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Un corazón pensante

Carmen Giussani
25/08/2014

En el día de apertura del Meeting se ha presentado la exposición dedicada a Charles Péguy. Esposito ha ido al fondo de la experiencia pensante de Péguy y Rondoni capta el latido de su lenguaje poético.
Después de una breve introducción sobre el recorrido de la muestra, ha tomado la palabra Constantino Esposito, profesor de Historia de la Filosofía en al Universidad de Bari.
Su primera afirmación fue que esta exposición le ha permitido “ir al fondo de la experiencia pensante de Péguy”. Para conocer a este genio de comienzo del siglo XX hay que ir directamente a su pensamiento. Así lo ha definido Esposito: “Pèguy es un corazón pensante, un corazón que piensa”.
En su opinión, la mayor contribución, y la más original, al pensamiento de su tiempo y del nuestro estriba en la extrema seriedad con la que Péguy toma en consideración el trabajo del pensamiento. El suyo es un pensamiento que trabaja incansablemente. ¿En qué sentido?

Péguy reconoce que el pensamiento solo puede dejarse alcanzar por la realidad, no puede de ninguna manera crearla. Una posición originalmente pasiva inaugura el verdadero trabajo del pensamiento. He aquí que Péguy ha intuido qué es el acontecimiento del penar: un encuentro originario entre la realidad y la razón. La realidad es una llamada que pide ser escuchada. En este sentido el pensamiento es un acontecimiento. La incomparable dignidad del pensamiento es la realidad creada más bella, querida y secreta. Por ella estamos llamados a acoger la realidad. Péguy dirá en una ocasión: “He conservado la juventud de mi apetito metafísico”.
Anticipándose a nuestro tiempo mostrará cómo no se trata de abandonar el pensamiento, sino por el contrario de reapropiarnos de él. De la filosofía de Bergson, su querido profesor, Péguy tomará una sensibilidad extraordinaria por el presente, llegando a afirmar que “el presente es el ministerio del ser”, es el ser mismo que sale a nuestro encuentro.
Cabe destacar, ha afirmado el profesor Esposito, que la ultramodernidad de Péguy reside en haber reconocido el valor del sujeto mediante el ministerio del presente. Mientras Berson le transmitió la sensibilidad de la realidad como acontecimiento, de Descartes Péguy toma el amor al orden y la necesidad de un método. He aquí el suyo: hay que seguir siempre la vía de la experiencia.

Davide Rondoni, poeta, se plantea por qué un pensador de la talle de Péguy siente la necesidad de escribir poesías. Una querencia que comparte con Heidegger y otros filósofos. Para responder cita a Leopardi, que decía que nosotros no advertimos como verdadero algo si no nos alcanza con un acento que nos persuade. Por eso el campo del arte es el campo de lo verdadero.
Luego Rondoni observa que cuando se escribe una poesía se comprueba un extraño uso del lenguaje: nos ponemos en relación con algo que no sabemos del todo. Se trata por tanto de un lenguaje de relación, un uso del lenguaje para enfocar bien lo que te ha tocado, provocado, conmovido. En este sentido habla Péguy, no para definir, sino para entrar en relación, para acercarse, para enfocar. Péguy busca volver a la infancia de las palabras. ¿Por qué?
Porque la infancia es el lugar de la posibilidad, es decir, de la extrema racionalidad.

Se oye en Pèguy un eco de los salmos, de las oraciones, de las jaculatoria, esto es, de repeticiones que van humildemente in crescendo. Pèguy como muchos poetas contemporáneos forma parte de esos hombres que no proyectan el mundo desde sus cerebros sino que lo sufren en sus carnes. Pèguy sufrió su vida, padeció sus pensamientos. Por eso para leerle, para escucharle, hay que conocer también su historia humana, su alma carnal dentro de unas coordenadas históricas, de tiempo, espacio, amores y amistades. La exposición de este Meeting es una ayuda valiosa para ello.