En el número de Huellas de junio recordábamos lo que don Giussani llama el "efecto Chernoyl": una reducción de los deseos que constituyen al "yo" por parte del poder que nos deja a todos un tanto "ciegos" acerca de la verdad y faltos de energía afectiva
En este reportaje tratamos de documentar cómo empieza a recontruirse y recobra vitalidad lo humano: mediante el encuentro con una presencia excepcional que despierta el deseo y lo satisface
Los testimonios de un escritor, una monja de clausura, un enterrador, un obrero, una profesora universitaria y un ama de casa que responden a la pregunta: «¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad?»
Todo el esfuerzo del poder y de la cultura dominante se concentra en reducir y sofocar los deseos que constituyen al "yo" mediante un proceso de atrofia...
La lucha contra el poder comienza entonces con expresar nuestro deseo, ser conscientes de él y expresarlo.
Es arduo ser uno mismo hoy en día, porque el poder ha alterado la sencillez de la naturaleza, la ingenuidad (en el sentido latino del término) y la forma original del corazón.
Lo que vence al poder es la pobreza de corazón. Esa pobreza que coincide con la afirmación indómita de los deseos que nos constituyen originalmente -exigencia de verdad y felicidad, justicia y amor.
La riqueza del pobre es la petición, la súplica que brota del deseo. pero lo que permite al hombre existencialmente tomar conciencia de su corazón y afirmarlo es un encuentro evangélico, el encuentro con una presencia capaz de reconstruir lo humano y devolverle vitalidad, al igual que el encuentro de Cristo con Zaqueo.
Don Giussani en el Equipe de los universitarios de CL, febrero de 1987)
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