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Adiós a Mark Strand: «soy lo que falta»

Antonella Berni
09/12/2014 - Il Sussidiario
Mark Strand.
Mark Strand.

«En el campo / soy la ausencia / del campo.
Siempre / es así.
En donde esté / soy lo que falta».
de “Las cosas completas” (“Durmiendo con un ojo abierto”).

Estos breves versos encierran toda la poesía de Mark Strand, narrador, poeta y traductor fallecido el pasado 29 de noviembre a los 80 años de edad.

Su estilo directo y esencial caracteriza toda su obra artística desde mediados de los años sesenta hasta hoy, y no le falta eficacia a la hora de transmitir al lector una sensación de desorientación del yo poético, siempre oscilando entre dos mundos sin pertenecer a ninguno de los dos. En su universo, un tanto melancólico, la ausencia de sí se reitera en sus versos, de principio a fin, desde su primer poemario (Durmiendo con un ojo abierto, 1964), donde emerge su ansiedad por el conflicto entre Estados Unidos y la URSS; hasta el último, “Casi invisible” (2013), donde la resignación ante un fin inminente se funde con la aguda conciencia de quien lo ha visto todo, y ciertos versos tienen la potencia de un epigrama.

Durante sus casi quince años de poesía (1964-1980), Strand logró realizar la ardua tarea de someter al lector a una presión emotiva constante, que algunos críticos han visto como un límite. En esta acción que “perturba” al lector se expresa el presentimiento de que algo grave está sucediendo en su ser, no solo en el de Strand sino en el ser colectivo. Pero no todo está perdido. Con Darker (1970) su poesía se hace salvífica, sobre todo para el poeta, y su ser se revela como un paradigma existencial.

En 1980, tras la publicación de Poemas escogidos, Strand abandona la poesía porque (dice) ya no le gusta lo que escribe. Se vuelca entonces en la narrativa por una doble vía. Una para niños, que comienza con la publicación de The Planet of Lost Things (1982), y otra centrada en la superficialidad de la vida, mediante el relato de episodios surrealistas, a veces cómicos y animados por una ironía sardónica (Mr. and Mrs. Baby). A pesar de la diferencia en la forma artística, en su narrativa Strand emplea la misma lucidez analítica al observar las rarezas humanas. Su estilo preciso y directo resulta un instrumento muy eficaz para conquistar al lector y mostrarle hasta qué punto la alienación forma parte de su rutina.
En 1990 Strand recibe el premio Poeta Laureado de Estados Unidos y publicó entonces un nuevo libro de poesía, después de diez años de silencio, La vida continua, un punto de inflexión tanto en la perspectiva como en la métrica. Pero su gran éxito le llegaría con Tormenta de uno (1999), que le dará el Premio Pulitzer por su poesía y le consagrará como uno de los más grandes poetas americanos.

Canadiense de nacimiento, siempre de viaje por motivos de trabajo de su padre, Strand se dedicó en un principio a estudiar Bellas Artes. Solo después de graduarse cayó en la cuenta de que prefería la poesía y se fue a Florencia, con una beca, para conocer más a fondo la Italia del siglo XIX. Su interés por la pintura le llevó a escribir dos monografías, de las cuales una (Hopper) se convertiría en un importante volumen sobre la eficacia y el impacto de los elementos formales en el observador.

Resulta difícil pensar que este autor con un ADN propio de un Kafka en verso (como alguno lo ha definido), que tendía a poner el acento en la muerte, la ausencia y la disolución, sea el mismo que con cierta indiferencia afirmaba que se había beneficiado de las ventajas de ser poeta en los sesenta, cuando se miraba a los poetas como ahora a las estrellas del rock.