, la respuesta a esta exi­gencia no depende del chaval que llega nuevo -si percibe algo o no-, sino que la propia necesidad de expresar hace que ya, al poner la mesa, sea en sí respuesta. Si el otro lo comprende te llena de ale­gría, por supuesto.

N.T.: Cuando uno hace un gesto donde expresa lo que vive, cuando adopta una postura clara frente a lo que tiene delante, nor­malmente encuentra oposición y enfrentamiento. ¿Os ha ocurrido algo así?
Ramón:
Sí, en Minas, por ejemplo, había ya otra mesa de la Delegación de Alumnos y nos nos dejaban poner la nuestra. Sin em­bargo, la exigencia nuestra de ex­presar en el ambiente lo que vivi­mos, hace que nos demos cuenta de que uno no puede dejar pasar los ataques del poder, de la men­talidad eficientista y oficialista que dice que toda actividad de los es­tudiantes debe pasar por Delega­ción, porque si no respondes a esos ataques, cada vez tienes me­nos espacio en la universidad.

N.T.: Pero, si ya la Delega­ción de Alumnos pone una mesa, ¿qué diferencia existe entre ellos y vosotros, entre vuestro gesto y el suyo?
Ramón:
La diferencia que yo percibía es que el chaval que esta­ba en la otra mesa ya sabía perfec­tamente lo que iba a suceder en el tiempo que pasaba allí: cuántos sobres iba a vender, cuánta gente le iba a preguntar... No era una aventura para él estar allí, mien­tras que para nosotros sí lo era porque había dentro de ese tiem­po una novedad. Novedad en el sentido de que uno hace cosas que no había pensado y novedad en que uno descubre que, estando allí, puede acontecer el motivo por el que pones la mesa, que ese moti­vo se hace más comprensible cuando uno llega y te pregunta o cuando un profesor te dice cual­quier cosa e incluso respondiendo al ataque de un subdirector.

N.T.: Estáis hablando de ex­presar lo que vivís pero; ¿qué se propone en concreto en las Me­sas? Porque no se propone un ideal abstracto, ¿no?
Javier:
No. Es tan concreto como uno que te propone ser tu amigo y con el cual es posible afrontar todos los instantes en los que tú estás en la universidad; y esto, en el ambiente individualista e indiferente en que estamos, es algo inimaginable. En primer lu­gar, sería inimaginable para mí; pero yo lo he experimentado y por eso lo propongo al que viene.
Gema: Es concreto, como proponerle a uno de primero unas clases de ayuda, o una fiesta, o un concierto de un amigo nuestro. Es concreto, pero no banal, porque a través de estos gestos pasa lo que yo vivo con mis amigos, un en­cuentro con Algo más grande que tú mismo.

N.T.: ¿Qué significa el cartel que habéis puesto en las mesas de orientación, «AQUÍ Y AHORA O, SI NO, EN NINGÚN OTRO SITIO?»
Javier:
Viendo a mis compañe­ros, veo que hay dos posiciones cuando uno va a acabar la carrera: vivir angustiado por huir lo antes posible de la universidad o bien, plantearse el futuro trabajando en una empresa en la que hay que ser muy eficiente gracias a los conoci­mientos adquiridos. Sin embargo, lo que significa el cartel, a nivel humano, es una cosa impresionan­te: en cada instante que pasa, uno se la juega; no vivir así el presen­te concreto es desaprovechar la vida. Y eso es algo que difícilmen­te nos devolverá el futuro.
Ramón: En el momento en que tú estás con otro chaval ha­blando estás solo; es verdad que están los de la mesa que te acom­pañan, pero ante el chaval que te pregunta te la juegas tú. Para ti, aquí y ahora, y para el chaval, lo que suceda depende de lo que es­peres tú de aquel instante. Cuan­do uno encuentra algo es ahí, en ese instante que uno percibe una novedad en el otro que no había percibido.

N.T.: Las Mesas pueden que­darse en algo sentimental, una experiencia muy bonita, que lle­na en el momento pero que, en cuanto acaba, la tensión decae; ¿es así?
Javier: No, no es una experien­cia sentimental por dos motivos: porque está cargada de razones y porque está inserta en la vida de la comunidad y en la vida perso­nal de cada uno. Y en este senti­do, el gesto no acaba cuando se quitan las mesas: es una amistad que se propone pública y concre­tamente allí, pero es una amistad duradera, encontrable en cualquier otro momento y, por tanto, encon­trable cuando las mesas terminan.

N.T.: Habéis hablado de vuestra amistad, de expresaros en el ambiente, de proponer un ideal concreto... Pero, ¿Cristo qué tiene que ver con todo esto?
Javier:
Cada uno tiene su situa­ción personal. La mía es que estoy acabando la carrera y tendría mil razones para no estar en las me­sas: no tengo mucho tiempo, me gusta dormir, podría ver las Olim­piadas por la noche... Entonces, o uno tiene algo más preciado, más querido por lo que está en la mesa o, si no, no está. Y si tiene algo, más querido, o es algo concreto o sigue sin estar (o si está, es un de­mente). ¿Y qué es esto más pre­ciado? Como dice el staretz Juan en El diálogo del Anticristo de Soloviev: «Para nosotros, lo más querido es Cristo mismo. Él mis­mo y todo lo que proviene de Él, porque sabemos que en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Divinidad». Gema: ¿Cómo uno puede en­contrarse con Cristo, cómo se ma­nifiesta Cristo a la persona? Sola­mente dentro de una compañía fí­sica, aquí y ahora, así como hace dos mil años. Sólo encontrando una gente que pone unas Mesas de Orientación, que da clase gratis a los de primero, que te propone una amistad verdadera para tu vida es posible encontrar una compañía humana donde Cristo se hace presente.

N.T.: El año pasado también pusisteis Mesas de Orientación en algunas facultades. ¿Qué diferen­cia ha supuesto este año respecto al anterior?
Gema:
El otro día hablábamos entre unos cuantos de esto y veía­mos que este año la libertad a la hora de estar en la mesa era mu­cho mayor. ¿Por qué? Porque la certeza y la evidencia de qué es lo más preciado para cada uno de no­sotros se ha hecho también más grande.
Ramón: También porque este año había más entusiasmo entre los que estábamos en la mesa, pero, sobre todo, porque teníamos una conciencia mayor de que la libertad se juega con el otro y en el instante.
Javier: Porque la verdadera li­bertad, la mayor experiencia de li­bertad para uno es tener unos amigos con los cuales es posible vivirlo todo. Con esta amistad uno puede afrontar la realidad libre­mente: el principio de curso, el fi­nal de curso y todos los momen­tos de su vida.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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