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Huellas N.03, Marzo 1995

VIDA DE CL

Chile libre

Maurizio Crippa

En uno de los países más ricos de América del Sur el compromiso dentro de la realidad es un reto continuo. Desde la caritativa a la educación.

«Lo que es bello y está lleno de alegría se difunde por sí mismo; una presencia tiende a comunicarse. Por esto me alegro mucho por lo que el movimiento y su carisma representan para la Iglesia». Cuando monseñor Antonio Moreno, obispo de Concepción, pronunció estas palabras durante la misa por el cuarenta aniversario de Cl, se unieron el agradecimiento y el sentido de la responsabilidad. Y aún más cuando el Obispo dijo a los universitarios: «Con el tiempo, todo el ambiente universitario se sentirá interpelado por vosotros».
Al otro lado del mundo, en Chile, el verano y las vacaciones han acabado hace poco. Para Patrizia, una joven universitaria, han sido las primeras vacaciones que ha pasado con el Clu, a los pies de uno de los muchos y fascinantes volcanes que caracterizan la naturaleza del país andino: el Llaima. Nos cuenta: «Parece increíble que medios tan “humanos” hayan realmente cambiado mi corazón. Cuando decimos ‘‘Está, si actúa” decimos algo que se puede verdaderamente ver, tocar, oír: esta es la diferencia que alegra nuestras caras, que nos alegra a nosotros, que habíamos llegado tristes». Franco es un ingeniero de Concepción casado hace poco. Con su novia fue a la parroquia universitaria, donde viven don Agostino, que es el párroco, y don Paolo, para bendecir los anillos: como se acostumbra aquí en señal de promesa. Agostino los mira, y saliéndose de lo corriente pregunta: “¿Por qué queréis casaros?”. Empezó así, del modo más imprevisto.
Don Antonio, que desde el 87 vive en Santiago, la capital, cuenta: “Estos encuentros son el aspecto más bello y real de la experiencia aquí en Chile: suceden dentro de las circunstancias más banales, pero inmediatamente llevan a la unidad de todo el movimiento”. Y unidad es una palabra que tiene un contenido extraordinariamente real, para una comunidad aún pequeña y desperdigada en un País grande, grande: desde Santiago a Concepción hay casi 500 kilómetros hacia el sur. Y otros tantos hay que recorrer para estar con los amigos de La Serena, en el norte. Los encuentros nacionales de los universitarios; el retiro de Semana Santa o las vacaciones son por tanto un signo tangible del afecto «a dar la vida por Otro». Dice, de hecho, don Antonio: «Para nosotros seguir el movimiento implica el sacrificio del viajar, del dinero que uno gasta para esto y no para otra cosa. Cuando vamos con don Agostino y don Paolo, cada dos meses, a Brasil para encontrarnos con la fraternidad de sacerdotes no es, ciertamente, para “recibir indicaciones”: vamos a aprender de nuevo, también a través del simple cansancio del viaje».
Siguiendo de este modo, también el empeño dentro de la realidad chilena es cada año más intenso. Sobre todo en Santiago y en San Bernardo, un pequeña ciudad a 200 kilómetros de la capital donde está la mayor presencia de adultos y de familias. Desde hace unos diez años Chile está remontando la crisis económica, es ahora uno de los países más ricos de América del Sur: la doctrina dominante es la de un liberalismo a rienda suelta en todos los sectores de la vida social. Una situación que ofrece muchas oportunidades, pero que crea también una situación de malestar: «Aquí entre nosotros, bromea don Antonio, la regla es “Estado nada, todo sociedad”». Frente a una realidad que presenta retos, la primera respuesta ha sido en el campo de la educación: en el 88 se inició una escuela en San Bernardo y ahora hay también una en Santiago, en el barrio de la Florida, donde Alex y un grupito de amigos desde hace dos años han comenzado con éxito una escuela elemental, que tiene ya 180 alumnos.
«Todo esto -cuenta Bolívar- no habría sido posible sin la ayuda de la Compañía de las obras, que es un reclamo continuo a corregir la mirada; y esto se aprende del ímpetu con que se trabaja, de la pasión por la Escuela de comunidad, pero también de la grandeza de corazón con que se acompañan o se miran otras iniciativas, a las que cada uno se adhiere libremente». Hace tres años nació la Fundación Domus, un ente sin afán de lucro que tiene permiso para recoger fondos para ayudar a personas necesitadas o para sostener el trabajo que se hace en algunas caritativas, por ejemplo, en La Serena, donde se asiste a un instituto para niños abandonados; o en Concepción donde se está equipando un poliambulatorio. En San Bernardo, sin embargo, han construido una piscina para las niñas disminuidas de un instituto donde se hace la caritativa. De la necesidad de construir o ampliar las escuelas, o de ayudar a algunos amigos a encontrar casa ha nacido un Estudio Arquitectónico. «De momento intentamos hacer la caritativa seriamente...» advierte don Antonio, «luego, con el tiempo y la paciencia, crecerá un sujeto adecuado también para hacer cosas más grandes».
Porque don Antonio lo sabe, todo es fruto de una historia, larga, de casi quince años. «Hay una persona, aquí en Chile, que es profundamente amada también por quien no la ha conocido: don Francesco Ricci. Porque precisamente él está en el origen de nuestra experiencia aquí. Pensando en la historia de estos quince años, es conmovedor reconocer cómo todo se ha desarrollado a través de lo humano: muchos viajes, muchos encuentros, muchos esfuerzos de don Francesco que valoraban cada ocasión y circunstancia; sobre todo, gracias al afecto del Padre Baldo Santi, que desde hace cuarenta años es aquí el Vicepresidente de Caritas. Es sorprendente lo que la Gracia es capaz de hacer por medio de nuestros “irónicos esfuerzos”»

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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