El mal llamado “proceso de paz” es radicalmente inmoral e injusto porque viene a decir que hay que devolver la esperanza a una organización que es responsable de crímenes, quedando como la referencia ética principal. La ofensiva laicista y la disolución de la unidad de España obedecen al mismo proyecto. Las políticas de Zapatero se asientan en la falta de confianza en la sociedad española
Jaime Mayor Oreja, ex ministro de Interior que lideró la lucha contra el terrorismo de ETA en el Gobierno de Aznar, recibe a Huellas antes de que la banda terrorista anunciara que quiere seguir con el mal llamado “proceso de paz” después del atentado de Barajas. El ahora diputado europeo pronosticó que los terroristas pretendían seguir con la negociación antes de que se pronunciaran. Mayor Oreja nos explica que el proyecto de disolver el modelo actual de la nación española no tiene que ver sólo con cuestiones territoriales; es un ataque a la tradición cristiana.
Después del atentado de ETA en la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas, ¿cómo ve el llamado “proceso de paz” que quiere liderar el presidente del Gobierno?
ETA no ha querido romper el mal llamado “proceso de paz”. Está en lucha para alcanzar la independencia del País Vasco a través del derecho de autodeterminación y ha querido decirle al Gobierno que no le gusta su manera de negociar. Ellos querían un proceso idéntico al de Irlanda del Norte, con respeto a su derecho de autodeterminación. El Gobierno, probablemente, ha dicho que no puede, en estas circunstancias, aceptarlo; y ETA coloca un coche bomba. No lo hace para romper el proceso, sino para abrir otro proceso nuevo, con los mismos objetivos, en el que la autodeterminación llegue a plazos, no directamente, como ellos pretendían.
Zapatero está convencido de que es necesario «un fin dialogado de la violencia». Usted siempre ha defendido que la negociación con los terroristas no funciona y que sólo se puede acabar con el terrorismo por la vía judicial y policial. ¿Por qué no es realista hablar de un fin dialogado de la violencia?
Porque ETA es una organización terrorista pero también totalitaria. Tampoco fue posible un final dialogado con Hitler, la suya era una organización totalitaria, quería el poder. ETA sólo busca hacerse con el poder, por eso con ETA no se dialoga ni se negocia. ETA únicamente sabe imponer. Más allá de lo que fueron los primeros años de balbuceos, de dudas, de confusión, al cabo del tiempo no hay duda de que la única forma de acabar con el terrorismo es derrotar a ETA; no hay otra.
Juan Pablo II decía que «no hay paz sin justicia». ¿El proceso que lidera el presidente del Gobierno es injusto?
Es radicalmente inmoral y radicalmente injusto porque viene a decir que hay que devolver la esperanza a una organización que es responsable de crímenes; viene a decir que el mal llamado “proceso de paz” es la referencia ética principal. Zapatero hoy actúa como co-presidente o co-líder de un mal llamado “proceso de paz” y no como presidente del Gobierno de España.
El proceso de reforma de los Estatutos de autonomía se está acelerando en nuestro país. Está cambiando el modelo territorial. ¿Qué hay detrás de este cambio de modelo? Desde el punto de vista cultural, ¿qué hay detrás de esta rebelión contra la unidad de España tal y como se ha expresado en los últimos siglos?
Todo forma parte de un mismo proyecto: una mal llamada “segunda Transición”. Se quiere crear una nueva identidad diferente a la de la España democrática de la Constitución del 78, la España de los valores cristianos. Y para esa degradación moral de España es necesario que España deje de existir como nación. Destruir la nación no es simplemente una cuestión territorial, es destruir una historia, un pasado común. Para avanzar en un laicismo radical necesitas también debilitar lo que hay. Todo forma parte del mismo proyecto, que es esencialmente cambiar las raíces, los principios, las convicciones, los valores. Al final la degradación moral significa también la inestabilidad territorial. Es un proyecto que va a acabar como una gran chapuza. Va a ser una gran pérdida.
¿Es una revolución nihilista?
Estamos sufriendo una moda de laicismo radical. Se trata de imponer un tipo de sociedad en la que los creyentes nos encontremos incómodos. Se trata de relativizar todo, y por eso el objetivo es sacar de la vida política a los que tienen convicciones o valores trascendentes. La Unión Europea ya no tiene referencias en el ámbito social ni un papel económico y social propio, por eso pretende ser radical en la cuestión de los valores. Es un fenómeno más difícil de combatir que el comunismo. Es un fenómeno que también está entre nosotros, afecta a todos los partidos. Porque la nuestra es una sociedad muy cómoda, muy instalada. Es nuestra parte oscura, asentada en el bienestar como único elemento, que hace perder la cultura política del esfuerzo.
Habla de ofensiva laicista. Una de las últimas manifestaciones de esa ofensiva es el manifiesto que preparó el PSOE para conmemorar el aniversario de la Constitución española, en el que se acusaba al monoteísmo de ser una amenaza para los derechos humanos. ¿Cuál puede ser la respuesta?
La respuesta es nuestra propia convicción. Nuestra determinación es saber recuperar y actualizar nuestras propias convicciones. Algún día se podrá y se deberá hablar más de diálogo de civilizaciones, en la medida en la que nosotros tengamos una idea más clara de cuál es nuestra civilización. Hay un problema dramático en Europa y es que no sabemos reconocernos a nosotros mismos. No se trata de hacer de la identidad un elemento único y esencial. Pero necesitamos reconocernos a nosotros mismos. Luego tendremos los ojos abiertos, tolerantes, dialogantes, pero primero debemos tener la ambición de saber qué aspectos de nuestras convicciones y valores nos han permitido como sociedades europeas alcanzar un éxito político y económico. Si no nos conocemos a nosotros mismos, nuestro bienestar no sirve para nada. Estar en Europa no es vivir bien. Europa son unos principios y valores que tienen unas raíces cristianas evidentes y determinantes. Esas raíces son decisivas en el origen, en el presente y en el futuro de nuestra unidad europea.
En su último libro, Advenimientos, el escritor José Jiménez Lozano denuncia que se ha producido una grave crisis cultural en la tradición de nuestro país, ¿cuál cree que es su origen?
No me atrevo a hacer un análisis cultural. Creo que España en estos momentos tendría que saber desarrollar una idea muy sencilla: somos una gran nación y una gran nación exige una manera de actuar en el Gobierno; exige una manera de afrontar los problemas y los fenómenos sociales; exige una determinada idea de cómo podemos, desde la legalidad, afrontar la cuestión del fenómeno de la inmigración; exige también unos principios y unas convicciones. Tenemos un pasado del que nos podemos y debemos sentir orgullosos... por eso es bochornoso estar en manos de los terroristas. Como político, más que como un hombre de la cultura o pensador que no soy, creo que lo que tenemos que hacer es presentar una alternativa basada en la fortaleza de España. Desde ese criterio, todas las políticas que se pusieran en marcha serían las opuestas a las que está haciendo hoy Rodríguez Zapatero. Las políticas de Zapatero se asientan en la falta de confianza en la sociedad española.
¿Los católicos españoles debemos empezar a reconocer que somos una minoría y que nuestra vocación, como ha afirmado el papa Benedicto XVI, es la de ser una minoría creativa?
Debemos actuar como si lo fuésemos. El debate sobre si somos minoría o mayoría no es lo más importante. Hay quien dice que somos una minoría que esconde a una mayoría sumergida. ¡Qué más me da! Lo importante es que hoy por hoy, en la sociedad en que vivimos, la autenticidad de nuestra posición es decisiva. Y la autenticidad está en la actividad, en la acción, no en la pasividad. La acción es más propia de minorías que de mayorías. La pasividad en el mundo en que vivimos es el suicidio.
En el último congreso de Católicos y Vida Pública, celebrado en Madrid el pasado mes de noviembre, usted defendió que los católicos debemos estar siempre en la vanguardia de la libertad y ser capaces de organizarnos de la mejor forma posible en cada momento histórico. ¿Qué quería decir con esto?
Primero, tenemos que saber buscar la verdad. Y cuando uno busca la verdad es libre. La libertad se asienta en la verdad, en su búsqueda. La primera idea que quise dejar clara en aquella conferencia es que los católicos, en la medida en que buscamos la verdad, somos la vanguardia de la libertad. La segunda cuestión es distinta. Aparentemente, el mundo democrático sólo se organiza para la defensa de los intereses. Se puede defender el interés del textil, pero parece que no se puede defender una sociedad en la que la idea de Dios esté presente. Cuanto mayor sea la trascendencia de nuestros valores más organizados tenemos que estar. Hay cierto miedo porque parece que cuanto más trascendente es un valor menos hay que organizarse. Parece que la organización es sólo legítima para la defensa de los intereses materiales. Pero no, hay que tratar de organizarse para la defensa de los valores trascendentales. También hay que organizarse para creer.
Los obispos españoles acaban de hacer pública la Instrucción Pastoral “Orientaciones morales ante la situación actual de España” (cf. Huellas nº 11-2006, pp. 31-33), ¿qué opinión le merece?
Me parece un excelente documento. Como siempre, en la vida uno piensa que hay que atreverse un poquito más. Éste es un momento en el que cada uno de nosotros tiene que ser más valiente. Si creemos que España hoy es una nación, eso es una seguridad para una mejor defensa de los valores humanos que son nuestro patrimonio común. No nos podemos frenar por miedo a opciones nacionalistas, legítimas pero que han demostrado su fracaso en estos 30 años. Hoy podemos decir que a más nacionalismo menos desarrollo, y más oposición a las convicciones cristianas. En el año 77 el nacionalismo era una incógnita, hoy no. Después de 30 años, ¿dónde están los seminarios, dónde están las vocaciones? No hay seminarios ni vocaciones donde la política sustituye los valores trascendentes, lo religioso. Con los nacionalismos, que esencialmente buscan la ruptura de España, los que más han sufrido han sido los valores cristianos. En EEUU la defensa de la libertad está unida a la defensa de la unidad del país. La lucha contra la esclavitud de los EEUU está unida a la democracia. La idea de España, llevada al totalitarismo, degenera en algo negativo. Pero hoy la nación española, la idea de España, es una garantía para la defensa de los valores trascendentes. Eso es lo que ha sucedido y hay que atreverse a decirlo con voz aún más alta. Nuestra vocación nos exige ser menos cobardes. Es algo que están demandando muchos sectores de la sociedad.
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