LA CULTURA es la conciencia crítica y sistemática de la experiencia. ¿ Qué es la experiencia? La reacción que provoca el impacto de la conciencia con la realidad (cfr L.Giussani, El Sentido Religioso).
REALISMO
La realidad es un dato, un hecho objetivo independiente de la persona que hace la experiencia. La realidad se nos propone en los acontecimientos en que nos vemos envueltos, con los que nos encontramos, como la serie de circunstancias que provocan a la persona. La cultura, por consiguiente, nace como acontecimiento y como acontecimiento se desarrolla.
El realismo es siempre el punto de partida, y no hay responsabilidad cultural más importante que el afirmar la prioridad de lo real.
RAZÓN
La conciencia de la realidad en la totalidad de sus factores se llama razón. Ésta se expresa investigando. Tanto que las primeras expresiones humanas -como demuestra el niño- son la curiosidad (apertura a la realidad) y el deseo (voluntad de relacionarse con ella). El carácter crítico y sistemático consiste en la totalidad y continuidad de la confrontación entre la realidad y las exigencias de la razón.
Hay que subrayar el valor totalizante de la mirada racional; sin una mirada totalizante la razón no es fiel a sí misma. «Cultura, por tanto, no puede ser acopio de nociones, porque ni siquiera las nociones derivadas del estudio de millones de hombres podrían decir una sola palabra que resuelva el interrogante de la relación que une al hombre con todas las cosas, esto es, sobre el significado de su existencia» (Huellas de experiencia cristiana, pp. 153-154).
Manteniéndose fiel a su exigencia totalizante la razón llega a reconocer un «punto de fuga» en la realidad que inexorablemente remite más allá de esa misma realidad: llega a percibir, en definitiva, la realidad como signo.
El hecho cultural se desarrolla en una pertenencia, vivida conscientemente y seguida. ¿Pertenencia a qué?
Leopardi hablaba de la naturaleza como un «poder que, oculto, para común daño impera» y de la «infinita vanidad de todo»; el ateo se percibe a sí mismo en último análisis como perteneciente a la nada.
UN ACONTECIMIENTO HISTÓRICO
«Por esto el origen de todo, que es el sentido último de cada cosa, se ha revelado a los hombres. "El Verbo se hizo carne" significa que la Racionalidad que salva al universo del absurdo no es una idea abstracta o un mecanismo, sino una persona: Jesucristo» (Huellas... p. 154).
La dinámica cultural descrita anteriormente queda eliminada por una nueva luz en la esperanza cristiana.
En el comienzo ya no está la autoconciencia, la reflexión sobre uno mismo, sino un encuentro histórico, un acontecimiento que ha sucedido en el tiempo y en el espacio. «En esto consiste el vuelco. Lo central ya no es el esfuerzo de la inteligencia y la voluntad de construir, de una imaginación laboriosa, de un moralismo complicado, sino la sencillez de un reconocimiento; una actitud análoga a la de quien, al ver llegar a un amigo, le identifica entre los demás y le saluda» ( L. Giussani, Los orígenes de la pretensión cristiana, p. 41).
Igual que la realidad y nuestro mismo existir son un acontecer gratuito, el Acontecimiento de Cristo es gratuidad también.
CONTEMPORANEIDAD
El Acontecimiento de Cristo queda como algo percibido de manera abstracta y vivido en forma pietista si no muestra su capacidad de ser contemporáneo de la persona. La Iglesia, en cuanto compañía jerárquicamente constituida, realiza esa contemporaneidad.
Ella nos aprieta de cerca en la compañía del movimiento. «El fundamento del valor que tiene la experiencia de Comunión y Liberación es una analogía. Lo que motiva, lo que hace deseable y tal vez precioso nuestro estar juntos es algo que se explica como una traducción contingente de lo que la Iglesia ha vivido, vive y vivirá en todos los tiempos a lo largo de su historia. Es una analogía con la vida de la Iglesia» ( L. Giussani, En busca del rostro humano, p. 109).
ENCUENTRO
Pues, ¿de qué manera nos llega el Acontecimiento? A través de un encuentro, también él gratuito.
En el encuentro hay un acento que hace que el contenido del Acontecimiento cristiano se comunique de modo más claro y persuasivo, más fácil y convincente, más satisfactorio de nuestra sed intelectual y nuestra apertura afectiva: es el carisma.
El carisma «se dice» por medio de la autoridad. Es necesario ensimismarse lo más posible con la forma en que el Acontecimiento «se dice» por medio de la autoridad. El problema no es ser discípulos -es decir, repetidores del mismo discurso, quizás según el criterio de cada uno- sino ser hijos, esto es, de la misma naturaleza que el padre; y el hijo, cuanto más crece, más se diferencia del padre, pero profundizando precisamente en lo que el padre le dice.
DEPENDENCIA
Vivir la dependencia de quien guía la compañía asegura la pertenencia más que cualquier punto de vista personal, por agudo o sabio que sea. Es la pertenencia la que constituye el sujeto, el yo. El desarrollo crítico y sistemático de dicho sujeto perteneciente es cultura. Por eso, la obediencia vivida es fuente y garantía de cultura.
Como ya hemos subrayado al hablar de la estructura natural del fenómeno cultural, aquí resulta todavía más claro que la cultura no es un discurso o un análisis sino un acontecimiento. «La verdadera dimensión cultural cristiana se pone en práctica mediante la confrontación de la verdad de la persona de Cristo con nuestra vida en todas sus implicaciones» (Huellas... p. 155).
La génesis de la cultura es, pues, en definitiva, la pertenencia, de la cual brota el sujeto que experimenta la realidad y de la cual nacen los criterios últimos del «sentir», juzgar y manejar la realidad.
Cualquier otro punto de partida que no sea la pertenencia frena la tensión a percibir la realidad según la totalidad de sus factores; el que no pertenece se divide, y al dividirse, se hunde en la tensión a la totalidad. O pertenencia o facciosidad.
Traducido por José Miguel Oriol
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