El retrato del Apóstol de Nazaret, emparentado con Jesús. Su papel en la Iglesia primitiva entre tradición judía y novedad cristiana
Las palabras "hermanos y hermanas" que aparecen en los Evangelios referidas a la persona de Jesús dejan al lector un tanto perplejo. «Jesús tenía, además de una madre y un padre, también parientes: como su madre tenía una hermana (Jn 19,25), él tenía "hermanos" y "hermanas" como recuerdan varias veces los evangelistas. De cuatro de estos hermanos nos ha llegado incluso el nombre, se llamaban Santiago, José, Simón y Judas (Mt 13,55; Mc 6,3); sus hermanas no se nombran». Esto afirma Ricciotti en su Vida de Jesucristo.
Aunque la controversia sobre el significado preciso de la palabra hebrea 'ah (hermano) está todavía abierta, la interpretación que prevalece es "primos" o, más en general, "parientes cercanos".
Del Evangelio de Juan (7,5) se deduce que durante una vida pública «ni siquiera sus hermanos creyeron en él», al menos, en su mayor parte. Un motivo pude ser la permanencia de Jesús y los doce en Cafarnaún, preferida a la patria de Nazaret, durante los años de la vida pública, donde había realizado la mayor parte de esos hechos extraordinarios por los que se había hecho famoso.
Según una tradición, uno de estos "hermanos" puede identificarse con Santiago, el hijo de Alfeo (Mt 10,3; Mc 3,18; Lc 6,15), y de María de Cleofás, "hermana de María", que estaba a los pies de la cruz (Jn 19,25) ("Cleofás" y "Alfeo) podrían ser dos transcripciones griegas diferentes de la misma palabra aramea hilpay o halfpay, o bien ese personaje podría tener dos nombres, como Pablo-Saulo, lo cual era entonces frecuente).
Cuando en los Evangelios y en los Hechos se enumeran los apóstoles (Mt 10,2-4, Mc 3,16-19, Lc 6,14-16, Hch 1,13), divididos en tres grupos de cuatro, Santiago es siempre el primero del tercer grupo, como si hubiera una jerarquía entre los doce. Una cierta sumisión hacia Santiago que, dado su parentesco con el Maestro, no sorprendería.
Además de con el patronímico ("de Alfeo"), Santiago es llamado también el "Menor", para distinguirlo de Santiago de Zebedeo, el "Mayor".
Los Evangelios no dicen nada del carácter de Santiago: no hay ningún episodio durante la vida de Jesús en el que aparezca su nombre, ni se cita durante los dramáticos momentos de la Pasión y de la muerte, cuando sabemos en cambio que su madre acompaño a Jesús en la vía dolorosa y al pie de la cruz.
Un nombre importante
Su figura, en cambio, es descrita en un segundo momento, dentro de la Iglesia primitiva de Jerusalén, después de la Resurrección.
Sólo en los escritos de san Pablo se lee que Jesús, después de resucitar, «se apareció a Cefas [Pedro] y a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos. (...) además se apreció a Santiago» (1 Cor 15,5-7), y no añade nada más. Entre tantas personas (quinientos hermanos) los únicos nombres que Pablo cita son Pedro y Santiago, como diciendo: ¡se ha aparecido precisamente a estos dos personajes importantes! Y no parece importarle el lugar y la fecha exacta en la que sucedieron estos hechos.
Y después, hacia el año 37-38, a tres años de su conversión, Pablo va a Jerusalén para «consultar a Cefas», designado por Jesús mismo como autoridad de la naciente comunidad cristiana. «Se quedó con ellos quince días; de los apóstoles sólo vio a Santiago, el hermano del Señor». Por tanto, Santiago ocupa ya una posición relevante dentro de los apóstoles, tanto que Pablo no puede pasar por Jerusalén sin visitarle.
Pero continuemos nuestra investigación. En el 44, Herodes Agripa, «para complacer a los Judíos» (Hch 12, Iss) desencadena una persecución contra los cristianos (ya algunos años antes los helenistas de la comunidad cristiana son expulsados de Jerusalén y Esteban es lapidado): ordena matar «a espada» a Santiago, hijo de Zebedeo y hace arrestar a Pedro. Éste es liberado milagrosamente por un ángel y cuando se encuentra con algunos hermanos reunidos en oración, les cuenta lo sucedido. Después les encomienda: «Comunicad esto a Santiago y a los hermanos» (Hch 12,17).
Los Hechos continúan: «después salió y se encaminó hacia otro lugar». Este pasaje es interpretado pro muchos estudiosos como el momento en el que Pedro designó a Santiago como su sucesor: desde este momento Santiago sustituye a Pedro en la guía de la Iglesia de Jerusalén y de toda la comunidad cristiana. Una cierta crítica, eminentemente protestante, consideraba a Santiago como el primer Papa, minusvalorando así el Primado de Pedro (transmitido desde hace 2000 años por el Obispo de Roma) y, por tanto, de Roma misma.
El Concilio del 51
La posición predominante de Santiago no se manifiesta plenamente hasta el Concilio de Jerusalén (año 51), que surgió para dirimir una cuestión entre Pablo y los judeocristianos de Antioquía: ¿es lícito que los paganos convertidos al cristianismo no daban someterse a la ley mosaica y, por tanto, a la circuncisión? Según Pablo «el hombre no se justifica por las obras de la ley, sino por medio de la fe en Jesucristo» (Gal 2,16) y su posición no puede dejar de crear escándalo entre los fariseos. Pablo llega a Jerusalén con sus compañeros de misión Bernabé y Tito. Se encuentran inmediatamente con Santiago, Cefas y Juan, «las columnas de la comunidad», como les define él. Y se intercambian un gesto de amistad: «Nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos» (Gal 2,9-10).
En el concilio, Santiago interviene después de Pedro: «Por esto opino yo que no se debe molestar a los gentiles que se conviertan a Dios, sino escribirles que se abstengan de lo que ha sido contaminado por los ídolos, de la impureza, de los animales estrangulados y de la sangre» (Hch 15,19-20); es el núcleo de su intervención. Su educación fue como la de la mayor parte de las familias hebreas: es decir, basada en la rigurosa observancia de la ley mosaica, en el conocimiento de la lengua griega, y la aramea (Santiago es definido como "el justo" por Hegesipo, citado en la Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea por sus costumbres castas y sobrias, por su asiduidad en acudir al templo). Santiago obtiene con los años respeto de los judeocristianos de estrecha observancia.
Sobre esto, los críticos han subrayado varias veces el aspecto antipauliano tanto de las palabras de Santiago en el concilio como en una carta (la primera de las Cartas católicas del Nuevo Testamento). No basta la fe, son necesarias también las obras (en la carta se exhorta a la paciencia, a la humildad, a la atención a los pobres, a la oración, a la conversión de los pecadores). La datación de la carta varía: en torno al año 47, antes del concilio de Jerusalén, o justo antes de su muerte, en el 62. El texto parece en algunos pasajes contradecir la idea paulina de la fe que salva. Dejando a un lado las polémicas exegéticas, debemos tener presente que Santiago se dirige «a las doce tribus [las comunidades judeocristianas] dispersas por el mundo». Por tanto, una separación entre la fe en Jesús y el judaísmo habría sido sin duda incomprensible tanto para el autor de la carta como para sus destinatarios. Mientras que Pablo se relaciona con los paganos.
Buen gobierno
Habilidad política, estrategia de supervivencia a las persecuciones (a veces provocada por la laxitud de ciertos judeocristianos respecto a la ley mosaica) pero también la búsqueda de una vía, aunque fuese difícil, para conciliar cristianismo, paganismo y judaísmo.
Es un hecho que el "buen gobierno" de Santiago lleva entre los años 43-44 y 62 (años de su muerte) a una "tregua" en las persecuciones contra los cristianos por parte del poder romano. El mejor testimonio sobre la muerte de Santiago del que disponemos es un pasaje de las Antigüedades judaicas del historiador Flavio Josefo (confirmado después por Egesipo, en la Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea). en el 62, aprovechando una vacante en el poder romano entre la muerte del procurados Festo y la llegada de su sucesor Albino, el sumo sacerdote Anás, después de reunir al sanedrín, hace lapidar a Santiago y a otros por haber transgredido la ley.
Con la muerte de Santiago, la comunidad cristiana pierde un jefe cuya autoridad es, sino unánime por lo menos, ampliamente respetada.
Hoy en el corazón del barrio armenio de Jerusalén, que ocupa la parte sur de la ciudad vieja, sobre un palacio llamado de las tumbas de los patriarcas, se asoma una de las mas bellas iglesias de la ciudad santa, catedral del Patriarcado armenio ortodoxo: Santiago el Menor, construida en el lugar tradicional de su martirio.
SEÑAS DE IDENTIDAD
Nombre: Santiago
Procedencia: Galilea
Signos característicos: primo de Jesús; normalmente se le representa con el mazo del batanero porque, según la tradición, después de ser lanzado desde el muro del templo, murió de un golpe en la cabeza con un mazo de batanero.
Fiesta: 3 de mayo
Lugares de culto: La iglesia de Santiago el Menor, en Jerusalén; su cabeza se venera en la catedral de Ancona.
Hablan de él: los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, san Pablo en la Primera carta a los Corintios y en la de los Gálatas, Eusebio de Cesarea, Flavio Josefo en su Antigüedades judaicas
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