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Huellas N.7, Julio/Agosto 2003

SOCIEDAD

EM. El Estado moderno y la libertad irreductible del cristiano

Manuel Ureña

La crisis en que se encuentra hoy el concepto de libertad, y la libertad como correlato del concepto, es debida a un despiste muy grande que reina en el pensamiento desde la época misma de la edad moderna, desde el racionalismo incipiente. (...)
El dramatismo y la tragedia actuales consisten en que el hombre intenta llegar a su realización, que es su destino, haciendo abstracción sistemática de la verdad, no preguntándose por la verdad del mundo y de las cosas y, lo que es peor, tratando de evitar la pregunta acerca de su verdad. Y el hombre intenta llegar a la felicidad echándose por la vía de en medio y alcanzar directamente la felicidad por el ejercicio de su libertad, pero sin vincularla a la verdad. El hombre intenta su búsqueda de la felicidad olvidando la mediación necesaria de la verdad (...)
La libertad hace pleno y feliz al hombre cuando está religada a la verdad, y por tanto corresponde al hombre en su totalidad a través de esa facultad privilegiada que es su razón. Es preciso buscar la verdad para que, al encontrarla, el corazón se religue a la verdad. (...)
Giussani aborda esta crisis debida a la fractura terrible que se ha producido al identificar la verdad con el yo humano, y posteriormente, ese yo se hace un yo objetivo con Hegel y se identifica con el Estado. Habida cuenta de esta fractura, muchas veces lo que hizo la Iglesia fue proponer una moral segregada de la verdad. Fue insistiendo en la predicación de los diez mandamientos pero proponiéndolos en si mismos, sin dar razón de ellos, sin profundizar en su origen teológico y dogmático y reduciéndolos así a normas abstractas, segregadas del humus del que nacieron. Eso ha contribuido a que el cristianismo se interprete hoy como un bloque monolítico extrínseco al hombre y a su libertad. (...)
El Estado moderno intenta sustituir a la verdad, convertir sus decretos y sus constituciones en imperativos para todos: «Seréis felices si os plegáis a las normas optadas por todos». (...) En el yo colectivo de Habermans hay un defecto fundamental, pues por una parte intenta asumir la dinámica moderna del yo y por otra pensar que ese yo colectivo o social en realidad es Dios, es norma vinculante, es una especie de nueva religión. El cristiano siempre es tremendamente embarazoso allí donde se encuentra porque el cristiano no pacta con nadie. Los estados actuales que, en el fondo, se creen dioses, intentan que todos se plieguen a sus propias síntesis. Ahí es donde se estrellan frente a los cristianos, pues tienen un sentido irreductible de la libertad, dado que la conciben como religada a la verdad y no a una verdad que ellos han producido y que, por eso, ya no sería verdad.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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