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Huellas N.05, Mayo 1998

VIDA DE CL

El milagro del cambio

James francis Stafford

Ofrecemos la homilía del cardenal James Francis Stafford, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, en los Ejercicios de la Fraternidad. La belleza como introducción al misterio de Cristo presente, el núcleo de la intuición de nuestro carisma. Un reclamo a redescubrir qué quiere decir ser niños, a dejar que sea la misericordia de Cristo, en el rostro concreto de la Iglesia, la que guíe nuestra existencia.
Rímini, 25 de abril de 1998.


A monseñor Luigi Giussani

Con ocasión de los Ejercicios espirituales que dará a la Fraternidad de Comunión y Liberación sobre el tema “El milagro del cambio”, deseo hacerle llegar un saludo lleno de buenos augurios y mi cercanía espiritual. Y, al tiempo que deseo que el próvido encuentro contribuya a hacer conocer mejor la pertenencia de cada persona a Dios y la fidelidad a Cristo Redentor del hombre para un compromiso más generoso en la obra de la nueva evangelización, invoco abundante efusión de favores celestiales, y le envío a usted, al cardenal James Francis Stafford que preside el Santo Rito, a los responsables y a los participantes una especial bendición apostólica.

Juan Pablo II
Ciudad del Vaticano, 22 de abril de 1998


A Su Santidad Juan Pablo II

Pedimos humilde y conscientemente poder seguir no las ideologías, fruto de prejuicios que llenan el mundo, sino el conocimiento de la realidad de la persona de Cristo y de Su historia. Esta es la fuente del gozo para nuestros corazones y para el rostro de nuestra comunidad. Que el Espíritu de Jesús, hijo de María, nos haga testigos del gran cambio de la resurrección en nuestra vida, operado por el estupor de Su ejemplo, Santidad. Con gratitud imperecedera, en nombre de las 21.000 personas presentes en Rímini y de toda la Fraternidad difundida por el mundo, que Vuestra paternidad ha generado, reunida en estos días con ocasión de los Ejercicios Espirituales anuales.

padre Luigi Giussani
profesor Giorgio Feliciani
profesor Giancarlo Cesana


Rímini, 26 de abril de 1998


Queridas hermanas y hermanos: celebramos hoy la fiesta de san Marcos evangelista, del que indican las lecturas que fue un amigo íntimo y estrecho colaborador del apóstol Simón Pedro.
Marcos era hijo de María de Jerusalén, en cuya casa se refugió Pedro, liberado de la cárcel, según los Hechos de los Apóstoles. Colaboró con Bernabé en la obra apostólica de Pablo, y se mantuvo a su lado incluso en la prisión de Roma, como discípulo fiel de Pedro. Está sepultado en la iglesia a él dedicada en Roma, bajo un espléndido y severo mosaico del siglo octavo. En él, a la majestad del Señor Jesús, se contrapone la inesperada presencia de una paloma blanca que vuela hasta posarse en el paradisíaco jardín, rico en plantas y en hermosas fuentes, que se encuentran en la parte baja de esta obra maestra del arte románico-bizantino. La memoria de san Marcos es -como sabéis- particularmente querida para los venecianos.
No olvidamos, además, que Marcos está asociado al desarrollo del género literario que llamamos Evangelio, la Buena Noticia, que en su época representó una innovación inaudita, sin precedentes. En efecto, comienza su obra con una inolvidable confesión de fe: «Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios».
Querría ahora detenerme en tres elementos que encontramos en el Evangelio de Marcos: 1) según san Marcos, aquél cuyo nombre es Jesucristo debe descender a la contradicción absoluta de la gloria del Señor, a la noche del abandono total por parte de Dios y al caos informe del infierno. Sólo entonces el hombre comienza a entrever y es aferrado por la imperecedera belleza de la forma de Cristo, que ha unido a Dios y al mundo en una nueva y eterna alianza. De esta revelación emerge una nueva concepción del poder. 2) Según Marcos hay un nuevo sentido del tiempo, que encontramos en la vida y ministerio de Jesús, en Su muerte y en Su resuírección. 3) Tercer elemento: el significado de la expresión que encontramos en la carta de Pedro «revestios de humildad», vista a la luz del Evangelio de su amigo Marcos.

Primer elemento: el Evangelio de Marcos encuentra la revelación de la belleza de Jesús y de la gloria de Dios sobre todo en el proceso a Cristo que llevó a Su crucifixión. Vemos aquí a Jesús hablando con los representantes del Estado romano, pero, frente a Pilato, Jesús es un rey con grilletes, el Rey del universo está encadenado. Frente a los poderes mundanos no abre la boca.
Aprendemos así que la omnipotencia de Dios no consiste en cambiar el curso de las cosas mediante los milagros o en poder hacer lo que le parece. No es esto lo que los cristianos quieren decir cuando confiesan en el Credo «creo en Dios padre omnipotente». Antes bien, en el proceso tal como Marcos nos lo describe, vemos que la omnipotencia de Dios consiste en el poder libre e ilimitado del abandono de Jesús a la voluntad del Padre.
Vemos aquí una realidad impactante y bellísima: el poder de Dios se revela en la debilidad. En Su locura, en la locura de la cruz, Jesús demuestra la superioridad de Su sabiduría sobre la sabiduría de los hombres. Esta es una transformación revolucionaria del significado del poder.
La cruz y el descenso de Jesús a los infiernos se encuentran ya en el radio de la luz divina, una luz que en sentido objetivo hace visible la forma de Jesús, y que en sentido subjetivo aclara e ilumina al espíritu que busca.
La forma de Jesús crucificado está ya repleta del esplendor del amor divino, que le confiere su belleza en la verdad, ya repleta de la voluptuosidad, del deseo, que se hacen profundamente atrayentes sólo por la belleza de la bondad del amor divino libremente donado.
La adhesión y el éxtasis están indisolublemente unidos en san Pablo, en la Segunda Carta a los Corintios: «Más todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosa». El punto principal de la teología es la confrontación entre belleza y revelación.

Segundo elemento: tiempo, en la experiencia cristiana y en la experiencia contemporánea.
En un reciente análisis de un gran problema que afecta al sistema educativo norteamericano, un profesor canadiense -Steven Salway- describe de este modo la presente generación de estudiantes: «son educados en un ambiente a-histórico e icónico, no viven en el tiempo percibiéndolo como un medio emergente y continuo en el que la complejidad de la experiencia se realiza y organiza. Su universo psicológico está vistosamente privado no sólo de sintaxis, de un diferencial causal, sino de relaciones temporales entre los eventos. El resultado de todo esto es lo que vemos en torno a nosotros: una cultura caracterizada por una vasta población de jóvenes (y no tan jóvenes) para los que el pasado es una voz no corroborada y el futuro una responsabilidad no reconocida».
Salway precisa después que los educadores actuales se han convertido en espectadores culturales, que no tienen en cuenta la verdad de base de su tarea, en la que se desarrolla la mente humana, y que, por esto mismo, tiene necesidad de fundarse sobre la realidad y sobre el tiempo.
En el campo de la educación -igual que en cualquier otra institución cultural- el sentido de la realidad y la dinámica del tiempo han desaparecido “virtualmente'’ (entre comillas), con la consiguiente des-conexión profunda que encontramos en cada nivel de la gramática humana, desde la organización de la comunidad hasta la organización de la frase.
Los jóvenes del continente norteamericano perciben el tiempo de forma completamente distinta que los cristianos (y por mi parte tengo la sospecha de que esto es también verdad para los jóvenes de Europa occidental).
Por otra parte, en el Evangelio de Marcos vemos que Jesús tiene un doble horizonte temporal: en Su misión terrena debe llevar a cumplimiento cuanto concierne al mundo en su conjunto, para llegar al fin del tiempo que se le ha asignado desde la plena verdad de Su muerte y resurrección. Y al final, conforme a la verdad, Él llega a prever un periodo continuo de tiempo cronológico para los demás, para los discípulos y para su propio mandato y, con este tiempo cronológico también prevé una continuación del tiempo de la salvación, que ha sido transformado mediante la venida del Espíritu. El tiempo es ahora salvífico y escatológico. Los cristianos han hecho propia la percepción del tiempo que estaba en lo más íntimo de Jesús, tal como lo revela el Evangelio de Marcos.

Tercer elemento, esto es, la revelación de la humildad en la Carta de san Pedro y en san Marcos, a la luz de san Marcos.
En la carta que hemos leído hoy, Pedro nos invita a nosotros cristianos a revestirnos de humildad, entendiendo con esto la humildad que debe caracterizar a los discípulos. «Revestios de humildad»: ¡qué frase tan incisiva! Quiere decir, de hecho, revestirse de pobreza, esto es, no llevar vestidos, ser espiritualmente transparentes en relación a los demás. Significa volver a hacerse como niños, o -con otras palabras - tomar para sí la forma de Cristo.
La forma de la humildad cristiana es la forma de la gnosis de Cristo. En el interior de cada uno hay una imagen divina que la gloria de Dios, esto es, Cristo crucificado y glorioso, ha impreso en nuestra carne mediante el Bautismo y la va desarrollando después en el curso de nuestra vida.
La humildad es, a fin de cuentas, una llamada a mantener vivo en el mundo el espíritu de infantil maravilla y temor frente al misterio de la creación. Y leemos en el Evangelio de Marcos la afirmación moral más revolucionaria de Cristo: «En verdad os digo: quien no acoge el Reino de Dios como un niño, no entrará en él».
El renacer del Bautismo exige ésta infancia espiritual.
Pidamos hoy que la Buena Noticia de Marcos ilumine nuestro camino.

En la bendición
¡Thank you! El Santo Padre me dijo ayer, en el Sínodo de los Obispos de Asia, que os trajera sus mejores deseos y asegura que rezará por todos los presentes y especialmente... el Santo Padre ha nombrado especialmente a don Giussani.
Durante años habéis tenido aquí en Rímini numerosos encuentros, pero el que sin duda recordáis... quizá quieren ustedes sentarse... quieren sentarse... mi italiano....
Durante años habéis tenido aquí en Rímini numerosos encuentros, pero el que sin duda recordáis de manera especial es el Meeting de 1982, en el que el Papa Juan Pablo II definió el drama de nuestro tiempo con las siguientes palabras: «El drama fundamental del hombre es no percibir el sentido de su existencia, no tener el sentido de su existencia, vivir sin sentido. Aquí tocamos de nuevo el tema de los recursos. No descubrir el sentido de la vida humana quiere decir no saber cuáles son los recursos del hombre. Todos los recursos: los recursos abiertos al hombre por la naturaleza externa, los que le ofrece al hombre la naturaleza humana, su personalidad, y finalmente los re-cursos sobrenaturales abiertos al hombre en Cristo. He aquí cómo podemos ayudar a los otros». Así pues, el Papa, en el análisis que hace de este error postmoderno, precisa que no nos servimos de todos los recursos que la persona humana tiene a su disposición. El año pasado tuve distintas ocasiones de encontrarme con los miembros de Cl, y siempre he podido constatar que mis interlocutores -tanto hombres como mujeres- afrontaban el drama humano al que me he referido. Recuerdo, en particular, el encuentro con una gran representación de la comunidad de Milán, el año pasado, que duró varios días. Me impresionó el compromiso de los jóvenes universitarios, que buscan con entusiasmo lo que don Giussani ha descrito como el sentido religioso: todo su ser era consciente y estaba visiblemente abierto al sentido integral de la vida, no tenían miedo de plantear la pregunta sobre el significado último de la existencia humana y de responderla a la luz del Evangelio de Jesús. Era evidente que habían hecho suyo el pensamiento de Romano Guardini, retomado por mons. Giussani, cuando afirma que en la experiencia de un gran amor todo lo que sucede se convierte en un acontecimiento dentro de este mismo amor.
Gracias por este signo de esperanza que se encuentra en vuestros jóvenes adultos. Querría aprovechar esta ocasión para agradecer a todos los que han tenido la cortesía de felicitarme por el reciente Consistorio. Mis nuevas responsabilidades hacia el Santo Padre y hacia la Iglesia universal se vuelven más ligeras sabiendo que puedo contar con vuestro apoyo y vuestras oraciones.



 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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