Va al contenido

Huellas N.3, Marzo 2000

ISLAM

A la sombra de las pirámides

Camille Eid

La difícil situación de las comunidades coptas donde los cristianos se ven obligados a declararse musulmanes para encontrar trabajo.
Entre mil prohibiciones y atentados integristas



El año 2000 se abría del peor modo posible para los cristianos de Egipto. La violencia entre coptos y musulmanes producida en el pueblo de al-Kosheh, 440 km. al sur del Cairo y propagada en los días siguientes a los pueblos cercanos ha provocado al menos 25 muertos, todos cristianos. Un suceso que saca a la luz de nuevo la tensión en las relaciones entre Islam y cristianismo en la tierra del Nilo, a la vez que la inadecuación de las medidas preventivas del gobierno. Sin embargo - ironías de la suerte - cuando Kosheh fue escenario, el verano del 98, del asesinato de un copto, la policía local actuó con prontitud para evitar una explosión de violencia interreligiosa. ¿Cómo? Torturando sistemáticamente a 1.200 civiles coptos para obtener a toda costa la "confesión" de un asesino de la propia comunidad copta.
Contrariamente al resto de los países del Norte de África, en donde la presencia cristiana se limita en la práctica a pequeñas comunidades de trabajadores extranjeros, en Egipto la cristiandad es puramente autóctona. Más aún. La misma palabra "copto" con la que los conquistadores árabes designaron a los habitantes del país y que indica ahora sólo a los fieles cristianos no es sino la corrupción del griego aiguptioi, egipcios. Sobre el número de estos fieles las estimaciones difieren mucho. Las estadísticas oficiales tienden a minimizar el número de los cristianos (en el censo de 1986 se dio la cifra de 3,3 millones), mientras que las iglesias locales, basándose en los registros bautismales, hablan de al menos 10 millones de fieles. Muy probablemente, el número gira en torno a los 6 millones, el 10% de una población de 64 millones de habitantes, entre los que los católicos constituyen una pequeña minoría (300.000 de rito copto, pero también melquitas, armenios, maronitas y latinos) y significa que de cada dos cristianos en el mundo árabe, uno es egipcio.

Fieles clandestinos
En el origen de esta disparidad estadística se encuentra la existencia de muchos cristianos clandestinos, es decir, de fieles que por motivos de presión social se declaran musulmanes. En un país en el que el Islam es la religión del Estado, la igualdad de "todos los ciudadanos ante la ley sin distinción de raza, origen, lengua, religión o credo" preconizada por la Constitución es con frecuencia teórica. Un copto difícilmente tiene acceso a puestos clave. Raramente se encuentran, de hecho, altos funcionarios públicos cristianos y, en el ejército, los oficiales coptos no superan el grado de capitán. A partir de quinto de primaria todos los profesores de árabe (la lengua sagrada del Corán) tienen que ser taxativamente musulmanes. Además de la prohibición de cualquier proselitismo entre los musulmanes, los cristianos encuentran muchas dificultades a la hora de restaurar o de edificar nuevas iglesias. Son diez las condiciones necesarias para la obtención de la autorización presidencial expresa. Una de estas condiciones es que no haya ninguna mezquita cerca. Los largos procesos burocráticos son aprovechados por los fundamentalistas para poner los cimientos de una mezquita precisamente en el área elegida, obligando así a las iglesias a correr el riesgo de construir sin autorización.
El área de mayor concentración de cristianos es el Alto Egipto (la parte meridional del país), en particular las regiones de Miniah, Assiut, Sohag y Qena, en donde el porcentaje de cristianos asciende al 35%. El Alto Egipto es también la región en la que se concentra la acción violenta de los integristas de la Gamaa Islamiya (más de 1.200 muertos desde el 92, de los que al menos 130 son coptos). Los atentados que se producen allí se dirigen habitualmente contra las instituciones del Estado o contra los extranjeros, con el objetivo de poner en peligro la afluencia de turistas a un país que tiene en el turismo su recurso principal, y periódicamente afectan a los cristianos locales. Es lo que sucedió en el año 97, cuando un comando islámico asesinó a 12 coptos en la iglesia de Abu Qorqas, provincia de Minya, seguido, tres semanas después, de la irrupción de otro grupo en las tiendas coptas de Nag Hammadi disparando a diestro y siniestro y matando a 9 cristianos y 4 musulmanes. El severo control gubernativo sobre los fondos procedentes del extranjero ha obligado después a algunos grupos integristas a dedicarse a la rapiña de bancos y bazares, a menudo propiedad de los coptos, para financiar su "guerra santa".

Llamaradas fundamentalistas
¿Hasta qué punto entonces es lícito atribuir una matriz religiosa a la violencia en Egipto? Si bien muchos de los conflictos definidos como "confesionales" en una zona rural como el Alto Egipto son más que nada el producto de un arcaico sistema de liquidación de cuentas, esto no impide, desgraciadamente, constatar la facilidad con la que un conflicto individual es utilizado por los integristas para desembocar en una llamarada de violencia semi-colectiva de aspectos decididamente confesionales. Circunscrita la dimensión social, no se puede negar que las vejaciones contra los coptos son cada vez más frecuentes. Según la Organización egipcia para los derechos del Hombre, los fundamentalistas de la Gamaa Islamiya de Dairut "prohiben a los cristianos el ejercicio de su culto" y cobran mediante amenazas un impuesto sobre las transacciones comerciales de los coptos "imponiendo castigos corporales a los que se niegan a pagar".
Hoy el nombre de Kosheh se ha convertido, después de dos estallidos de violencia, en sinónimo de enemistad y ha sido constituido por el gobierno en "Pueblo de la paz" dado que el terreno es todavía propicio a una eventualidad similar.


Herederos de los faraones
ALFIO PENNISI

Abou Qorqas, Alto Egipto, algunos cientos de kilómetros al sur del Cairo. El centro de la población es grande, lleno de cemento, pero en las orillas del Nilo el tiempo parece haberse parado y muchos campesinos viven todavía en casas de adobe, vigilados por búfalos y dromedarios indolentes.
La escuela, una de las setenta gestionadas por la Asociación del Alto Egipto, está rodeada por un muro blanco de cal. Su patio interior es polvoriento, sus aulas estrechas y abarrotadas de bancos viejos, los niños innumerables y gritones, como es normal, y muchos no tienen ni siquiera zapatos. Un mandil azul cubre sus vestidos a menudo andrajosos atenuando así las desigualdades. Mientras Abdel Messieh, uno de los profesores, nos muestra con satisfacción los trabajos de matemáticas de los alumnos (para enseñar las tablas y los rudimentos de las matemáticas utilizan fotocopias sacadas a menudo de libros extranjeros), Amin Fahim, abogado cairota de imponente estatura y gentileza a la antigua usanza, presidente de la Asociación, nos cuenta los orígenes, la actividad y los números de su "obra" con una premisa: "Decir árabe no quiere decir necesariamente musulmán. Nosotros cristianos hemos hecho la historia de Egipto mucho antes de la llegada del Islam, y los verdaderos descendientes de los faraones somos nosotros. Mi asociación es un pequeño fragmento de esta historia que continúa. Todo comenzó hace muchos años, casi sesenta para ser exactos, por obra de los jesuitas que pusieron en pie las primeras actividades. Cuando después, al cambiar ciertas condiciones, los jesuitas se vieron obligados a pasar el testigo, la Asociación se convirtió en una iniciativa de los laicos, manteniendo su tarea originaria: compartir las necesidades del hombre en todas sus manifestaciones. Hoy son cuarenta las escuelas primarias que gestionamos; los profesores, que trabajan de forma voluntaria o con pequeñas ayudas públicas, son centenares y los estudiantes llegan a quince mil. Y esto no es todo: junto a las escuelas hay dispensarios, hospitales, programas de educación sanitaria y de promoción de la mujer y talleres de formación profesional que se encuentran por todo el país, desde la periferia del Cairo hasta el más lejano Alto Egipto". Se equivoca quien piensa que la Asociación trabaja sólo para los cristianos. "En todas las actividades - añade Fahim - no discriminamos por razón de fe ni a los que se benefician de ellas ni a los que nos ayudan a realizarlas: católicos, ortodoxos, musulmanes viven codo con codo cotidianamente". ¿Llevan a cabo los musulmanes obras de este tipo, abiertas a todos? ¿Qué piensan de vuestro trabajo? Fahim pasa por alto con una sonrisa la primera pregunta y se centra en la segunda mientras damos un sorbo a un té cargado caliente: "El gobierno nos estima, tanto que nos ha reconocido como entidad de utilidad pública. También la gente corriente tiene confianza en nosotros: hace algún tiempo, en un pueblo no lejos de aquí, un grupo de integristas asaltó una iglesia, y muchas familias musulmanas se trasladaron momentáneamente a nuestras casas para protegernos. El riesgo del integrismo, sin embargo, está siempre al acecho: los extremistas nos miran con sospecha. Y gozan a veces de apoyos insospechados...". Fahim no quiere hablar más sobre esto y cierra sus ojos agudos y sabios de milenaria experiencia. Después añade: "Nuestras comunidades cristianas, como decía, tienen raíces antiquísimas y no podemos aceptar que desaparezcan. Está en juego no sólo la supervivencia como cristianos, sino la posibilidad misma de la paz y de la libre convivencia en el Mediterráneo".
¡Rabbena maak, que el Señor esté contigo, abogado Fahim!



Marcos, herejes y eremitas

GIUSEPPE FIDELIBUS


En la parte superior de un acantilado situado a las afueras de la ciudad de Alejandría se erigía una pequeña iglesia cristiana, meta de numerosas peregrinaciones procedentes de los alrededores, sobre todo desde el siglo IV.
El 13 de junio del año 313 se había publicado en Nicomedia, capital oriental del Imperio Romano, un edicto por parte de los emperadores Constantino y Licinio que reconocía el cristianismo como religio licita (culto permitido), y a la Iglesia su derecho a poseer bienes y a desarrollar actividades sociales.
Este hecho había provocado también en la Iglesia egipcia un gran despertar público de la fe que había encontrado en aquel pequeño santuario de Bouculi (de la palabra griega que significa "apacentar") su propio centro.
Precisamente en aquella iglesia se custodiaban celosamente los restos mortales del evangelista Marcos, discípulo fiel de Pedro en Roma, redactor del primer evangelio escrito, fundador - según la tradición - de la Iglesia de Alejandría y muerto mártir por la fe en torno al año 70 en la metrópoli egipcia. Recuerda Eusebio de Cesarea, el primer historiador de la Iglesia, en el 303: "Se dice que Marcos fue el primer enviado a Egipto y que allí predicó el evangelio que había compuesto y que fue el primero que estableció iglesias en la misma Alejandría" (Eusebio de Cesarea, Historia Ecclesiastica II, 16, 1). Hacia finales de ese siglo san Jerónimo se hace también eco de este hecho: "Tomando consigo el evangelio compuesto por él mismo, Marcos se dirigió a Egipto y allí fundó una iglesia. Murió en el año octavo de Nerón y fue sepultado en Alejandría, en donde le sucedió Aniano" (Jerónimo, De viris illustribus VIII).
Los testimonios de que disponemos sobre la presencia de Marcos en Alejandría y de la vida cristiana que allí se daba datan de la segunda mitad del siglo II. En ese periodo sin embargo (bajo el obispo Demetrio, 188-231) encontramos ya una iglesia muy viva, con una organización eclesiástica bien formada que implica un desarrollo previo.
Pero encontramos sobre todo una comunidad en la que los dos elementos fundamentales de la Iglesia querida por Cristo - carisma e institución - se entrelazan y se renuevan recíprocamente. Podemos hablar de grandes obispos (el obispo Pedro durante la persecución de Diocleciano, 303-311, Alejandro y Atanasio durante la controversia arriana sobre la plena divinidad del Verbo eterno de Dios, Cirilo durante la querella relativa a las dos naturalezas, humana y divina, en la persona de Jesucristo) que se convierten en punto de referencia no sólo para la Iglesia de Egipto, sino para toda la Iglesia.
Basta con recordar la experiencia de Atanasio. Exiliado por cinco veces de Alejandría a causa de la fe, se convierte en punto de referencia y de defensa para la Iglesia universal en un periodo en el que casi todos los obispos se pasan a la herejía. Y lo hace no como una actividad planeada de antemano, sino cultivando relaciones de amistad con algunos obispos a los que conocía en las iglesias de los lugares a los que se dirigía en su exilio. Son algunos de los pocos obispos que permanecerán después fieles a la verdadera fe durante la fase más aguda de la persecución arriana (la llamada "compañía de los santos" como nos recuerda Hilario de Poitiers en De Trinitate X, 4).
Por otra parte, Atanasio y su actividad resultarían incomprensibles si no estuvieran insertas en el sustrato espiritual y en la comunidad vocacional en la que vivió y obró: el movimiento monástico que había visto sus comienzos en el desierto egipcio (Antonio en la forma eremítica, Pacomio en la forma comunitaria). Atanasio nunca se hizo monje pero obtuvo su propia fuerza espiritual y concreta en la amistad con los monjes de la Tebaida.


La peregrinación de Juan pablo II

Del 24 al 26 de febrero Juan Pablo II realizó una peregrinación a los lugares de la salvación en Egipto y en el Monte Sinaí. Proponemos algunos fragmentos de las homilías pronunciadas en El Cairo.
"De Egipto llamé a mi hijo" (Mt 2,15).
El evangelio de hoy nos recuerda la huida de la Sagrada familia a Egipto, a donde se dirigieron en busca de refugio... De esta forma Cristo, "que se ha hecho hombre para hacer al hombre capaz de recibir la divinidad" (Atanasio de Alejandría, Orationes contra Arianos, 2,59), quiso volver a hacer el recorrido de la llamada divina, el camino que su pueblo había emprendido, con el fin de que todos sus miembros llegaran a ser hijos en el Hijo. (...)
También Jesús, el Cordero de Dios, fue llamado de Egipto por el Padre, para cumplir en Jerusalén la pascua de la nueva e irrevocable alianza, la pascua definitiva, la Pascua que da al mundo la salvación. (...)
Mientras los cristianos celebran el bimilenario del nacimiento de Jesús, nosotros debemos hacer esta peregrinación a los lugares en los que comenzó y se desarrolló la historia de la salvación, historia de amor irrevocable entre Dios y los hombres, presencia del Señor de la historia en el tiempo y en la vida de los hombres. Hemos venido a Egipto, al lugar desde el que Dios guió a su pueblo, con Moisés a la cabeza, para conducirlo hasta la tierra prometida. (...)
¡Qué hermosa es esta alianza! Ella nos muestra que Dios no cesa de dirigirse al hombre para comunicarle la vida en abundancia. Nos pone en presencia de Dios y es la expresión del amor profundo por su pueblo. Esta alianza invita al hombre a dirigirse a Dios, a dejarse envolver por su amor y a cumplir la aspiración a la felicidad que lleva dentro de sí. (...)
(L'Osservatore Romano, 26 de febrero 2000)
Egipto fue morada para la Iglesia desde los comienzos. Fundada sobre la predicación apostólica y sobre la autoridad de san Marcos, la iglesia de Alejandría se convirtió pronto en una comunidad guía para el primer cristianismo. Obispos venerables como san Atanasio y san Cirilo dieron testimonio de la fe en el Dios Uno y Trino y en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, como lo definieron los primeros Concilios Ecuménicos. En el desierto de Egipto nació el monacato, tanto en su forma comunitaria como eremítica, bajo la paternidad espiritual de san Antonio y de san Pacomio. Gracias a ellos y al gran impacto de sus escritos espirituales, la vida monástica se convirtió en parte de nuestro patrimonio común. (...) Repito lo que he escrito en mi Carta Encíclica Ut unum sint, es decir, que todo lo relacionado con la unidad de todas las comunidades cristianas entra explícitamente en el ámbito de las preocupaciones del primado del Obispo de Roma (cf. n. 95). (...)
¡Que el Espíritu de Dios nos conceda pronto la unidad visible y completa que anhelamos! (...)
¡Que el tercer milenio cristiano sea el milenio de nuestra plena unidad en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo!
(L'Osservatore Romano, 27 de febrero 2000)


El cristianismo: hechos y lugares
VITTORIO MESSORI

Este peregrinar a los lugares de la fe es un modo de oponerse a la tentación - que existe desde siempre, pero que hoy es más actual que nunca - de considerar el judeocristianismo como una doctrina, una sabiduría, una moral. En realidad en el origen de la fe encontramos eventos, hechos: hay por tanto también lugares. No por casualidad se define a sí mismo el cristianismo como "la Historia de la Salvación": una historia radicada justamente hasta el fondo en la historia humana. La Encarnación de Dios, base del Credo, permite al cristiano rezar a un Dios que no es sólo trascendente, que no está sólo en el Cielo, sino a un Creador que - con hechos concretos - ha santificado en particular ciertos lugares de su creación. Determinar el lugar exacto de esos lugares es algo que corresponde a los arqueólogos. Lo que importa es llamar la atención sobre su existencia, estén donde estén, a los cristianos de hoy, llevados a ver en las Escrituras un tratado de espiritualidad, cuando se trata, por el contrario, de materia de carne, de sangre, de tierra, de piedras, de montes, de ríos, de desiertos.
(Corriere della Sera, 27 de febrero 2000)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página