La memoria de la Pasión de Cristo por las calles del mundo. El mensaje del Papa. El testimonio excepcional del cardenal de Washington
El Arzobispo de Washington DC participó en el Vía Crucis organizado por el movimiento de CL que se desarrolló por las calles de la capital federal para finalizar bajo el Monumento de Washington. El cardenal Edgar McCarrick ofreció un testimonio excepcional. Tomando la palabra, dijo: «¿Dónde estaba María durante todo este tiempo de la Pasión? ¿Dónde estaba Nuestra Señora? ¿Dónde estaba el último domingo, cuando Él entraba triunfalmente en Jerusalén, sentado sobre un asno, y todos le aclamaban, orgullosos de Él, y lo festejaban? La misma muchedumbre que hoy grita: "¡Crucifícale! ¡Crucíficale!" nos recuerda que el aplauso del mundo no vale nada, y que el único aplauso, por decirlo de alguna manera, que es verdaderamente importante es el rostro sonriente de Dios que nos dice, como dijo al escriba en el Evangelio (Mc 12,34): "No estás lejos del reino de Dios". Éste es el único aplauso verdaderamente justo, el único verdaderamente importante. Pero María estaba allí, estoy seguro, cuando Él estaba entrando en la ciudad. Ella estaba allí. No aclamaba, no gritaba, probablemente se limitaba a mirar, y estoy seguro de que sus miradas se encontraron. Él sonrió, y los ojos de su madre dijeron: "Estoy contenta por lo que estás haciendo, pero sé que esto es el comienzo del fin. Sé que esto es lo que se me prometió hace más de treinta años, cuando el ángel vino a traerme el anuncio de Dios, cuando vino a decirme que yo habría de sufrir, que me convertiría en "mujer de dolores" trayéndote al mundo, y yo Le respondí: "Hágase en mí según tu palabra", sabiendo que llegaría un día como éste. Yo les veo, les oigo gritar por ti, y sé que los gritos morirán, y que tú también morirás a manos de los que ahora te aclaman"».
El cardenal McCarrick añadió: «Y cuando la gran procesión del Domingo de Ramos terminó, y antes de la última cena, ¿vería Jesús a su madre? Estoy seguro de que sí. ¿Cómo habría podido no hacerlo? ¿Cómo habría podido no pasar algunas horas con Ella, sentado en un jardín en algún lugar de Jerusalén o de Betania? ¿Qué se dirían? Él le diría: "Madre, sabes que ha llegado la hora", y ella: "Lo sé, estoy angustiada por ti, estoy preocupada, tengo miedo". Y Él, sonriéndole: "Eres tú la que empezó todo, en el banquete de bodas de Caná. Yo te dije que no debía darme a conocer, pero tú sonreíste y dijiste a los mayordomos: "Haced lo que él os diga", y con aquellas palabras diste comienzo a este drama, diste comienzo al drama de la salvación del mundo"».
En este punto el Arzobispo se preguntó: «¿Le diría que le iban a traicionar? Quizá no. ¿Le diría que juntaría a sus apóstoles la víspera de la Pascua para darles sus últimas instrucciones? Quizá sí. Y Ella le habría preguntado: "¿Les hablarás del Padre?" -porque estoy seguro de que a medida que Él crecía éste era el gran tema de su conversación, que implicaba también a José -: el Padre, hablar del Padre; ese Padre al que Él conocía, al que iba conociendo cada vez más a medida que crecía y se volvía más sabio.
Aquel Padre al que había comenzado a apreciar cuando tenía doce años y se había perdido en el Templo. Aquel Padre que le era - y al que Él estaba - tan cercano.
Y María le sonreiría y Le diría: "Sabes que no comprenderán". Y Él, de rebote, sonriéndole: "Sé que no comprenderán. Pero llegará el tiempo en que venga el Espíritu Santo que voy a mandar, y el Espíritu les instruirá, y entonces sabrán". Y después miraría a Su madre y Le diría: "Y tú les ayudarás a comprender, porque estarás allí". "Sí, les ayudaré a comprender".
El cardenal McCarrick confesó que habría podido seguir hablando durante horas «acerca de esta extraña, hermosa y milagrosa relación entre nuestra Madre, que es la madre de Dios, y su Hijo, nuestro salvador. Pero dejadme tan solo que retome esto y lo lleve a nuestra vida. Él nos dice muchísimas cosas, y nosotros no le entendemos. He pasado toda mi vida tratando de comprender. Vosotros no comprendéis el Misterio. El Misterio no se comprende mirando este lado de Su rostro. Sin embargo nos ha enviado ya el Espíritu y, a pesar de esto, no comprendemos cómo puede Dios amarnos tanto, no comprendemos cómo puede Dios tener la humildad que hemos visto ayer en el Evangelio, cuando se arrodilló ante nosotros y lavó nuestros pies... nunca podremos comprender el amor de Dios. Nosotros no amamos - yo no amo - de esta forma; quizá vosotros sí, pero yo no. Yo no amo con esta totalidad, con este abandono, con esta generosidad, con esta abundancia, yo no amo así. Él sí, Él ama de esta forma, y nosotros no lo comprenderemos hasta que le veamos cara a cara, no comprenderemos nunca por qué nos ama tanto. María nos ayudará. Es importante que veamos en Ella el Lugar de la sabiduría (Sedes sapentiae), en tiempos de tristeza el Motivo de nuestra alegría (Causa nostrae laetitiae), en tiempos de dificultad a la Virgen poderosísima (Virgo pontentissima), y en tiempos de angustia a la Madre del buen consejo (Mater boni consilii), pues en las circunstancias en las que tenemos mayor necesidad Ella está aquí, nuestra esperanza, estrella de la mañana, estrella de la noche. Todas estas cosas que sobre Ella han dicho los poetas son verdaderas: Ella estará ahí. Y cuando tratamos de comprender qué tenemos que hacer con nuestra vida, Ella está ahí. No decide jamás por nosotros, como tampoco lo hace Él. Pero nos guía. Quizá para que seamos cada vez más generosos, quizá para que comprendamos cada vez un poco más. Algunos de nosotros hemos sido llamados a ser sacerdotes. Algunos son llamados en sus distintas comunidades, otros en las diócesis. Algunos de vosotros sois llamados a la vida consagrada. Todos vosotros estáis llamados a ser santos, y para cada uno de vosotros hay un camino que Él quiere que sigáis, y con María os ayudará a encontrarlo».
Así es como concluyó el Arzobispo su apasionada meditación: «Y hoy, mientras comenzáis un camino simbólico que os lleva a la Cruz, recordad dos cosas: no estáis solos en el camino, porque habiendo sido crucificado, Él vuelve ahora para llevar vuestra cruz por el mismo camino que vosotros, y para estar con vosotros en cada paso de este camino. Recordad además que es Su amor el que os dará la fuerza para llevar a cabo todo lo que os pida que hagáis, y que es Su amor el que os dará la alegría al hacerlo. Por esto nosotros llamamos a este día el Buen Viernes (Good Friday), porque, de alguna manera, este día percibimos verdaderamente qué bueno es Él».
«Su Santidad el Pontífice Juan Pablo II envía un saludo y asegura su cercanía espiritual a todos aquellos que participen en el Vía Crucis que se celebrará el Viernes Santo por las calles de Nueva York.
El Santo Padre pedirá para que esta peregrinación anual tras las huellas del Redentor guíe a los presentes a una sincera conversión del corazón, a una más estrecha unión con el sufrimiento redentor del Señor Crucificado y a un renovado compromiso con el mensaje evangélico de libertad, justicia y paz. El Santo Padre imparte de corazón la deseada bendición apostólica, prenda de alegría pascual».
Card. Angelo Sodano, Secretario de Estado.
Del Vaticano,
15 de abril de 2003
Más de mil personas se reunieron para participar en el Vía Crucis que tiene lugar en el Puente de Brooklyn, y que este año cumplía su octava edición. Guiado este año también por monseñor Ignatio A. Catanello, obispo auxiliar de Brooklyn, la procesión partió de la catedral de St. James en Brooklyn, cruzando el puente hasta City Hall Park, en donde se unió a la misma monseñor Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas. Desde allí, los participantes dejaron a sus espaldas Broadway y llegaron a Liberty Plaza, frente a la Zona Cero. Después de una estación en Liberty Plaza, la procesión se dirigió en silencio hacia la zona del World Trade Center, y concluyó su recorrido en la iglesia de St. Andrew, junto a City Hall.
Aunque el tiempo era frío y hacía viento, los participantes, acompañados por los cantos del coro de CL, dirigido por Christopher Vath, siguieron fielmente la Cruz de Cristo a través de las calles abarrotadas de Brooklyn y de Manhattan. El Vía Crucis por el puente de Brooklyn se está convirtiendo en una tradición en Nueva York y, con la ayuda de la mayor parte de las parroquias de la zona, que han promovido el evento, este año se han unido a nosotros representantes de todos los ámbitos de la vida de nuestra ciudad.
Todos estábamos conmovidos por la bendición de Juan Pablo II para este evento y nos unimos a su oración para que «esta peregrinación anual tras las huellas del Redentor guíe a los presentes a una sincera conversión del corazón, a una más estrecha unión con el sufrimiento redentor del Señor Crucificado y a un renovado compromiso con el mensaje evangélico de libertad, justicia y paz».
La comunidad de Nueva York
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón