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Huellas N., Octubre 1983

IGLESIA

La evangelización, una necesidad

Fernando Redondo

La excesiva saturación de frases, siglas y slogans, pueden ha­cernos insensibles a aquellas otras que realmente tienen un alto conteni­do y mensaje. También a veces, pode­mos caer en una rutina al reflexionar sobre el Evangelio, y sus palabras no las asimilamos, en lo más hondo de nuestro ser.
Quiero ante todo, y después del análisis de esta experiencia, lla­mar la atención sobre algunas frases que pueden haber pasado desa­percibidas en nuestro vivir de cada día, en nuestro querer ser cada vez más cristianos, más Iglesia.
La primera sería sobre el mandato del Maestro: "Seréis mis tes­tigos hasta los confines de la tie­rra". Porque si bien es verdad que hay que ser testigos de la Fe, y de la Verdad allá donde vivamos, no pode­mos olvidar que hay otros hombres que esperan que les sea llevado ese mensaje de la Buena Nueva. No sé como muchos de los cristianos de la vieja Iglesia sobre todo, podemos que­darnos con los brazos cruzados, sabo­reando a Cristo para nosotros mismos, en una actitud algo "egoísta" que no es, precisamente, la postura más acor­de con el Evangelio.
Si existe una fe profunda, si existe un amor sincero al hombre, el cristiano tiene que romper consigo mismo, con su cultura, con su fami­lia, con sus amigos, y salir al encu­entro de aquellos que están esperando que se les muestre a Aquel que vino a salvarlos.
Toda comunidad cristiana tiene que expresar su amor con signos sensibles. Entre sus miembros hay una comunicación de bienes espirituales y materiales, y si este amor es verda­deramente profundo y cristiano, llega el momento en que la comunidad sien­te, no obligación, sino necesidad de salir a comunicarlo fuera de las es­trechas fronteras de esa comunidad. Y no quiere decir esto que el misione­ro no deba salir hasta que la comuni­dad sea perfecta, sino cuando la comu­nidad es ya comunidad porque tiene interés en estar en el "camino de perfección". Con una pequeña experien­cia de Dios, los miembros de esa comunidad rebosan Dios por donde pa­san, y por esa misma experiencia sien­te necesidad de salir a comunicarlo a aquellos que no han tenido su suer­te, salir a comunicarlo a aquellos que aún no le conocen.
Y esto enlaza con la segun­da frase, en este caso slogan del DOMUND 83, que quizá también pueda haber pasado desapercibida a nuestros oídos: "Cristo es el Redentor... muchos no lo saben".
Si ya estamos convencidos de que Cristo es el Redentor podría­mos pensar en qué es la Redención, bajar un poco hasta pisar en tierra firme. Y Redención significa libera­ción de toda opresión, libertad, desa­rrollo, paz..., y otra serie de palabras que ya empiezan a sonar raras, y probablemente revolucionarias en todo tipo de ideología política. Redención también significa liberación del pecado, liberación de los miedos, sentir la experiencia del per­dón... y por supuesto, Redención sig­nifica la alegría de conocer a Dios, y esta alegría rebosa, allá donde te encuentres.
Si hemos asimilado y experi­mentado un poco esta Redención, pense­mos en la segunda parte del slogan: "... muchos no lo saben".
No es fácil conciliar el sueño pensando en esto: que a muchos hombres les puede llegar el mensaje de la Redención si Dios me utiliza como vehículo.
Y esta dificultad para el sueño no es de uno solo. Aquel que lo sienta es que ha tenido una peque­ña experiencia de Fe, en una comuni­dad cristiana concreta y está ansioso por salir a proclamarlo a voces.
A­quel que lo sienta es aquel que ha sido elegido por Dios para ser el mensaje de su comunidad, aquel que debe romper con muchas cosas para entablar nuevos lazos en otras tie­rras. Y en cualquier caso hay un lazo que nunca debe romperse: el que existe entre aquel que sale y la comunidad que le envía.
Y esto, así de simple, son las Misiones. Simplemente una NECESI­DAD de la Iglesia. Si entendemos esto no caeremos en el tópico del misione­ro como héroe, aventurero,...
El misionero es aquel que calma su apetito de comunicar la Pala­bra, es aquel que con todo el apoyo de su comunidad sale al encuentro de los hombres para comunicar aquello que está siendo una experiencia en esa comunidad: la Buena Nueva. Y toda comunidad que inicia el buen camino siente ya esta necesidad, porque la dimensión misionera, de la Iglesia, lo habréis oído ya, no es la guinda que corona el pastel, sino la harina misma del pastel, por lo que una comunidad es Iglesia en tanto en cuan­to es misionera.
Pensemos por último, que si nosotros hemos conocido a Cristo es porque antes ha habido alguien que nos lo ha traído.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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