UGANDA. Una misericordia que te abraza
Todas las veces que estoy con don Giussani tengo la impresión de ser "única", como si él estuviese ahí sólo para mí. La última vez que le vi me parecía que me estaba esperando como un padre que espera a su hijo que vuelve. Frente a él, es como si no existiesen todos los problemas de los que quiero hablarle: me basta la relación con él, no necesito nada más. Me siento "victoriosa" porque él es mi padre y todo lo que es suyo es también mío y nadie me lo puede quitar. Así, cuando le vi, le dije que había ido a verle sólo para darle las gracias por su vida. No pensaba comentarle ningún problema, porque su misma vida nos indica ya el método para afrontarlos. Él, en cambio, me dijo: «Si tú me perteneces, entonces también tus problemas me pertenecen; por ello, quiero saberlo». Entonces le dije: «En estos años en Kampala la casa de los Memores Domini en la que vivo ha sido para mí un acontecimiento, y a partir de la casa he entendido el movimiento». Y él: «Has entendido el movimiento porque en tu casa hay alguien que dice "sí" a Cristo, es decir, que obedece; el mundo se salva porque hay alguien que dice "sí". De este modo, te has visto introducida en el conocimiento de Jesús. Todo es sencillo porque Jesús es una misericordia que te abraza». Incluso más que las palabras que me decía, me conmovía cómo me miraba, la atención extrema que ponía en mí hasta en ofrecerme cosas ricas para comer. Enseguida experimenté la misericordia de Jesús ante él, que me tenía cerca y estaba lleno de ternura hacia mí. Cuando le comenté mis errores, no me juzgó; al contrario, me defendió como un padre que mantiene una mirada amorosa hacia su hijo y esto le define. Me sentí "alguien", esto es, yo misma, tanto es así que a la hora de irme no tenía ningún miedo, como si todo hubiese sido ya vencido. Tener a alguien que te dice: «tú eres mía», cambia la vida. Y el trabajo es aceptar este punto afectivo.
Rose
PERÚ. Cuando alguien encuentra a Cristo ya no puede quedarse quieto
Muy querido Monseñor Luigi Giussani: Un año más en el transcurrir de un tiempo en el que nos hacemos parte de una misma historia. Un año más encontrándonos a través de estas líneas, por medio de una amistad basada en la Verdad descubierta y que uno trata con todas sus fuerzas de seguir y de vivir. Este año que transcurre es tan intenso en mi país..., se ha discutido y aún se discute sobre la democracia y la libertad. Aquí mi pueblo siente pero no expresa, duda pero prefiere creer en la duda y todo se convierte en un circo de falsedades en donde el hambre de los pobres y la necesidad de justicia se vuelve hipocresía en la boca de muchos políticos, que han perdido o tal vez nunca supieron cuál es la verdadera dimensión de la misión que deben cumplir. Pero toda esta situación se hace propicia para seguir exigiéndonos, pues una realidad así exige una actitud seria. No importan los años sino aquello que uno pueda hacer a pesar del tiempo y de las adversidades. Años atrás me tocó estar en las calles, en las prisiones políticas, en las aulas o en la fábrica creyendo siempre en la justicia, en la reivindicación de los pobres, luchando por mis ideales. Hoy vuelvo a las calles o por los pasadizos de alguna universidad caminando lento pero topándome a cada instante con jóvenes inquietos, ansiosos de conocer un «ideal que se pueda vivir», que se pueda seguir. Entonces las calles y los pasadizos se convierten en aulas y allí estamos hablando, creciendo juntos. Y no hay tiempo para perder el tiempo, hay que comunicar la Verdad que uno ha encontrado, hay que comunicar que existe un ideal capaz de vivirse, por el que se puede dar o volver a dar todo, hasta la vida. Esta es la actitud seria de la que hablo. Hablo de una actitud frente a la realidad, no una actitud pasiva; hablo de Acción, porque el Verbo en todas sus dimensiones es Acción. Porque cuando uno es tocado por la Verdad que encarna Cristo no tiende a quedarse pasivo sino a actuar... Vivir, no para quedarse estáticos, sino para seguir, para dejarse llevar por el misterio de esta Verdad. Yo no he dejado de pensar en los pobres, no he dejado de sentir sed de justicia, no he dejado de pensar en la niñez abandonada y en la crisis moral que agobia a nuestros pueblos. Sólo que hoy pienso de un modo más absoluto, hoy pienso en el hombre todo. El mundo como es no lo voy a cambiar... pero yo frente al mundo sí cambio, y todo aquello que hago debe reflejar este cambio. Yo cambio l mundo en la medida en que yo cambio. No importan mis fragilidades, importa dejarme llevar por aquello que uno encuentra y descubre en la persona de Cristo. Me dispensará, Monseñor Giussani, por haberme extendido en esta reflexión, pero aclaro que ésta nace de mi fresco encuentro con el movimiento de Comunión y Liberación. Quería saludarlo y saludar como todos estos años a todos mis amigos de CL. La Gracia de Dios nos permite una vez más estar reunidos ustedes allá y una familia hecha pueblo que ora por todo CL a este otro lado del mundo.
Manifiesto en nombre de mi familia que nos alegra y enorgullece sobremanera pertenecer a la Fraternidad del movimiento. ¡Cuánta responsabilidad para nosotros! Sepa usted y sepan todos que tienen de nosotros nuestras fuerzas, nuestro ánimo, nuestra voz, todas nuestras vidas. Para todos ustedes un mensaje de unidad y el deseo constante de que nuestra fe razonable y fielmente vivida nos mantenga siempre. Que el mundo sepa que por cada fe que calla, por cada fe que muere, la nuestra grita y vive. Antes de despedirme le abrazo, amigo Giussani, le abrazamos con mucha reverencia y afecto, y en usted abrazamos a cada uno de los amigos de CL. Que María nuestra Madre le acompañe y le conserve.
Juvenal Ñique Ríos, Trujillo
ITALIA. La juventud es una actitud del corazón
Con esta frase escrita con grandes letras en una pancarta los jóvenes de Comunión y Liberación nos presentamos en "nuestro" Jubileo. Allí nos recibió el Papa - el más joven entre los jóvenes - que mostraba un entusiasmo incansable al hablarnos y una confianza conmovedora en nosotros, comunicándonos una esperanza para el mundo. Nos impresionó sobre todo a nosotros, que nos hemos licenciado hace un año y con temor hemos decidido qué hacer en el mundo, y con temblor lo hemos empezado a hacer, aunque a veces nos invada cierta insatisfacción y duda acerca de la opción que hemos tomado: ¿y si la felicidad, la realización plena estuviese en otro lugar? El Papa ha dado la vuelta al problema diciendo que lo decisivo no es "qué se hace" sino "para quién se hace" sino "para quién se hace". La vida es algo grande si se da testimonio de Cristo en las circunstancias que toca vivir, trabajo, estudio, novio... y así entró en el detalle dándonos a entender que se dirigía a cada uno de nosotros. Después de confiarnos esta tarea, que en sus palabras tenía ya el sabor de lo cotidiano, se despidió de nosotros con las palabras de santa Catalina de Siena: «Si sois lo que tenéis que ser, prenderéis fuego en todo el mundo».
Chiara y Sara, Milán
Querida libertad...
Publicamos la carta de un profesor español que estuvo impartiendo un curso en el colegio San Ignacio de Loyola de Asunción y al que regalamos el libro de don Giussani, Educar es un riesgo.
Estimados amigos: Comparto totalmente la forma en que Luigi Giussani concibe la educación. Siempre he pensado que educar es esencialmente educar en la libertad, y que ello supone fomentar conductas libres en cada educando, conductas de libertad comprometida y responsable, ya que en el compromiso y la responsabilidad está la madurez de la libertad. También estoy de acuerdo en que para educar y para ser educado hay que estar dispuesto (educador y educando) a correr un riesgo; ese es el "precio", pero también el aliciente de la libertad. El auténtico maestro está dispuesto a sacrificar su "seguridad" y su "tranquilidad" personal por el bien de cada alumno como persona (su crecimiento personal). Al apostar por cada uno de ellos es consciente de que puede acertar o equivocarse, ganar o perder, ser correspondido o no serlo. Pero eso no le quita la paz, porque sabe que no hay otro camino y que ese es su deber (deber de amor, porque para educar a alguien es preciso amarle como un ser libre). Me identifico también con este profundo y bello pensamiento: «La educabilidad: una continua juventud». El autor de Educar es un riesgo nos obsequia con ideas profundas expresadas de forma sencilla y brillante. Me recuerda mucho a Juan Pablo II, tanto por el contenido como por el estilo. Estimadas amigas: muchas gracias por el libro. Y mi felicitación por ser como sois, pero sin olvidar el sabio consejo de L. Giussani a los jóvenes: «Os deseo que nunca estéis tranquilos». Espero que nos veamos de nuevo en Asunción en el próximo mes de septiembre.
Gerardo, Asunción
Renacer
La semana pasada estuve hospitalizado en terapia intensiva, ya que adquirí el síndrome de "Guillain-Barré" que me dejó inmóvil en una cama. Gracias a Dios el virus no llegó a complicarse y no tuve problemas respiratorios; sólo me atacó las terminaciones nerviosas de los músculos de las piernas, los hombros y los brazos. Ya estoy en casa, recuperándome poco a poco. Si todo va bien, en dos meses recuperaré ya mis capacidades musculares básicas y así podré caminar, escribir, etc. Lo que he vivido, a pesar del susto y la angustia, es una experiencia totalmente positiva. Hay algunos aspectos que quiero plasmar en papel, para no olvidarlos. Los síntomas de la enfermedad comenzaron el último día de los Ejercicios de la Fraternidad. «Yo soy Tú que me haces». Esta frase adquirió un sentido impresionante en mi vida. Al estar en la sala de terapia intensiva, rodeado de aparatos, tubos y cables, e inmóvil, me resultó evidente mi fragilidad. ¡Qué grande es Dios, que ha hecho al hombre con tantos detalles! Descubrí que existen una cantidad de conexiones, movimientos de los cuales no somos conscientes normalmente y que, sin embargo, fueron diseñados cada uno de ellos con un propósito. Al estar inmóvil y luego al empezar a mover cada uno de esos músculos, se me hizo evidente que «Yo soy» porque «Tú me re-haces». Así me sentí, como un niño volviendo a descubrir cada movimiento de mi cuerpo. «Veni, Sancte Spiritus. Veni per Miriam». Hice esta petición numerosas veces mientras estaba en la clínica. «Veni, Sancte Spiritus»: que venga el Espíritu Santo, que se haga en mí la voluntad de Dios. Cuando no sabía si me iban a entubar, ya que era probable un paro respiratorio, lo único que me ayudó a estar tranquilo era la conciencia de que todo lo que pasa es obra de Él. También durante la recuperación, con todos los dolores que no me dejan dormir, con la paciencia ante sentirse inútil y anhelar que todo pase rápido, la única esperanza es la conciencia de que tengo que vivir cada instante intensamente, porque todo es un proyecto de Dios. «Veni per Mariam»: esta encarnación de Dios en la persona de Jesús se manifestó y se manifiesta a través de ustedes, mis amigos. Su presencia vía e-mail, en la clínica, ayudándome a sentarme y levantarme o cuidando de mis hijas, es para mí un signo de la presencia de Dios entre nosotros. La fortaleza que ha tenido Alejandra, gracias a ustedes, ha sido también algo grande. Esta experiencia me ha ayudado a volver a pensar toda mi vida, y es curioso que tengamos que pasar por situaciones así para poder tomar conciencia de tantas cosas.
Alejandro, Venezuela
Consta en acta
Desde 1998 empecé a ir a la caritativa del Hogar de Ancianos y realmente fui por causa del dedo acusador de mi hermana, que siempre con su ternura acostumbrada se encarga de reclamarme. recuerdo que las primeras veces que fui sentía como si fuera a rendir examen final de geometría analítica y pedía a alguien que pasara a buscarme porque no me animaba a ir sola. Mi angustia no radicaba en el horario, porque realmente no es sacrificio para mí levantarme temprano ni siquiera los domingos, tampoco era tanto drama el sacrificar mi día libre, sino en que... ¡por Dios que no me gustan los ancianos! Como mi hermanita sabe esto, recuerdo que muy sabiamente me recomendó: «Buscáte nomás una que no esté tan enclenque». Durante casi todo el primer año, realmente me costó muchísimo ir. Creo que la cosa empezó a cambiar un día en que realmente de todo corazón ofrecí a Dios mi esfuerzo: «Señor, que conste en acta que me voy sólo por Vos». Al llegar junto a mi amiga Delfina, me contó que hasta hacía un rato había estado conversando con otra anciana y que le dijo: «Bueno, ¡me voy a tener que ir a mi lugar porque dentro de un rato va a llegar mi amiga!». Cuando me contó eso se me hizo un nudo en la garganta, porque ese día casi no me animé a ir, y ella, pobrecita, me esperaba justamente a mí. Ya no me cuesta tanto ir. Ahora voy por dos razones muy concretas: primero por la ternura con que mi amiga me espera, aunque no se acuerda de mi nombre; pero principalmente por un motivo muy personal, por mí misma, porque aprendí muchas cosas valiosas. Aprendí que Cristo también está en las cosas que me desagrada hacer y en las personas con quienes me cuesta relacionarme. Quiero aprender de estas personas que voy a visitar, que esperan sin pretender nada, y agradecen de corazón lo que reciben. Recuerdo que Delfina una vez me pidió que le llevara una bombilla para tomar té; cuando se la llevé, se pasó el día mostrándosela a todo el mundo como si fuera un frasco de perfume Carolina Herrera, y pensé: Dios mío, lo poco que a ella le hace feliz (la bombilla no me costó ni Gs. 3000) y yo soy tan tonta que no puedo ser feliz con todo lo que tengo. Si no fuera por la molestosa de mi hermana y por esta compañía en la que estoy por la misericordia de Dios, nunca habría aprendido.
Milagros, Asunción
Encuentros en Noruega
Cuando Julián nos propuso a ocho amigos ir a Noruega, no lo dudamos ni un momento. Este verano ha sido todo un regalo, no sólo por este viaje, sino también por acudir a escuchar a un padre como es el Papa en Tor Vergata, junto a dos millones de jóvenes, o por trabajar en el Meeting de Rímini, primero en la barra como camarero, y luego traduciendo y cubriendo algunos actos. Unos días en los que uno experimenta que abriendo su verano a Cristo, el corazón realmente descansa. Después de cinco días viajando en furgoneta desde Madrid, nos embarcamos en un ferry desde el norte de Dinamarca que nos dejó al sur de Noruega, en el bello puerto de Kristiansand. Viendo el horizonte desde cubierta, decidimos ir a visitar al cura católico de esta localidad. Nos encontramos con un cura vietnamita - país donde los católicos sufren persecuciones y falta de libertad religiosa -, que había sido destinado allí. Y le dijo a Julián: «¡Qué casualidad que usted que es sacerdote esté hoy aquí! Hoy es el primer sábado de mes y dentro de una hora tenemos la misa para la comunidad hispánica de esta zona, que una vez al mes acude incluso desde 50 kilómetros a la redonda. Yo no tengo ni idea de español y hago lo que puedo. ¿Le importaría celebrar la misa para ellos?». Fue precioso, conocimos a unos chilenos que después nos invitaron a una parrillada en su casa, a unos 30 kilómetros camino de nuestro primer destino. ¿Qué hacen unos mostoleños, unos chilenos y un cura vietnamita en una parrillada en un lugar perdido de Noruega? De los fiordos no digo nada, porque los podéis descubrir cuando vayáis. Es estar ante el Misterio: todo grita "más allá". De vuelta a Dinamarca subimos a otro ferry. Aunque hoy día parece que la novedad ya no puede entrar en tu vida, algunos nos asomamos a la cubierta cuando el barco zarpó. Ya en movimiento, de repente, apareció una gaviota que nos seguía, planeando, sin mover sus alas, aprovechando las corrientes cálidas que el barco desprendía. Julián y yo nos pusimos una miga de pan en la mano, y fue todo un espectáculo ver cómo se acercaba a menos de un metro de distancia, y le dábamos de comer. Esto causó el interés absoluto de los pasajeros que se acercaron a hacernos fotos. Pero el encuentro llegó horas después. En una parte del crucero, cercano al restaurante, se encontraba un anciano pianista británico. Uno de nosotros sacó el cancionero, y el pianista nos invitó a cantar al son de sus teclas. Cantando Amazing Grace, Cockles and Mussles, The Wild Rover, o Viva España, empezó a acercarse mucha más gente. Dos camareras italianas dejaron su trabajo y se acercaron entusiastas al oírnos cantar Torna a Surriento y O Sole Mio. Alguien nos preguntó que por qué cantábamos tan bien. Allí estábamos sentados alrededor de su piano, cuya parte superior, de cristal, permitía ver el movimiento de cuerdas y teclas. El pianista tocaba durante el año en su parroquia al sur de Gales, y trabajaba en verano en este crucero. Por intuición empezó a tocar el Ave Verum y el Agnus Dei. Mientras la discoteca apestaba de borrachos bailando, nosotros disfrutábamos de estas melodías a medianoche y bajo la luz de la luna, sobre una plancha de hierro que las olas mecían en alta mar. Cantar al son de un piano con tus amigos, viendo desde la ventana la costa noruega iluminada, fue algo más que la leyenda de un pianista en el océano. El pianista, con un brillo en sus ojos, se despidió de nosotros: «God bless You!».
Benjamín, Móstoles
De campamento
Querido don Gius: ¡Gracias porque a mis 39 años las cosas despiertan en mí una pasión que no conocía a los 16! Este año fui por primera vez de campamento en la localidad de Peguerinos, con chicos de entre 10 y 13 años. Me costó mucho tomar la decisión porque soy madre de cuatro hijas, trabajo fuera de casa y no estoy bien de salud, pero tiraba de mí el atractivo del trabajo que estaba haciendo con otros amigos desde hacía dos años. Tenía la intuición de que iba a ser importante para mí. Al principio no fue nada obvio. Llegaba cansada por todo lo que había dejado atrás. Todo cambió cuando me di cuenta de que debía tomarme en primera persona lo que se nos proponía: hacer mías las palabras que se les decían a los niños por la mañana, repetir la frase del día, hacer míos los juegos, los talleres y, sobre todo, hacer mía la relación con los niños. Era el tercer año que mi hija estaba en el campamento; sabía que la habían cuidado otros años, pero no imaginaba que fuera de tal modo. La experiencia de paternidad que he tenido en Peguerinos me ha sorprendido. En primer lugar, porque el afecto por los niños crece de manera insospechada y uno se da cuenta de que por sí mismo no sería capaz de querer así. Y, también, por la unidad que se dio entre los adultos: responsables, monitores, cocineras. Una unidad que educa y genera y que supera con mucho las posibilidades de cada uno. En estos días he aprendido a ser más madre de mis hijas y más esposa de mi marido, reconociendo el milagro que Dios nos concede para poder ser las dos cosas.
Carmenchu, Madrid
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón