Publicamos el texto de la entrevista que don Giussani ha concedido al semanario italiano Panorama en vísperas de la Jornada Mundial de la Juventud
«Sí, estoy conmovido». A pesar de haber conocido y educado a miles de jóvenes, a pesar de tener con el Papa una relación preferente y que incluso conozca bien al Padre Eterno, al parecer, todavía logra sorprenderse. Es don Luigi Giussani, 78 años, fundador y guía de Comunión y Liberación, teólogo e intelectual de entre los más importantes de fin de siglo. Está siguiendo el Jubileo de los jóvenes por televisión, desde su casa de veraneo cerca de Milán. Apenas ha terminado de ver un programa sobre el Meeting de CL, la otra gran cita veraniega de la Italia católica que está a punto de levantar el telón en Rímini. El Jubileo, entonces. Será gracias a esos dos millones de jóvenes que suenan poco a Iglesia y tanto a normalidad, será que el Papa parece entre ellos menos viejo y cansado de lo que en realidad está; aunque sólo sea por esto hay un hecho que no se puede negar, y es que las preguntas sobre la vida y la fe, sobre la necesidad de creer y sobre el Misterio, se propagan desde Roma hasta las playas sin el menor problema. Y parecen menos lejanas y aburridas de lo que normalmente parecen.
Así, mientras Juan Pablo II pone con fuerza a Dios en el escenario del verano 2000, don Gius, como de siempre le han llamado los suyos, rompe el silencio que le ha acompañado durante estos últimos años, y acepta responder a las preguntas de Panorama.
Conmovido, decía. ¿Por qué?
Me impresiona simplemente pensar en esos centenares de miles de jóvenes, que además son la vanguardia de una muchedumbre aún mayor, venidos a Roma de todo el mundo, probablemente llenos de curiosidad por ver al Papa y estar con él. Pero también me ha conmovido, todavía más, la capacidad que tiene este Papa de entrar en relación con los jóvenes, gastando con ellos incansablemente toda su energía para hablar de Cristo en la vida del hombre.
¿Cree que la fascinación que provoca Juan Pablo II y su triunfo concierne también a la Iglesia?
Si se identifica a la Iglesia con el Papa, es hermoso, pero...
¿Pero?
¡El problema está en que la Iglesia, o mejor aún, los cristianos, pueden no ser como el Papa! La cuestión que usted apunta en su pregunta corresponde a la visión de la Iglesia que tienen todos los que, fieles o no, escuchan a este Papa, tan humano e insistente en poner en guardia al hombre de hoy sobre el peligro de excluir a Cristo del número de los apasionados por el destino del hombre. Por lo tanto, la cuestión es precisamente si todos los movimientos católicos y los que los dirigen están a la escucha seria y operativa de cada movimiento que el Papa hace o sugiere.
¿Y lo están?
Los movimientos eclesiales de hoy demuestran voluntad de seguir la voz y la relación que Juan Pablo II tiene con todo lo que le rodea. Así que se podría hablar de triunfo si todos nosotros fuéramos como el Papa.
¿No cree que la Iglesia habla hoy día demasiado de moral, y más bien poco de fe?
Me parece que sí, porque entiendo que muchos, también entre los cristianos, especialmente los intelectuales o quienes tienen influencia en la educación, están saturados de preocupación por que los fieles sean “buenos”. Pero, de esta manera, la ética se puede interpretar en función de lo que a uno le dé la gana, mientras que la fe, para el cristiano, consiste en el reconocimiento de un hecho que ha acontecido y, por lo tanto, el orden moral consiste en la obediencia a lo que este hecho exige.
El filósofo Umberto Galimberti sostiene que el cristianismo, tal como lo conocemos, durará sólo unas dos generaciones. Gianni Vattimo, menos pesimista, se limita a prever que dentro de algunos años la Iglesia llevará a cabo una autocrítica en materia de sexo y costumbres. ¿Es esto posible?
Me parece que Vattimo dice esto porque quizá no tenga fe en nada, más que en lo que le parece a él, también acerca del cristianismo. Y Galimberti probablemente no ha tomado todavía conciencia crítica del contenido original de la experiencia cristiana.
Usted ha conocido con CL a los jóvenes de los años de las ideologías, después a los de los años de las utopías, y ahora a los de los años del cinismo de mercado. ¿Cuál de estos tres factores ha sido el más peligroso?
El de las ideologías; un riesgo presente desde la revolución francesa en adelante.
¿Por qué?
La ideología exalta un factor de la experiencia, de la vida, del cosmos y de la sociedad humana, sacándolo de sus límites, y lo pone en el lugar del Misterio que hace todas las cosas, proclamando algún aspecto de ese factor como regla de vida o justicia para el hombre.
En la medida en que la ideología se eleva a punto de vista último que el hombre alcanza, afecta a todos los sentimientos y criterios del hombre, determinando la mentalidad de éste hasta tal punto que se vuelve cada vez más un prejuicio universal.
Los jóvenes que hoy están delante del Papa viven inmersos en lo virtual. Alguien como usted, que ha predicado la historicidad del cristianismo, ¿no corre el riesgo de volverse incomprensible para las generaciones de Internet?
La posibilidad de crear y animar un movimiento que supone un reclamo y suscita esperanza y certeza en todos los estratos de la sociedad y en setenta estados del mundo, hasta incluso en los barrios de Nueva York, no es ciertamente un fenómeno virtual, sino algo muy concreto. Si tanta gente nos sigue, me parece que ello demuestra que la fórmula de nuestra propuesta puede entusiasmar también a los que la prensa y la televisión llaman “generación virtual”.
También hoy en día, hablar del hecho cristiano y de la carnalidad de la fe puede ser una propuesta a los jóvenes, y a los no tan jóvenes, para realizar su propia personalidad. Por lo tanto, en lo que a mí toca, nada de miedo.
Usted ha escrito recientemente un ensayo sobre el poder y las obras. ¿Cuál es, o cuál debería ser hoy, la relación entre poder e Iglesia, entre los negocios y la fe?
Yo diría que debe ser como la que se establece entre dos personas: el diálogo. Pero para dialogar es necesario que se persiga sinceramente el mismo objetivo, sin eludir la ayuda recíproca: la Iglesia consciente de que a través de las situaciones contingentes el Misterio de Cristo quiere algo, y el Estado obrando con principios de humanidad. A mí me parece que la única condición para que esto suceda es que la Iglesia y el Estado sean guiados por personas a las que, más que la realización de sus proyectos, les apremie lo humano.
¿Y esto sucede?
Aquí tendría la tentación de decir que es difícil encontrar personas con autoridad que ajusten sus proyectos mortificando sus ventajas personales, incluído su pensamiento.
El llamado “brazo político” de CL ha pasado de la Democracia Cristiana al Partido Socialista Italiano y ahora a Forza Italia. ¿No teme un manejo político de la mezcla entre fe y política?
Subrayo, para empezar, el hecho de que no existen “brazos políticos” entre nosotros, sino personas educadas en la responsabilidad hacia la familia, hacia el trabajo y hacia los demás (sociedad, país, Estado y mundo). De todas maneras, durante muchos años hemos tratado de agilizar las cosas, apuntando siempre con nuestra propuesta humana al corazón y la cabeza de los jóvenes (y no tan jóvenes).
Evidentemente, siempre puede tratarse de manejar desde el exterior cualquier realidad social, y más aún cuando se trate de una realidad viva, bella y útil. Pero cualquier movimiento, incluso político, en cuanto tal no nace sino de lo que lo anima.
¿Es decir?
Para nosotros la relación con la política nace de una preocupación educativa, la del amor al destino de toda persona.
CL estuvo entre las primeras organizaciones que nos pusieron en guardia en 1992 frente a “Manos limpias”, una operación que fue inmediatamente definida como una revolución ficticia, una traición al pueblo. ¿Son palabras todavía válidas?
Para responder a esta pregunta es necesario saber leer lo que ha sucedido con atención, con sinceridad y sin prejuicios. Aquí se ve la diferencia entre la concepción del hombre que tiene la Iglesia y la que tiene la educación meramente naturalista. Si el hombre es sujeto responsable de sus acciones, cada acto suyo no puede olvidar la extrema debilidad de la que nace. En el salmo De profundis se dice : «Señor, si fijas la mirada sobre nuestras faltas, ¿quien podrá resistir?».
¿Tangentópolis fue sólo una debilidad humana?
La debilidad del hombre es reconocible como algo que está en el límite extremo de la nada. Esto confiere toda su apabullante verdad a esa escena de Brand, el drama de Ibsen, en la que, en el momento más agudo del acto IV, el protagonista grita: «Para alcanzar la salvación, ¿no es suficiente toda la voluntad humana?». ¿Quién hay que no sienta la insensatez de frases como las que se escucharon en el año 1992, y que se han seguido gritado todavía después, (y escrito en los periódicos) de algunos gestores de “Manos limpias” que se consideraban entre las personas más perfectas de la sociedad? Por esto es por lo que entonces dijimos que una acción que, para castigar a los culpables, destruye a un pueblo, en su conciencia unitaria y el bienestar logrado hasta entonces, tiene al menos, en su forma de llevarse a cabo, algo de injusto. Los artífices de “Manos limpias” probablemente pertenecían a una sociedad de hombres que pretenden fijar ellos mismos el sumo bien para la sociedad, identificándolo normalmente con favorecer un orden social en el cual el bien que se salvaguarde sea el que quieren ellos mismos.
¿El balance que hace de aquel periodo?
Podría simplificarlo con la imagen de una grieta abierta en los cimientos de nuestra sociedad, un embrollo en cuya polvareda ciertamente no se puede reconocer el alba de un día más benévolo. Aunque quizá nos haya dejado como herencia el reclamo a cierta honestidad “social “; y por esto haya también que darles gracias a ellos por el esfuerzo que han hecho.
Usted ha sostenido que con la vejez ha cambiado su modo de ser cristiano. ¿En qué sentido? ¿Ha dudado alguna vez?
El tiempo que pasa produce en la realidad humana que se vive cordialmente, tanto biológicamente como en la conciencia, una evolución, que para bien y para mal hace que aparezcan más claras las decisiones. Se alcanza así una certeza más clara acerca de las formas del bien y del mal, dónde está el bien y dónde esta el mal. Se robustece, en consecuencia, también la voluntad del uno o del otro.
Yo creo haber aprendido que lo que aparece como dudoso es sólo una invitación a ser más claros y coherentes.
¿Usted ha hablado muchas veces de la muerte, de la angustia de sentir «el cuerpo que se va deshaciendo». Indro Montanelli habla abiertamente de eutanasia. ¿El no encarnizamiento terapéutico y la genética son realmente inconciliables con la fe?
Me parece que el no encarnizamiento terapéutico y la genética son inconciliables con la fe sólo si pretenden eliminar o rechazar la obediencia al Misterio de Cristo.
¿Cuándo se desencadena este rechazo?
La muerte es el punto ante el que toda ideología se cuadra o desfallece, pues establece un límite mas allá del cual sólo está el Misterio.
Es el signo más evidente de que la vida no nos pertenece. Por eso no podemos disponer de ella como nos parece y se nos antoja, y mucho menos imponerle un límite nosotros.
Y entonces le pregunto: ¿qué es el Misterio?
Es un insulto a toda razón que esté viva decir que «después de la muerte no hay nada». Porque «toda la vida pide la eternidad» y «nuestra voz canta con un porqué»: así dice la primera canción de la historia de nuestro movimiento.
La palabra «Misterio» es la única que el vocabulario humano tiene para indicar lo que está después de la muerte y todas las consecuencias del mal. Pero el Misterio asumió forma humana por entero en el seno de la Virgen. Puesto que es Misterio, hasta esto puede hacerlo. Y de esta respuesta no hay razón que pueda sentirse insatisfecha. Al contrario, frente a este anuncio debe ante todo callar, y el hombre podrá volver a encontrar el mecanismo de la lógica racional sólo cuando su conciencia, que es razonable, haya sido sacudida por la existencia de Cristo muerto y resucitado.
¿No hay que temer a la muerte?
No. Frente a la muerte no se anula el temor al hecho de que nos golpea destruyendo la existencia consciente. Pero pensar en aquel hombre que dijo «yo soy el camino, la verdad y la vida» es un punto de apoyo para respirar de nuevo.
Volvamos a los jóvenes. ¿Qué significa enseñar a un joven a tener fe?
En nuestro movimiento el esfuerzo educativo está precisamente centrado en cómo se puede llegar hoy a tener certeza sobre Cristo, de tal forma que se pueda desarrollar en la conciencia de cada uno la gran certeza cristiana, apoyando toda la vida en el Misterio de Cristo, con todas sus aspiraciones positivas, dentro de una conciencia cada vez más clara de nuestra debilidad, incapacidad o maldad.
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