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Huellas N.14, Diciembre 1988

TESTIMONIOS

Arriesgar en Muga ¿Por qué?

Entrevista a tres amigos nuestros que, provenientes de puntos muy dispares (Palencia, Madrid y Córdo­ba), han iniciado este año su tarea educativa en un insti­tuto de Muga (Zamora).

Nueva Tierra: ¿Por qué habéis venido aquí, al fin del mundo, un lugar, además, mal comunicado, y hasta el que hay que invertir bastantes ho­ras en el viaje? ¿Qué es lo que os ha movido a venir aquí, un sitio en donde estáis «encerra­dos» toda la semana y todo el tiempo de vuestra jornada?
Juan de Haro: Hablo por mi, porque aunque con la mis­ma intención creo que cada uno tiene su propia motivación. La primera vez que oí hablar de este instituto en Muga de Saya­go (Zamora) no me interesó demasiado, tenía ya muchas co­sas en Madrid (Psalterium, el Centro Eslavo, ...) y me parecía dejar demasiadas cosas. Ade­más, lo que más quería era con­seguir un trabajo en Madrid, donde siempre he vivido. Sin embargo, al contármelo, empe­cé a pensarlo un poquito. El motivo por el que estoy aquí fue una intuición; en un primer momento esa intuición no fue de hacer misión; intuí que esto iba a ser muy bueno para mi vida, porque suponía educarme en una responsabilidad dentro de un trabajo continuado. Mi pertenencia al movimiento la había vivido siempre, al menos eso creo, con un criterio claro; sin embargo, notaba que le fal­taba hacerse carne, expresar cotidianamente lo que yo estaba viviendo. Entonces, pensar en un instituto en donde yo te­nia que vivir cotidianamente, con una responsabilidad (dar clases, estar con los chavales conviviendo a diario, encargar­me de la parte de la residencia correspondiente a los chicos, hablar diariamente con ellos... ), todo esto me llevaba a tener una responsabilidad que veía necesaria para ir verificando lo que yo quería en mi vida. Era una intuición de que esto era ponerme en juego radicalmen­te, para verificar cosas que a menudo se quedan en la mente y que nunca llegan a expresar­se en la vida. Lo más importante es que vine aquí por mi mismo, por­que en un primer momento in­tuí que esto me podía ayudar, que era bueno para mi vida, para verificar su autenticidad y madurar, me ayudaba a con­frontarme continuamente con la realidad, con una gente jo­ven. Esta responsabilidad que en Madrid, tal vez por la cir­cunstancia de sentirme arropa­do entre los amigos, no termi­naba de vivir.
Marisol Díez Polvoro­sa:Yo he venido aquí casi a la fuerza. El curso pasado vine a pasar un día y la verdad es que no me gustó nada; la primera impresión fue horrible; es más: don José vino a verme después a Palencia y quedó casi decidi­do que yo no venia. Al final he venido.
Los primeros días estaba muy triste; sin embargo, intuía que esto podía ser esencial para mi vida. A mi me gusta la edu­cación, me gustaría dedicarme a ella, y por otra parte, está la posibilidad de vivir en comu­nión con gente a la que no co­nocía mucho, aunque la amis­tad y la comunión que nosotros vivimos hacía que esa extrañe­za se superara.
Lo que más me ha animado a venir aquí ha sido el poder encontrarme con Juan y con lnma, más que con los chicos; yo sola no hubiese venido. Esto me ha demostrado una vez más que la vida que noso­tros vivimos hace posible que ésta sea más humana, incluso en circunstancias desagradables; poder abrazar a partir de esta pequeña compañía el res­to de las cosas; me encuentro muy bien con los chicos, pero me encuentro bien con ellos porque me encuentro bien con Inma y Juan; esto es lo que me permite ofrecerles algo.

Inmaculada Saco: A mi me gustó la idea desde el principio; me gusta la educación, sobre todo a esta edad. Me desanimé bastante en verano porque nada estaba claro y daba la im­presión de que esto no iba a sa­lir nunca. Me impulsó a venir el hecho de ver que no iba a ser yo sola la que vendría sino que veníamos tres. Arriesgarme, porque yo había vivido en Ore­llana una experiencia similar, me ayudó a crecer; por eso yo estaba convencida de que esto iba a ser importante para mí, pero sobre todo porque no iba a venir sola.

N. T: Cuando contáis la experiencia a los amigos, la gente se queda sorprendida de vuestra alegría viendo las con­diciones de vuestra vida, el grandísimo trabajo... , y sin embargo vivís alegres. ¿Por qué?
Marisol:
Yo tengo claro que nuestra alegria brota de vi­vir la comunión entre noso­tros; nosotros somos, de algu­na forma, privilegiados porque llevamos una regla de vida muy estricta, aquí no hay lugar para la distracción. Uno está frente a la realidad tal y como es. Por ejemplo, rezar laudes juntos, más o menos conscientes (por­que no siempre eres muy cons­ciente); que cada día sea nuevo; que frente a la realidad en la que estamos delante de los chi­cos o delante de don José, se­pamos percibir, cada día, la hu­manidad diferente que trata­mos de vivir y de anunciar. Lo que más me ayuda es la memo­ria que hacemos de lo que que­remos vivir, que es lo único que renueva el cansancio (porque también nos cansamos y nos despistamos); pero la oración de la mañana, la misa de las tres de la tarde y la oración de la noche, no nos las saltamos. Luego, las cosas pueden salir o no.
¿Qué hay de diferente res­pecto al resto de los educado­res? Ellos humanamente pue­den, incluso, ser mejores que nosotros (de hecho son mejo­res que nosotros), con una dis­posición y una generosidad im­presionantes; pero, sin embar­go, con una falta de alegría y de propuesta, porque falta una re­novación: hace falta que uno cotidianamente se plantee lo que quiere vivir. Esto es lo que nosotros tenemos.

Juan: La alegría que vivi­mos es algo que ha ido madu­rando en nosotros. Al principio nacía de verme comprometido con las cosas, de estar centrado en un trabajo cotidiano al cual me entregaba sin economizar esfuerzos, que era satisfactorio y, además, tenia una repercu­sión en los chavales; ha ido evolucionando: el motivo fun­damental de la alegría ha varia­do porque llega un momento que el ser responsable, el estar comprometido con las cosas te deja también insatisfecho; vivir el éxito de tu trabajo llega un momento en que te defrauda y nace una tristeza que lleva a plantear las cosas de otra ma­nera: no buscas tu «justicia» , es decir, si yo he trabajado, me­rezco que los demás me corres­pondan con el deseo de ir más allá de la realidad cotidiana que vivo, porque la realidad exige reconocer algo más grande, el motivo por el que hacer las co­sas, que para mi es Cristo. La alegría nace ahora de ver que en la medida que profundiza­mos en Jesucristo sin pretender comernos la realidad, vemos que vamos dando respuesta a la realidad cotidiana.
No es una obsesión por en­contrar la justicia de las cosas, sino vivir un poco más de la gracia, es como la dimensión contemplativa que se expresa en la Anunciación a María de Paul Claudel. El ver que las co­sas son de Dios y que a Él se le deben. Esto es una cosa que a nosotros nos resulta difícil y a veces surge la sospecha de que algo tan grande no pueda ser real.


N. T: En vuestros ambien­tes anteriores, Madrid, Palen­cia, Córdoba, teníais una se­rie de medios (amigos, en­cuentros, escuelas ... ) el dejar todo esto, ¿ha dificultado continuar la experiencia del movimiento o ha sido una ayuda?
lnma: A mi me ha ayudado porque esto te obliga a vivir mucho más responsablemente, porque en Madrid tienes más posibilidades de evadirte o de pasar desapercibido; sin em­bargo, aquí no tienes más re­medio que responder a la rea­lidad que se te presenta. Yo veo que ahora vivo la realidad del movimiento mucho mejor de lo que lo he vivido estos años en Madrid o Córdoba.
Marisol: Nosotros en Pa­lencia también vivíamos en pe­nuria, pero a mí, que soy del movimiento, me da lo mismo vivir en Palencia que aquí: el problema es, en el fondo, el mismo; es mi persona en rela­ción con el destino, con lo que yo quiero vivir cotidianamente. Hay circunstancias que favore­cen, como vivir todos juntos, el hecho de la confrontación coti­diana, todas las noches retoma­mos el día juntos.
Como relación con el infini­to, con Cristo, me parece lo mismo aquí que en mi casa.


N.T.: ¿Qué proponéis a los chavales con los que estáis casi las veinticuatro horas del día? ¿A qué les provocáis?
Juan: Como vivimos con ellos veinticuatro horas, la pro­puesta que hacemos nace de la vida, de la manera que tenemos de afrontar lo que ocurre cada día; aquí no hay posibilidad de discurso porque en el discurso se reducen las cosas a esquema. Nuestra única intención es querer a esta gente. El movi­miento nos ha dado la capacidad de quererles por lo que son, sin pretender mucho de ellos. Este interés humano por ellos lo suscita una sorpresa y hace que poco a poco se vaya expre­sando en un trato más profun­do, y te vas dando cuenta de que gracias a lo que has vivido en compañía con otros tienes capacidad de ir dándoles res­puestas; es algo muy bonito.

N.T.: Si se propone a cual­quier persona venir aquí du­rante un año, estoy seguro de que no vendría nadie, por muy apasionado que estuvie­se por la pedagogía. Sin em­bargo, nosotros no hacemos nada sin que se nos dé algo a cambio; decimos que segui­mos a Cristo porque somos inteligentes, porque Él nos hace vivir la vida cien veces mejor. ¿Esto lo habéis verifi­cado aquí vosotros o está siendo defraudante? Esta in­tuición inicial por la que vi­nisteis, ¿se está convirtiendo en experiencia?
Inma: A mi me llamó mu­cho la atención lo que dijo Tan­tardini en los ejercicios espiri­tuales; él dijo que la prueba de que esto se estaba viviendo bien era la alegría, la prueba de la verificación era esto, estar alegre, contento; y estar alegre, no porque las circunstancias fuesen favorables, sino porque realmente están viviendo algo distinto. Yo lo he comprobado aquí. Las circunstancias, a pe­sar de no ser positivas, no me han frustrado sino que me han ayudado a responder de una forma más madura.
Juan:
Para mi la intuición ha sobrepasado lo que yo espe­raba; sin embargo, yo me doy cuenta de que no es una cosa que ya hemos ganado y que va todo de seguido. La memoria se hace día a día. Reconocer que la felicidad o la alegría que te­nemos no viene de nosotros, es reconocer que en el momento en que nosotros perdamos el horizonte por el que hacemos las cosas esa alegria desapa­recerá.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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