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Huellas N.11, Diciembre 2000

BREVES

Cartas

a cargo de María Pérez

NIGERIA
Una semilla

Desde mi llegada a Lagos en julio de 1999, empecé a trabajar por las tardes en The Seed remedial school, un instituto que fundó Annamaria hace unos años, para chicos de secundaria con dificultades en el estudio. Willy y yo empezamos un grupo de escuela de comunidad con los chicos más jóvenes, los de 13/14 años. Este año, Francis - que es el responsable administrativo del instituto -, Willy y yo teníamos el deseo de profundizar en la relación con estos chicos. Decidimos hacer tres días de vacaciones. De primeras eran muchas las dificultades (cocina, alojamiento, transporte); no sabíamos cómo reaccionarían los chavales, y sobre todo, los padres al tener que pagar un dinero para la comida. Sin embargo, el entusiasmo fue tan grande que los estudiantes se las apañaron para convencer a sus padres y encontrar el dinero que necesitábamos. Una de ellas nos preguntó. «Mis padres no tienen dinero para que yo pueda ir, pero me gustaría muchísimo, ¿puedo ir y no comer?». Tratamos de solucionar juntos todos los problemas y el día 6 de octubre salimos con 32 estudiantes entre los 12 y 15 años. Algunos amigos de la clínica fueron con nosotros para ocuparse de la cocina. Después de cinco horas de viaje llegamos a Akure a un centro de los Salesianos para jóvenes, un buen sitio, con mucho espacio para jugar y mucho verde alrededor. Muchos de nuestros chicos salían por primera vez no solo de Lagos sino también de su miserable barrio sucio, sin agua y con casas ruinas. Estaban muy excitados. Aquí, en Africa, se llega tarde a todos sitios, pero el día de la salida muchos llegaron con una hora de antelación. Las vacaciones fueron muy simples: juegos, cantos, una película, una asamblea, la misa de domingo que un padre salesiano celebró para nosotros. Participaron casi todos, incluso los no cristianos, y tres chicos musulmanes se quedaron al fondo de la iglesia en un silencio respetuoso. Organizamos turnos de cocina para lavar los platos, limpiar, colocar los colchones en las grandes aulas-dormitorios y recoger todo antes de salir. No faltaron voluntarios para limpiar baños y duchas. Cocinamos “a lo nigeriano”, al aire libre, en grandes cacerolas puestas sobre el fuego. Los conductores de los autobuses nos echaron una mano. En el salón donde nos reuníamos colgamos de las paredes algunos carteles de Pascua de los años anteriores, entre ellos el de Marcelino. La nuestra es una pequeña semilla que parece confundirse con la tierra, pero que ya nos llena de asombro, pues vemos cómo ha cambiado la relación con los chicos y cómo quieren continuar ahora en el colegio lo que experimentaron durante estos días de convivencia. Por lo pronto quieren hacer un periódico para dar a conocer nuestro colegio y contar a sus amigos y a los que van a la escuela estatal lo que empiezan a vivir.
Gabriella, Lagos

ITALIA
Cena con el Cardenal

El 22 de octubre, con ocasión de la Jornada Misionera Mundial, el cardenal Piovanelli, ordenó sacerdote en la catedral a don Giovanni Paccosi, que partirá para Perú. A continuación vino a cenar con nuestro grupo de Fraternidad del Studium Christi. Fue un encuentro muy cordial. A los dos días me llegó una nota autógrafa suya: «Querido don Andrea, tras celebrar tus cuarenta cumpleaños junto con tus amigos, quiero felicitarte con esta nota y bendecir nuevamente vuestro encuentro fraterno. Rezar juntos, reflexionar sobre la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia, participar en la mesa común es tan importante que resulta decisivo para la fidelidad a las promesas de la Ordenación, o por lo menos, para la alegría por esta fidelidad. ¡Ojalá muchos pudieran tomar parte en esta experiencia para caer en la cuenta de que la promesa del ciento por uno no es tan alta que no podamos aferrarla, ni tan lejana que no podamos alcanzarla! Con afecto, Silvano card. Piovanelli».
Don Andrea, Florencia

PERÚ
Ángeles custodios

Querido don Giussani: Desde que lo conozco he querido escribirle siquiera un par de líneas, pero nunca supe qué era lo que realmente quería decirle. Siempre que oía en boca de entrañables amigos algo que usted dijo o escribió, surgían nuevos interrogantes que alimentaban el dédalo que construí en torno a usted. Y, recién hoy, tras varios años sumidos en la indiferencia y el silencio, caigo en la cuenta que lo que deseaba hacer en un principio era sencillamente preguntarle: ¿quién es usted, don Giussani? Saber quién era ese ser que servía de instrumento para que otros pudieran entender mejor la vida y el mundo era lo que mis 19 años reclamaban de usted. Deseaba comprender a ese grupo de personas que se reunían en un aula de la universidad llevando estampadas en sus frentes las palabras “comunión y liberación”. Luego pasó el tiempo y hasta - no se vaya a ofender - me olvidé de usted. Varios años viviendo mi vida como la vive un chico de 23 años, colmado de falsa libertad y deseos de volar alto. Estoy casi seguro de que si en mi camino me hubiera encontrado con alguno de esos “locos” (entre comillas, porque en ese entonces lo creía así) de Comunión y liberación y viera entre sus manos un libro de El Sentido Religioso, le habría preguntado: «¿De qué va esa novela?». Por aquel entonces me había olvidado hasta de Dios. Andaba un tanto resentido con la iglesia y todo lo concerniente a ella. Mi creencia en la cultura como salvadora del alma me llevó a abusar del razonamiento, embriagarme de nihilismo y enorgullecerme de llamarme agnóstico. Un par de años después me volví a topar con usted. De nuevo a través de uno de los suyos, que son personas que enseñan a amar la vida en su verdadero sentido. Sin embargo, tampoco esta vez pude zafarme de la venda que cubría mis ojos y observar la verdad que brotaba en mi camino. Tampoco esta vez me enfrenté al riesgo que implica abrazar un cambio. Ahora tengo 26 años, (creo que usted ha vivido más de tres veces mi edad). Ahora le siento muy cerca de mí, y sé muchas cosas que ni siquiera imaginé alcanzar a conocer. Ahora sé, don Giussani, que los ángeles existen y que usted es el “ángel viejo” de la familia. Uno de esos seres capaces de iluminar desiertos. Creo que usted es un convencido de que el ser que cultiva el arte en sus múltiples manifestaciones es un hombre que siente a Dios en su interior; y que si lo niega se niega así mismo. Y mire, pues, cómo da vueltas el mundo: hoy yo también lo creo. ¿Y sabe cómo le imagino ahora, don Giussani? Le imagino feliz. Feliz de ver su inmensa obra y a tantos de sus hijos cumpliendo una maravillosa labor aquí y allende los mares. Imagino las ganas que deben sentir sus manos por sostener uno a uno los rostros cuando oye que “il popolo canta” festejando el encuentro, el acontecimiento. Me pregunto si algún día imaginó ver a tanta gente en un meeting de esos que su movimiento convoca. Las almas grandes saborean grandezas. Don Giussani, actualmente trabajo con muchos de los suyos en una hermosa empresa: una universidad que brinda educación a jóvenes de bajos recursos económicos, pero de enormes deseos de superación y sed de conocimiento. Y no sabe lo feliz y afortunado que me siento al hacerlo de la mano de “sus ángeles”. Ellos son la entrega y el sacrificio, personas que estrecharon su mano y su sabiduría y que hoy nos la trasmiten en forma de poesía, canción y saber. Hace unos meses me invitaron a una “Fraternidad” (era la enésima invitación que recibía desde mis 19 años) y asistí por primera vez. Me sentía extraño. Mas ellos no me sentían así. Al contrario, actuaban como si mi presencia allí fuera algo usual y hablaban, cantaban, reían y comentaban un texto suyo. Al final, ¿sabe qué hicieron? ¡Me apanaron! (No sé si entiende usted este término: cuando en mi país alguien hace algo bonito o algo singular o algo por vez primera, todos lo sujetan y le dan palmadas como signo de alegría compartida). Asistí a una “Fra” - como le llaman - y luego a una “escuela” y así he ido conociendo Comunión y Liberación. Ahora sé que es un “movimiento” porque quienes lo integran son gente en constante labor, que nunca descansan, que siempre están tendiendo la mano y moviéndose de aquí para allá, sembrando una humanidad verdadera. Siempre tan llenos de alegría, paz y libertad. Es lo hermoso de sus ángeles, don Giussani. No importa qué hora sea ni dónde ni con quién estén, porque siempre tienen algo que dar, que compartir. Hace unos días falleció una persona del movimiento. Le confieso que yo apenas lo conocía; pero, según sé, era muy querido por todos. El día que llegué a trabajar y me dijeron lo ocurrido, supuse que mis amigos estaban tristes, sin ganas de laborar o de reír como cada día, y solamente atiné a callar. Sin embargo, fue todo lo contrario. Sus ángeles hacían su labor de manera normal. Y rieron si tuvieron que reír y se enojaron si tuvieron que hacerlo. Y comprendí, con tan solo observar sus actitudes, que decir que ahora nuestro amigo estaba mucho más feliz, junto a Él, al Señor, y que algún día lo volveríamos a ver sonriendo, era redundar sobre una sola Verdad: la muerte es la conserje que nos abre las puertas a una vida eterna. Una vida que usted y su ejército de ángeles se encargan de hacérnosla palpar hoy y desear para mañana.
Enrique León, Lima

Sin confines
Queridos amigos: La lectura del reportaje sobre la Jornada Mundial de la Juventud en Roma me ha iluminado mucho. Con profundo dolor veo cómo muchos amigos ya no están con nosotros y el gran vacío que dejan al partir. Recordaba cuántas veces, aferrados a la esperanza, hacíamos planes y soñábamos con ir y estar junto al Papa. Sin embargo, este año hemos experimentado una forma nueva de estar juntos: lejos, sí, pero unidos. Caía en la cuenta de que poder ver a Cristo en la humanidad del Papa es una gracia que nos hace vivir desde aquí y desde cualquier lugar del mundo lo que esos dos millones de jóvenes en Roma pudieron vivir. La distancia no puede ser barrera cuando hay algo más grande como es la comunión. En la vida, lo importante es seguir como esos jóvenes que llegaron a Roma y seguir desde aquí, porque el seguimiento, como la juventud, es una actitud del corazón. Al mirar las fotos del encuentro y la alegría de todos, al leer las palabras del Papa en la vigilia de oración y en la homilía, recordaba a todos los jóvenes que en Cuba una vez cambiaron a Jesús por una ideología y hoy, decepcionados y agobiados, lo vuelven a abrazar, y descubren en ese abrazo que en realidad es Él quien toma la iniciativa y sale al encuentro del que regresa avergonzado. No es posible dejar de conmoverse ante un Papa con esa fuerza. Su amor a los jóvenes hace caer en pedazos los corazones de piedra. «Si sois lo que tenéis que ser, prenderéis fuego al mundo entero!».
Flavio, La Habana

Un Amigo
Hace unos meses me compré una casa donde tengo previsto vivir sola. Pero bastó un día allí para que la casa se me viniera encima. El hecho de cocinar sólo para mí, de comer sola, el silencio, la noche tan larga... se trata de algo que siempre ha sido y será así: soy incapaz de hacerme compañía a mí misma. Hay en mi corazón una nostalgia infinita de Otro. Ahora creo que sé que lo Infinito no es la suma de muchas cosas. Es simplemente otra cosa. Y así - y es paradójico - basta con un solo Amigo para llenar totalmente la soledad. Basta la Presencia para la que está hecho el corazón.
Lina, Madrid

Un beso de buenas noches
Estoy casado y tengo dos hijos de 7 y 10 años. Últimamente he comprobado que realmente pertenezco a Otro que me hace. Soy del comité de padres de un grupo Scout. Preparando una visita del Sr. Obispo, conocí el movimiento de Comunión y Liberación, aunque ya conocía a algunos miembros porque jugaba con ellos al fútbol sala. En aquel entonces, las relaciones eran muy tensas con mi familia, hasta el punto de que mi matrimonio se mantenía únicamente por los niños. La falta de diálogo, de respeto mutuo y comunicación, la pérdida de la confianza, se debían, por lo menos por mi parte, a que mi vida no tenía sentido. Cuando llevaba ya un año en CL saqué fuerza para comentar mi problema con algunos amigos y encontré en ellos una gran ayuda. El Jueves Santo la situación era insostenible. Tenía turno de noche, pero me daba miedo ir a trabajar en aquel estado de angustia. Decidí ir a ver a un amigo, el que mejor conocía mi problema. Después de hablar un buen rato, me aconsejó que me fuera a casa y que antes de marcharme al trabajo diera un beso a mi esposa y le deseara una buena noche. Y así lo hice. No sé por qué este gesto cambió mi actitud, pero el caso es que pedí al Señor que me diera fuerzas para hablar con ella y seguir apoyándome en estos amigos para afrontar mi circunstancia. A los pocos días mi esposa y yo pudimos sentarnos juntos a hablar de todo. Me sorprendió lo que pensaba de mí y también el hecho de que se alegrase de mis nuevos amigos. Desde ese día todo en mi vida ha cambiado para bien y mi matrimonio ha dado un giro total. He cambiado mucho, sobre todo en mi actitud hacia mi mujer: ahora la escucho con más atención, sin prejuicios. Cristo está salvando mi matrimonio y le estoy muy agradecido por el lugar que ha escogido para llevar a cabo esta gracia.
Rafael, Villanueva de la Cañada

Paradójico, ¿no?
Un e-mail entre amigos, útil para todos.
Ha sido una suerte leer tu e-mail sobre el encuentro del miércoles. Últimamente las circunstancias están siendo un poco duras, tanto con mi novia como en el trabajo. Desde estas vacaciones percibo de una forma más cotidiana mi debilidad, «la conciencia cada vez más clara de nuestra debilidad, incapacidad o maldad» a la que alude Giussani (cf. Huellas n. 8 - 2000, p.13). Esto puede llegar a ser algo muy doloroso. Porque la percepción que se tiene de la realidad en esos momentos es exactamente la que describió Julián en la intervención que nos has transcrito: «Yo, frente, o mejor, enfrentado contra la realidad. Lo más curioso de todo esto es que, llegados a ese punto, intentamos que nuestro “bagaje” religioso actúe, y lo haga a través de un Dios que venga de las nubes y se ponga junto a nosotros a luchar contra esa realidad que nos está fastidiando, que percibimos como extraña. Mientras que la correspondencia está dentro de esa circunstancia». Esto introduce una novedad radical para mí: lo que salva esa circunstancia que uno ve como enemiga está justamente dentro de esa realidad. Paradójico, ¿no? Sin embargo, ahora que me estoy topando con mi propio límite, lo único que me sirve es la búsqueda de esa Verdad que regenera todo precisamente en la realidad que tengo delante. Esta Verdad se está desvelando en mi vida de una forma concreta y recurrente a través del movimiento: de mis amigos, de los momentos que se proponen y, por supuesto, de este tipo de cosas (como el e-mail que enviaste) que hacen que la compañía de Cristo sea cada día más imprevista e imprevisible.
Juan, Madrid

No “a pesar”, sino “a través”
Una chica envía una carta a sus amigos de GS con motivo del fallecimiento de su abuelo materno.
Me sorprendió la actitud de mi madre que durante la enfermedad de mi abuelo afrontó todo de una manera muy humana. Yo, la verdad, estuve muy “frágil” y me daba mucha tristeza todo (soy bastante miedosa para esas cosas). Lo único que hacía era llorar, pero pedí mucho al Señor que me ayudara. Charlando con mi hermana, agradecíamos que mi abuelo fuera católico. Antes no lo era, pero para casarse tuvo que tomar la primera comunión y confirmarse. Cuando iba al entierro estaba tranquila y me acordaba de la canción: «Señor, en tu paz no hay temor, aunque una vida muera, aunque esté la noche oscura». El sacerdote leyó una oración que decía: «Ayúdanos, porque ponemos en Ti nuestra esperanza». Me sentí muy acompañada por los que acudieron; fue muy hermoso reconocer a Cristo en sus caras, y sorprendente el modo en que quiso que me diera cuenta de que la realidad es un don. El estupor pasa también por los límites.
Lucía María, Sta. Fe (Argentina)

Un chapuzón
Querido Don Gius: Cuando aún no me había convertido reconocía que Dios tenía que existir. Viendo el cielo, las montañas, la intensidad del mar, un niño, me daba cuenta de que no podía ser obra del hombre, que existía un orden en la naturaleza que necesariamente debía estar hecho por alguien más grande. Pensaba: «Dios está en el origen y el fin del mundo. Todos venimos de Él y hacia Él vamos. Por lo tanto, Dios es la última causa, o la primera». Pero reconocer la existencia de Dios no transformaba mi vida. Es más, me sentía como si caminara por un desierto donde Dios no se involucraba conmigo, era un Dios lejano. Pero ocurrió algo imprevisto: un encuentro con el padre Quique, un hombre que me estimó más que yo misma. Me invitó a participar en la escuela de comunidad donde conocí a un puñado de personas que me tomaron en serio y me valoraron a pesar de todas mis objeciones contra la Iglesia. Fue cuestión de tiempo y de libertad, pero ahora tengo una gran alegría que perdura porque he encontrado la verdad: Cristo, Dios hecho hombre, Presencia amorosa que me sostiene en mi camino. Los dos últimos años han sido como un chapuzón de vida y mi corazón se ha ensanchado. No puedo guardar para mí este tesoro que he encontrado, así que no dejo de invitar a la escuela de comunidad, de regalar revistas Huellas. Emprender este camino fue encontrar la vida y abrigar la certeza de que Dios no abandona a su criatura.
Myriam, Buenos Aires

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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