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Huellas N.1, Enero 2000

BREVES

Cartas

A cargo de María Pérez

VENEZUELA
Navidad entre ruinas

Queridos amigos: En este tiempo de Navidad, Dios ha entrado en la vida de nuestro pueblo de un modo muy dramático y real, mediante los trágicos sucesos que estamos viviendo y de los que tenéis noticia. Las lluvias incesantes y torrenciales han desbordado los ríos, roto los diques y arrastrado a miles de víctimas, provocando daños incalculables. La violencia de las aguas se ha llevado pueblos enteros y muchas zonas siguen incomunicadas. Los muertos se cuentan por millares. Muchos cadáveres yacen bajo la avalancha de barro y piedras, que alcanza un altura de hasta cuatro pisos, sin poder encontrar sepultura. Se calcula que las víctimas puedan ser 50.000 y más de 300.000 los damnificados. En este trance dramático, la Iglesia está actuando con gran generosidad y pasión. Son miles los voluntarios cristianos que participan en las operaciones de emergencia. Parroquias, escuelas católicas, movimientos e instituciones religiosas se han movilizado para organizar las ayudas y hospedar a los que se han quedado sin techo. Nosotros estamos colaborando con la Conferencia Episcopal Venezolana, que nos ha pedido coordinar las ayudas. Además, Cáritas nos ha pedido que asumamos mucha responsabilidad en su trabajo en la diócesis de Los Teques. Las personas del movimiento han respondido con responsabilidad y decisión a la tarea que la situación nos exige. Todo esto se está convirtiendo en una ocasión de crecimiento y de renovado vigor misionero. Es cierto que el llamamiento tan doloroso y exigente de estas navidades ha sacudido nuestro ánimo, purificándolo de los rastros de sentimentalismo, espiritualismo, devocionalismo o simple consumismo, a la hora de vivir el misterio de la Encarnación. Entre ruinas, en medio del drama de familias desmembradas, que tratan afanosamente de encontrar a unos parientes que la masa de piedras y barro nunca les devolverá, compartimos la tragedia de un sin fin de personas que en un instante han perdido sus bienes, su casa, sus amigos. En una situación tan desesperada y violenta, celebramos el Misterio de la Navidad de modo inesperado y sobrecogedor. Nada de luces, alegría superficial y publicidad melosa. Es una Navidad cargada del sufrimiento. Hace dos días, una persona que logramos rescatar viva, me decía: «Padre, ¿cómo se puede vivir así la Navidad? Este es un Viernes Santo». Estamos aquí rodeados de desolación, junto a quien ha perdido incluso las ganas de vivir, compartiendo el dolor de nuestra gente, tratando de hacer menos dura la soledad de quien ya no tiene a los que amaba, y acompañando a quien tiene miedo del futuro. Y fijándose en todo esto, aflora con fuerza la exigencia de que Cristo esté presente, la apremiante necesidad de su Presencia, la única que puede salvar nuestra humanidad. Se hace patente que la vida entera es una espera, un anhelo de todo nuestro ser de carne. También, que nuestra presunción de autonomía es estúpida y absurda, que es mezquino poner nuestra esperanza en cálculos y proyectos, siempre banales y efímeros. Ahora es más evidente que Tú lo eres todo. Necesitamos Tu presencia, no lejana, sino cercana y capaz de abrazarnos, sostenernos y sanar nuestra heridas, de forma que nuestra mirada pueda volver a levantarse hacia ti. Tú, o Dios, que lo eres todo, ¡hazte todo en nuestra experiencia! Necesitamos Tu presencia, Tu permanencia carnal entre nosotros. Sin duda, es la Navidad más misteriosa que nos ha tocado vivir. En nuestro corazón de hombres todo grita y anhela. Ante la prueba, el dolor, las necesidades y la debilidad extrema, ante la tentación de desesperar, Dios responde haciéndose una presencia humana. Henos aquí; Te rogamos que nos concedas la sencillez de corazón que dice «sí» en esta concreta y dolorosa situación. Lo ofrecemos todo por el pueblo cristiano, por don Gius y Tu gloria humana en el mundo.
Padre Leonardo

ESPAÑA
El afecto que principalmente sostiene la vida

Desde que acabé la Universidad, no me puedo quejar de cómo me han ido las cosas: terminé en junio de hace dos años, me pegué un buen verano, hice la objeción y justo después me puse a trabajar, ya que me hicieron varias ofertas de trabajo; ni siquiera tuve que buscarlo. Los ingresos que tengo son más que suficientes, vivo de hijo único en casa de mis padres y no tengo ninguna responsabilidad familiar ni económica: en definitiva una vidilla envidiable. Pero desde que empecé a trabajar, y consciente de la buena vida que me podía pegar, enseguida me invadió un hastío y una desidia que me determinaban a lo largo de los días. Prácticamente, lo único que me importaba era cumplir con mi trabajo, ganar dinero y vivir tranquilamente; incluso, todo lo referente al movimiento me parecía accesorio para mi pequeña vida de joven burgués un tanto escéptico. Yo que me creía una persona inteligente, cristiano de pro, tenía metida hasta la médula la mentalidad común. Todo aquello que me chirriaba y me podía sacar de esta ingenua comodidad, intentaba eliminarlo. Estaba totalmente instalado en la famosa ataraxia que describe don Giussani en El Sentido Religioso: mejor no me comprometa demasiado con las cosas, no vaya que a ser que se me fastidie el plan. Sin embargo, en un momento dado, de manera sorprendente e inesperada, me vino un pensamiento a la cabeza: «Deja de perder el tiempo en tonterías y mírame, tenme en cuenta». Y, efectivamente, percibí con claridad que estaba malgastando mi energía en amoldar todas las circunstancias, el trabajo, ganar dinero, mis amigos, mi familia, a un esquema de cómo debían ser las cosas del que ni siquiera estaba convencido y esto suponía una violencia constante. Conscientemente, estaba sesgando la realidad, intentando eliminar ese punto de fuga, ese punto último de la realidad que lo define todo. Por ello, la vana pretensión de vivir esquivando el Misterio último, que es tan real como yo, es la mayor torpeza que se puede cometer. No es cuestión de que me ponga ahora a buscar como un desesperado ese Misterio en cada cosa, como si dependiese de mi capacidad de análisis y percepción de los entresijos de la vida. Tampoco valdría la pena dedicarme a seguir una serie de preceptos morales, o intentar ser coherente. Lo que quiero es tener en el rabillo del ojo aquel Misterio, que a menudo me puede resultar incómodo, pero que una y otra vez me ha demostrado siempre ser la verdad última de lo que tengo entre manos, aunque a la vuelta de la esquina sé que le seré infiel, porque mi vida es un tenso drama entre mi pequeñez arrogante y Su infinita grandeza. Misericordia Jesu manet in aeternum.
Dani, Madrid

SIERRA LEONA
El consuelo del padre Bepi

Hemos logrado algunos éxitos, los datos lo confirman. Sin embargo, todavía estamos muy lejos de la tranquilidad. Por ejemplo, hoy no ha sido fácil controlar a los últimos niños-soldado que nos han llegado. Vienen aquí con una mentalidad muy difícil de corregir. Quieren dialogar armados de “cuchillos” y por el camino han desvalijado a un vendedor ambulante y han robado a una pobre mujer que vendía zapatillas. Son idénticos a los otros grupos con los que hemos trabajado, pero empezar siempre de nuevo con chicos que consiguen todo a fuerza de armas es agotador. En San Miguel, Lakka, la situación es bastante serena. Tenemos 162 chicos a nuestro cargo. Los mayores comprenden lo que pasa, los límites que tenemos y se adaptan a las circunstancias, tanto que es un placer trabajar con ellos y ayudarles a reconstruir sus vidas destrozadas por la guerra. Sin embargo, los ochenta que viven en la nueva sede que hemos abierto están más allá del bien y del mal, más allá de cualquier convivencia civil. El ambiente entre ellos es inseguro. Los observadores de la ONU nos obligan a esperar, y los 162 de Lakka junto con los 80 de Hamilton nos tienen en vilo. El resultado más alentador es la respuesta de una decena de chicos que se han integrado en las casas-familias (home). Se han ofrecido espontáneamente para ayudar a sus hermanos en dificultad y su colaboración es preciosa porque se mezclan con ellos día y noche animándoles, exhortándoles y educándoles. Han formado una comunidad y los padres misioneros también convivimos con ellos. El jefe es Ernest, Thomas es el administrador, Teresa lleva el bar donde anima a los tristes. Es fantástica en disuadir a los que quieren droga. John y Marta, una joven pareja, han adoptado a un niño abandonado. Samura dirige nuestro ministerio de transportes. Da gusto verle por la mañana con su furgoneta repleta de cincuenta niños, todos de pie, todos de amarillo. Su joven mujer, Sama, ha acogido a seis niños pequeños y, no obstante su edad, se comporta como una verdadera madre. James trabaja de sastre y ha preparado los uniformes para todos. Además está bien plantado y pone orden cuando alguien pierde el control. Alfred cuida el almacén, Agnes trabaja como enfermera y, si hace falta, como matrona. Dios les bendiga a todos por haber renunciado a una carrera profesional para dedicarse a sus hermanos. Ellos son el mejor consuelo después de tanto años de labor en las casas-familias.
Padre Giuseppe Bertón

Inés, querida
El 31 de Diciembre de 1997, en un trágico accidente perdió la vida una chica de la comunidad de Lima, originaria de Huancayo. Su hermano escribió In memoriam un breve y conmovido testimonio que publicamos a continuación.
Hay personas en la vida que nos marcan trascendentalmente. En mí sucedió con Inés, no sólo porque era mi hermana, y he compartido con ella, desde niños, un sinfín de vivencias; sino que a través suyo, en marzo del año 89 conocí la experiencia de Comunión y Liberación. Don Giussani dice que «la realidad, aunque sea dura, es signo de Otro». La muerte de Inés, no cabe duda, fue el hecho de más profundo dolor vivido por mi familia. Sólo la experiencia cristiana hace que se pueda asumir, no con desesperación, sino como ofrecimiento al Señor, único dueño de todo, y con la conciencia de que Él es el sentido de lo que sucede. Sé que Inés descansa en paz, gozando del Paraíso, del que si Dios quiere seremos partícipes, como promesa del cumplimiento del deseo de felicidad que nosotros, a través del Movimiento, ya empezamos a vivir aquí y ahora.
Hugo, Lima

Como una samba
«Cuando tú y yo nos conocimos, el encuentro acabó muy pronto, no fue nada. Ahora está haciendo que algo crezca a medida que lo recordamos. Pero todavía sabemos poco de este encuentro. Lo que será cuando lo recuerde en mi lecho de muerte y lo que haga en mí todos los días hasta ese momento: ése es el verdadero encuentro». Esta frase del escritor irlandés C.S. Lewis describe lo que fue mi encuentro con Cristo, hace cinco años. Dejó en mí una huella indeleble. Recuerdo toda clase de detalles. Sin embargo, lo que vino después, es algo discreto. En algunas sambas, el cantante canta toda la historia al principio de la canción, pero lo hace rápidamente y casi sin acompañamiento; después, cuando parece que la canción ha acabado, vuelve a empezar. Va cantando lo mismo que antes, pero más pausadamente, con mucha más música, ritmo y expresividad; entonces la historia toma cuerpo. Al recordar el primer encuentro, veo que toda la historia estaba ya allí, pero después se ha ido desarrollando, con todos sus matices concretos. Todos los momentos de mi vida es como si tuvieran su origen en la misma fuerza: un hilo de certeza los une.
Jaime

El gusto del cambio
Mi pertenencia va creciendo, ya no depende del grupo del que formo parte, sino de que yo sea fiel al primer encuentro. La fidelidad está cambiando mi mirada, me hace más positivo y capaz de reconocer lo bueno; no sólo en el trabajo con los compañeros, sino también aquí, entre vosotros. Me es más fácil reconocer que sois de Cristo. Hay personas que son para mí un impulso de amor hacia Él: la experiencia del amor que veo en ellas para mí es novedosa, y me enseña a amarLe. La capacidad de compromiso, que veo a mi alrededor me ayuda a vivir más profundamente todo. Al lado de mis amigos, colaborar a fondo en la organización de la representación teatral para la campaña de CESAL es una consecuencia natural, una respuesta lógica a la experiencia de compañía. Para mí no sólo es causa de admiración; es, sobre todo, revelación de algo a lo que yo puedo aspirar y que se identifica con mi propio camino.
Antonio, Barcelona

Vuelta a casa
Carta que un profesor universitario de Trento ha enviado a un amigo, sacerdote de Luisiana.
Querido Jerome: Andy me ha contado lo que ha ocurrido en tu familia. No es fácil aceptar que tres de tus hermanos hayan sido afectados por una grave enfermedad. Y es más duro todavía encontrarle un significado. Quizás yo pueda entender el estado de ánimo de tu hermano, convertido de hombre atlético en alguien que debe tomar una medicina cada tres horas. Yo también hacía mucho deporte antes de que empezaran los síntomas. Ahora debo tomar pastillas cada hora para poder seguir adelante un poco más. Y ahora estoy convencido de que la razón por la que puedo llevar esta prueba no es porque soy fuerte y he recibido mucha ayuda de mis amigos, especialmente de los de CL (un movimiento católico fundado por don Giussani). La razón es «nuestro Señor». Ésta es la la fuerza para seguir adelante. Para comprender mejor mi situación debes saber que en el pasado fui un joven muy activo. Pero a los 30 años más o menos tuve muchos problemas con mi Iglesia: quería discutir con el cura de mi parroquia sobre problemas teológicos, pero él lo consideraba una pérdida de tiempo, y así decidí tomar un poco de distancia de la Iglesia. Amenazaba el peligro de guerra en Vietnam, y si no recuerdo mal, el anterior Arzobispo de Nueva York fue a Vietnam para bendecir los carros armados. Han sido necesarios más de 25 años para que volviera a mi Iglesia. Una razón para ello fue la posibilidad de conocer a don Giussani y a su pueblo. Ahora comprendo que ser católico no es un peso, sino una alegría. Por el contrario, en mi juventud veía a Dios como un contable que cada día calcula las entradas y salidas, y cuando llega tu momento hace el balance y decide si has hecho un buen o mal trabajo. Lo curioso es que estoy empezando a ver toda mi historia con una perspectiva que da sentido a todo, incluida mi enfermedad. Esto hace más llevadera mi circunstancia. Pronto tendremos ocasión para hablar más detalladamente sobre esto, cuando vaya a Estados Unidos. Mientras tanto te deseo una Feliz Navidad; pediré por ti, para que también tengas en el próximo año la fuerza para llevar esta prueba.
Klaus, Trento

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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