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Huellas N.9, Octubre 2003

SOCIEDAD

América Latina. Para servir al desarrollo mediante la unidad del pueblo

Alver Metalli

19-21 de septiembre. La primera cita de la Compañía de las obras en América Latina. Desde México a la Tierra del Fuego, los protagonistas son personas que vienen de distintos contextos sociales, unidos por el deseo de una humanidad más libre y justa

Ya ha pasado mucha agua bajo los puentes desde el día en que un puñado de jóvenes italianos desembarcara en tierra latinoamericana en el lejano 1962. Después de una breve parada en Río, se dirigieron hacia el norte, a Belo Horizonte, en el estado de Miñas Gerais. Las páginas podrían llenarse fácilmente de recuerdos, pero no es éste el momento. En cambio, por lo menos idealmente, es necesario partir de allí, del agua de esos ríos y de puentes de nombres pintorescos, como una suerte de genealogía que conduce ahora al Río de Janeiro de fines de septiembre. Y del reclamo amoroso, incluso impetuoso, de don Giussani que acompañaba la intrépida expedición de entonces: «No olvidéis por qué vais allí: no sustituyáis el amor de la Cruz de Cristo, el amor al Reino de Dios por el espejismo de la afirmación de vuestra personalidad, de una obra vuestra, de un éxito vuestro, de vuestro punto de vista, de vuestro amor propio».
En Río, a dos pasos de las playas más famosas del mundo, estaba en este encuentro quien fuera destinatario, hace cuarenta años, de estas palabras, codo con codo con quienes han venido después, en aviones más confortables que han desembarcado a los pies del Corcovado. Y estaban – sobre todo – muchos otros que han nacido y crecido en estas tierras, unidos a ellos por lazos de sangre y de un mismo destino deseado. Estaban, en Río, quienes se saludaban como viejos amigos, y quienes, catapultados a la capital de un turismo exótico por una invitación amistosa, y sin embargo siempre enigmática, miraban a su alrededor asustados, intentando entender algo más, y con más rapidez, de lo que podían entender sobre las cosas que pasaban frente a sus ojos y que oían con sus oídos. Las etapas de estos cuarenta años, aun dichas someramente, llenarían muchas más hojas. Mejor limitarse, entonces, a los hechos previos al encuentro de Río de Janeiro

Fruto de una obediencia
Río ha sido el primer encuentro en su género; no un encuentro de fundaciones. Se ha querido precisar este asunto en la apertura del congreso con un acento que de fugaz tuvo sólo la brevedad. Un tirar de los hilos, o un escuchar, si se prefiere; o, por usar las palabras de bienvenida «el simple reconocimiento de lo que ya existe, que ha nacido y que crece». “Tirar de los hilos”, “escuchar”, “reconocer” una realidad abigarrada de iniciativas que intentan humanizar la vida que, en los últimos años, ha tenido un impresionante florecer de realizaciones: iniciativas educativas por decenas, nacidas desde México hasta el sur de Argentina, en casi todas las naciones, en contextos donde la marginación y la violencia humillan la dignidad de los más pequeños y de los más débiles; estructuras con una vocación marcadamente social, instituciones caritativas que han surgido a partir de la fe operante de laicos y de misioneros; realidades empresariales que han crecido en los contextos urbanos más disímiles... En una sola palabra, “obras”; usada y aceptada por todos los participantes, ya que en ella se ve compulsada en una rápida síntesis la unión de aquello que se mueve, que tiene un objetivo y un significado.

La sorpresa del inicio
Quien escribe no puede más que registrar la sorpresa de los mismos promotores del encuentro de Río, que han visto crecer de manera incontrolada e incontrolable la adhesión a su convocatoria, un llamamiento hecho solamente con algunos meses de anterioridad y sin otra publicidad que los canales de la amistad. «La espera ha ido abriéndose camino gracias al entusiasmo con el que este encuentro ha tomado forma. Y es la prueba de que se ha obedecido a lo que ya había nacido», afirma Mario Molteni, que, quizá, estaba recorriendo un camino propio y en solitario.
É ste es el caso de algunas de las obras que han nacido en Río, de las cuales se han relatado los comienzos, los padres fundadores – aún vivos o no –, los motivos inspiradores, la historia de caridad que han recorrido, hasta llegar al consuelo, la esperanza, el renovado coraje cuando, por situaciones imprevistas, sus caminos se han encontrado con otras obras, ligadas a su vez a una gran compañía. Este pensamiento trae a la memoria el caso del heroico salesiano de la Patagonia argentina, cincuenta y cuatro años de abnegada dedicación a su gente, a diversos Bancos de alimentos que la necesidad en su aspecto más prepotente ha generado en tantas ciudades del continente.

¿ Cuál es el secreto?
¿ Cuál es el secreto de la singular, multiforme compañía de obras que han arribado a Río? ¿Cuál el de una unidad, para ser más precisos, donde lo que es distinto de uno mismo es acogido con una simpatía exuberante y se tiene la misma estima hacia quien llega el último como hacia el primero y más familiar de los participantes? ¿Qué es lo que mantiene unidos entre sí a los habitantes de las favelas de San Pablo, que luchan por tener un hogar decoroso, los indios de diversas etnias que estudian en una escuela de Manaus técnicas agrícolas para mejorar sus vidas en los pueblos, los empresarios que trabajan con la leña, los criadores que se ocupan de las vacas, los artesanos, los docentes que abren guarderías infantiles, escuelas y casas para los niños de la calle? ¿Cuál es el secreto por el cual un político de primera línea colabora con una joven universidad, que ha comenzado por la iniciativa de un obispo, en la periferia de Lima, o por el cual los profesionales dejan Italia y, de su bolsillo, poniendo en juego su dinero y su conocimiento a doce mil kilómetros de distancia, vienen para ayudar a estos amigos? ¿Cómo pueden mulatos, negros, chinos, europeos, indigentes y caboclos apasionarse por las mismas cosas, que se llaman vida, obras, trabajo?

Trabajo
Sí, precisamente trabajo, en un continente en el que la cultura liberalprotestante anglosajona ha querido relacionar impunemente y por igual catolicismo y subdesarrollo, viendo en el primero el responsable del segundo, y sobre el que Europa, más allá de la retórica de los orígenes latinos comunes, ejercita un proteccionismo de carácter colonial que compite y supera, en su dureza, al norteamericano.
Alguno desde el micrófono ha pronunciado la palabra “positivista”; algún otro, “solidaridad”. Como respuesta valga la de un profesor peruano que ha hablado del descubrimiento de un amor por la propia humanidad, que abre al interés por el destino y por la humanidad de los hombres. En esta respuesta se concentra la inteligencia plenamente católica de quien no define la necesidad sino que la descubre y la sirve. En cualquier situación y en cualquier contexto.

O escéptico o católico
No hay duda de que la situación de América Latina ha cambiado profundamente. Por primera vez en la historia del continente ¿Cuál es el secreto – observa Luis Solari de la Fuente, un peruano con un alto cargo en el gobierno – ninguno de los países de Latinoamérica es hoy el resultado de un golpe de estado o de la subversión violenta del orden institucional. Quien no lo haya notado, que recorra mentalmente la geografía de Latinoamérica y podrá darse cuenta de ello. Pero, registrado este dato novedoso, también es verdad – por si no bastase la observación y fuese necesaria más documentación – que la pobreza ha crecido por doquier y con pocas excepciones, y que con la pobreza ha crecido la desigualdad, y con la desigualdad, la injusticia. Sintetizando con una bella expresión la esencia perversa de este momento histórico, Solari habló de una «aceptada y pacífica supremacía del utilitarismo sobre la solidaridad». En la que los utilitaristas son egoístas, autocráticos y están formalmente desinteresados de los demás. Para América Latina vale, hoy más que nunca, la alternativa que el colombiano D’Avila delineaba hace cincuenta años: «O escéptico o católico: el resto morirá con el tiempo».

La relación con el poder
Después de un decenio en el que abundaron las recetas neoliberales más o menos ortodoxas, ha habido un cambio en la orientación política de casi toda América Latina: coaliciones de izquierda con distinto grado de moderación detentan el poder en Chile, Argentina y Brasil, es decir, en dos tercios del continente. Lula, presidente del país que ha oficiado como anfitrión del congreso de Río, habría podido apreciar en persona la pasión por la justicia de los que han presenciado el encuentro, así como la obra que sus compatriotas llevan adelante para el progreso de su pueblo. Y no está dicho que en un futuro, quizá próximo, pueda suceder. Habiendo comentado el cambio general en el escenario político, queda por decir que la relación con el poder político de quienes participaron en Río, es libre, sin hostilidades preconcebidas. «Nuestras obras, en cuanto que están dirigidas a crear una humanidad más libre y justa, son útiles para cualquier poder que tenga en su corazón la vida de sus ciudadanos». Lo que los de Río temen es el integrismo político, un poder que quizá ha secundado la misma Iglesia cargada de mesianismo, exaltando así la propia pobreza del método histórico en el diálogo con el hombre. «Con un poder político verdaderamente laico, realista, que lleva a cabo proyectos, los discute con las personas interesadas, los somete a verificación, no tenemos nada que temer», puntualiza al respecto Giorgio Vittadini.

Una perspectiva fascinante
Ha habido algo de desordenado, impetuoso en el encuentro de Río; algo que aquí ha encontrado palabra y expresión, como en las obras que han permanecido silenciosas; algo que ha desbordado las previsiones de los organizadores y que la respuesta imaginada, lejos de la moderación, se propone servir. «La perspectiva más fascinante que se ha abierto en Río es la de servir a las obras, ponernos en disposición de una positividad que tiene en la fe no una premisa remota sino su pasión humana». En Río había más de lo que incluso los mejor informados pudieran haber previsto. Por eso la estructura de continuidad que se ha querido trazar al final de los trabajos se dirigirá directamente a cuidar lo existente: una estructura “ligera” de ayuda con referencias locales, nacionales e internacionales; una cita anual, que el próximo año se celebrará en Buenos Aires; unas jornadas expresamente dedicadas a América Latina en el ámbito del Meeting de Rímini. También en esta sobria conclusión se detecta el eco de palabras pronunciadas hace cuarenta años: «No os acostumbréis a lo que hayáis creado a lo largo de vuestro camino. Tened continuamente abierta la herida».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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