Más de 250 personas, entre ellos muchos alumnos y profesores, asistieron a la presentación del libro en la biblioteca de la Universidad estatal. Presentamos algunos extractos de las intervenciones
Hablar de un libro en los umbrales del siglo XXI es cada vez más difícil, pero hablar de un libro religioso a veces resulta imposible. La realidad del mundo que nos rodea y el ritmo de la vida no nos dejan mucho tiempo para la reflexión tranquila y ponderada que es el fundamento del sabio actuar y del acercamiento religioso a la realidad. El libro de Luigi Giussani El Sentido Religioso - publicado por Pallottinum, uno de los editores polacos más apreciados -, que fue presentado en la sala de la Biblioteca de la Universidad de Varsovia el 30 de mayo pasado, es un intento de animar a esta reflexión profunda sobre la vida y el valor del tiempo que se nos ha dado. Es preciso añadir que éste es el tercer libro de don Giussani publicado en polaco, y el primero de la serie del “Curso básico de cristianismo”. El libro está introducido por monseñor Stanislaw Dziwisz.
La intención de don Andrzej Perzynski, quien presidió el encuentro, era que las intervenciones de presentación de esta publicación fueran reflexiones personales de los invitados al encuentro, inspiradas por la lectura del libro. Ya la misma palabra “presentación” utilizada en la tarjeta de invitación hizo comprender a los participantes que iban a ser testigos de algo más que una simple publicidad.
El primero en tomar la palabra fue el obispo auxiliar de Cracovia, monseñor Tadeusz Pieronek, quien llamó la atención sobre la necesidad de mirar al hombre en su integridad. Tras él intervinieron: Tomasz Wolek, redactor de la revista Zycie, el diputado Wieslaw Walendziak, y, por último, el senador Krzysztof Piesiewicz, escenógrafo del conocido director teatral y cinematográfico Kieslowski. El encuentro tuvo eco en la televisión estatal y en una cadena privada, que difundieron amplios reportajes acerca del mismo, y en diversos periódicos con entrevistas a los relatores.
A continuación, entresacamos algunos apuntes de las intervenciones.
Krzysztof Piesiewicz
Mi aventura con don Giussani es singular. Yo no le conozco personalmente y esto me disgusta mucho, y no he tenido nada que ver con la comunidad fundada por él. Por ello mis encuentros con los textos de don Giussani son directos, voy al fondo de la lectura de cada palabra, de cada frase y las frases están insertadas en un determinado pensamiento; tengo con todo ello una relación subjetiva totalmente natural.
Es sorprendente pensar en cuando conocí por primera vez la obra de don Giussani: hace algunos años vino a verme un director de cine y de teatro italiano, Franco Palmieri, para pedirme permiso para poner en escena una obra mía en un teatro cercano a Milán; vino a Polonia y me trajo un librito titulado El tiempo y el templo. No sé por qué lo hizo, no sé si él había visto algo de particular en mi obra o si la conversación telefónica que precedió a nuestro encuentro le había sugerido traerme aquel libro. Lo puse distraídamente en un estante y después, por casualidad, lo tomé para echarle un vistazo: ¡me quedé fascinado por aquellas páginas tan bellas que hablaban de la fe, de la experiencia humana, del deseo! Y he aquí que hace una semana vuelve a sonar el teléfono para hablarme de este encuentro, al que no sé por qué me han invitado, dado que, como ya he dicho, no tengo nada que ver con don Giussani o con su comunidad y no suelo comentar este tipo de libros. Sin embargo, tomé El Sentido Religioso y tuve la percepción neta - no exagero - de haber encontrado a un hermano en esa figura religiosa, alguien con quien se establece un completo entendimiento, un hombre que en la sociedad de hoy mira el mundo con los ojos libres de prejuicios. He encontrado a alguien que me ha descrito hasta el fondo, lo que yo siento, mi mirada hacia la realidad. Siento una profunda afinidad con él por su modo de aferrar la realidad, de comprenderla y describirla. También por la descripción de la sensibilidad del hombre, de su nostalgia y tensión.
Cuando tenía nueve o diez años huí literalmente de una iglesita de los alrededores de Varsovia, porque el catequista me había aterrorizado. Para mi sensibilidad infantil la imagen de la fe que él me presentaba era demasiado dura. Y después he encontrado a don Luigi Giussani, ¡cuarenta años más tarde!
Pero se me preguntaba en qué lo percibo como más afín a mí. Es por la concepción de la experiencia humana y de la fe, que recuerda a la de las obras de Thomas Merton. También Albert Camus, declaradamente ateo, roza a veces esta concepción de la experiencia humana. Y éstas son las etapas que me han llevado a presentar a Giussani, para penetrar y tocar el Misterio a través de la experiencia humana.
Y la experiencia es lo primero que propone don Giussani: haz experiencia de la vida, de la humanidad, y tendrás experiencia del Misterio.
Giussani afirma que la crisis de nuestra cultura es la crisis de lo que la filosofía define como metafísica; que no es la evocación de los espíritus, sino lo que tiene que ver con la peculiaridad de nuestra existencia, la peculiaridad del mundo, la nostalgia del bien, de la belleza, de la armonía y del amor. Giussani dice que esto se puede experimentar empíricamente, se puede tocar con la mano: basta con desearlo.
Habla de algo que se puede experimentar en la vida y de lo cual es preciso hacer experiencia sin tomarlo a la ligera; habla de encuentros, de la importancia del encuentro de un hombre con otro hombre, del milagro del encuentro. Es fascinante también su aproximación al problema de la libertad: reclama, obviamente, a la responsabilidad, pero dice al mismo tiempo que la responsabilidad es una respuesta: ¿a quién se le da esa respuesta? Es una respuesta dada a la belleza, al Misterio, y lo dice, una vez más, haciendo experiencia de la realidad.
Cuando ha caído en mis manos el libro de don Giussani y lo he leído, he sentido una gran cercanía y comunión con él y lo he percibido como un acontecimiento fundamental para mi vida. Ha terminado el siglo veinte, pero Giussani a fines de los años cincuenta sabía algo de lo que nosotros ahora estamos seguros.
Examina el problema de la razón y propone que permanezcamos en el realismo, que nos radiquemos en la realidad, que no tengamos miedo de la experiencia de la razón, porque es un dato. La razón es un dato para descubrir el Misterio. Hoy, a fines del siglo veinte, si miramos a nuestro planeta con cierta distancia podemos ser más conscientes de su infinitud y de su misterio que en cualquier otra época. Esa razón y esa experiencia de las que hablaba don Giussani hace ya unas decenas de años, hoy son evidentes para nosotros: de esa mirada que él nos propone en su libro - él habla de energía humana, yo hablaría de nostalgia - brota la energía que nos empuja siempre hacia un Misterio más grande.
Y ésta es una propuesta que vale para el momento, el lugar, la situación en que vivimos, en que obramos. Y es una propuesta fantástica. Se habla de humanidad, de Misterio, de ser en comunión de fe. Pero se dice también que esta fe no debe ser transformada en ideología, que nos diga qué hacer cada minuto, día, semana o mes.
¿Qué más puedo decir, que este texto ha llegado demasiado tarde, al menos para mí? Sin embargo, puedo desear que mis nietos encuentren este tipo de catequistas.
Giussani dice que experimentamos el Misterio a través de una experiencia de vida. Y yo propongo que probemos a experimentar la vida a través de la experiencia de Giussani, y tocaremos el Misterio.
Tadeusz Pieronek
Tuve la ocasión de conocer al autor de este libro hace muchos años. He sido testigo del crecimiento, del desarrollo del movimiento de Comunión y Liberación. Para mí este libro ha sido, ante todo, una llave para comprender mejor la gran personalidad que es don Luigi Giussani. Me ha impresionado mucho el que don Giussani haga derivar el sentido religioso no de una función cualquiera del ánimo humano, sino del hombre en su conjunto, con todas sus características, incluida la razón, el sentimiento y en general todo lo que el hombre es y de lo que vive.
«El sentido religioso - escribe Giussani - es aquella cualidad que caracteriza al nivel humano de la naturaleza y que se identifica con esa intuición inteligente y esa emoción dramática con las que el hombre, al mirar su propia vida y a sus semejantes, dice: “Somos como hojas...”» (El Sentido Religioso, Madrid 1998, p. 72).
Sigo citando a don Giussani: «El mundo es un signo. La realidad reclama otra Realidad. La razón, para ser fiel a su naturaleza y a este reclamo, está obligada a admitir la existencia de otra cosa distinta, que subyace en todo y que lo explica todo» (ibid, p. 201).
Y quiero terminar también con una cita: «Una vez, siendo niño, me perdí en un bosque enorme; durante hora y media o dos horas estuve corriendo, y me introducía cada vez más en la parte más densa de la maleza sin encontrar un camino de salida. Cuando el sol empezó a ponerse el terror se adueñó de mí, y entonces comencé a chillar. Quién sabe durante cuanto tiempo grité. De repente, en medio de la oscuridad, oí una voz que me respondía. Experimenté una liberación indecible. En aquel momento yo empleé toda mi energía humana de acuerdo con el fin para el que había sido hecha; pude recuperar mi libertad de obrar, y los pies se movieron hacia la salvación». Y a continuación viene una frase que me ha impresionado mucho: «¡Aquella voz no fue una sustitución, no fue una eliminación de mi persona!» (ibid, p. 207). Y con estas palabras creo que Giussani quiere describir la modalidad con la que Dios se revela al hombre.
Tomasz Wolek
Hay un paso que para mí es como el resumen de todo el libro y, de alguna manera, su cumplimiento: «La condición para poder sorprender en nosotros la existencia y la naturaleza de ese factor clave, de soporte, decisivo, que es el sentido religioso, es el compromiso con la vida entera, donde debe incluirse todo: amor, estudio, política, dinero, hasta el alimento y el reposo; sin olvidar nada, ni la amistad, ni la esperanza, ni el perdón, ni la rabia, ni la paciencia. En efecto, en cada gesto hay un paso hacia el propio destino» (ibid, p.61).
Pienso que el sentido religioso está como adormilado en nosotros, es como una potencialidad, como un desafío, una búsqueda contenida en cada hombre sin excepción, aunque aparentemente, y a lo mejor de hecho, esté muy lejos de la fe y del problema religioso, aunque ni siquiera haya percibido nunca la existencia de esta esfera. Pero ésta existe, a menudo a su pesar, y pienso que todos los hombres están a la busca de este sentido. Espero que el libro de don Giussani les facilite esta búsqueda.
Wieslaw Walendziak
He leído este libro en un momento extraño, en el que los acontecimientos políticos se sucedían vertiginosamente. Leyéndolo he llegado a la convicción de que, por primera vez en mi vida, mi intuición encontraba una definición intelectual, sistemática.
Giussani comenzó a escribir, me parece, hacia los años cincuenta y es fantástico que él haya dado una respuesta tan interesante al desafío del mundo contemporáneo.
En este libro he leído una frase que me parece que describe de forma particularmente feliz el momento que estamos viviendo. Escribe Giussani: «A mi parecer, sólo hay dos tipos de hombre que salvan enteramente la estatura del ser humano: el anarquista y el auténticamente religioso. La naturaleza del hombre es relación con el infinito: el anarquista es la afirmación de sí mismo hasta el infinito y el hombre auténticamente religioso es la aceptación del infinito como significado de sí» (ibid, p.25). Y continúa: «Dado que la naturaleza del hombre exige una búsqueda indomable de respuesta, y que es estructura del hombre este preguntar irresistible e inagotable, se estaría suprimiendo esa pregunta si no se admitiera la existencia de una respuesta» (ibid, p.86).
Y ello está ligado naturalmente a esa experiencia elemental acerca de la cual escribe don Giussani. Pienso que este libro es dramáticamente actual en nuestra sociedad; en Polonia, que está atravesando un momento traumático en la esfera social y civil, me topo con frecuencia con estas dos tentaciones: la de tratar de justificar el cristianismo mediante el mundo, y la contraria de aislarse de este mundo maniqueamente.
Por ello estoy contento de que haya sido publicado este libro. Debo decir que no había leído nada de Giussani en toda mi vida: El Sentido Religioso es el primero y no será el último. Sin embargo, he tenido ocasión de conocer a la gente de Giussani, la gente que ha contribuido a hacer que nazca este movimiento, y debo decir que estos encuentros siempre han sido para mí un buen signo y una experiencia positiva.
(Traducción del polaco a cargo de Daria Rescaldani)
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