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Huellas N.02, Febrero 1993

PORTADA

La obra que crece

La alegría está en construir, pero sólo cuando esto tenga aquella característica divina, propia del hombre, que es la gratuidad

«Es de la tierra, de la solidez, de donde brota necesariamente un parto lleno de alegría y el sentimien­to paciente de una obra que crece, de etapas que se suceden y que han de esperarse con calma, con seguri­dad». La tierra es la concreción de la existencia; la solidez indica el realis­mo y el parto, la fecundidad llena de alegría; la alegría está en producir, pero sólo cuando esto tenga aquella característica divina propia del hom­bre que es la gratuidad. Por esto Jesús dice: «Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea plena», y no hablaba del Paraíso, sino de este mundo. Por eso San Pablo dice siempre a los cristianos: «estad ale­gres, os lo repito, estad alegres». No existe nada de nuestro tiempo que no esté llamado a imitar al Padre, a ser fecundo y operativo. El sentimiento paciente de una obra que crece es el desarrollo del parto que construye una historia (las etapas que se suce­den), vivida con calma, es decir, sin pretensión y con seguridad, sin el escepticismo que hace a los hombres volverse violentos.
Nuestra responsabilidad es, por tanto, hacer pasar la experiencia cris­tiana a través de la energía llena de generosidad constante con la que el hombre busca responder a las nece­sidades que siente dentro y que encuentra fuera en las personas o en la sociedad.
En la medida en que uno es cons­ciente de este dinamismo que la experiencia cristiana le comunica, advierte la exigencia de ponerse junto a los demás, de crear una unidad con los propios compañeros de camino, con quien se muestra sensible a aquello que él siente. Nace una compañía. Esta no se origina como un lugar de proyectos y tampoco como un grupo de presión social. Es un acontecimien­to que incide en la sociedad, un ejem­plo para todos de que puede existir un cambio real, de que en la conducta habitual puede haber una dimensión extraña, nueva: la gratuidad. La gratuidad es una dimensión que hace más ligero el trabajo, que le da constancia y que, sobre todo, hace consciente del valor infinito que tie­ne la acción del hombre cuando tiene presente su destino en los ojos y en el corazón. Esto es literalmente sinó­nimo de oración; del mismo modo que se puede rezar sin ser conscien­tes de lo que se dice, igualmente se puede obrar sin tener consciencia de que es oración: pero lo es. Desarro­llar esca consciencia es el camino de la madurez y mantiene la frescura. Si esta compañía logra estructu­rarse, se convierte en un instrumento de ayuda ofrecido a quien quiere vivir una vida más verdadera, a quien quiere dar a la sociedad una presen­cia más justa, más digna del ser humano. Esta compañía se convierte en expresión de lo que Juan Pablo II ha llamado «protagonismo cristiano en el mundo».
Pasajes de la intervención de don Luigi Giussani en la Asamblea de la CdO en Marzo de 1989

La caridad en obra
Doscientas cincuenta realida­des, entre cooperativas y asociacio­nes, actúan en el complejo y abiga­rrado campo de la asistencia social. «Un mar de caridad», como lo ha definido el cardenal de Milán, aña­diendo que «parece sin embargo una gota en un mar de necesidades y dolores».
Para la mayoría de la gente, cari­dad es sinónimo de limosna, para algunos una forma extraordinaria, particular o insólita, de dedicación a los demás. Sin embargo, para noso­tros, la caridad es una dimensión, es decir, una medida más grande de relación cotidiana con la realidad. La caridad convierte en «obra» el traba­jo que cada uno desarrolla, una expresión visible del intento de cam­bio de uno mismo y del mundo.
No existe por tanto alternativa entre profesionalidad y acogida de quien está necesitado. El punto de partida de la caridad no es un pietis­mo, ni siquiera la ilusión de elimi­nar mágicamente el dolor, sino la conciencia de que incluso el más débil tiene un valor infinito, porque ya ha sido salvado por Uno que ha dado su vida para que seamos feli­ces. Las obras de caridad que se adhieren a la CdO intentan docu­mentar esta transformación de uno mismo y del trabajo emprendido. A la CdO se adhieren aquellas realida­des caritativas que trabajan en todos los sectores tradicionales de inter­vención de la asistencia socio-sani­taria. Por ejemplo:
- obras educativas y de rehabilitación para personas con minusva­lías físicas y psíquicas: centros socio educativos, comunidades de alojamiento, centros residenciales, ayuda escolar, talleres de trabajo para inserción laboral;
- obras para ancianos: casas de reposo, centros de animación diur­nos, asistencia a domicilio;
- obras de intervención para menores: casas de acogida, asis­tencia a domicilio;
- obras de intervención a favor de marginados ( ex presidiarios, ex toxicómanos, inmigrantes): activi­dades de formación de base y pro­fesional, consultas médico-sanita­rias y ocupacionales;
- obras de intervención para enfermos del SIDA
- obras de sostenimiento fami­liar: consultores, casas de acogida;
- obras de sostenimiento sanitario: poliambulatorios;
- obras de investigación y for­mación para los que trabajan en actividades psico-sociales.

No es la intervención especiali­zada la que determina el rostro de una obra, sino su hacerse cargo de la necesidad que encuentra, tomando en consideración y com­prometiéndose con todos los fac­tores que el hombre necesitado manifiesta. La acogida no es un sector de algunas obras, sino con­dición de todas. La asistencia a domicilio no es específica de algunas, sino la respuesta que diferentes obras dan tanto en el caso de enfermos del SIDA, como en el caso de la asistencia social a niños con situaciones familiares incómodas. La necesidad no redu­ce ni define la obra, sino que es la ocasión para un compromiso. Se ha creado una estructura central para el sostenimiento de las reali­dades caritativas: el Centro de ser­vicios para obras de caridad.

AYUDAS INTERNACIONALES
No somos tercermundistas, el desarrollo no es el motivo por el que muchos de nosotros se han ido a paí­ses del tercer mundo a vivir y a traba­jar. El desarrollo es la consecuencia de la misión, es decir, del amor a Cristo, vivida integralmente como pasión al hombre y a su vida. Las obras surgidas en tierra de misión tie­nen su origen en la presencia de hom­bres que querían dilatar mas allá de las fronteras Italianas la experiencia personal y social de un cristianismo interesante y beneficioso para la vida.
Tal experiencia es, por su naturaleza, católica, no tiene límites de tiempo y de espacio. Así ha sucedido en Sudamérica hace mas de veinte años, después en África, en Centroamérica, desde hace algún año en Europa del Este, hoy en Kurdistan. La presencia de obras sociales, caritativas, asistenciales y tam­bién económicas es quizás una realidad que implica a países de tres conti­nentes. Cada organismo crece y creciendo necesita de instrumentos ade­cuados a su forma de vivir y a su desarrollo. Ante las necesidades y las peticiones que nos llegan desde las obras con sede en países extranjeros, la sede central de la Compañía de las Obras ha decidido instituir, en sep­tiembre de 1990, la Secretaría de Ayudas Internacionales.
La Secretaría desarrolla una tarea muy simple: recibe las peticiones del extranjero y organiza la recogida de fondos y de bienes solicitados: medi­cinas, ropa, alimentos, herramientas, etc. En estrecho contacto y colabora­ción con la Secretaría se encuentra el AVSI (organización italiana no gubernamental de voluntarios para el servicio internacional).
La recogida y las suscripciones vienen públicamente a través de la movilización de miles de voluntarios que colocan mesas en las plazas, en los mercados, en los lugares de trabajo, delante de las Iglesias. En 1991 se lanzaron públicamente, a través de las columnas del Corriere delle Opere: la suscripción en favor de los boat people Vietnamitas, las tiendas de soli­daridad con ocasión de la Navidad en favor de las obras de los países Sudamericanos, la suscripción de apoyo a los más pobres de las víctimas de la Guerra del Golfo.

Traducido por María del Puy Alonso

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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