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Huellas N.1, Enero 2007

CARTAS

Buenos Aires, Rosario, Madrid...

a cargo de María Rosa de Cárdenas

No basta sobrevivir
El otro día mi madre estuvo en una conferencia del que fuera presidente del gobierno, Felipe González. Al volver a casa me contó algunas de las cosas que había dicho. Una de ellas me llamó poderosamente la atención, porque retrata al hombre moderno, es decir, a nosotros. Decía que hasta los 20 años se vive, y a partir de los 20, se sobrevive. Ya se sabe: las preocupaciones de la vida, los sueños rotos o en otros casos los sueños cumplidos, que ni siquiera bastan, le llevan a uno a decir que la vida se va convirtiendo en una cuesta abajo en la que basta con sobrevivir (que las cosas más o menos cuadren, que todo vaya dentro de una normalidad sin sobresaltos, que pueda ir pagando la hipoteca, que los hijos no den demasiados problemas…). Y esto no es para los demás, porque uno se descubre en esta postura infinidad de veces: sobreviviendo. Al día siguiente estaba yo en Bocatas (la caritativa que llevamos a cabo en las Barranquillas, el poblado chabolista donde se concentra el mayor punto de venta de droga de toda España), en una noche especialmente fría, pero también especialmente bonita, y mirando la belleza que tenía a mi alrededor –en un sitio donde la palabra sobrevivir toma su sentido más claro (allí se vive al día, la única aspiración es conseguir dinero para cambiarlo por droga)–, pensaba que no es verdad, que uno siempre quiere vivir, que sobrevivir es el punto al que llegamos cuando aplastamos el deseo, cuando decidimos que Dios no forma parte de la vida y que ésta es una cuesta abajo hacia no se sabe dónde. Sin embargo, todo (las preocupaciones de la vida, los sueños rotos), todo reclama un significado. Por eso, vivir con esta necesidad de respuesta en el corazón (con todo el drama que conlleva) es mucho más hermoso que haber hipotecado la existencia a los 20 años.
Ignacio, Madrid (España)

Este jardín fue pensado en aquel tiempo...
El director social de la Obra del Padre Mario Pantaleo participó en la reunión anual de AVSI que se celebró del pasado 27 de noviembre al 1 de diciembre en Venecia. De vuelta, escribió este correo a la persona de AVSI que trabaja con él en la Obra.

Querida Antonella: No sé dónde estarás cuando leas este correo, pero no quería dejar pasar más tiempo para escribirte. Todavía estoy emocionado por el viaje a Venecia. Por Venecia, claro, cómo no voy a estar asombrado con esa ciudad única. Pero AVSI, y el movimiento visto en acción, aunque ya algo conocía, fue una conmoción. Claro, en estos días todos me preguntan: ¿qué tal el viaje? Y yo, ¿Qué les puedo decir? Venecia es increíble. AVSI es una potencia; la diversidad de acciones es fantástica; el apasionamiento de los trabajadores es bárbaro; la seriedad y la profundidad del juicio son fundamentales; me trataron muy bien; a la Obra la reconocen; Antonella ha hecho un trabajo de promoción con la Obra que nunca vamos a agradecerle como corresponde; sí, esperamos hacer otros proyectos, etc, etc. Pero, ¿eso describe lo que siento? No.
Pero, ¿eso describe lo que pienso? No. Por lo menos no son explicaciones completas. Después de mucho pensar me di cuenta: es el cristianismo, es vivir el cristianismo, es vivir de una forma particular el cristianismo más puro, ¿pero cómo explico esta evidencia? No puedo. Leí muchas veces en los libros de don Gius, refiriéndose a esta época en la que la reacción o la satisfacción momentánea gobiernan las decisiones de las personas que, en el momento de optar por una conducta u otra, en realidad esa persona ya había elegido antes. Esa idea nunca había terminado de entenderla, ¿cómo que ya había elegido antes? Ahora entendí. Cada persona elige antes si va a caminar por el camino de Dios o no. Era fácil. ¿Era fácil? Algunas cosas que se dijeron fueron impresionantes: «Yo no puedo comprender la necesidad del otro, esa medida es de Dios». «¿Cómo puedo ponerme ante la necesidad del otro si no es educándome primero? Y me educo, y construyo y afirmo mi yo, cuando entro en relación con el Misterio, cuando lo hago con la compañía de los amigos, cuando hago un juicio sobre todas las cosas». “Giudicare”, o algo así, decía Alberto, supongo que hacer un juicio o juzgar sería la traducción. «No usar la razón es contrario a la naturaleza de Dios», esa es la verdad sobre la que construir una vida. No sé, muchas cosas más. Ahora me parece absurdo querer escribirlo, porque es como querer explicarlo. Puede ser, Dios lo dirá, que yo nunca dé el paso, pero es segura mi fidelidad a una idea de relación con Dios que me corresponde. Y me corresponde entre otras cosas porque construye una sociedad en una forma determinada, que me corresponde. Cada testimonio, cada persona, cada intervención, aun con matices, expresaron esa forma de sociedad. Me imagino un mapa del mundo (¿cuándo no?) donde marco cada proyecto de AVSI, o mejor, cada persona del movimiento o que en cierta forma se adhiere. La imagen son pequeños puntos o pequeños grupos de pequeños puntos. Pero cada punto construye la sociedad en su entorno, y éste cada vez es más grande y los puntos más numerosos. Entonces recuerdo unas palabras del Padre Mario que, refiriéndose a la Obra, decía: «Este jardín que crece, que se expande, que ya su perfume llega lejos, es un jardín que fue pensado en aquel tiempo, en aquel tiempo…». Gracias por hacerme sentir el perfume, por verlo crecer, por ver sus frutos. Dios me permita estar a la altura de esta amistad. Como dije más arriba, nunca terminaremos de agradecerte lo que hiciste por la Obra y nunca voy a poder agradecerte lo que hiciste por mí. Saluda a todos los amigos y vuelve pronto, que tenemos que seguir trabajando.
Gabriel, Buenos Aires (Argentina)

El riesgo educativo en Rosario
Durante la preparación con las distintas personas –obispo, directora de la escuela, personas del movimiento de los Focolares y muchos amigos– he podido comprobar que la propuesta educativa del Gius es correspondiente al deseo vivo de la gente. También pude vivir momentos de corrección, de aprender mejor el método del movimiento en la relación con mi mujer, “hacer con”. Al tener yo cierta mayor libertad de movimiento, me encontraba con la gente para organizar las cosas, pero lo hacía solo. En un momento dado, mi esposa me preguntó: «Pero, ¿esto lo hacés vos o la comunidad de Rosario?». Era un reclamo justo, porque el punto no era si ella también estaba en la organización (que evidentemente no era posible) sino con qué conciencia lo llevaba adelante: un acto voluntarioso o el gesto de un pueblo, pequeño, pero con la misma dignidad. El encuentro se realizó el viernes 18 de agosto a la tarde, con la inmensa ayuda de Charo, que generosamente vino a Rosario y abrió –creo yo– un camino de futuros encuentros, que la directora desea continuar. La próxima cita será con los maestros y padres a ver el DVD del Gius, y el año que viene un curso sobre el libro. Además de todo el claustro docente, asistieron al acto las autoridades de la escuela, el presidente de la JAEC (junta arquidiosesana de educación católica) y la secretaria del obispo. En total habría unas ciento veinte personas. Ahora nos queda no dejar caer ninguna de las relaciones que se nos han concedido.
Juanjo, Rosario (Argentina)

Querido Juanjo: El encuentro con la gente de tu escuela fue para mí la posibilidad de verificar que llevamos encima una propuesta que no podemos guardarnos: es para todos.
Compartirla con quienes viven una preocupación educativa seria y madura nos hace ir al fondo de lo que les llevamos, nos ayuda a seguir descubriéndola. Me gustó también palpar, en los hechos que se dan, que lo que crece es la obra de Otro que tenemos que aprender a seguir. Aquí nacerá como propuesta de “escuela para padres”, y quién sabe qué camino de verificación nos hará recorrer. No lo proyectamos, seguimos lo que estos amigos reconocen como necesidad y su intuición de que esta propuesta responde y corresponde a lo que son y exigen, como deseo de una humanidad más plena. El hecho de que esta petición de profundizar la propuesta nazca en una realidad comunitaria, la de los papás y docentes de esta escuela, espero que sea una ocasión privilegiada de crecimiento de una compañía que se sostiene en la vida. Ya lo intuí así cuando Cristina colocó el testimonio de Mercedes, su hija y tu hija, en el momento de las preguntas, y nos encontramos mirando todo como lo hacemos en una Escuela de Comunidad. Gracias por ofrecerme esta ocasión de verificación que aumenta mi certeza y mi esperanza.
Charo, Santa Fe (Argentina)

A través de las circunstancias
La Escuela de comunidad se está volviendo fundamental en mi vida, porque me ayuda a juzgar lo que me pasa y me sorprendo poniendo delante de ella todo lo que soy. Hace 8 años perdí a mi primera hija que estaba a punto de nacer. Reconozco que esto me puso y me pone diariamente delante de Cristo suplicándole un significado, pero este tiempo he vivido con la sensación de que lo que realmente desearía es que mi hija estuviera conmigo, que esto es lo que me falta para poder ser plenamente feliz. Una amiga me dijo que lo contara en Escuela de comunidad, que esto era la forma de ponerlo delante de Cristo y lo hice esperando que me dieran la receta para pasar página y ahorrarme el trabajo y el desgarro de cada día. Pero lo que allí hubo fueron un montón de testimonios de personas que me invitaban a hacer un camino, a seguir en este camino. Una persona me dijo que él, con su hija minusválida, había experimentado que el verdadero milagro no está en el cambio de su hija ni de la circunstancia, sino en el cambio de uno mismo, y que la petición que empezaba a surgir en él era amar la circunstancia así como fuera y abrazar la realidad aunque, en principio, para él, esa circunstancia no era positiva. Experimenté una correspondencia inmediata con lo que decía. Ante alguien que vive una circunstancia así más contento que yo, lo más razonable es seguirle. Empecé a pedir abrazar la realidad, y juntos nos lo recordamos en cada circunstancia. Y me doy cuenta de que la muerte de mi hija, el despido de un amigo, la enfermedad de un hijo, me acercan a Cristo y a la realidad. Pido amar esta circunstancia y todas las circunstancias que tengo delante, porque esta postura corresponde mucho más con mi deseo que la violencia de tratar de imponer lo que yo pienso. Una vez más me fío porque es lo más razonable. Me encuentro en el inicio de un camino precioso en el que al fin Cristo empieza a ser concreto y sale a mi encuentro en lo que me va sucediendo y en las personas que tengo a mi lado. De la permanencia en este lugar están surgiendo frutos inesperados: el comezar después de muchos años a hacer caritativa, un viaje a Italia para conocer la casa de acogida La Cometa, una preciosa amistad que realmente es una ayuda para la vida, una esperanza grande para vivir que hace mirar la vida no con miedo sino con la incipiente certeza de que Él es el que va haciendo que mi vida se cumpla a través de las circunstancias que tengo delante, a través de las personas que tengo a mi lado.
Cristina, Madrid (España)

Un corazón infalible
Volver a ver a mi padre después de 16 años era, no hace mucho, impensable. Después de la separación de mis padres, se rompió por completo la relación con él. Yo tenía 23 años. Hoy tengo 39 y la certeza cada vez mayor de que el Señor no deja nunca de cuidarnos. ¿Qué ha sucedido en este tiempo para poder decir una cosa así? Que he hecho un camino participando de la vida del Movimiento. Un camino en el que he sido acompañada personalmente para descubrir cómo y de qué estoy hecha, y que me ha hecho mirar llena de gratitud un corazón infalible que grita una y otra vez la tristeza que nace de aquello que no corresponde. ¿Cómo sucedió? El primer hecho (milagro) fue poner esta dificultad (este dolor) delante de un amigo, que me preguntó: «Pero tú ¿no desearías perdonar a tu padre? Tú, ¿no desearías volver a verle?». Yo respondí: «Eso es imposible». Pero él me corrigió: «No te digo si es posible o no lo es: te pregunto si tú lo deseas». Yo respondí que sí. Y me dijo: «Empecemos a pedir este milagro a Jesús y a la Virgen, porque si tienes este deseo, esta exigencia, lo más inteligente es ponerla en manos de Aquel que puede realizar lo imposible». Entonces, y gracias también a la humanidad grande de mi madre que no me puso ningún impedimento, decidí llamarle para volver a verle. Cuando uno dice sí a Jesús, a través de este grito, el ciento por uno se hace evidente. No se trata de esperar ver los resultados de lo que uno ha iniciado. En mi caso el ciento por uno lo he empezado a experimentar en un corazón que ha vencido el rencor y que ahora está lleno de amor por el destino del otro, de mi padre. Deseo que pueda conocer y experimentar lo que yo he encontrado. La semana pasada estuve comiendo con él y me decía: «Cometemos errores porque estamos mal hechos». La novedad es que yo he aprendido y sigo aprendiendo a mirar “mi experiencia humana” y a reconocer que el deseo de no cometerlos es ya un signo de que estamos bien hechos, y que ese deseo puede ser el inicio de un camino. Porque lo que determina la vida no es el error, sino la posibilidad de volver a comenzar, que existe siempre en cada instante. Esta es la sorpresa de esta Presencia, que una y otra vez me pregunta en esta historia: «tú, ¿me amas? Todo vuelve a comenzar respondiendo «sí» a este atractivo.
Chon, Madrid (España)

Razón y prejuicio
Estudio primero de Filología. En clase de Historia de la Filosofía el profesor empezó a decir que no se puede establecer qué es y dónde está la felicidad, pero que, durante la Edad Media, los hombres se dieron una respuesta: que la felicidad consiste en la promesa de la vida eterna, mientras que la vida terrenal es solamente tristeza y fatiga. Estas concepciones equivocadas de la doctrina católica me molestaron. Al finalizar la lección decidí ir a hablar con él. Le dije que yo veo qué es la felicidad en mi vida y no espero a la vida eterna para vivir. Él me contestó que en las Escrituras son más numerosas las promesas de la vida eterna que las del céntuplo. Pero lo que me llamó la atención fue que ninguno de los dos quería convencer al otro, sino debatir y entender las razones. Después de aquella lección otras siguieron con la misma falsa acusación contra la Iglesia y el cristianismo. Después de una de las últimas lecciones, a propósito de la diferencia entre catolicismo y protestantismo, no pude callarme. El profesor dijo que los protestantes apuestan todo por la persona individual, mientras que para los católicos la persona individual no cuenta nada a menos de que forme parte de una comunidad. Entonces agarré la octavilla con el discurso del Papa en Verona y subrayé todas las partes en las que Benedicto XVI habló de la importancia de la persona; luego se lo entregué. La siguiente lección fue diferente. El profesor empezó aclarando las ideas de fondo de la Ilustración para que no hubiera tergiversaciones, y el resto de la clase tomó un rumbo muy distinto. A la salida, me dijo que había leído la octavilla, que apreciaba el empeño del Papa en defender la relación entre fe y razón y que consideraba su tarea de profesor la de enseñarnos a razonar, a plantearnos preguntas. Le contesté que ciertamente sus clases habían sido un estímulo en este sentido, y él me manifestó su sorpresa y satisfacción al constatar que yo al menos tengo un interés que defender.
Lucia, Venecia (Italia)

Vida escocesa
Querido Julián: En septiembre nos hemos casado e inmediatamente salimos para Escocia donde empezamos el Doctorado, mi mujer en Física y yo en Matemáticas. Desde los primeros días hemos experimentado en todo lo que hemos vivido la frase de Cristo: «Pedid y se os dará». Por ejemplo en la apertura del curso del CLU de Escocia. Quedamos por la mañana delante de la estación de Edimburgo; éramos unos quince, y por la tarde se sumaron otras catorce personas. Había gente de los más variopinto, entre ellos, una musulmana marroquí y un español que habíamos conocido hacía unos días. Durante el día fuimos al museo y luego a comer en una cervecería; luego nos desplazamos a la Chaplaincy (la capilla para estudiantes católicos de la universidad, que tiene también salas para reunirse) a cantar durante dos horas y media. Fue un espectáculo ver a toda aquella gente cantar las canciones que nosotros hemos aprendido en el movimiento y que ellos escuchaban por primera vez. Les regalamos Traces, porque, aunque no somos capaces de hablar tan bien en inglés como para explicar nuestra experiencia, queríamos contarles de dónde nace. Propusimos quedar para la Escuela de comunidad; además de nosotros y Lucía, acudieron Brett, un chico inglés que empezó ya el año pasado a hacerla junto a otra chica del CLU en Erasmus, Joseph, un norteamericano que acaba de empezar un Doctorado en Historia, Dan otro americano invitado por Joseph y un chico francés. Fue laborioso explicar la Escuela de comunidad para evitar que nuestro encuentro acabara en un grupo de debate como otros muchos. Estamos trabajando sobre lo que dijiste en la Asamblea Internacional de La Thuile y nos llama la atención que lo que vivimos es para todos, y que el único modo de comunicarlo es partir de la experiencia y compartirla con los demás. Aquí domina el individualismo. Por ejemplo, un amigo nuestro no quiso venir a la apertura de curso porque temía que nos inmiscuyéramos demasiado en su vida privada. Realmente, estamos llamados a llevar a todos, de la manera más sencilla, la humanidad nueva que nos ha alcanzado.
Giacomo y María, Edimburgo (Escocia)

Aventura educativa
El Centro social Edimar está ya en su quinto año de vida: a pesar de las dificultades, el tiempo no ha desgastado el impulso inicial. La experiencia educativa que caracteriza el Centro se está dando a conocer en muchos lugares. Cada día cerca de doscientos niños de la calle acuden al Centro; a menudo se trata de rostros intensamente marcados por el sufrimiento, causado por la falta de afecto, por la experiencia deshumanizante de la cárcel y por sentirse mirados negativamente, en general, por la sociedad. Mediante la escucha, el diálogo, la escuela, el deporte, las películas, la búsqueda del trabajo y el coraje de arriesgar siempre en una relación cuyo resultado no se puede dar por supuesto nunca, realmente se comprende que el corazón del hombre es deseo de infinito. Son chicos que no se conforman con alguna historia que les metes para que se queden quietos. La violencia y la inestabilidad que a menudo los caracteriza me hacen pensar en que buscan algo más. Por ejemplo, siempre están atentos cuando les cuento la vida y la historia de Edimar. La aventura educativa, particularmente en este contexto, es fascinante y supone una tensión continua. Yo también diría con el gran don Bosco: «Estoy enamorado del misterio de cada persona y de su libertad». ¡Cuántos diálogos con las familias de estos chicos! Me ha reconfortado hace algunos días escuchar a una madre que me decía: «Ruego mucho por este hijo mío (que vive entre la calle y la prisión), que acojo con los brazos abiertos». Más amarga ha sido la experiencia de un muchachito que, con tal de ver a su padre, pasó horas al borde de la calle: pero el padre, pasando a su lado con el coche ¡no le dirigió ni una mirada! La abuela de Pati, al llegar al Centro, se asombraba al constatar el interés que los educadores tienen por su nieto que le hace verter tantas lágrimas. No nos une ningún lazo de parentesco y sin embargo le queremos. El chico es huérfano de madre y no conoce a su padre. Ahora vive en una familia de acogida y va al colegio. El aspecto más bonito de nuestra realidad es la unidad que hay entre los educadores, lo cual permite vencer el peso de la rutina.
Padre Mauricio, Yaundé (Camerún)

Esperando el autobús
Llevo dos meses en New Jersey, por la pasantía en América Hoy. Voy dos veces a la semana a trabajar a Mahnattan en un restaurante y luego cojo el autobús para volver a New Jersey. Una tarde, mientras esperaba el autobús, se acerca un tipo que me pregunta si he leído alguna vez la Biblia. Tenía al lado a un chico filipino. En un momento dado, le dije: «Pero, ¿por qué intentas convencerme? Tengo la suerte de haber encontrado la verdad en mi vida, soy católica y creo en Jesucristo». Entoces, interviene el filipino y también se declara católico. El tipo se aleja y yo y el filipino empezamos a hablar. Ya en el autobús, le digo que estoy preocupada porque de la parada hasta mi casa hay 20 minutos de camino (era la una de la madrugada). Se ofrece a llevarme y yo le digo que no me fío porque no le conozco. Entonces me enseña sus tarjetas de crédito, veo que trabaja como broker en la Stock exchange y me dice de guarde sus tarjetas de crédito hasta llegar a casa. Nos hicimos amigos y, unos días después, le invité a la Escuela de comunidad. Fuimos juntos a Crafton, donde había conocido al padre Eugene y al padre Steven. El padre Eugene conoció el movimiento el año pasado en Perú; viajando en un tren conoció a una pareja de CL que vive en Australia; ellos le dieron la dirección de algunos amigos de New Jersey; cuando volvió de Perú fue a verles. Desempeña su tarea pastoral en una capilla dentro de un centro comercial y me cuenta que muchas personas acuden allí para rezar. ¡Qué cosas –pensé–, una iglesia en un centro comercial! Hace unos días, nos reunimos a las 9 de la noche y leímos las páginas del texto que hablan del milagro (todavía hacemos la escuela sobre la Iglesia). Era la segunda Escuela de comunidad que hacía con ellos.
Chiara, New Jersey (EEUU)

Trabajar de guía
Querido Carrón: Estaba ordenando viejos papeles y me apareció en un cajón una nota de mi amiga Lucía que acababa así: «Te quiero y no es sensiblería»; al releerla me sentí querida como entonces; aunque ahora nos vemos menos sigue siendo una gran amiga. Trabaja como fisioterapeuta y pertenece a los Memores Domini, mientras yo trabajo en un asilo de ancianos, estoy casada y tengo tres hijos: Tomás, Catalina y Mateo. En octubre se me acercó y me dijo: «Con la asociación Medicina y Persona hemos llevado a Reggio la exposición del Meeting 2005 “Cuidar y curar: ojo artístico y ojo clínico”; necesitamos personas que hagan de guía, ¿nos echarías una mano?». A pesar de no sentirme capaz, de considerar que tengo tres hijos y el trabajo, le dije que sí. Empezó así una experiencia preciosa, tanto preparando la exposición junto con los otros amigos de Medicina y Persona como haciendo de guía. Las personas que visitaron la exhibición salieron entusiasmadas y nos dieron las gracias por haberles dado la oportunidad de ver algo tan bonito y correspondiente, desde niños de la escuela elemental hasta los ancianos del asilo donde trabajo.
Ana, Reggio Emilia (Italia)

Mi encuentro con don Giussani
No conocí personalmente a don Gius. Tuve la oportunidad de conocerle sólo después de su muerte. Enseguida me impactó la fuerza de su presencia en todos los gestos en los que he participado y participo todavía. Confieso que durante los primeros encuentros me preguntaba: «Pero, ¿qué hizo este sacerdote para ser recordado y citado continuamente?». Desde el día en que me planteé esta pregunta mi vida ha cambiado profundamente. No he tenido modo todavía de profundizar en el pensamiento y en las obras de don Gius, pero he “intuido” en ellas una idea de hombre, de razón, de educación de la que jamás había oído hablar antes. Conocer a don Gius ha significado para mí conocer a Cristo. A través del amor al hombre que don Giussani ha mostrado he vuelto a descubrir lo bonito que es sentirse amado por Cristo. El “impacto” que don Gius ha tenido en mi vida es difícil de sintetizar en palabras. El trabajo, mis aficiones deportivas, mi pasión por el cine y la música, han adquirido una dimensión más “real”, han encontrado su justo papel en mi vida. Con esto no quiero decir que esté descuidando los intereses que desde siempre cultivo o que descuide mi trabajo, pero es evidente que lo que antes identificaba como “todo” en mi vida, ahora es un aspecto importante de una magnífica experiencia que tiene, en el centro, la figura de Cristo. Para mí este cambio es natural y para nada traumático, cosa que no puedo decir de algunos amigos y parientes que parecen desorientados al verme tan implicado en esta nueva experiencia y a la vez tan sereno. No puedo pretender que todos entiendan la “revolución” que el Gius ha llevado a mi vida, pero no oculto el deseo de que todos puedan sentir esa necesidad de justicia, verdad y belleza que don Giussani, con sus palabras, está dándome a conocer, día tras día. Mi historia personal con el Gius me recuerda a mi relación con Jesús; yo no lo he oído nunca en vivo, pero es como si siempre estuviera conmigo.
Paolo, Carpenédolo (Italia)

Escribir en cárcel
Querido Carrón: Desde el pasado mayo, voy dos veces al mes a la cárcel de Vallette donde coordino un curso de escritura para los presos que cursan la universidad a distancia. Casi todos están en prisión por penas bastante largas y algunos por crímenes graves. Todo empezó con una amistad por carta con uno de ellos. Deseaba escribir, así que pensé en organizar un curso de escritura con la ayuda de unos amigos. El curso, que acabó el pasado diciembre, empezó con el estudio de textos de Flannery O’ Connor seleccionados por nuestro amigo Luca Doninelli: participaron algunos colegas míos del Sole 24 Ore, periodistas de República, del ANSA, de Canal 5, un escritor ex-terrorista, el escritor Culicchia, el director de cine Vacis y la actriz Laura Curino; antes de Navidad, intervino Lorenzo Del Boca, presidente nacional de la asociación de periodistas. Lo mejor fue la atención de los presos, la escucha recíproca, los testimonios tan humanos de mis amigos, que hablaron de su vida y de lo que significa para ellos escribir. En algunos trabajos que les mandé hacer y en los escritos que me entregaron los presos emerge toda la pregunta sobre el sentido de la vida y el asombro por la vida misma. Empiezan a ser compañeros de camino para mí. No he llegado a matar a nadie, pero también yo tengo cada vez más la necesidad de sentirme salvado. Y sólo Cristo salva, lo entiendo cada vez más, y voy valorando los sacramentos y nuestra compañía.
Adriano, Turín (Italia)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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