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Huellas N., Diciembre 1983

FUENTES

Cristianos en Pekín

Eusebio

La difusión de la fe desde Palestina y Siria hacia Oriente tuvo como consecuencia que, desde épocas muy tempranas, nacieran comuni­dades cristianas en Armenia, el Cáucaso, Etiopía, la India Ceilán. En el imperio Persa la fe se introdujo con grandes dificulta­des por la resistencia de sus emperadores, y sufrió durísimas persecu­ciones hasta mediados del s. V. Los cristianos persas, que se habían ido distanciando de Bizancio por cuestiones políticas y enfrentamien­tos religiosos, se fueron organizando paulatinamente y emprendieron una intensa actividad misionera hacia Oriente. Desde los Obispados de Merv y Samarkanda iniciaron la evangelización de Asia Central y China, de manera que ya en el s. VII se encuentran monasterios y comu­nidades cristianas en las que se entremezclan fieles chinos y persas. Una de ellas es la de Sin-gan-fou, que quiso confesar públicamente su fe, grabándola en una estela de piedra.
La estela se erigió el año 781 en el recinto de un monaste­rio, fundado en 638 por orden del Emperador T'ai Tsung en el suburbio occidental de su capital. No es una inscripción funeraria sino el monumento conmemorativo de una reunión anual celebrada el 779 bajo los auspicios de un notable cristiano Yissen (Yazd-bozed). Fue com­puesta por el sacerdote King-Tsin, también llamado Adam, que había traducido diversas obras cristianas al chino.
El texto, en el que ciertamente se entremezclan conceptos y expresiones propias de la cultura y de las religiones de China, es una muestra admirable del esfuerzo evangelizador y de inculturación de los cristianos nestorianos, y un ejemplo de testimonio público de fe cristiana en medio de religiones muy distintas.
Creemos que merece la pena reproducir íntegro el texto de la estela:
"Monumento conmemorativo de la propagación en el Imperio de la ilustre religión de Ta Ts'in.
Elogio grabado sobre el mo­numento conmemorativo de la propaga­ción de la ilustre religión en el Imperio, con un prefacio, compuesto por King-Tsin, sacerdote del monaste­rio de Ta Ts ' in, Adam, sacerdote y corepíscopo, pafsi de China.
En verdad, Aquel que es pu­ro y apacible, que no tiene princi­pio y es el origen de los orígenes, inaprensible e invisible, existente misteriosamente desde siempre hasta el fin de los tiempos, que controla el eje oculto del Universo, y así ha creado y desarrollado todas las co­sas, concediendo misteriosamente el ser a numerosos sabios, único digno de alabanza. Este, ¿puede ser otro que nuestro Dios, Trinidad una, sus­tancia misteriosa, no engendrado y verdadero Señor?
Habiendo separado los cua­tros cuadrantes del mundo en forma de cruz para determinarlos, puso en movi­miento el éter primordial y produjo el doble principio. Las tinieblas y el vacío fueron transformados: aparecieron el cielo y la tierra. El sol y la luna comenzaron a girar: comenzaron los días y las noches. Después de haber proyectado y realiza­do todas las cosas, Él formó y endere­zó al primer hombre, otorgándole la integridad y armonía; después le con­firió el dominio sobre la inmensidad de las criaturas. La naturaleza origi­nal del hombre era pura, humilde, y sin engreimiento, su espíritu estaba libre de apetitos y concupiscencia. Pero Satán sembró hábilmente en él unas esperanzas de felicidad superio­res a las de su estado de justicia, y le introdujo una oscuridad semejan­te a la de su propio estado de pecado.
En consecuencia, aparecie­ron enseguida trescientas sesenta y cinco formas de error y trazaron su marca, tejiendo los hilos de sus falsas doctrinas para enredar a los ino­centes. En una designaban la materia como primer principio del Universo, en otra suprimían la realidad del Ser y abolían la dualidad de la natu­raleza, otras suplicaban la feli­cidad mediante oraciones y sacrifi­cios, finalmente otras hacían alarde de virtud pero despreciaban a sus semejantes. Los pensamientos de la sabiduría humana cayeron en una dolo­rosa confusión; las intenciones de los hombres y sus sentimientos entra­ron en un movimiento incesante, pero su trabajo era vano. El ardor de sus preocupaciones se convirtió en una llama devoradora; cegados, se perdían aún más en sus tinieblas; extraviados de su camino, retrocedían buscando la orientación correcta.
Sin embargo, la segunda per­sona de la Trinidad, el Mesías (Mi­chi-ho Ms' iha), que es el Señor brillante del Universo, ocultando su auténtica majestad, apareció sobre la tierra como un hombre. Los ángeles proclamaron la buena noticia: una vir­gen ha dado a luz el Santo en Ta Ts'in. Una estrella brillante anunció el bendito acontecimiento: Persia, viendo este resplandor, vino a rendirle homenaje con sus presentes. Dando cumplimiento a la antigua Ley, que habían escrito los Veinticuatro sa­bios. Él enseñaba cómo gobernar los reinos y las familias, según su gran plan. Fundando la nueva religión, ine­fable, del Espíritu Santo, que es otra persona de la Trinidad, concedió al hombre la capacidad de obrar el bien por la verdadera fe. Institu­yendo la regla de los ocho preceptos, liberó al mundo de la sensualidad y lo purificó. Abriendo generosamente las puertas de las tres virtudes, introdujo la vida y suprimió la muer­te. Sosteniendo un sol luminoso, ilu­minó la morada de las tinieblas, y de esta forma hizo fracasar todos los ardides del demonio. Dirigiendo la nave de la misericordia, transpor­tó a sus ocupantes a la mansión de la luz, y las almas de los difuntos fueron llevadas a la salvación. Ha­biendo realizado así la obra de la Omnipotencia, volvió en pleno día al país de la pureza. Dejó los Veintisie­te libros de su Escritura. Se había abierto la puerta sellada de la vida bienaventurada.
Ha ordenado el bautismo en el agua y en el Espíritu, que libera de las vanas pompas del mundo y puri­fica hasta recuperar una blancura per­fecta. Sus ministros llevan la cruz como un sello, que extiende su influ­encia por las cuatro regiones del mundo y reúne a todos sin excepción. Golpeando la madera, proclaman las gozosas palabras de amor y de cari­dad. Se inclinan hacia el Este para sus ceremonias, corren por los cami­nos de la vida y de la gloria. Se dejan crecer la barba para mostrar que tienen acciones exteriores, pero se afeitan la parte superior de la cabeza para recordarse a sí mismos que no tienen deseos egoístas. No tienen esclavos, hombres o mujeres, sino que estiman a todos los hombres, nobles y sencillos, por igual. No amasan tesoros ni riquezas, sino que ofrecen, en sus personas, un ejemplo de pobreza y renuncia. Su pureza de corazón se obtiene por el retiro y la meditación; su ascetismo se forta­lece mediante el silencio y la vigi­lancia. Se reúnen siete veces al día para adorar y alabar; ofrecen sus oraciones por los vi vos y los muer­tos. Una vez cada siete días tienen un sacrificio incruento. Purifican sus corazones, reencuentran la pure­za. Este Camino puro e inmutable es misterioso, difícil de denominar, pe­ro sus méritos resplandecen tan bri­llantemente en la práctica, que nos sentimos obligados a llamarla la Ilus­tre Religión".

RECORDAMOS:
LAS CLASES DE FILOSOFIA CONTEMPORANEA VOLVERÁN A REANUDARSE, FINALIZADAS LAS "BURBUJAS" Y LOS "TURRONES" EL PRÓXIMO DÍA 10 DE ENERO DE 1.984
NO LO OLVIDÉIS: Escuela Ingenieros Industriales todos los martes a las 8 tarde

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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