5.000 litros de sangría, 600 kilos de pulpo, 900 de carne, 4.000 comensales y 150 personas trabajando juntas. Un restaurante español sella el comienzo de una verdadera compañía que se pone manos a la obra
Ángel, haciendo honor a su nombre, lanzó la idea: «¿Y por qué no montamos un restaurante español en el Meeting?». La recién nacida CdO en España necesitaba un empujón para crecer, y aunque algo descabellada, la idea ciertamente tenía su atractivo. Después de unas estimaciones iniciales, se propuso abiertamente un plan veraniego nada común: gastar diez días de vacaciones en trabajar como mulas sin cobrar un duro, pagándose viaje y estancia del propio bolsillo, amén de ponerse a preparar todo en las horas libres durante el curso. Contra todo pronóstico, la respuesta fue más de 150 personas interesadas en semejante propuesta.
Antes del estreno
Comenzaron los preparativos para la insólita empresa. Como bagaje, ninguna experiencia profesional, pero dos certezas de mucho peso: la seguridad de estar construyendo una obra en el Meeting, y un pedazo de historia ya recorrido, que había supuesto una experiencia muy buena y que manteníamos en el rabillo del ojo: el Happening universitario en Madrid.
Después de algunas incertidumbres y gracias al apoyo decisivo y decidido de la Xunta de Galicia y de algunas empresas, llegó la hora de la verdad. Los que se ofrecieron para el montaje se esforzaron al máximo para tenerlo todo a punto. Para el resto, la cita era en el restaurante Finisterre la víspera de la apertura del Meeting, y allí estábamos todos, algunos viejos amigos, algunas caras nuevas, muchos simplemente conocidos. Pero desde el primer momento la evidencia de Quién nos convocaba allí y para Quién estábamos trabajando estableció una relación novedosa. «Sólo una presencia puede generar una unidad así», comentaba Belén en la asamblea final.
Chuletón y “pael-la”
El domingo llegaban los primeros comensales. Pocos al principio, pero en aumento cada día hasta desbordar toda expectativa. Silvia e Isabel recibían las reservas y acomodaban pacientemente a los clientes, algunos de los cuales habían sufrido largas colas hasta obtener su ticket. Los camareros, ataviados para la ocasión, se hicieron expertos en lenguaje gestual a fuerza de explicar qué era un chuletón, un pulpo o un entremés sin saber muchos de ellos una palabra de italiano (sólo la famosa “pael-la” se salvaba de la explicación). En la cocina, el calor asfixiante de Rímini se elevaba aún 4 ó 5 grados.
En los escasos momentos en los que no había que trabajar, cada uno procuraba asomarse con sus amigos al Meeting, ya fuera viendo una exposición, escuchando una conferencia, o simplemente recorriendo los stands. Quizá el único momento de descanso era por la noche, cuando comenzaba el espectáculo. Cantos españoles, bailes populares, presentadores bilingües, concursos de todo tipo… hasta toros y queimada, y una fiesta final con los amigos hispanoamericanos y napolitanos, animaban cada noche a los presentes. No quedaba una sola silla libre, ni tampoco, según pasaban los días, un solo hueco en el suelo. «Cuando venimos a cenar no estamos en un restaurante sino en casa de unos amigos», aseguraban unos comensales italianos.
A todas luces
Ni que decir tiene que el trabajo fue realmente duro. No faltaban, sin embargo, las ocasiones que ayudaban a levantar la mirada y a retomar el sentido de nuestro esfuerzo y cansancio. Una multitud de signos que suceden cada día en todos los rincones del Meeting. «En el Meeting se ve a todas luces que la fe tiene que ver con la realidad entera», comentaba Mariano. La exposición guiada sobre san Juan y la visita al stand de la CdO fueron imprescindibles para todos. «No hay diferencia entre lo que muestra la exposición de san Juan y lo que ha sucedido aquí. ¿Qué hacía que la vida de san Juan fuera grande? Mirar a Cristo, saber por Quién vivía. Cristo es un hecho real porque si no, todo esto no sería posible», apuntaba una cocinera. «Ahora, trabajar para la CdO no es un añadido a mi vida, sino una necesidad para concretar mi tarea», añadía Guillermo.
Un cruce de potenciales
Por la mañana comenzábamos con la misa, seguida del comentario de un pasaje del décimo capítulo del Sentido Religioso. Algunos días tuvimos también la suerte de recibir en el restaurante a Giancarlo Cesana, que nos ayudó a valorar nuestra iniciativa; a Emilia Smurro, que nos contó cómo inició el Meeting hace 21 años; a Marina Valmaggi, cantautora, y a Sandro Bicocchi, director de la CdO italiana.
La asamblea final manifestó un mismo deseo. «Después de unos años he tomado conciencia de que el movimiento es algo que incide en la realidad y no un romanticismo. Esto tiene una potencialidad alucinante. Donde uno más crece y se descubre a sí mismo es en la acción», decía Arturo. «Trabajando en el restaurante, estoy construyendo mi casa y mi familia. Y esto da una dimensión grande a la vida, al matrimonio y al trabajo diario. Me vuelvo a casa como Andrés después del primer encuentro con Cristo», concluía David.
¿Ha merecido la pena? Dejemos hablar a Giovanna y a Mariano: «Estoy agotada, pero agradezco estos días porque he comprendido que necesito a Cristo en lo cotidiano»; «Realmente, reconocer a Cristo presente le hace a uno estar alegre». El único requisito para implicarse en el restaurante así como en todo el resto es el gusto por la vida y su significado.
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