CONCLUSIONES Y BALANCE DE UN SINODO:
La Iglesia a través de sus ministros los Obispos -ante todo- pide perdón al mundo por sus propios pecados a lo largo de toda la historia e invita a los hombres a emprender el camino de la renovación espiritual de la tierra y a vivir profundamente la unidad en la fe.
En el Sínodo de Octubre, los Obispos han hablado fuertemente impulsados por la esperanza de superar toda división y todo clima de recelo, sectarismo y desazón en el seno de la Iglesia.
A lo largo de las sesiones, las numerosas intervenciones, las aportaciones riquísimas desde todos y cada uno de los países presentes, todas las manifestaciones de los padres sinodales representantes y sus testimonios, son la prueba evidente de una Iglesia viva que busca una sencilla unidad por encima de toda miseria, de toda polémica.
Se acudía al Sínodo con un sueño común: Denunciar los males de la sociedad moderna QUE NOS HA TOCADO VIVIR y aportar las soluciones para arrancar del corazón lo que IMPIDE a los cristianos avanzar en su servicio a los hombres.
Los Obispos en verdad han hablado "en conciencia" con la fuerza misma con la que el Espíritu Santo habla a nuestra generación.
''Deploramos y condenamos'':
-La privación de Los Derechos Humanos y los ataques a la dignidad y libertad de los hombres, así como a la vida y a las posibilidades de acción de los indefensos.
- Los obstáculos a la libertad religiosa que impiden a los creyentes realizar sus deberes y llevar a cabo sus tareas.
- Toda discriminación racial.
- Toda guerra de agresión, la violencia y el terrorismo.
- La acumulación de arsenales, sobre todo atómicos y el escandaloso tráfico de armas de guerra.
- La injusta distribución de los recursos del mundo u esas estructuras en las que los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres.
Existen muchas cosas a reconciliar: primeramente, la reconciliación personal y madura que daría lugar a una conversión de la comunidad eclesial.
El cristiano reconoce que el pecado de las Naciones es también el pecado mismo de cada individuo, por tanto, ante los conflictos actuales: guerras, amenazas apocalípticas y crisis de estructuras; esta conversión personal del cristiano le transformaría en instrumento de paz y amor en medio de su ambiente y haría de la Iglesia una presencia serena y pacificadora contra toda tensión existente.
De hecho así lo es, más, con la auténtica renovación penitencial de sus miembros esta presencia tendría la fuerza que contrarrestase y aplacase la guerra.
Los cristianos se plantean la necesidad de que su santidad personal se encarne en las estructuras temporales para que, de este modo, la Iglesia no caiga nunca en la peligrosa tentación de instalarse o de servirse de medios espirituales para obligar al mundo a protegerla, o bien utilizar estos medios espirituales para obtener una ventaja temporal.
''El ejercicio fiel del ministerio de las confesiones de cada uno de los cristianos pone de relieve la atención amorosa de Cristo por cada uno de los hombres, su amor personal por cada bautizado, el drama personal e intrasferible, para el cual no pueden servir consejos generales y directrices anónimas" son palabras de Juan Pablo II.
La Iglesia presenta como VERDADERA ENERGIA MOTRIZ DE UNA NUEVA SOCIEDAD la FUERZA DE LA RECONCILIACIÓN a través del Sacramento del Perdón.
Ya que está demostrado históricamente que la lucha de clases es uno más de los factores de DESARROLLO de la humanidad. No es el único ni el más importante y reducir la historia de las sociedades a la historia de la lucha de clases es un reduccionismo simplista y desde luego una falsificación de la historia misma.
Los problemas que ha DESCUBIERTO la Teología de la Liberación siguen estando ahí a pesar de que las soluciones que ella aporta no son válidas.
Las respuestas eficaces tienen que ser aplicadas con un esfuerzo por parte de los cristianos hombres-nuevos en la leal escucha a la fuente de Salvación que es la Iglesia -"sociedad de tipo espiritual y con fines espirituales encarnada en los hombres" (Lumen Gentium, 2)- y en su colaboración responsable para contribuir a mejorarla. Esta colaboración es sin duda el empeño constante de conversión.
"Especialmente en el Sacramento de la Reconciliación celebramos y recibimos el perdón de Dios y experimentamos su amor que nos sana, restaura y profundiza la amistad personal con Dios y nos libera para su servicio" (del Mensaje final del Sínodo) .
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