Terminada la situación de emergencia se ha hecho el silencio, con excepción de la polémica sobre los contingentes de ayuda robados. Pero la situación es grave todavía. Las iniciativas, los proyectos de AVSI y del Banco de Alimentos implicando a la población. Una carta de Rugova
Érase una vez Kosovo, un lugar de refugiados y de guerra, de ayudas humanitarias y de la OTAN. Ahora ya no existe. Terminada la situación de emergencia, este pequeño trozo de tierra ha dejado de producir noticias. Algo hemos vuelto a oír con la polémica acerca de las ayudas robadas tras el accidente aéreo del 13 de noviembre. Pero actualmente seguimos sabiendo poco o nada sobre lo que sucede en este rincón de los Balcanes. Y las imágenes que vuelven a nuestras mentes están fechadas a primeros de julio, con la vuelta en masa de refugiados, las primeras venganzas contra los serbios y la llegada de la KFOR y las organizaciones humanitarias. Lo que haya sucedido desde el verano hasta hoy ha pasado casi inadvertido y sin embargo, para bien y para mal, más allá del Adriático muchas cosas han cambiado.
Kosovo hoy
«No es suficiente, pero es mejor que antes». Así hablaba Bernard Kouchner, responsable de Naciones Unidas para la Administración ad interim de Kosovo (UNMIK), refiriéndose a la mejoría en la estabilidad de la región. La violencia continúa, pero ha disminuido con respecto a los primeros días de junio. Se producen todavía diversos atentados - el último ha sido una bomba en el puente de Mitrovica -, venganzas en los enfrentamientos con la población serbia y secuestros de hombres y mujeres jóvenes. Mientras el clima de violencia y de impunidad persiste, quedan muchos problemas sin resolver: no existe todavía un censo, pero «el registro de la población - asegura el UNMIK - comenzará a finales de año». Y, como si no fuera suficiente, algunos partidos de la población albanesa quieren convocar un referéndum para la independencia de Kosovo con respecto de Serbia que amenaza con resquebrajar definitivamente la ya precaria relación entre las dos etnias de la región.
La situación de Kosovo permanece todavía muy tensa. En unas declaraciones realizadas en Bruselas, Kouchner ha dicho que «para hacer disminuir el nivel de violencia se precisa dinero para los salarios y para restablecer la administración pública y la industria». Es necesario, en definitiva, no olvidar que, terminada la guerra, hay que resolver multitud de problemas: reconstruir estructuras, reorganizar la asistencia sanitaria, distribuir alimentos y otro tipo de intervenciones que ya se están produciendo, pero que es necesario seguir haciendo.
A pesar de los escándalos
¿En qué se ha empleado el dinero que hemos dado para Kosovo? Muchos se habrán planteado esta pregunta después del escándalo de los contenedores abandonados y de los saqueos en los campos de refugiados. Sin embargo, pocos han recibido respuesta. El resultado ha sido un descrédito extendido hacia todo lo que se ha hecho y se está haciendo en Kosovo. Algunos datos, sin embargo, hablan con claridad. Las cifras de las campañas de AVSI Internacional y el Banco de Alimentos, son un claro ejemplo de esto. En poco más de dos meses se recogieron 6.770 millones de liras, que se convirtieron después en pan, pasta, leche y géneros de primera necesidad para más de 30.000 refugiados. A las 16.000 personas ayudadas en Albania durante la guerra se sumaron después 18.000 en Kosovo, atendidas a través de 20 centros de distribución diseminados por todo el territorio. Como confirmación de la utilidad y del éxito de esta iniciativa está la carta que el dirigente kosovar Rugova ha enviado a las dos asociaciones: «Deseo daros las gracias por la iniciativa “Pan para los refugiados” y, a través de vosotros, a todos los italianos que la han hecho posible con su contribución. Con vuestra ayuda - escribe en su carta - miles de personas, antes en Albania y ahora en Kosovo, han podido y pueden afrontar los momentos difíciles que está viviendo nuestra tierra. Gracias de corazón a todos vosotros. A los que han donado su propio dinero para nosotros. A los que han dedicado su tiempo para ayudarnos. A los voluntarios que siguen trabajando con nosotros para dar un futuro de esperanza a los miles de hombres, mujeres y niños que tienen todavía necesidad de ayuda».
Reconstruir casas destruidas
AVSI, como muchas otras organizaciones humanitarias, ha tomado la única decisión sensata que cabía tomar: ha transferido todas sus actividades a favor de los kosovares desde Albania a Kosovo. Mientras en Albania ocuparse del alojamiento de los kosovares significaba gestionar o estar presentes en los campos de refugiados, en Kosovo significa hacerse cargo de una ayuda para la reconstrucción de las casas destruidas, que en algunas áreas rurales representan incluso el 70% de los edificios.
«En Glaviciza y Zbore llevamos a cabo la labor de reconstruir tal como eran antes de la guerra 314 casas, algunas destruidas completamente y otras solo dañadas parcialmente. Las que han sufrido una destrucción mayor - explica Giampaolo Silvestri, coordinador de la operación - las estamos reconstruyendo a través de empresas constructoras locales; para las demás, proporcionamos a la población el material para la autoreconstrucción: cemento, madera, hierro y clavos adquiridos en el lugar para dar también un impulso a la economía local».
En el programa se presta una atención particular a las escuelas. «En Prugove y Barileva - explica el arquitecto Stefano Monaco, que ha estudiado la operación de AVSI - las clases se desarrollan actualmente en tiendas proporcionadas por UNICEF. En Zbore un particular ha ofrecido su casa, dañada en la guerra, que AVSI ha adaptado para su nuevo uso. Pero es una lucha contra el tiempo», porque el invierno ha llegado y se alcanzan temperaturas bajo cero por todas partes. En los pueblos de montaña, en donde las ayudas llegan con mayor dificultad, el frío se siente con crudeza. Y si se tiene en cuenta que en algunas zonas las casas y las escuelas dañadas en los enfrentamientos entre la UCK y las milicias serbias son más de la mitad, se comprende cuánto trabajo queda por hacer para asegurar una reparación adecuada ante los rigores del invierno.
El riesgo humanitario
En Kosovo se encuentran, además de AVSI, otras muchas agencias y organizaciones humanitarias. Actualmente hay en Prístina casi 350. La población de la ciudad casi se ha duplicado, porque a la oleada de voluntarios ha seguido la de los habitantes de las montañas y de los pueblos, llegados en masa en busca de ayuda y de trabajo. Los 250.000 habitantes de ayer se han convertido de golpe en 500.000. Frente a esta invasión, el mundo de las ayudas humanitarias se ha dividido en dos. Por una parte, los que han comenzado a realizar proyectos colaborando con la población y las empresas locales. Por otra, los que emplean los recursos humanos del lugar en trabajos de simple soporte a la intervención humanitaria - empleados, secretarias, conductores, etc. -. Empleando términos quizá un poco duros, se podría decir que, por una parte, están los que ayudan e implican, y por otra, los que ayudan y colonizan. «En muchos casos - relata Manuela Trussardi, que trabaja en Prístina con AVSI - se realizan iniciativas y proyectos que no tienen en cuenta a la población local ni la ayudan. Hablar hoy de escuelas multiétnicas u organizar partidos de béisbol entre serbios y albaneses puede parecer buena idea, pero en realidad quiere decir no tener en cuenta que entre las dos etnias existe una herida que no se puede sanar en un abrir y cerrar de ojos». Aplicar mecánicamente modelos occidentales, forzar los tiempos sin tener en cuenta la realidad cultural e histórica es lo peor que se puede hacer. Colonizar y no implicar quiere decir obstaculizar la convivencia entre serbios y albaneses. «En cambio, es necesario trabajar con ellos - dice Natalio Ciancio, responsable del proyecto “Smile Keepers”, que AVSI está realizando en colaboración con la Albanian Youth Association (AYA) y con la financiación de UNICEF - y no imponer nada. Esta es la idea que está también detrás de nuestro proyecto de ayuda a niños y jóvenes de las provincias de Prístina, Zbore y Shtimje. Hacemos de todo: deporte, dibujo, teatro y otras actividades. También tenemos momentos en los que hablamos y discutimos sobre los problemas que tienen que ver con su experiencia. No hacemos distinciones étnicas y no prescindimos de lo que la realidad, sea como sea, impone: una difícil convivencia que hay que reconstruir paso a paso». De otro modo, corremos el riesgo de reconstruir las casas, los caminos y todas las estructuras sin recomponer el tejido social, que ha quedado maltrecho tras meses de guerra y años de conflictos. El riesgo es ayudar a Kosovo, pero no a los kosovares.
¿Y Serbia?
Bastan unas pocas líneas para dar una idea de lo que está sucediendo en Serbia y para hacer comprender que si en Kosovo el invierno será difícil, en Serbia será todavía peor. Cuando la OTAN comenzó a bombardear Serbia la primavera pasada, los objetivos aducidos fueron la defensa de los derechos humanos - es decir, de la población albano kosovar - y el fin del gobierno de Milosevic. Si el primer objetivo ha dado en la diana, el segundo ha fracasado. Milosevic gobierna todavía el país y lo conduce hacia un periodo todavía más dramático que el vivido durante el conflicto. Las bombas lanzadas sobre Serbia han causado increíbles daños, pero mientras que en Kosovo se ha intervenido para reconstruir, en Serbia no se ha hecho nada. La única que puede volver a poner todo en su sitio es la propia población, con unas condiciones muy precarias: falta combustible para calentar las casas, las escuelas y los hospitales, no hay fábricas capacitadas para producir y las vías de comunicación, puentes y caminos, están destruidos. Si en Kosovo las cosas van mal, en Serbia van peor. Y a diez meses del primer bombardeo de la OTAN, con el escenario que se presenta ante los ojos de quien mira a los Balcanes, pocos serán los que crean todavía que la guerra de Kosovo ha sido una guerra con fines humanitarios.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón