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Huellas N.7, Julio/Agosto 2003

SOCIEDAD

EM. El hombre y su destino: una invitación a la lectura

Javier Prades

Repasando la prensa llama la atención una extraña paradoja sobre cómo los españoles hablamos y sentimos la libertad. Por un lado, parece que todos reivindicamos la libertad y la ensalzamos como lo más importante de la persona, dando la impresión de que sabemos lo que es la libertad y la defendemos cuando la sentimos amenazada. El caso más llamativo es la defensa de la libertad en el País Vasco. Frente al miedo o frente al odio que genera la violencia, hay, desde perspectivas ideológicas diferentes, una inmediata defensa de la libertad social, cultural y política que todos sentimos como el núcleo de la vida personal (...).
Junto a esta defensa apasionada, resulta que esa misma libertad casi parece frustrada en muchos ámbitos sociales y culturales, porque se la exalta de tal modo que se la exaspera. El deseo que impulsa la libertad no encuentra su objeto adecuado y al final, decae. Es la sensación de que, con la libertad, al final uno no sabe muy bien qué hacer. Lo decía Amenábar hace algún tiempo: «Somos una generación indefinida. No tenemos valores claros. Hay bastante libertad y esa misma libertad es la que produce tanta incertidumbre. Le hace eco Javier Marías, que en un suplemento dominical escribía: «A medida que uno cumple años se incrementan la confusión y la incertidumbre, en cierto sentido creo que mis dudas son cada vez mayores» (...)
Una tercera observación es que, al menos en el mundo de los medios y en el mundo cultural, el cristianismo se percibe muy frecuentemente como un obstáculo para la libertad. Quizás porque cuando uno lo encuentra en su forma original se rechaza por un prejuicios, o bien porque la forma de cristianismo que se conoce, reducido, puede que efectivamente sea un obstáculo para la libertad. Habría que ver por separado amabas cosas. Ahora sólo las menciono (...) Si queremos estar en este mundo nuestro con un sentido de contribución al bien común, tenemos que entrar en este desafío: ¿es la concepción cristiana de la libertad un escollo o es una posibilidad para la sociedad?
La mayor utilidad de la lectura del libro es adentrarse personalmente en el camino de la libertad, a la sombra buena de su autor, que es libre. Sólo recorriendo el camino de la libertad se puede responder al desafío que representa la acusación de que el cristianismo es un límite a la libertad. Si nos concibiéramos tan sólo como portadores de un límite a la exigencia intelectual del hombre - acusación de dogmatismo- o como límite a la expresividad y al deseo humano- acusación de inflexibilidad moral-, esa batalla estaría perdida. La tarea interesante es aprender el cristianismo como experiencia de libertad, como la posibilidad de un encuentro humano excepcional en la que ser cristiano es la forma cumplida de libertad que rescata del hastío, de la obnubilación, de la violencia o del odio, del rechazo de sí mismo o de la incertidumbre.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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