«Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: “He ahí el Cordero de Dios”. Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dice: “¿Qué buscáis?”. Ellos le respondieron: “Rabí, ¿dónde vives?”. Les respondió: “Venid y lo veréis”. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos...». Así describe el primer encuentro, con tanta precisión en el horario, el evangelista san Juan, que aquel día siguió junto con Andrés al hombre de Nazaret.
Atendiendo a su relato, Andrés el pescador sería el “primero” de los apóstoles que fue llamado al seguimiento de Jesús y, por ello, la liturgia bizantina le define “protòkleitos”, es decir, “el primer llamado”. «Pero imaginaos a aquellos dos que van a escucharle unas horas y después se tienen que marchar a casa. Él les despide y ellos vuelven silenciosos... Y Andrés entra en su casa y, nada más dejar su capa, la mujer le dice: “Andrés, ¿qué te pasa? Estás distinto, ¿qué te ha sucedido?”. Imaginad que rompiera a llorar abrazándola... Era él pero era otro» (Luigi Giussani, El tiempo y el templo, Ed. Encuentro, Madrid 1997).
Andrés conduce a su hermano Pedro hasta Cristo. Al encontrarse con su hermano Simón, Andrés le dice: «Hemos encontrado al Mesías» y le lleva hasta Jesús. También los otros Evangelios hablan del parentesco entre Pedro y Andrés y de su profesión, cuando describen la llamada de los doce: «Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dijo: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”».
La ciudad de los peces
Andrés, al igual que su hermano, era originario de Betsaida, literalmente «la ciudad de los peces». Destruida en gran parte por los romanos en el curso de la represión de la revuelta judía en el 67 d.C., y definitivamente arrasada por un terremoto la noche del 13 de diciembre del 115 d.C., el antiguo sitio de Betsaida ha salido a la luz hace pocos años gracias al arqueólogo Bergil Pixel. La ciudad de origen de Andrés, Pedro y Felipe no era en absoluto un pueblecito de pescadores con unas cuantas chozas, sino una localidad que gozaba del estatus jurídico de centro urbano. Filipo, tetrarca de Galilea e hijo de Herodes el Grande, contribuyó a la apertura cultural de su territorio a la mentalidad griega. Y todos los discípulos de Jesús procedentes de Betsaida llevaban nombres griegos, a pesar de ser judíos. La ciudad cubría un área muy amplia y en el puerto debía encontrarse un pueblecito de pescadores que se ocupaban del tratamiento del pescado recién recogido. Desde 1990 han salido a la luz importantes ruinas de la época de Cristo, algunas de las cuales demuestran que había en Betsaida bastantes familias acomodadas. Nacidos en Betsaida, Pedro y Andrés vivían en Cafarnaúm, un pueblo poco distante siempre mirando al lago de Tiberiades. La casa está bien construida y se encuentra dividida en dos partes: en una mora Pedro con su mujer, hijos y suegra, en la otra Andrés con la familia. Los pescadores de los que hablan los Evangelios no eran pobres, Pedro y Andrés poseían ciertamente más de una barca, en sociedad con otros de Cafarnaúm, entre los que se encontraban Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que serán también discípulos de Jesús.
Tras la narración del primer encuentro con Jesús, encontramos a Andrés incluido en el grupo de los doce apóstoles, en el segundo lugar en el elenco de Mateo y Lucas, en el cuarto puesto en Marcos y en los Hechos de los Apóstoles: un signo del prestigio particular de que gozaba el protòkleitos en la comunidad cristiana primitiva. Viene representado con el rostro severo y barbudo. Debía ser intuitivo, atento a percibir el significado de las palabras con las que el Bautista señalaba el paso del «Cordero de Dios»; y ciertamente debía ser decidido para ir a preguntar al desconocido con el que apenas había cruzado una mirada: «¿Dónde habitas?».
La multiplicación de los panes
Con ocasión de la multiplicación de los panes y los peces, es Andrés quien advierte a Jesús de la presencia de un chico con cinco panes de cebada y tres peces. Por fin, el Evangelio de Juan (12, 21-22) cuenta otro episodio que se refiere a la última salida a Jerusalén. Algunos griegos que querían conocer a Jesús «se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: “Señor, queremos ver a Jesús”. Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús». Esta escena sugiere la especial familiaridad de Andrés con Cristo, además de su estrecha amistad con Felipe, conciudadano suyo. Por los Evangelios no podemos saber más. La tradición sucesiva, sin embargo, nos ha enviado diversas informaciones acerca de su apostolado. Andrés habría predicado en el Ponto, en Bitinia, Scizia, Tracia y por fin en Grecia. Fue crucificado en Patrasso en una cruz inclinada, es decir, en forma de X, denominada desde entonces «cruz de san Andrés». Su muerte adviene bajo el procónsul Egea y presenta algunas semejanzas con la de su hermano Pedro. Las reliquias de san Andrés fueron trasladadas en principio a Constantinopla, en la época del emperador Costanzo, en el 356, y en el siglo XIII se llevaron a Amalfi; la cabeza se llevó a la basílica de San Pedro en el 1462 para ser custodiada junto a la tumba de su hermano. El 23 de junio de 1964 el papa Pablo VI anunció la restitución de la reliquia al obispo metropolita de Patrasso, como signo de amistad hacia la Iglesia Ortodoxa que venera muchísimo a san Andrés. Durante siglos, en las disputas entre Roma y Bizancio acerca del primado de Pedro, la Iglesia de Oriente utilizó la referencia al título de protòkleitos para reivindicar su autonomía. La fiesta de san Andrés se celebra el 30 de noviembre, día probable de su muerte. Noticias algo novelescas acerca del martirio del apóstol se pueden encontrar en el apócrifo Hechos de San Andrés, un texto escrito a caballo entre el siglo segundo y el tercero, que tuvo mucha difusión entre los maniqueos.
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