Entrevista a tres amigos nuestros que, provenientes de puntos muy dispares (Palencia, Madrid y Córdoba), han iniciado este año su tarea educativa en un instituto de Muga (Zamora).
Nueva Tierra: ¿Por qué habéis venido aquí, al fin del mundo, un lugar, además, mal comunicado, y hasta el que hay que invertir bastantes horas en el viaje? ¿Qué es lo que os ha movido a venir aquí, un sitio en donde estáis «encerrados» toda la semana y todo el tiempo de vuestra jornada?
Juan de Haro: Hablo por mi, porque aunque con la misma intención creo que cada uno tiene su propia motivación. La primera vez que oí hablar de este instituto en Muga de Sayago (Zamora) no me interesó demasiado, tenía ya muchas cosas en Madrid (Psalterium, el Centro Eslavo, ...) y me parecía dejar demasiadas cosas. Además, lo que más quería era conseguir un trabajo en Madrid, donde siempre he vivido. Sin embargo, al contármelo, empecé a pensarlo un poquito. El motivo por el que estoy aquí fue una intuición; en un primer momento esa intuición no fue de hacer misión; intuí que esto iba a ser muy bueno para mi vida, porque suponía educarme en una responsabilidad dentro de un trabajo continuado. Mi pertenencia al movimiento la había vivido siempre, al menos eso creo, con un criterio claro; sin embargo, notaba que le faltaba hacerse carne, expresar cotidianamente lo que yo estaba viviendo. Entonces, pensar en un instituto en donde yo tenia que vivir cotidianamente, con una responsabilidad (dar clases, estar con los chavales conviviendo a diario, encargarme de la parte de la residencia correspondiente a los chicos, hablar diariamente con ellos... ), todo esto me llevaba a tener una responsabilidad que veía necesaria para ir verificando lo que yo quería en mi vida. Era una intuición de que esto era ponerme en juego radicalmente, para verificar cosas que a menudo se quedan en la mente y que nunca llegan a expresarse en la vida. Lo más importante es que vine aquí por mi mismo, porque en un primer momento intuí que esto me podía ayudar, que era bueno para mi vida, para verificar su autenticidad y madurar, me ayudaba a confrontarme continuamente con la realidad, con una gente joven. Esta responsabilidad que en Madrid, tal vez por la circunstancia de sentirme arropado entre los amigos, no terminaba de vivir.
Marisol Díez Polvorosa:Yo he venido aquí casi a la fuerza. El curso pasado vine a pasar un día y la verdad es que no me gustó nada; la primera impresión fue horrible; es más: don José vino a verme después a Palencia y quedó casi decidido que yo no venia. Al final he venido.
Los primeros días estaba muy triste; sin embargo, intuía que esto podía ser esencial para mi vida. A mi me gusta la educación, me gustaría dedicarme a ella, y por otra parte, está la posibilidad de vivir en comunión con gente a la que no conocía mucho, aunque la amistad y la comunión que nosotros vivimos hacía que esa extrañeza se superara.
Lo que más me ha animado a venir aquí ha sido el poder encontrarme con Juan y con lnma, más que con los chicos; yo sola no hubiese venido. Esto me ha demostrado una vez más que la vida que nosotros vivimos hace posible que ésta sea más humana, incluso en circunstancias desagradables; poder abrazar a partir de esta pequeña compañía el resto de las cosas; me encuentro muy bien con los chicos, pero me encuentro bien con ellos porque me encuentro bien con Inma y Juan; esto es lo que me permite ofrecerles algo.
Inmaculada Saco: A mi me gustó la idea desde el principio; me gusta la educación, sobre todo a esta edad. Me desanimé bastante en verano porque nada estaba claro y daba la impresión de que esto no iba a salir nunca. Me impulsó a venir el hecho de ver que no iba a ser yo sola la que vendría sino que veníamos tres. Arriesgarme, porque yo había vivido en Orellana una experiencia similar, me ayudó a crecer; por eso yo estaba convencida de que esto iba a ser importante para mí, pero sobre todo porque no iba a venir sola.
N. T: Cuando contáis la experiencia a los amigos, la gente se queda sorprendida de vuestra alegría viendo las condiciones de vuestra vida, el grandísimo trabajo... , y sin embargo vivís alegres. ¿Por qué?
Marisol: Yo tengo claro que nuestra alegria brota de vivir la comunión entre nosotros; nosotros somos, de alguna forma, privilegiados porque llevamos una regla de vida muy estricta, aquí no hay lugar para la distracción. Uno está frente a la realidad tal y como es. Por ejemplo, rezar laudes juntos, más o menos conscientes (porque no siempre eres muy consciente); que cada día sea nuevo; que frente a la realidad en la que estamos delante de los chicos o delante de don José, sepamos percibir, cada día, la humanidad diferente que tratamos de vivir y de anunciar. Lo que más me ayuda es la memoria que hacemos de lo que queremos vivir, que es lo único que renueva el cansancio (porque también nos cansamos y nos despistamos); pero la oración de la mañana, la misa de las tres de la tarde y la oración de la noche, no nos las saltamos. Luego, las cosas pueden salir o no.
¿Qué hay de diferente respecto al resto de los educadores? Ellos humanamente pueden, incluso, ser mejores que nosotros (de hecho son mejores que nosotros), con una disposición y una generosidad impresionantes; pero, sin embargo, con una falta de alegría y de propuesta, porque falta una renovación: hace falta que uno cotidianamente se plantee lo que quiere vivir. Esto es lo que nosotros tenemos.
Juan: La alegría que vivimos es algo que ha ido madurando en nosotros. Al principio nacía de verme comprometido con las cosas, de estar centrado en un trabajo cotidiano al cual me entregaba sin economizar esfuerzos, que era satisfactorio y, además, tenia una repercusión en los chavales; ha ido evolucionando: el motivo fundamental de la alegría ha variado porque llega un momento que el ser responsable, el estar comprometido con las cosas te deja también insatisfecho; vivir el éxito de tu trabajo llega un momento en que te defrauda y nace una tristeza que lleva a plantear las cosas de otra manera: no buscas tu «justicia» , es decir, si yo he trabajado, merezco que los demás me correspondan con el deseo de ir más allá de la realidad cotidiana que vivo, porque la realidad exige reconocer algo más grande, el motivo por el que hacer las cosas, que para mi es Cristo. La alegría nace ahora de ver que en la medida que profundizamos en Jesucristo sin pretender comernos la realidad, vemos que vamos dando respuesta a la realidad cotidiana.
No es una obsesión por encontrar la justicia de las cosas, sino vivir un poco más de la gracia, es como la dimensión contemplativa que se expresa en la Anunciación a María de Paul Claudel. El ver que las cosas son de Dios y que a Él se le deben. Esto es una cosa que a nosotros nos resulta difícil y a veces surge la sospecha de que algo tan grande no pueda ser real.
N. T: En vuestros ambientes anteriores, Madrid, Palencia, Córdoba, teníais una serie de medios (amigos, encuentros, escuelas ... ) el dejar todo esto, ¿ha dificultado continuar la experiencia del movimiento o ha sido una ayuda?
lnma: A mi me ha ayudado porque esto te obliga a vivir mucho más responsablemente, porque en Madrid tienes más posibilidades de evadirte o de pasar desapercibido; sin embargo, aquí no tienes más remedio que responder a la realidad que se te presenta. Yo veo que ahora vivo la realidad del movimiento mucho mejor de lo que lo he vivido estos años en Madrid o Córdoba.
Marisol: Nosotros en Palencia también vivíamos en penuria, pero a mí, que soy del movimiento, me da lo mismo vivir en Palencia que aquí: el problema es, en el fondo, el mismo; es mi persona en relación con el destino, con lo que yo quiero vivir cotidianamente. Hay circunstancias que favorecen, como vivir todos juntos, el hecho de la confrontación cotidiana, todas las noches retomamos el día juntos.
Como relación con el infinito, con Cristo, me parece lo mismo aquí que en mi casa.
N.T.: ¿Qué proponéis a los chavales con los que estáis casi las veinticuatro horas del día? ¿A qué les provocáis?
Juan: Como vivimos con ellos veinticuatro horas, la propuesta que hacemos nace de la vida, de la manera que tenemos de afrontar lo que ocurre cada día; aquí no hay posibilidad de discurso porque en el discurso se reducen las cosas a esquema. Nuestra única intención es querer a esta gente. El movimiento nos ha dado la capacidad de quererles por lo que son, sin pretender mucho de ellos. Este interés humano por ellos lo suscita una sorpresa y hace que poco a poco se vaya expresando en un trato más profundo, y te vas dando cuenta de que gracias a lo que has vivido en compañía con otros tienes capacidad de ir dándoles respuestas; es algo muy bonito.
N.T.: Si se propone a cualquier persona venir aquí durante un año, estoy seguro de que no vendría nadie, por muy apasionado que estuviese por la pedagogía. Sin embargo, nosotros no hacemos nada sin que se nos dé algo a cambio; decimos que seguimos a Cristo porque somos inteligentes, porque Él nos hace vivir la vida cien veces mejor. ¿Esto lo habéis verificado aquí vosotros o está siendo defraudante? Esta intuición inicial por la que vinisteis, ¿se está convirtiendo en experiencia?
Inma: A mi me llamó mucho la atención lo que dijo Tantardini en los ejercicios espirituales; él dijo que la prueba de que esto se estaba viviendo bien era la alegría, la prueba de la verificación era esto, estar alegre, contento; y estar alegre, no porque las circunstancias fuesen favorables, sino porque realmente están viviendo algo distinto. Yo lo he comprobado aquí. Las circunstancias, a pesar de no ser positivas, no me han frustrado sino que me han ayudado a responder de una forma más madura.
Juan: Para mi la intuición ha sobrepasado lo que yo esperaba; sin embargo, yo me doy cuenta de que no es una cosa que ya hemos ganado y que va todo de seguido. La memoria se hace día a día. Reconocer que la felicidad o la alegría que tenemos no viene de nosotros, es reconocer que en el momento en que nosotros perdamos el horizonte por el que hacemos las cosas esa alegria desaparecerá.
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