Publicamos el artículo de Giancarlo Cesana aparecido en el diario Avvenire del 24 de agosto, en respuesta a algunos comentarios que La Repubblica ha dedicado a la última edición del Meeting de Rímini
Después de haber comentado largo y tendido el Jubileo de los jóvenes, periódicos y televisión han aterrizado en nuestro Meeting. Con dos editoriales en la Repubblica Eugenio Scalfari ha alertado acerca del presunto peligro de que los dos millones de jóvenes “buenos y puros”, protagonistas del gran encuentro con el Papa, puedan ser reducidos a “cera” en manos de una minoría sin escrúpulos (identificada con CL y el Opus Dei) a las órdenes del Pontífice, al que también Scalfari dice estimar.
Es un miedo del que el doctor Scalfari puede librarse: nuestro movimiento y el Meeting no se plantean el problema de hegemonizar a nadie ni a nada. Nos sentimos parte del acontecimiento del Jubileo, como nos ha escrito Juan Pablo II en su mensaje autógrafo al Meeting, definiéndolo como «un eco explícito y consciente» de lo que el Jubileo recuerda y celebra: la encarnación del Hijo de Dios. Nosotros pertenecemos a esa entidad étnica sui generis, según la expresión de Pablo VI, a ese pueblo que contempla la propuesta cristiana como la única respuesta que satisface el deseo de libertad y de verdad que alberga el corazón humano. Especialmente el corazón de la juventud, ese tiempo de la vida en que las exigencias fundamentales no han tenido todavía tiempo de resignarse.
Desde hace veinte años, el Meeting es un hecho dentro de la vida de la Iglesia, la cual no es la dócil cortesana de los poderosos de turno que algunos querrían que fuera. Pertenecemos a esa Iglesia que, como testimonia el Papa, no ha renunciado a apostar por la razón y la libertad, y se muestra por tanto abierta a todos los intereses de la vida.
Cuando la fe queda reducida a vago espiritualismo estetizante sin ninguna incidencia social, acaba favoreciendo la hegemonía cultural y el conformismo fomentado por el poder.
En cambio, otros exponentes del mundo laico que han participado u observado el fenómeno del Meeting destacan lo que sienten cercano a su más auténtica inspiración: la pasión por la razón y la libertad.
La razón no se puede confundir con opiniones que nacen y se alimentan de prejuicios. Y la libertad no debe confundirse con la retórica farisaica del libertinaje, que ensalza la transgresión y acaba integrándose en el poder.
Somos un movimiento que, precisamente desde la libertad propia de un carisma, ha suscitado un río de vida que se ha mezclado con otros carismas en la explanada de Tor Vergata junto al Papa. Ese acontecimiento los ha congregado a todos en unidad, exaltando la diversidad de cada uno, según lo que afirma san Pablo.
Lo que más nos impresiona del Meeting, a nosotros y a quienes participan en él sin prejuicios, es justamente esa humanidad abierta que la Iglesia acoge siempre, respetando la diversidad de conciencias, sea cual sea el color de la piel o las ideas que mantienen.
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