A CARGO DE MARÍA PÉREZ
MÓDENA. Compartir para vivir
Publicamos el texto que una chica de los bachilleres de Módena escribió para invitar a sus amigos a la caritativa.
Para experimentar la ley de nuestro corazón que es compartir, hemos retomado la iniciativa de la caritativa. Se trata de pasar una hora del domingo en el instituto de Charitas que acoge a enfermos mentales. Pero ¿qué podemos compartir con personas reducidas casi al estado vegetativo? «Una banal excursión, a lo mejor»; «un intrascendente rato jugando a la pelota»... A menudo pensamos así y, para evadirnos de respuestas similares que nos dejan insatisfechos, fingimos que «todo depende de la imaginación que le echemos». Este estado de “saciedad” puede durar una hora, un año o incluso una vida entera, pero nadie puede escapar de esos momentos en los que un hambre de significado para la vida vuelve a encenderse en nuestro pecho... Ir a la caritativa para mí ha sido uno de estos momentos, y sin que yo aportara ningún tipo de invento, he experimentado ese misterio que habita en toda relación, desde los enfermos a los amigos, a mis padres, a mi novio, a todos, ¡todos! Es un reto. El reto de abrir nuestro corazón y compararlo con otro, con el que tenemos de frente. Y el premio es descubrirse inesperadamente iguales y compañeros en un mismo deseo y en la búsqueda de la felicidad. Don Giussani dice: «He aquí el camino sencillo y directo para descubrir nuestro ser - he aquí la norma educativa fundamental para realizar nuestra personalidad: compartir el propio ser con otro - compartir la realidad divina y la realidad humana tal como se nos revela y aparece ante nuestra mirada, compartir para vivir». Por ello nos veremos cada quince días a partir del domingo 9 de marzo a las 15,30h (¡en punto!) en el instituto Charitas (c/Fratelli Rosselli).
Carlota (de 17 años)
BÉRGAMO. Ida y vuelta
Publicamos un intercambio de cartas entre Stefano, estudiante universitario, y Massimo Caprara (antiguo militante del PCI que fue secretario de A. Gramsci)
1 de febrero de 2003
Querido Massimo: Quiero enviarte estas pocas líneas simplemente para saludarte y agradecerte tu amistad. Nos conocemos desde hace dos años y cada día que pasa crece el agradecimiento por haberte encontrado. La última vez que nos vimos, el martes pasado, nos dijiste a Amir y a mí que no podíamos imaginar la ayuda que suponemos para tu vida. En efecto, todavía no nos cabe en la cabeza de qué ayuda pueden ser para ti dos chicos de veinte años, llenos de límites y dudas. De una sola cosa no dudo: de que la relación con tu mujer y contigo sea una gracia, gratuita y fascinante, que me ha tocado sin que hiciera nada para merecerlo. Empiezo ahora a intuir de qué manera mi vida, al completo, es signo de ese Misterio que lo hace todo, como dice Giussani, y que la amistad contigo es un signo de este abrazo. Tiemblo al decir estas cosas porque no las entiendo del todo y, sin embargo, vivo esa conmoción profunda que sólo la mirada de Cristo puede suscitar. Os doy las gracias por el testimonio que vuestro matrimonio es para mí. No dejo de contar a mis amigos que conocerte durante mis primeros años de universidad fue uno de los acontecimientos más grandes de mi historia. Para mí fue un milagro empezar a seguirte - me atrevo a decir - casi como un hijo. Lo digo porque muy raras veces he tenido la oportunidad de conocer a alguien con una fe tan sencilla e intensa como la tuya. A veces, después de años de cristianismo, nos acostumbramos, y yo quiero aprender de ti a reconocer la Verdad y a querer el carisma de don Giussani y, por tanto, a Cristo de tal forma que pueda tener el mismo coraje y energía que tú tienes. Percibo que la vida, como tú nos repites, es una vocación, una llamada a participar en el amor y en la verdad de Cristo. También intuyo que esto es posible a través de nuestras pasiones e intereses que se convierten en responsabilidad, en una manera de responder a la vocación que es la vida. Te doy las gracias porque según pasa el tiempo comprendo que todo lo que estudio en la universidad, mi interés por la Historia y por lo que me cuentas de tu vida, forma parte de mi vocación. No puedo más que desear estar lo más posible en tu compañía, porque de esta relación sólo tengo que aprender. Pido a la Virgen que mantenga siempre viva nuestra amistad. Esperando veros pronto, recibid un abrazo de Stefano
Milán, 6 de febrero de 2003
Querido Stefano: Recibí tu fax, que me ha dado una verdadera alegría. Lo que escribes, tus pensamientos y la confianza que manifiestas, me ofrecen una gran consolación. Realmente nos une una amistad fructífera apoyada en el Acontecimiento, el Encuentro, el Anuncio. En esto no hay ninguna clase de jerarquías, grados o méritos acumulados, sino un común descubrimiento. No se trata de un simple hecho político y cultural, sino del Ser y de la estructura del hombre. Amir y tú sois importantes - diría que decisivos - hoy para mi vida porque me expresáis la capacidad inagotable no del pasado ni de la utopía, sino de la actualidad incondicional de la Presencia. La vivís conmigo, la vivís juntos. Vosotros confirmáis y motiváis mi dolorosa pero entusiasta pasión por el mundo y en ello dais cuerpo a mi madurez cristiana, compartís conmigo el Credo y lo hacéis real para mí. Lo peor no es tener o haber tenido dudas e incertidumbres. Lo mejor es verse liberados de ellas, y poder participar asidua y libremente de la realidad que nos hace libres. Nosotros estamos en Comunión y Liberación porque somos libres, lo cual aprobaría sin duda don Giussani, célula vital de una familia espiritual que tiende a abrazar a los demás. Pienso que nuestro camino, al igual que el vuestro y el de muchos más, es Uno, motivado por mil preguntas pero unido por la certeza de haber encontrado y encontrar día tras día un Guía afable, fascinante y seguro. Mi vejez se combina con vuestra franqueza; la juventud es útil al igual que el peso de los años, porque la experiencia y el comprender se hacen a lo largo de un camino de crecimiento y profundización siguiendo siempre la única dirección. Otra no existe. Sólo quedaría la amargura del pasado que no puedo ni quiero destruir, sino llevar en mis hombros temporales. El saber es la fe que hace hombre al hombre. Un abrazo, junto con mi mujer, para ti y tu familia y para todos tus amigos. Tuyo.
Massimo Caprara
ROSETO DEGLI ABRUZZI. A propósito de Huellas
Querido don Giussani: Fiándome de dos amigos, empecé hace dos años a asistir a los encuentros de Escuela de comunidad en mi parroquia en Roseto. Ahora somos una pequeña comunidad de unas catorce personas. Tres han pedido la inscripción a la Fraternidad y entre nosotros ya vivimos una experiencia de fraternidad. Desde el primer momento seguimos con fidelidad la indicación de nuestro amigo Giulio de Giulianova para vender Huellas los domingos a la salida de misa. Lo que me asombra es que nosotros mismos esperamos esta ocasión con curiosidad y, cuando nos llega la llamada desde Giulianova, siempre alguien está dispuesto a desplazarse para ir a recogerlas. La última vez fuimos tres y durante el viaje aprovechamos para comentar cómo ha cambiado nuestra vida desde el encuentro. En la Escuela de comunidad y cuando nos vemos entre amigos comentamos los artículos de Huellas, preguntamos por lo que no hemos entendido y nos señalamos las cartas que nos han conmovido. En nuestra pequeña parroquia de pueblo una treintena de personas leen Huellas. Quien la lee por primera vez suele volver a comprarla, y el párroco se suscribió enseguida. Al finalizar la misa, suele dar este aviso: «A la salida encontraréis nuestra revista, que relata la experiencia cristiana en acto en todo ámbito...». A lo largo del curso nos hemos adherido con generosidad a muchos gestos que nos propone el movimiento: la recogida de fondos para el Banco de Alimentos, la campaña Manos a la obra de AVSI, y seis familias se han apuntado al apadrinamiento de niños en otros países. Me conmueve todo lo que está sucediendo aquí porque me está sucediendo a mí en primera persona.
Mónica
Imitando a Miguel
Estimados amigos de CL: Les escribo porque quiero compartir con ustedes mi experiencia en la venta de Huellas. En principio me conmovió el testimonio de Miguel, quien hace poco caminó casi un kilómetro para llegar a su parroquia y venderlas; entonces pensé que lo menos que yo podía hacer era vender la mayor cantidad posible en mi parroquia. El domingo fuimos al San José y mis compañeros vendieron bien, pero yo sólo pude vender una; no obstante no me di por vencido y decidí venderlas en mi trabajo. Así, los días lunes y martes fui visitando escritorios (cuando podía) y explicando breve y sencillamente el contenido de las revistas; a muchos compañeros le cayó muy bien y gracias a Dios vendí en dos días 12 revistas Huellas y 5 De Oca a Oca. Finalmente, me sentí muy bien porque vender en el trabajo para mí es un poco más difícil que vender en la parroquia, teniendo en cuenta que a tus compradores los ves todos los días y en la parroquia no; además es una experiencia de caridad y una manera de difundir el cristianismo. Gracias por su amistad.
Ronald, Asunción (Paraguay)
Cambia la forma de percibir el mundo
Conocí CL hace casi tres años a través de mi novio Ricardo, y comencé a asistir a la Escuela de comunidad por él. Percibía que era importante para él, tanto que comenzaba a ser aún más importante que pasar tiempo conmigo. En pocas palabras, comencé a asistir por el deseo de no perderlo, con una noción muy posesiva del amor. Con el tiempo y de una forma tan gradual que casi ni me di cuenta, el movimiento se convirtió en algo para mí y algo que ha cambiado la forma en que percibo el mundo. Siento que este año ha sido parte de una trayectoria en mi formación como cristiana, que inició cuando me planteé por primera vez, seriamente, la posibilidad de la veracidad de Cristo como un hecho histórico. El segundo paso fue llegar a ver a Cristo como algo más que un hecho histórico, del cual vivíamos una especie de memoria adoradora. Durante este segundo período tropecé mucho, cayendo en errores de tipo moralista: pensaba que vivir la memoria consistía en llevar una conducta más buena y tener mejores pensamientos.
Además me creía mejor o más buena que los demás por haber reconocido a Cristo. Creo que el tercer momento de lo que ha sido mi trayectoria o mi camino este año es fruto de la Diaconía en Chicago, donde pude ver que Cristo sigue aconteciendo.
Había ahí reunidos cientos de norteamericanos acerca de los cuales me decía: ¿qué necesita esta gente de Cristo? Son profesionales, padres y madres de familia, viven bien, etc. Sin embargo, todos sus testimonios comunicaban lo mismo: que las cosas que me puedo dar no bastan, no importa el éxito alcanzado, queda un vacío que sólo Cristo puede llenar. A mí me impresionaron mucho estas palabras, la sencillez con que las decían y la humildad y agradecimiento que sentían porque algo más grande que ellos había entrado en sus vidas. Esto, y el deseo que desbordaba de ellos por compartirlo, me parecía algo totalmente insólito para la mentalidad de EEUU. En ese momento, como si fuera una bofetada en la cara, me di cuenta de que algo verdaderamente nuevo y revolucionario estaba ocurriendo: se estaba construyendo un pueblo nuevo. ¡En Chicago, en el centro de EEUU! Y percibí que el único capaz de hacerlo era Cristo y que yo era parte de esto. En ese momento me sentí más cristiana que puertorriqueña. Siento que ser cristiana me define más que mi nacionalidad, o mi género, o mi trabajo o las mil otras formas o términos que puedo utilizar para describirme, porque es Él quien ha comenzado a definir a todos los otros. Ha cambiado radicalmente la forma en que lo percibo todo. Siento que lo más grande de todo esto es que no depende de mí; es Cristo que ha entrado en mi vida y me está formando. Por lo cual tengo la esperanza de que no sea algo pasajero. Le quiero dar las gracias, don Giussani, porque su "sí" y el de esos amigos que le siguieron me han permitido conocer a Cristo y el significado de la vida.
Beatriz, San Juan (Puerto Rico)
Los primeros Ejercicios
Hace unas semanas asistí por primera vez a los Ejercicios espirituales del CLU. Debo confesar que lo más impactante para mí fue la vehemencia, la rotundidad, la fuerza con la que se afirmaba la certeza de la Presencia de Cristo. En esos tres días escuché al Padre José Miguel García, a Giussani y a mis amigos del CLU afirmar sin sombra de duda la existencia y la Presencia de Cristo entre nosotros. Y precisamente esa "sombra de la duda" se respira en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México (UNAM) en donde estudio. Me impresiona la insistencia en mi carrera (Filosofía) en dudar de todo, identificando "crítica" con "duda", "sospecha", y he de confesar que esa educación me ha influido tanto que a veces ciertos planteamientos de Giussani me parecen algo "ingenuos". Entre la duda y la certeza queda la desilusión o el activismo. Mi facultad se distingue por lo último. Hay inquietudes, deseos de cooperar, hay personas comprometidas con las causas sociales, pero no saben cómo ni por qué deben hacer algo. Se oponen a la injusticia pero no proponen soluciones viables; a lo más que llegan es a proponer viejas fórmulas "revolucionarias" que al final no revolucionan nada, pues se basan en ideologías que defraudan y prolongan el status quo. Pero la desilusión tampoco es el camino. Desilusión y activismo son dos formas de voluntarismo que, al final, se revela como moralismo. Y el mundo al parecer se decanta por una u otra opción como si fueran las únicas. En el fondo es lo que pasa con el actual conflicto entre EEUU e Irak. Por eso, mi pertenencia a CL y la Iglesia radica en la intuición y la esperanza (que se sostiene por la compañía de mis amigos y su preocupación por la persona concreta) de que el acontecimiento de Cristo porta la liberación, la auténtica revolución. Y aunque no logro aún entender del todo lo que la Iglesia propone, hago mías las palabras de Pedro: «Señor, no entiendo lo que dices, pero si tú no dejas, ¿a quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna».
Sergio Rubén, Ciudad de México
Un poderosísimo lazo
Os envío estas líneas porque tengo la necesidad de testimoniar lo que significó para mí encontrar el movimiento. En este momento tengo las impresiones muy frescas, y constituyen una experiencia que muchos habrán pasado, pero es posible que no recuerden tan vivamente el impacto que te traspasa el corazón una vez en la vida. Mi llegada a Madrid estuvo signada por una búsqueda de nuevos horizontes profesionales y me he encontrado con una experiencia de vida que ha superado con creces cualquier expectativa que pudiera tener. Para mí, encontrar el movimiento ha significado encontrarme cara a cara con cristo, corporizado en todos aquellos que, sin conocerme, me han tendido su generosa mano y brindado su sincera amistad; es encontrar, como en los orígenes, que la Iglesia es una sola, un hogar donde te cobijas estés donde estés, tal como hacían los peregrinos de la Edad Media, que tenían a las Iglesias como su natural refugio del camino. Cuando uno está lejos de casa, los gestos de los otros se magnifican y nos hacen ver que aquello en lo uno cree es, además, un poderosísimo lazo que nos une como verdaderos hermanos en Cristo; las palabras dejan de ser expresiones de deseo en estos casos para convertirse en palpables realidades que llenan la vida de los hombres. Si tuviera que explicar cómo fue mi encuentro, debería decir que, como los Magos de Oriente, vi una luz y la seguí con fe, y encontré una realidad viva que interpretaba mi manera de ver la vida. Esta realidad fue tan abrumadora que, desde mi total libertad, me he convencido de que he encontrado, muy lejos de casa, un camino que lleva a Cristo. Mi agradecimiento hacia todos es infinito y no creo me alcance la vida para devolver todo lo que me habéis dado, pero, en la medida de mis posibilidades, me pondré siempre a disposición para trabajar para que más gente pueda como yo recibir una señal y tengan la voluntad y decisión de seguirla.
Rodolfo, Argentina
Nunca lo hubiera imaginado
No puedo dejar de sorprenderme. Conocí el movimiento a través de unos amigos. me encontraba en un momento en el que mis circunstancias personales me superaban. Casi sin darme cuenta, frecuentando y compartiendo las distintas actividades y la Escuela, empecé a adentrarme en un verdadero conocimiento. Pasé de la desesperación a la esperanza, del desaliento a la confianza. La clave era dejar de ser yo el centro y no darle tantas vueltas a las cosas. No servía de nada lamentarse y compadecerse; lo más sencillo era afrontar todo con positividad y compartirlo con los demás. El esfuerzo que me supone el asistir a Escuela se convierte en una necesidad y revierte de manera indescriptible en el resto de la semana, frente a cualquier situación que se me presente. Te das cuenta que los demás, los amigos con rostros concretos están presentes, lo que les suceda no te es indiferente, te cambia. Como el Señor me quiere, no permite que esté triste. Tengo que dar gracias de la situación por la que estoy pasando, aunque no lo comprenda y sean momentos de fatiga, porque así el Señor se hace Presente y eso mejora mi ser y mi persona y me empuja a un deseo de corresponder, pese a mis limitaciones y a un constante agradecimiento, porque todo lo que soy y lo que comparte se me ha dado de forma gratuita y con un Amor Eterno. Nunca hubiera imaginado lo que vendría detrás de esa amistad. Lo que antes me suponía una carga monstruosa, ahora es motivo de agradecimiento; me siento más capaz y más libre y tengo la responsabilidad de llevarlo a cabo en mi vida, dándole un sentido verdadero y definitivo, con la certeza de que lo demás vendrá por sí solo. Reconozco además que el mérito no es mío, sino de Aquel que con su Presencia me quiere por mi condición; en Él he encontrado la esperanza que me sostiene, y la fortaleza que necesito para superar cualquier dificultad que la vida me ofrezca.
Una amiga, Barcelona
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