Va al contenido

Huellas N.6, Abril 1987

VIDA DE LA IGLESIA

Insustituibles y coesenciales. El Papa a los Movimientos eclesiales

Del 28 de febrero al 4 de marzo ha tenido lugar el II Coloquio Internacional de Movimientos Eclesiales sobre el tema: Vocación y misión de los laicos en la Iglesia de hoy, en la que han participado los siguientes movimientos que representan a unos veinte millones de católicos en todo el mundo: Apostolado de la oración, Arca, Iglesia viva, Communauté chrétienne de formation, Comunión y Liberación, Comunidad de vida cristiana, Cursillos de Cristiandad, Equipos de Nuestra Señora, FIAT, Luz y Vida, Movimiento de Focolares, Oasis, Movimiento de Schonstatt, Renovación Carismática, Sodalitium Christianae vitae y Worldwide Marriage Encounter.
Estuvieron presentes delegaciones del Opus Dei y de la Comunidad de Neocatecumanales. El coloquio fue promovido por Comunión y Liberación, el movimiento de Schonstatt y Renovación Carismática.
Intervinieron con importantes ponencias: Card. Léon-Joseph Suenens, Mons. Paul Joseph Cordes, Card. Giacomo Biffi y Mons. Lucas Moreira Neves.
Cada vez resulta más evidente la actuación del Espíritu de Cristo a través de estos movimientos carismáticos de laicos al servicio de la Iglesia para hacer presente a Cristo en la historia.


Discurso del Santo Padre al II Coloquio Internacional de los Movimentos Eclesiales
«Queridos hermanos en el Epis­copado, y vosotros todos, queridos participantes en el Segundo Colo­quio Internacional de los Movi­mientos Eclesiales:
1. Es para mí una verdadera ale­gría recibiros hoy, tras algunos años del encuentro con motivo de vues­tro anterior congreso.
Deseo ante todo expresar mi beneplácito por la continuidad de esta iniciativa, que se presenta co­mo muy útil para el fin de favore­cer una comunión cada vez mayor entre los Movimientos eclesiales y todo el pueblo de Dios, en parti­cular con sus Pastores.
El gran florecimiento de estos Movimientos y las manifestaciones de energía y de vitalidad eclesiales que les caracterizan deben ser con­siderados ciertamente como uno de los frutos más bellos de la vasta y profunda renovación espiritual, promovida por el último Concilio.
Podemos encontrar en los documentos conciliares, una clara refe­rencia a los movimientos eclesiales sobre todo allí donde se afirma que «el Espíritu Santo (...) dispensa a los fieles todo orden de gracias es­peciales, con las cuales les vuelve aptos y disponibles para asumir di­versas obras y trabajos, útiles a la renovación y a la mayor expansión de la Iglesia, según aquellas pala­bras: 'A cada uno se le da la mani­festación del Espíritu para que re­dunde en ventaja de todos' (1 Cor 12, 7)». (Lumen Centium (16, 12).
2. Cristo, nos dice el Concilio, «realiza su oficio profético (...) no sólo por medio de la Jerarquía, la cual enseña el nombre y con la po­testad de Él, sino también por me­dio de los laicos, que por ello los constituye testigos y forma en el sentido de la fe y en la gracia de la palabra, para que la fuerza del Evangelio resplandezca en la vida cotidiana, familiar y social» (I LG, 35). De este modo asistimos en la historia de la Iglesia continuamen­te al fenómeno de grupos más o menos vastos de fieles, los cuales, por un impulso misterioso del Es­píritu, fueron empujados espontá­neamente a asociarse con el fin de perseguir determinados fines de ca­ridad o de santidad, en relación a las necesidades concretas de la Igle­sia en su tiempo o también para co­laborar en su misión esencial y per­manente.
Este derecho está abiertamente reconocido en el nuevo Código de Derecho Canónico, el cual habla de «asociaciones con fines caritativos y espirituales para promover la voca­ción cristiana en el mundo» (Can 215 ): palabras que ciertamente no­sotros podemos referir también a los movimientos eclesiales.
3. Y éstos tienen, en la Iglesia, una función bien concreta, y pode­mos decir sin duda insustituible. «Los movimientos apostólicos -se dice en la relación final del último Sínodo de los Obispos (P. II. n, 4 )- y los nuevos movimientos de espiritualidad, si permanecen rec­tamente en la comunión eclesial, son portadores de gran esperanza». Si se realizan de modo genuino, és­tos se fundan sobre aquellos «dones carismáticos», los cuales junto con los «dones jerárquicos» -es de­cir los ministerios ordenados-for­man parte de aquellos dones del Es­píritu Santo con los cuales está adornada la Iglesia, Esposa de Cris­to.
Dones carismáticos y dones je­rárquicos son diferentes pero tam­bién recíprocamente complementa­rios. En efecto, como dice San Pa­blo, nosotros los cristianos, «aún siendo muchos, somos un sólo cuer­po en Cristo y cada uno por su par­te somos miembros los unos de los otros» (Rm 12,5). Por eso Dios ha querido que «no hubiera desunión en el cuerpo, sino más bien que los distintos miembros tuviesen cuida­do los unos de los otros» (I Cor. 12, 25), cada uno según la propia fun­ción.
En la Iglesia, tanto el aspecto institucional como el carismático, tanto la Jerarquía como las Asocia­ciones y Movimientos de fieles son coesenciales y concurren a la vida, a la renovación, a la santificación, aunque sea de modo diferente y tal que haya un intercambio, una comunión recíproca: los Pastores de la Iglesia son los «administradores de la gracia» (LG, 26), que sal­va, purifica y santifica, custodian el depósito de la Palabra de Dios y, en el gobierno del Pueblo de Dios, tienen también la responsabilidad de dar el juicio definitivo sobre la autenticidad de los carismas (LG 12).
Los fieles que se reúnen en las Asociaciones y en los Movimientos, por su parte, bajo el impulso del Espíritu, tratan de vivir la Palabra de Dios en las circunstancias histó­ricas concretas, estimulándose, con su propio testimonio, con un siem­pre renovado progreso espiritual, vivificando evangélicamente las rea­lidades temporales y los valores del hombre y enriqueciendo a la Igle­sia con una infinita e inagotable va­riedad de iniciativas en el campo de la caridad y de la santidad.
4. Vuestro congreso presupone, lo sé, estas convicciones: esforzaos sin embargo en hacerlo de modo tal que éstas sean, en el Pueblo de Dios, un patrimonio cada vez más sólidamente establecido, tratando de evitar aquella despreciable con­traposición entre carismas e institu­ción, que es muy deletérea, tanto para la unidad de la Iglesia, como para la unidad de su misión en el mundo y para la misma salvación de las almas.
Esta unidad de la Iglesia en la multiplicidad de sus componentes es un valor que se debe persuadir constantemente, porque siempre, aquí y ahora, está en peligro: y se puede tener sólo mediante el es­fuerzo de todos, tanto de los Pas­tores como de los fieles; es un recí­proco encontrarse basado en la ca­ridad, en la humildad, en la leal­tad y, en suma, en el ejercicio de todas las virtudes cristianas.
La Virgen Santísima, Madre de la Iglesia, os asista en vuestros tra­bajos y los haga fecundos con am­plios y duraderos resultados para un crecimiento común en la unidad y en la colaboración recíproca, y pa­ra dar a la Iglesia una mayor credi­bilidad en su testimonio a los hom­bres de nuestro tiempo.
De corazón os bendigo a todos, junto con vuestras familias y vues­tros amigos».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página