¿Hay algo más conmovedor que podamos conservar en el corazón que el anuncio de que «el Verbo se ha hecho carne», ese anuncio que resonó en la historia hace 2000 años y por el cual existe la fiesta del Jubileo? Unicamente emociona más pensar que este misterio grande de la historia se realizó en el seno de una joven judía que respondió “sí” al Ángel de Dios.
«Se ha hecho carne» significa que se ha vuelto familiar a nuestra humanidad, compañero de cada uno de nosotros - comía, bebía y se conmovía por su amigo Lázaro -, de tal manera que a sus primeros amigos les fue fácil conocerle, estar con Él y, por lo que hacía y enseñaba, llegar a tener tal evidencia de su humanidad excepcional que les obligaba a preguntarse: «¿Quién es este?».
Todo esto empezó en María de Nazaret. Por eso nosotros la miramos a ella como el signo - grande e inimaginable, pues es divino - de un Dios que ama a quienes ha creado hasta el punto de conmoverse por ellos, que viven el esfuerzo de una existencia cotidiana marcada por la desobediencia de sus primeros padres y por eso frágil hasta la muerte.
Que la Virgen de Loreto sea el faro seguro que conduzca a buen puerto vuestro caminar en la noche, analogía de toda nuestra vida. Camino en el esfuerzo y la batalla - militia est vita hominis, la vida del hombre es una batalla, dice la Biblia -, pero sobre todo con la esperanza cierta de la meta que se acerca. El cristiano vive con la seguridad de que hay una Presencia que nos acerca cada vez más al último de los pasos, tras el cual sólo quedará la misericordia del Padre que está en los cielos.
Rezad a la Virgen con ese instrumento que el pueblo cristiano ha creado para renovar la memoria de los misterios de la fe, el Santo Rosario, según la enseñanza del Papa que ha consagrado su persona al corazón de María. Rezad, es decir, ofreced, pidiendo a Jesús poder manifestar cada vez más su gloria a este mundo que parece no querer saber nada de Él. Y que, sin embargo, no desea otra cosa que ver Su rostro a través de los rostros de aquellos que Le reconocen presente en su Iglesia.
10 de junio de 2000
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