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Huellas N.3, Marzo 2000

SAN PABLO

Cuando me eligió

Julián Carrón

En polémica con quien ha creado el mito de Pablo como "inventor" del cristianismo, el profesor de Nuevo Testamento de Madrid ha retratado al Apostol de las gentes como el "gran comunicador" del acontecimiento de Cristo.
Extracto de la conferencia dada en Milán y Bolonia



En un año en que toda la Iglesia se dispone a celebrar el Jubileo, con motivo de los 2000 años de historia cristiana, no resulta extraño que vuelva los ojos a aquellos que fueron testigos privilegiados del acontecimiento en el que ella tuvo su origen. Al hacer esto, la Iglesia no hace otra cosa que seguir los pasos de quienes, al comienzo de esa historia, asumieron la tarea de poner por escrito los hechos. Uno de ellos, Lucas, nos dice en el prólogo de su evangelio que lo que va a narrar son las cosas que sucedieron "tal como las transmitieron los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la palabra" (Lc 1,2). De este modo nos dejaron ya indicado el camino que todos los que viniéramos tras ellos teníamos que recorrer, si no queríamos acabar sucumbiendo a nuestra imaginación; o dicho con otras palabras, a inventarnos el cristianismo, en lugar de aprender lo que es, observando atentamente cómo éste se manifestó en la historia humana.
A esta tentación han sucumbido quienes, rechazando disponerse a aprender de los que fueron los testigos, creyeron que podían conocer mejor el acontecimiento cristiano con la única arma de una razón separada de aquellos que únicamente podían llevarla, sin perderse, al acontecimiento que querían conocer. En lugar de ponerse a la escucha de los "testigos oculares", tal como nos enseñaron a hacer los evangelistas, y de aquellos que a lo largo de los siglos les habían seguido, prefirieron arriesgarse por un camino que, como veremos, les llevó a perderse.
La razón por la que se negaron a seguirles fue la sospecha de que aquellos que escribieron las fuentes que nos permiten conocerlo más que testigos eran creadores, inventores. Esto se aplicó, como veremos, especialmente a Pablo. En realidad, lo que nosotros consideramos siguiendo el Nuevo Testamento como rasgo distintivo del cristianismo, que lo sitúa aparte de cualquier otra forma religiosa y que nos mueve a celebrar un Jubileo en su 2000 aniversario, que el Misterio ha entrado en la historia, no ser?a más que una creación de la genialidad de un hombre, Pablo de Tarso?
Del conjunto de textos producidos por la comunidad cristiana primitiva, que conocemos como Nuevo Testamento, a nosotros nos interesan ahora especialmente las cartas paulinas. Estas cartas son especialmente importantes para nosotros, en primer lugar, porque nadie hoy discute que gran parte de las que se le atribuyen han sido escritas por el mismo Pablo; y, en segundo lugar, porque hay igualmente un consenso bastante generalizado sobre su datación: la d?cada de los a?os 50 del siglo primero de nuestra era. Y lo primero que llama la atención es que entre la primera carta de Pablo, 1Tes, escrita a principios del a?o 50 d.C. al comienzo de su actividad misionera en Corinto, y la última, la carta a los Romanos, escrita presumiblemente en el invierno del 56/57 d. C., de nuevo desde Corinto, no se puede detectar ninguna evolución en lo que Pablo piensa de Cristo. En ellas Pablo utiliza títulos, fórmulas y concepciones cristológicas que no explica. Pablo, pues, suponía a las comunidades capaces de entenderlos. Nadie escribe una carta para que resulte incomprensible al destinatario. El único modo que habían tenido de conocerlos era a través de la actividad misionera del apóstol en el momento de la fundación de esas comunidades.

Testimonio antiquísimo
Como entre la primera carta (1Tes) y la última (Rm) no se percibe ninguna evolución sustancial en el pensamiento de Pablo, esto implica que todas las características esenciales de la cristología de Pablo estaban ya totalmente desarrolladas hacia mitad de la d?cada de los cuarenta, antes del comienzo de los grandes viajes misioneros. Nos quedan, pues, unos 15 a?os, entre mitad de los a?os cuarenta y el a?o 30, en que generalmente se sitúa la muerte de Jesús. En este período debía llevar a cabo Pablo la supuesta obra de dar a luz la fe cristiana, tal como la tenemos contenida en sus cartas.
Para mostrar la fecha temprana en que se escribieron los evangelios o sus fuentes, lo verdaderamente decisivo era un testimonio antiquisimo y de absoluta fiabilidad. Pues bien, éste lo hemos encontrado en pasajes de una de las cartas de San Pablo, la segunda carta a los Corintios, famosos por su oscuridad o extrañeza. Aunque no es posible entrar ahora en esta cuestión en toda su profundidad, una de las cosas que se deduce de los textos en que San Pablo habla de "evangelios" escritos es que éstos no se escribieron para uso exclusivo de los predicadores, sino también, y quizá con mayor razón, para que los creyentes en Cristo tuviesen una lectura sagrada que hablase de él en sus celebraciones de la Cena del Señor los domingos. Así, en 2Cor 1,13 el griego dice literalmente: "porque no os escribimos otra cosa sino lo que le?is". Esta afirmación del apóstol resulta enigmática a pesar de su sencillez; as? lo demuestran los esfuerzos de los estudiosos para hallarle un sentido.
A nuestro juicio, la única explicación posible viene dada por el original arameo. En efecto, en hebreo y arameo, además del acusativo directo que hace de objeto de verbos transitivos, existen los acusativos indirectos, y entre ellos el llamado "acusativo de especificación"; éste debe traducirse haciéndolo precederse de la preposición "acerca de". Entendiendo as? el acusativo de esta proposición que comentamos, viendo en ella la traducción defectuosa de un acusativo de especificación, el original arameo decía: "Porque no os escribimos sino acerca de las cosas que le?is". Es claro, a nuestro juicio, que con estas palabras San Pablo quiere decir: lo que yo escribo en mis cartas es reflexión teológica, comentario a lo que vosotros leáis en vuestra lectura sagrada de los domingos. El apóstol se siente atado a esta tradición sobre Jesús fijada por escrito.
Ahora es preciso tener en cuenta que donde quiera que se reuniesen creyentes en Cristo Jesús para la celebración litúrgica del domingo debieron ser leídos escritos con este contenido y esta categoría sagrada; sólo así podía asegurarse en las comunidades la conservación de la fe. Y comunidades de creyentes en Jesucristo las hubo en Palestina al poco tiempo de su muerte y resurrección. Y como estas comunidades eran de habla aramea, forzosamente los escritos compuestos para ellas debían estar en arameo e inmediatamente después traducidos al griego.

El encuentro con Pedro
Pablo dice que su evangelio no lo recibió de hombre alguno, sino por revelación. Y que para comenzar a anunciarlo no consultó a los apóstoles de Jerusalén. Sólo después de tres años Pablo se encontró con Pedro, y 14 años después expuso su evangelio a las columnas de la Iglesia de Jerusalén para saber si estaba corriendo en vano. Esto muestra la independencia en el modo en que Pablo entró en contacto con el evangelio. Pese a su independencia en el origen, él se encarga de subrayar su coincidencia en el contenido. "No añadieron nada. S?lo me encarecieron que no me olvidara de sus pobres" (G?l). ¿Cómo, entonces, Pablo conoció el evangelio? La respuesta a esta cuestión nos permitir? comprender hasta qué punto Pablo es un testigo cualificado del acontecimiento cristiano.
Desde el punto de vista estrictamente histórico no hay hecho m?s indiscutible en la vida de Pablo que el cambio de rumbo que ésta experimentó en un determinado momento, cuando iba camino de Damasco. Al comienzo de la carta a los Gálatas Pablo narra el cambio con estas palabras: "Ya conocéis mi conducta anterior en el Judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la Iglesia de Dios y la devastaba, y cómo sobrepasaba en el Judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos, superíndoles en el celo de las tradiciones de mis padres. Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar a su Hijo en mí para que lo anunciase entre los gentiles..." (Gl 1,13-16).
Por otros pasajes de las cartas sabemos que esta revelación estribó en la aparición de Cristo resucitado. Las dos ocasiones en las que Pablo alude a este hecho en la primera carta a los Corintios sitúan la experiencia que tuvo lugar en el camino de Damasco en el contexto de las apariciones pascuales. En 1Cor 9,1, "¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor Nuestro?", utiliza el mismo verbo or?o, "ver", que encontramos en contextos pascuales. Y en 2Cor 15,8, Pablo menciona la aparición de Jesús resucitado, de la que fue objeto, al final de un elenco de las apariciones, lo que implica catalogarla como una de ellas. De estos textos se puede, pues, retener que "Pablo ha visto a Jesús" y que "considera esta visión idéntica y del mismo valor que aquellas con las que han sido agraciados Pedro, Santiago y los otros testigos de las apariciones del Resucitado" (S. L?gasse, Paul Ap?tre, París 1991, 62).
Si "la experiencia es el emerger de la realidad en la conciencia del hombre, el hacerse trasparente la realidad a la razón humana", en esta experiencia del encuentro con el Resucitado se hace trasparente para Pablo la realidad de Cristo (L. Giussani, Il miracolo del cambiamento, Rimini 1998, p.15). En ningún otro momento de su vida la razón y la libertad de Pablo fueron desafiadas, puestas en juego, como ante este acontecimiento. De un modo absolutamente imprevisto, en el camino de Damasco Cristo resucitado sale al encuentro de Pablo, cuya razón es dilatada por la gracia de la fe para adecuarla a la realidad excepcional que tiene ante sí. Es esta presencia de Cristo resucitado que le precede y le provoca, o mejor que le precede llamándole, la que sostiene esta apertura de la razón para que Pablo pueda percibir adecuadamente el significado de aquel encuentro, provocando en él aquel atractivo que permite a la libertad la adhesión amorosa a ella. Por eso, puede definir apropiadamente este acontecimiento como revelación: en ?l se revela a Pablo la realidad plena de Cristo. Como tantos judíos, Pablo había asumido el juicio sobre Jesucristo implicado en la sentencia del Sanedrín: un blasfemo, contrario a las más preciosas tradiciones de Israel, el Templo y la Ley. Él creía saber ya quién era Jesucristo. Ahora, en cambio, la inesperada irrupción de Cristo resucitado en su vida le proporciona un conocimiento con el que no contaba. A partir de ese momento se dará cuenta de que el conocimiento que tenía de él era sólo - como dirá posteriormente - kat?/sarka, "según la carne" (2Cor 5,16).

Hombre razonable
Si, según el axioma de J. Guitton, ""razonable" es someter la razón a la experiencia", Pablo se mostró como un hombre razonable al aceptar someter su razón, es decir, lo que pensaba sobre Jesús, al conocimiento de la realidad de Cristo tal como se hacía trasparente en aquella experiencia. Esta revelación se convirtió en el criterio básico de juicio sobre todo. "Cristo le abrí los ojos y, una vez conocido, sus criterios de valoración se vieron simplemente invertidos". As? lo confirma explícitamente el mismo Pablo. "Circuncidado al octavo d?a; del linaje de Israel; de la tribu de David; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, intachable. Pero lo que tenía por ganancia, lo tengo por pérdida y por basura a causa de Cristo. Más años: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo" (3,5-8). Pablo, pues, se ve obligado a revisar todas las categorías fundamentales de su pensamiento, sus antiguas convicciones a la luz del nuevo conocimiento de Cristo. El resultado de esta revisión y la nueva mentalidad que brotó de ella es lo que llamamos teología paulina. Él dio a conocer esta teología no en un manual de teología, sino en unas cartas dirigidas a las comunidades que él fundó. A través de ellas, Pablo sigue testimoniando a todo aquél que se acerca a ellas y las lee con sencillez de corazón el acontecimiento que cambió su vida, el mismo acontecimiento que ha cambiado la nuestra y que nos disponemos a celebrar en este Jubileo.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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