Desde la exposición sobre Tierra Santa al padre Patton, viaje en ocho siglos ligados a la memoria de un hecho histórico
«¿Puedo abrazarte?». Lucía acaba de explicar la exposición sobre Tierra Santa, y una chica profundamente conmovida le demuestra así su agradecimiento por lo que ha escuchado. No un tratado de historia o arqueología, sino algo que nos concierne a todos, no solo a los franciscanos que desde hace 800 años viven en esas tierras.
Por eso toda esa gente «esperaba pacientemente en la cola para profundizar en lo que –a fin de cuentas– le hablaba de Cristo», dice fray Francesco Ielpo, comisario de Tierra Santa para el Norte de Italia. Quien estaba este año en el Meeting se quedó muy sorprendido: para acceder a la exposición bastaba seguir la cola que desanimaba al que no había reservado la visita con mucha antelación. Y pensar que la pequeña exposición de Rímini tenía que haber sido tan solo un aperitivo de la gran muestra que se está preparando para 2019 sobre el encuentro entre san Francisco y el sultán Malik Al Kamil.
En pocos días de convirtió en uno de los puntos más esperados y visitados. Ochocientos años de presencia franciscana en Tierra Santa, la que Dios eligió para habitar entre los hombres. Y cincuenta fotos para contarla. «Nuestra presencia en Tierra Santa se resume por completo en un punto: la memoria», dijo fray Francesco Patton, custodio de Tierra Santa, durante el encuentro de presentación el primer día del Meeting. «Memoria de los lugares de la Encarnación, atestiguada por los santuarios y las piedras que custodiamos». Con este motivo el santo de Asís envió en 1217 a fray Elías de Cortona, dos años antes de su encuentro con el nieto del Saladino. En el dialogo entre Patton y Roberto Fontolan aparecieron los puntos clave de esta presencia buena y discreta que vive en los lugares de la redención para cumplir con la tarea «encomendada por la Iglesia de permanecer allí y custodiar los santos lugares», que al Papa Pablo VI le gustaba definir como «la geografía de la salvación».
Nosotros y Caín. Entre esos seiscientos metros cuadrados de exposición estaba Greta, de tan solo 17 años y que nunca ha estado en Tierra Santa. Ella también haciendo de guía. «Al principio me temblaba la voz. Pero escuchando a los demás guías he entendido muchas cosas y he aprendido a contarlas». Anna se ocupaba de coordinar las visitas guiadas. «Poder hablar de la Custodia me ha ayudado a custodiar mejor también mi historia, porque la muestra habla de lo que es más importante para mi vida». Es cierto, y «todos estamos llamados a custodiar lo que hemos recibido», como dijo Patton al concluir su intervención. «Aquel que no custodia el don recibido acaba siendo Caín».
Al final de una semana intensa y también muy cansada, el padre Ielpo expresaba el deseo de «ponerse al servicio del Meeting también el próximo año, de la forma que sea». Lo decía exultante. Como demostración de que «no prevalece la fatiga, prevalece la alegría».
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