La célebre cantante italiana, Mina, dirige la sección de cartas de un semanario.
Una lectora le confía un gran dolor y ella responde citando las Sevillanas del adiós. Una respuesta sencilla y humanísima que recogemos en nuestras páginas palabra por palabra
Querida Mina: Mi novio y yo habíamos fijado ya la fecha de nuestra boda. Faltaban pocos días y ya habían llegado casi todos los regalos. Había ocultado a mi novio, como en la mejor tradición, mi blanquísimo vestido de novia. Bien. No lo verá nunca. De improviso me ha comunicado que ha decidido hacerse cura. Yo soy creyente, tengo un respeto profundo por su elección, pero estoy desesperada porque no puedo dejar de amarle. No sé por qué te estoy escribiendo precisamente a ti. Siento que tú puedes ayudarme.
Laura N., Nápoles
El cinismo nos impide constatar con claridad en la mirada que nuestro corazón está hecho para el amor. Sí, lo repito sin miedo, estoy segura: el amor. Esta palabra maltratada, vilipendiada, que, también a través de tu carta, trata de hacer oír su voz, tan a menudo suprimida y sofocada. Pero tú, querida Laura, que estás desconcertada en el centro de esta tempestad, no puedes contentarte con estériles divagaciones sobre el tema. Te quiero confesar que tu carta me ha traído a la mente un canto popular español que dice: «El barco se hace pequeño cuando se aleja en el mar. Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va, y va dejando una huella que no se puede borrar». La barca que se aleja y que lleva al amigo se vuelve un punto cada vez más pequeño, un punto lejanísimo en el horizonte. Hasta que desaparece. Pero ese punto va hacia su destino, hacia su felicidad. Nosotros estamos en la orilla y no conseguimos contener la nostalgia que nos oprime el corazón por el amigo que se aleja y que ya nunca podremos estrechar. Pero él va hacia el infinito.
Y éste es nuestro único consuelo Yo no sé decirte cómo sucede esto, pero entiendo que algunas veces no somos nosotros quienes podemos decidir el bien de. amado. Debemos estar serenos, aún en el dolor de la separación, cuando sabemos que la persona que amamos es feliz. Querida Laura, otro ha tomado a tu novio Pero él no te ha traicionado y no lo has perdido, si sabes que su vida está confiada a quien puede hacerle feliz.
Mina
(tomado de: Liberal, n.6., 9 de abril de 1998)
Sevillanas del adiós
Algo se muere en el alma,
cuando un amigo se va...
Cuando un amigo se va,
algo se muere en el alma
cuando un amigo se va;
algo se muere en el alma
cuando un amigo se va.
Cuando un amigo se va,
y va dejando una huella,
que no se puede borrar;
y va dejando una huella,
que no se puede borrar.
No te vayas todavía,
no te vayas, por favor,
no te vayas todavía que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
Un pañuelo de silencio
a la hora de partir...
A la hora de partir
un pañuelo de silencio
a la hora de partir;
un pañuelo de silencio
a la hora de partir.
A la hora de partir
Porque hay palabras que hieren,
y no se pueden decir;
porque hay palabras que hieren,
y no se pueden decir.
No te vayas todavía...
El barco se hace pequeño
cuando se aleja en el mar...
Cuando se aleja en el mar,
el barco se hace pequeño
cuando se aleja en el mar;
el barco se hace pequeño
cuando se aleja en el mar.
Cuando se aleja en el mar
y cuando se va perdiendo,
qué grande es la soledad;
y cuando se va perdiendo,
qué grande es la soledad.
No te vayas todavía...
Ese vacío que deja
el amigo que se va...
El amigo que se va,
ese vacío que deja,
el amigo que se va;
ese vacío que deja,
el amigo que se va.
El amigo que se va,
Es como un pozo sin fondo
que no se puede llenar;
es como un pozo sin fondo
que no se puede llenar.
No te vayas todavía...
Para el cristiano esa línea del horizonte es como el enigma, el misterio del que debe surgir, del que debe fluir algo ante él, debe llegar algo hasta él: es una tierra desconocida desde la que debe llegar hasta él uno que trae una riqueza inimaginable. Y sin embargo, el corazón que no logra imaginar esta riqueza, esta justicia, este amor, esta verdad, esta felicidad, ese corazón que no consigue imaginarla, tiene urgentísima necesidad de ella. Desde ese horizonte es desde donde debe llegar. Y, efectivamente, en un momento determinado, aparece un punto en el horizonte, sobre la línea del horizonte: es esta barca. Esta barca, que es un punto, se hace cada vez más grande; a los ojos del hombre atento, que fija en ella su mirada, se hace cada vez más grande, más grande, hasta que se dibujan también sus factores internos y se ve a un hombre, un barquero, sentado dentro. El barco se acerca a la orilla, atraca, y el hombre que estaba esperando abraza al hombre que llega. El cristianismo nace así, como el hombre que espera que abraza al hombre que llega del horizonte, de otro modo enigmático y antes desconocido. Si elimináis esta imagen no queda más que la confusión presente, una nada presente (porque la confusión es la nada), una nada presente que se afirma como nada, una confusión que se afirma como confusión, conforme pasa el tiempo, hasta que todo queda absorbido por la muerte, por la corrupción. (...)
Sea como sea vuestra vida, no podréis evitar la alternativa entre la nada y el abrazo con Otro, un Tú presente, que llega desde la profundidad del horizonte último, desde el enigma del horizonte último, y que atraviesa el mar, el mar que el hombre recorre, el mar de las batallas y de la paz, el mar del odio y del amor, el mar de la infelicidad y de la felicidad, el mar de la enfermedad y de la salud, el mar de lo hermoso y de lo feo, el mar, el mar que el hombre recorre. Ese punto que nace al fondo del horizonte recorre el mismo mar, pero en sentido inverso, hacia el hombre, y desembarca.
Imaginaos al hombre que ha esperado y al personaje que llega, al hombre que llega: pensad cómo se lanzan al abrazo recíproco».
L. Giussani
(tomado de: El barco se hace pequeño..., Cuaderno n° 2, año 1995, págs. 8, 10,11)
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