El mensaje autógrafo que el Santo Padre ha enviado con ocasión del XXI Meeting
Al venerado Hermano Mons. Mariano De Nicoló, Obispo de Rímini
Con ocasión del XXI Meeting para la amistad entre los pueblos, que tendrá lugar en Rímini, como todos los años, me complace dirigirle a Usted, a los organizadores y a los participantes en dicho encuentro, mi más cordial saludo. Para la edición de este Año Santo, en el que la Iglesia celebra el Gran Jubileo bimilenario del nacimiento de Cristo, el Meeting ha elegido, oportunamente, el lema «2000 años: un ideal que pervive». Habéis querido así poner en el centro el evento cristiano, que se manifestó en Belén y se proyecta en el horizonte del Reino de Dios.
En efecto, el nacimiento de Jesús, como recordé al convocar el Jubileo, «no es un hecho que pueda relegarse al pasado. Ante él, en efecto, se pone toda la historia humana: nuestro hoy y el futuro del mundo se ven iluminados por su presencia» (Bula Incarnationis Mysterium, 1). Con el tema de este Meeting, con los encuentros que tendrán lugar a lo largo de la semana, pero más aún con la realidad misma de este encuentro anual, vosotros pretendéis ser un eco explícito y consciente del gran misterio que durante el Año Jubilar toda la Iglesia está reviviendo: la encarnación del Hijo de Dios. Se trata de un misterio que transciende al hombre y la historia y, al mismo tiempo, los atraviesa profundamente: Jesús es «la verdadera novedad que desborda toda espera de la humanidad»; al encontrarse con Él «cada hombre descubre el misterio de su propia vida» (ibíd.).
Estas palabras, que describen la esencia del Cristianismo, nos abren el horizonte evocado por el lema del Meeting: “un ideal que pervive”.
En el lenguaje corriente, “ideal” se entiende, a menudo, en contraposición a “real”, como algo a lo que se aspira en el plano del pensamiento, de las “ideas”, sin que tenga un fundamento concreto en la realidad. Por el contrario, en el Cristianismo, el ideal es un objetivo infinitamente grande, inmensamente bello y verdadero, sumamente justo, una meta a la que se dirige nuestro corazón con todas sus fuerzas, sin agotar jamás el deseo; sin embargo, al mismo tiempo es algo que ya poseemos, mejor aún, que nos posee, y que corresponde a nuestro ser y a sus expectativas, confiriendo un sólido realismo a nuestra esperanza de infinito.
Los cristianos son conscientes de esto por su propia experiencia, meditada a la luz de la Sagrada Escritura y vivida siguiendo a Cristo. Ningún acontecimiento, en la historia del mundo, se corresponde con el ideal como la persona de Jesús de Nazaret, el Verbo encarnado. Él es el primogénito de entre nosotros (cf. Col 1, 18), que teniendo en sí la plenitud de toda dimensión humana (cf. Col 1, 19) ha puesto en nuestro corazón una insaciable nostalgia de plenitud, que nos hace buscadores de ella a través de las distintas experiencias de la vida.
Se trata de un “ideal que pervive” que se entrelaza con el camino de la Iglesia. La historia de la Iglesia es, por tanto, atrayente y hoy estamos llamados a ofrecerle nuestra contribución: mostrar a los hombres de nuestro tiempo la razonabilidad de la fe, el humanismo de la caridad, la energía constructora de la esperanza. Para que sea posible, es necesario que el ideal cristiano no se vea reducido a un sueño, una ideología o una utopía, sino que sea cada vez más en los creyentes, anuncio, testimonio y vida.
Nos guía y nos ilumina el ejemplo de los Santos, que en Cristo encontraron la luz y el sustento cotidiano para su camino y su compromiso al servicio del Reino de Dios. Precisamente la santidad es la meta de cada uno de nosotros: ella demuestra que el de Cristo es un ideal que pervive. A todos los que participarán en el encuentro y a todos los amigos del Meeting, os deseo que sigáis las huellas de tantos hombres y mujeres que, a lo largo de dos mil años, han sido testimonios generosos de este ideal permanente, para que sea semilla de esperanza en los surcos del tercer milenio.
Con estos sentimientos, imparto a Usted, venerado Hermano, y a la entera “Familia del Meeting” mi Apostólica Bendición.
Desde el Vaticano, 2 de agosto de 2000.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón