Nos llegó desde Milán una propuesta de estudio conjunto de profesores y alumnos. Algunos la secundamos y de este aula de estudio fueron surgiendo relaciones de todo tipo en el marco universitario, que desembocaron en un fin de semana de estudio y convivencia
Estábamos en Rascafría. Mi marido y yo, que doy clase de Derecho en la Universidad Complutense, habíamos invitado a algunos amigos del CLU a pasar el día con nosotros. Se lo habíamos comentado a un compañero de la Universidad San Pablo CEU, Kiko, que se pasaría a tomar café. La primera sorpresa fue que no eran siete, ni diez, sino dieciocho. Bueno, más pasta. Al final de una comida llena de alegría, en la que nos contaron sus vacaciones, Guiomar, nos habló de la iniciativa de estudio en Portofranco de unos amigos de Milán. ¿Por qué no hacemos algo nosotros? Algunos, en seguida, no lo dudamos: «sí».
La cosa fue corriendo y extendiéndose a otros. Quedamos en juntarnos profesores y alumnos una tarde a la semana, en un aula de la Universidad, con el deseo de ofrecer un espacio de búsqueda común de la verdad que está dentro de nuestras clases y asignaturas.
Con un ventanal delante
Siempre me conmueve cómo comenzamos el gesto. Así, un día, yendo ya hacia el aula de estudio, nos dijo Guío: «Estando en la biblioteca de mi escuela, en la que cada uno está metido como en una cajonera, encerrado en sus apuntes o libros, sin ver más allá, me he acordado de nuestra aula. ¡Qué suerte disponer de un sitio con un ventanal enorme que da a una vista tan espléndida de la sierra y un gran bosque!». Elena lo retomó haciendo referencia a su experiencia: «¡Es un gusto estudiar un particular sin perder de vista el horizonte infinito y fascinante del universo, de la realidad entera y su significado! Así el particular adquiere un rostro distinto, se llena de significado en su nexo con la totalidad y cobra un interés grande para ti». Otro día partimos de la afirmación de Cesana: «Los ojos no sirven para verse a uno mismo, sirven para ver la realidad».
Relaciones e iniciativas
De un lugar así surgen, en el tiempo y como por sorpresa, relaciones e iniciativas que aparentemente no son nada, pero que lleven dentro un ímpetu ideal que reclama una adhesión plena. Como la amistad con Leticia a raíz de una pregunta sobre literatura e historia de la filosofía, o la relación con alumnos, gente que hemos ido encontrando y personas que acuden curiosas a estudiar con nosotros. O como nuestra adhesión al trabajo sobre educación que estaban ya realizando un grupo de maestros y estudiantes de bachillerato y universidad, preparando un encuentro público con Carlos Mayor Oreja. Nos reunimos familias, estudiantes y profesores para volcar nuestras inquietudes y confrontar nuestra experiencia educativa con la del Consejero de Educación, en un diálogo interesantísimo que aumentó nuestro deseo de trabajar juntos.
Otro "sí" rotundo
Antes de Navidad, Kiko nos propuso un fin de semana de estudio. Cuando un hombre se mueve con su libertad y su pasión, es difícil resistirse. Se imponía otro "sí" rotundo. Algunos universitarios empezaron a moverse para buscar sitio y demás. Invitamos a estudiar a alumnos, compañeros y amigos del CLU.
A muchos de nosotros, profesores de Universitas, nos había entusiasmado la posición de un amigo y maestro, mons. Angelo Scola, actual Patriarca de Venecia, que expresaba en un artículo que habíamos trabajado a fondo. Lo propusimos como horizonte ideal del trabajo que queríamos hacer en esos días, y lo pedimos por la mañana. Porque nos fascina vivir la universidad como lugar de búsqueda del significado, como auténtica comunidad de maestros y discípulos que se junta para pedir, en su trabajo concreto y cotidiano, el don de la verdad. Es una experiencia con la que todo hombre puede medirse, universal. De algún modo, Paloma y Mónica intuyeron esto en la salida: «Vosotros: nos miráis, habláis e interpeláis como personas».
No concebirse solos
Fue importante descubrir el interés por juzgar todas las cosas juntos y no dejar pasar nada sin más, de aprender de lo que sucede. A lo largo del fin de semana, ésta fue una tensión que se palpaba entre nosotros: nos buscábamos para decidir juntos, comentábamos lo que iba sucediendo, preguntábamos a unos y otros, veíamos qué decir, qué proponer o qué corregir, retomábamos todo en las comidas o en el café. Es un espectáculo ver moverse a personas que no se conciben solas. Mónica y Paloma me decían entusiasmadas que nunca habían visto tan claro lo que significa que la guía de un gesto sea una amistad.
Como decía David Pizarro - Piza - en la cena del sábado: «Es como si continuamente se me estuviera desafiando a ser serio con mi vida. Con el estudio, los avisos, el descanso, el panfleto».
La anécdota
La anécdota del panfleto me conmovió. A Piza le tuvimos frito en la salida. «El panfleto, el panfleto... Hay que repartir el panfleto... Tenemos los panfletos...». Se trataba de un juicio sobre nuestro compromiso por la paz, a raíz de unas afirmaciones del Papa. Guío saltó enseguida - es su especialidad- : «¿Cómo que el panfleto? ¿De dónde sale el panfleto? ¿Quién lo asume en primera persona y nos lo propone?». Estaba claro. Y le tocó a él de nuevo: «Piza, ¿tú lo quieres proponer? ¿Tienes razones para afirmar lo que dice el panfleto frente a todos los que estamos aquí, para darlo a quien sea?». «Sí, pero...».
Estaba algo desconcertado. No es inmediato seguir a otro que se "entromete" en tu vida. Pero finalmente lo leyó y nos lo propuso a los noventa.
Más tarde, cuando cenamos para ver cómo iba todo y pensar en el día siguiente, les volví a preguntar a Piza, Pirolo y Lucas: «Pero, ¿habéis entendido? ¿Os dais cuenta de que no nos interesa tener gente dócil, sino hombres libres, que saben lo que quieren y por qué? ». «La verdad es que así da gusto vivir -nos dijo David-. Es una aventura responder a la continua provocación que te viene de la realidad o del amigo que te abre los ojos. Es una corrección constante. No te tienes que inventar la libertad. Eres libre diciendo "sí"»
David, Miki, Raúl, Rocío y compañía
La verdad de lo que vivimos allí se expresó de mil modos: desde la sorpresa inesperada de Marguerita por una correspondencia en la materia concreta de estudio o de todos por haber trabajado con intensidad, a la gratuidad discreta y llena de amistad de los de cocina o los de secretaría, pasando por la cena llena de risas de David, Miki, Raúl, Rocío y compañía "maquinando" para el próximo número de su periódico universitario. y en especial, el rato de cantos y baile que compartimos por la noche con el Negro, Tito, Chema y Lola. Ante la belleza de la fiesta, de las voces de estos amigos y del modo en que nos transmitieron el gusto por el canto y el baile, uno se estremecía pensando en el destino de felicidad al que estamos llamados. Es una belleza que vence los "peros" y resistencias. Francisco, un amigo mío de la Facultad, estaba impresionado: «yo creía que ya no había cristianos, gente que baila, come, canta, juega a las cartas y estudia en cristiano».
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