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Huellas N., Febrero 1983

CRITICA

El libro de Nueva Tierra

E. Orellana

HUID DEL ESCEPTICISMO
Christopher Derrick
Ed. Encuentro - Madrid, 1982


Christopher Derrick, discí­pulo de C. S. Lewis (el autor de un sin fin de obras como las "Cartas del diablo a su sobrino"), es un conocido crítico literario y polemis­ta inglés. Sus artículos y recensio­nes aparecen en gran número de perió­dicos ingleses y norteamericanos.
Al igual que su maestro, Derrick es un gran conocedor de la literatura, la filosofía y la teolo­gía, a lo cual une una profunda reli­giosidad cristina, actualísima, "de vuelta" de todas las tentaciones con­temporáneas. A esto hay que añadir una fecunda amistad con E. F. Schuma­cher autor de "Lo pequeño es hermo­so", libro que ya presentamos en es­tas páginas.
"Huid del escepticismo" se inserta en el debate cultural entre el sentido común, el sentido religio­so y las ideologías. El autor se basa en el insólito caso de un colle­ge norteamericano, donde profesores y estudiantes no viven inmersos en el relativismo sino que, a partir de una experiencia de vida cristiana, constituyen un lugar efectivo de edu­cación para la libertad.
¿Es un sueño la realidad? La "verdad" ¿es verdadera? Si la rea­lidad existe ¿podemos captarla, o es­tamos condenados a una vida de radi­cal escepticismo y de perpetua incer­tidumbre? Gran parte de las corrien­tes actuales de pensamiento están res­pondiendo escépticamente a estas preguntas. No podemos conocer nada de lo que nos rodea, luego todo es rela­tivo. Además ¿a quién le preocupa conocer la realidad? Si consideramos la misma Universidad como un mero medio de promoción personal y como modo de conseguir un trabajo mejor pagado, entonces, ¿qué hacen los estu­diantes de este "college" estudiando Filosofía y Teología. ¿Van a ser cu­ras o monjas? Entonces, ¿para qué sirve? ¿están locos?
Derrick va a mostrar cómo no están locos. Va a plantear cómo una educación en esa línea es una educación para la libertad. Hace en todo el libro un meditado examen de lo que debiera ser y significar una "educación liberal". Liberal en este caso no tiene ningún género de paren­tesco con la ideología política o económica que recibe este nombre. Más bien todo lo contrario. Una verdadera educación liberal debe estimular a desarrollarse como persona de la mane­ra más completa posible. La educación liberal, y los estudios que conlleva, se emprenden por sí mismos, porque valen la pena, no por ningún tipo de conveniencia o ventaja social o econó­mica.
Lo contrario a una educación servil sería una educación que produce una mentalidad servil, que evalúa cada cosa en términos de ventaja económica práctica inmediata. Personas con esta mentalidad son las que siempre responden "pero ¿para qué sirve? Por el contrario, la educación liberal nos enseña cómo hacer las cosas que, no son "necesarias", que no están dictadas por consideraciones de tipo práctico o económico, sino que vale la pena hacerlas por sí mismas.
Educar para la libertad. Y ¿cuál es el camino? Actualmente mu­chos piensan que dejando totalmente que el alumno haga lo que le apetez­ca. Derrick piensa que no siempre la libertad lleva a la verdad; en cambio recuerda que alguien dijo: "La verdad os hará libres". Lo contrario es la tiranía del permisivismo. Cuentan de un niño que tuvo que cambiarse de escuela. En la primera realmente le enseñaban las cosas (necesariamente con cierta intervención afectuosa de la disciplina); en la nueva con méto­dos cien por cien "liberadores". Pasa­dos unos días el niño acudió a su madre desesperado: "Mamá, ¿debo hacer siempre lo que quiera en esta horri­ble escuela? En la Universidad pasan cosas parecidas. Con frecuencia pare­ce un supermercado en el que hay todo tipo de vistosas mercancías, pe­ro al salir nos encontramos con el carrito lleno de cosas entre las que no hay la más mínima conexión.
En todo este embrollo que es la educación, los profesores tie­nen parte muy importante. ¿Qué pode­mos esperar cuando con frecuencia se utiliza el ámbito universitario como trampolín a la fama y al poder? La educación de los jóvenes pasa conse­cuentemente a segundo término.
Ahora bien, recordemos que para muchos la verdad no se puede conocer. Entonces es normal que cada uno diga lo que quiera y que a lo sumo nos dediquemos a estudiar lo que otros hombres han dicho sobre la verdad, aunque si la verdad es incog­noscible incluso esto sería una pérdi­da de tiempo. Si por el contrario pudiéramos ir conociendo poco a poco la realidad, entonces ya no podría decir cada uno lo que le viene en gana. Pero coincidiremos en que esto que aparentemente parece un recorte de la libertad es todo lo contrario.
Así, por ejemplo, el autor cuenta cómo ante la afirmación dogmá­tica de Chesterton de que "Un cerdo es un cerdo", dos estudiantes hospeda­dos en su casa se escandalizaron so­bremanera de tamaño atrevimiento. Pa­ra ellos la mente no podía conocer nada fuera de sí misma. Sin embargo, estos estudiantes comenzaron a angustiarse ante la posibilidad de perder el tren el día de su partida. Derrick les hizo notar que si no existía un mundo cognoscible en cuyo ámbito el tren pudiera tener una existencia real, su ansiedad estaba fuera de lugar. Esto evidentemente enfadó mu­chísimo a los muchachos. Entonces ¿no creían realmente en su filosofía es­céptica hasta el punto de que rigiera sus vidas? Entonces, o se es esquizo­frénico y se lleva una vida doble (no se piensa corno se vi ve) o todos los escépticos están tomándonos el pelo desde sus cátedras.
Superado el escepticismo ¿en qué creer? Derrick encuentra sólo dos cuerpos importantes que ofrezcan algo más que una opinión: el marxismo y el cristianismo. El marxismo exige un precio muy alto: la inexistencia de libertad política e intelectual. Carece pues de toda credibilidad. Hay que rechazar el marxismo, no porque sea dogmático, sino porque es dogmáti­co equivocadamente. Este pues, va a ser el "segundo dogma de Derrick"
(el primero sería que "la realidad es cognoscible"). La fe cristiana de la Iglesia católica es verdadera y ofrece la única liberación verdadera. La Iglesia afirma que hay algunas cosas que son de un modo determinado, que algunas proposiciones doctrinales y morales son verdaderas y que negarlo sería cometer una falsedad. La fe no termina ahí, pero es ahí donde empieza. Y todo esto, no en virtud de ninguna sabiduría especial, sino del hecho de que ha sido un mensaje confiado a la Iglesia por el mismo Cristo. Derrick se atreve ahora a pronunciar un tercer dogma: Una verda­dera educación liberal sería aconseja­ble que se basara en la fe católica, tal y como ha sido sistematizada en la filosofía y en la teología de Santo Tomás de Aquino.
Por otra parte, una buena educación liberal deberá enseñar algo sobre el catolicismo, algo sobre el islamismo, algo sobre el marxismo, etc. lo cual es muy diferente a ense­ñarnos marxismo, islamismo, etc. En una buena educación católica esto es importante, pero será siempre un sub­producto de su educación en la fe, en el camino, en la verdad y en la vida de Cristo, por parte de una comunidad académica dedicada totalmen­te a esa fe, a ese camino, esa verdad y esa vida. Y además la teología será piedra de toque para todo el resto de las materias.
Una cosa que habrá que evi­tar a todo trance es compartimentar la mente del estudiante. Tratar la fe como una especie de extra, como algo añadido a una educación que es exactamente igual a la ofrecida en los "colleges" laicos. Esto llevará a pensar que la "verdad religiosa" y la "verdad científica" no tienen rela­ción alguna. La fe, si es algo, debe ser lo central y lo más importante de la vida: no se puede reducir a una especie de hobby para el tiempo libre, a un interés o actividad espe­cializada para el domingo por la maña­na. La educación misma deberá ser una actividad fundamentalmente reli­giosa, incluso cuando sus contenidos no son expresamente religiosos. El "college" católico debe ser lugar de "compañía" de comunidad cristiana vi­vida, de amor .
Quizá á esta al tura conven­ga recordar que todos estos "conse­jos" que expone el libro de lo que deberá ser una buena educación, no se refiere sólo a unos supuestos estu­diantes de filosofía, ni siquiera de letras en general, sino a todo aquel que quiera ser hombre, persona, a todo aquel que quiera pensar. Concre­tando, el autor plantea una vuelta al Trivium (Gramática, Retórica, Lógi­ca) y al Cuatrivium (Aritmética, Geo­metría, Música, Astronomía). Todo ba­jo la supervisión de la fe católica y ayudándose de los grandes libros (Platón, Marx, Freud, Maritain). Pero el principio básico está claro: La verdad. En fin, que os leáis todos este libro que evidentemente está mu­cho mejor escrito que esta recensión y, sobre todo, tened en cuenta que los planteamientos de este libro son un verdadero reto a padres, estudian­tes y futuros profesores y una llama­da a ponerse a trabajar. Por último me permito acabar con un párrafo del mismo Derrick: "Si Cristo es realmen­te el gran y único Libertador, si efectivamente el mundo es sin Él una prisión y una esclavitud, consecuente­mente cualquier verdadera educación deberá estar orientada hacia Él en todos los puntos, y dirigida a todos los puntos por la fe de su Iglesia. Necesariamente, entonces, lanzará un reto explícito al mundo en todas sus versiones y particularmente al mundo académico e intelectual".

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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