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MAGISTERIO

Donde lleva la cruz

Francisco
13/03/2017 - Zenit

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El evangelio de este segundo domingo de Cuaresma nos presenta la Transfiguración de Jesús (cf. Mt. 17, 1-9). Toma Jesús consigo a sus apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, y les lleva aparte a un monte alto, allí se ve este fenómeno, el rostro de Jesús «brilla como el sol y sus vestidos se volvieron blanquísimos como la luz», de tal manera el Señor hace resplandecer en su persona esta gloria divina que se podría acoger con la fe en su predicación y también en sus gestos milagrosos. Y la transfiguración se acompaña, sobre el monte, con la aparición de Moisés y Elías «que conversaban con Él». La luminosidad que caracteriza este evento extraordinario simboliza el desafío de iluminar los espíritus y corazones de los discípulos para que puedan comprender claramente quién es su Maestro. Y es una chispa de luz que se abre improvisadamente sobre el misterio de Jesús e ilumina toda su persona y toda su historia.

Desde ahora firmemente comprometido hacia Jerusalén, donde deberá sufrir la condenación a muerte por la crucifixión, Jesús quiere preparar a los suyos para el escándalo de la cruz, demasiado fuerte para su fe, y al mismo tiempo anunciar con antelación su resurrección, que se manifiesta como el Mesías, el Hijo de Dios. Y Jesús les prepara para ese momento triste y (portador) de tanto sufrimiento. En efecto, Jesús muestra unas expectativas diferentes a lo que imaginaron del Mesías, sobre cómo sería el Mesías; no es un rey poderoso y glorioso, sino un siervo humilde y desarmado, no es un señor de una gran riqueza signo de bendición, sino un hombre pobre que no tiene dónde reclinar la cabeza, no un patriarca con una numerosa descendencia sino como uno más, sin casa y sin nido. Es verdaderamente una revelación de Dios invertida, y el signo más desconcertante de esta inversión escandalosa es la cruz. Pero es a través de la cruz como Jesús va a llegar a la resurrección gloriosa, que será definitiva, no como esta transfiguración que ha durado un momento, un instante.

Jesús transfigurado en el monte Tabor ha querido mostrar a sus discípulos su gloria, no para evitarles pasar por la cruz, sino para indicar adónde conduce la cruz. Quien muere con Cristo, con Cristo resucitará. La cruz es la puerta de la resurrección. Quien lucha con Él, con Él triunfará. Es el mensaje de la esperanza que la cruz de Jesús contiene.

La cruz cristiana no es un objeto de la casa o un ornamento para llevar, sino que la cruz cristiana es un recordatorio del amor con el que Jesús se ha sacrificado para salvar a la humanidad del mal y del pecado. En este tiempo de Cuaresma, contemplemos con devoción la imagen del crucifijo: Jesús en la cruz marca las etapas de nuestro itinerario de Cuaresma para comprender cada vez más la gravedad del pecado y el valor del sacrificio con el cual el Redentor nos ha salvado a todos.

La Virgen Santa ha sabido contemplar la gloria de Dios escondido en su humanidad. Que ella nos ayude a permanecer con Él en la oración silenciosa, a dejarnos iluminar por su presencia, para llevar en nuestro corazón, a través de las noches más oscuras, un reflejo de su gloria.