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Huellas N.3, Marzo 2005

ANTOLOGÍA El asombro por un encuentro

Gioventú Studentesca: reflexiones sobre una experiencia

Normas metodológicas para el anuncio

El camino a la verdad es una experiencia,
Encuentro, Madrid 1997, pp. 15-17


El anuncio cristiano tiene que ser: a) Decidido como gesto. b) Elemental en su comunicación. Condiciones para ser elementales: libertad, acción, concreción. c) Integral en sus dimensiones. Dimensiones del anuncio cristiano: cultura, caridad, catolicidad. Comunitario en su realización. Factores de la comunidad: adhesión personal, funcionalidad, autoridad, unidad sensible.

Decidido como gesto
1) La primera condición para llegar a todos es una iniciativa clara de cara a cualquiera.

2) Puede ser una ilusión ambiguamente cultivada, mantenida por temor a que el choque con la mentalidad corriente indisponga a los otros contra nosotros, creando así incomprensiones y soledades insuperables, introducirse en el ambiente o proponerse a las personas con una indecisión que debilite el anuncio.
Asimismo se pueden buscar, quizá con ansiosa sagacidad, acomodaciones y camuflajes que corren fácilmente el riesgo de convertirse en compromisos de los que después es bastante difícil librarse.

3) No debemos olvidarnos de que esta «mentalidad corriente» no existe sólo en los demás, sino que penetra en nosotros hasta el fondo. Por eso, el afrontarla con indecisión puede constituir una postura ruinosa para nosotros mismos.

4) Para ser honestos, en ciertos momentos hay que encarar los problemas serios, no sólo en el ámbito interior de la propia conciencia, sino también en el diálogo con los demás.

5) Para ello es necesaria la fuerza de oponerse, que es lo que Cristo ha pedido para que podamos entrar en su Reino: «El que se avergonzare de mí, delante de los hombres, también Yo me avergonzaré de él delante de mi Padre».

6) Ánimo, es decir, coraje (virtus, en latín): en el fondo lo que hace falta es un poco de aquella virtud con la que Mateo, Zaqueo y la Magdalena afirmaron su descubrimiento cristiano en el ambiente en que se encontraban.
O, si se quiere, lo que necesitamos es renovar el testimonio de Esteban ante el Sanedrín: desafiar la opinión de todos por seguir a Jesús.

Elemental en su comunicación
1) Cristo se propone de nuevo a los hombres a través de nosotros; nuestra actitud y nuestras palabras constituyen el anuncio por el que los otros pueden conocerle.
Para que dicho anuncio pueda dirigirse a todos, debe ser elemental en su comunicación, es decir, sencillo.

2) La sencillez no consiste tanto en un modo de exponer, cosa que puede ser una capacidad poco común, cuanto en prescindir de toda complicación; es decir, en ser esenciales.

3) También en los orígenes el anuncio de Cristo fue sencillo y esencial: sólo propuso obligatoriamente algunas verdades concretas (los dogmas), los gestos sacramentales y la autoridad en la comunidad.
Por eso la Iglesia es discretísima en fijar puntos obligatorios.

4) Es fácil comprender la bondad de este comportamiento de Cristo y de la Iglesia. En efecto, sólo la sencillez tiene la ductilidad requerida para llegar a cada individuo. Y sólo la esencialidad tiene la capacidad de llevar al objetivo, eliminando esfuerzos innecesarios.
La precisión en señalar los factores esenciales de la existencia lleva:
– a subrayar fuertemente su valor y, por tanto, a una fuerte adhesión a ellos.
– a una generosa comprensión de todas las posturas basadas en ellos, a una capacidad de valorar y abrazar la infinita variedad de traducciones del valor.

5) Hay que meditar una observación. «Elemental» no quiere decir «genérico», sino más bien preciso en los elementos sustanciales y libre ante cualquier traducción de ellos.
Jesús dijo: «Id por todo el mundo y predicad a todas las gentes». Cada cual tiene la responsabilidad de una tarea bien concreta: «id y predicad»; pero es muy libre de escoger el modo, en el ámbito de su vocación particular.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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