La joven Facultad de Teología "San Dámaso" de Madrid ha celebrado su primer Congreso Internacional del 16 al 18 de Febrero.Días de trabajo a partir del gusto por la razón y la amistad. En el corazón de la ciudad, la presencia del Cardenal Ratzinger
El objetivo era presentar, profundizar y discutir los principales puntos de la encíclica Fides et Ratio a través de un debate riguroso. La preparación del Congreso se encomendó a Javier Prades, uno de los Profesores de la Facultad, y se fue gestando gracias a una comunidad docente apasionada por el acontecimiento cristiano y sus razones. Sólo lo que se descubre continuamente como "la verdad" se comunica a todos.
Asistieron personalidades del mundo académico provenientes de Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, República de Benín y España, y decanos de las Facultades de Teología de Navarra, Comillas, Salamanca y Burgos. La intervención pública del Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, selló el alcance internacional y eclesial de la propuesta presentada.
Un planteamiento persuasivo
Tal vez no sorprenda que profesionales de la teología y la filosofía se reúnan para debatir sobre este tipo de argumentos. Lo que sí es inusitado es que se hayan inscrito más de quinientas personas. El número desbordó todas las expectativas y la vivacidad de los debates mostró cómo las grandes preguntas de la vida siguen cautivando.
Se abordaron primero las cuestiones de índole filosófica de la encíclica, y luego las de naturaleza teológica, a través de cuatro ponencias principales, seguidas por otras tantas réplicas y debates públicos. Ya que la verdad se acerca siempre a nuestro camino a través de la belleza, el jueves por la noche, en la espléndida Iglesia de San Andrés, asistimos a un concierto de música medieval y renacentista española - Codex Callixtinus, Llivre Vermell, Cantigas de Alfonso X, Anónimos sefarditas - ejecutada con instrumentos de época por el grupo Psalterium, y al día siguiente pudimos disfrutar de una visita guiada a la "belleza" del Museo del Prado.
Abriendo las jornadas, no se nos propuso un contenido de algún modo "precocinado", al estilo fast food, como ocurre a veces en los congresos, sino una implicación personal, ya que las relaciones son un factor imprescindible de la búsqueda de la verdad.
La primera jornada
Xavier Tilliette, Profesor emérito del Centro Sevres de París y de la U.P. Gregoriana, presentó las raíces históricas de la separación entre fe y razón. Destacó que la encíclica expresa "la confianza enérgica en la razón del hombre y la estrecha unidad entre la fe y la razón, por la que ya abogó el Concilio Vaticano I". Al detallar los orígenes históricos de la escisión entre la razón y la fe prestó particular atención al papel que en él jugaron el nominalismo y el idealismo hegeliano. "A una razón que no se encuentra enfrente una fe adulta no le interesa la novedad y la radicalidad del ser", alegó el filósofo jesuita. El Prof. Salvador Pié i Ninot, de Barcelona, señaló que la encíclica alude a dos modelos de razonabilidad de la fe, según se prefiera la primacía ontológica de la revelación o la primacía epistemológica de la antropología. La ponencia de la Profesora Hanna-Barbara Gerl-Falkovitz, de Dresde, versó sobre la exigencia cristiana de una filosofía abierta al ser a partir del pensamiento de Edith Stein, ya que "el fundamento del ser del hombre nunca es poseído por él mismo sino que es continuamente recibido". Alfonso Pérez de Laborda, de San Dámaso, se hizo cargo de la réplica.
Hablar con autoridad
Por la tarde, el salón de actos del Palacio de Congresos estaba abarrotado de gente y de espera. A las 20,30 h. en punto, entró el Cardenal Joseph Ratzinger que iba a hablar sobre el tema "Fe, verdad y cultura. Reflexiones a propósito de la Encíclica Fides et Ratio" (Suplemento de Huellas nº 3, 2000). Más de dos mil quinientas personas recibieron al prelado bávaro con un conmovido aplauso, y unas mil se quedaron sin poder entrar y tuvieron que esperar al día siguiente para leer el texto, que el semanario Alfa y Omega publicó íntegro, con una tirada de 200.000 ejemplares. Los ejes principales de la intervención fueron: la cuestión de la verdad frente al relativismo, las culturas y la hermenéutica propias de cada propuesta cultural y la aportación única y singular del cristianismo como religión verdadera. Mons. Ratzinger se quedó un día con los asistentes al Congreso y se reunió con los seminaristas.
Per fiduciam
El Prof. Joseph Seifert, de Liechtenstein, reanudó las sesiones afrontando el problema epistemológico y destacó el papel de la libertad en el conocimiento humano. Tras la réplica del Prof. Pablo Domínguez y el debate, el Prof. Kenneth L. Schmitz, de Toronto, afirmó que, aún sin ampararse exclusivamente en una determinada filosofía, la encíclica concede una importancia fundamental a la metafísica del esse. En ella se descubre el carácter comunional de la naturaleza de la verdad y el elemento de confianza a través del cual ella se comunica, cognitio per fiduciam.
Las disertaciones de los Profesores Rodríguez Duplá, de la U. P. Salamanca, Gerhard L. Müller, de Múnich y Juan José Ayán Calvo, de San Dámaso, precedieron al Prof. David Schindler, de Washington, que abordó la superación del extrinsecismo en la relación entre fe y razón: la circularidad de filosofía y teología. Schindler remitió a una epistemología relacional del conocimiento que se apoya en una ontología creacionista. El Prof. Javier Prades subrayó la importancia no sólo de la relacionalidad sino también de la historicidad del conocimiento en cuanto requeridas por la naturaleza histórica del acontecimiento de Cristo.
Alfonso Carrasco Rouco, de San Dámaso, ilustró con hondura y claridad cómo la Iglesia "surge del encuentro y del seguimiento de Cristo", y es la prolongación de la novedad apostólica "donde el hombre tiene acceso al acontecimiento de Cristo". Barthélemy Adoukonou, de la república de Benín, Gerardo del Pozo, de San Dámaso, junto con Martínez Camino, de la U. P. de Comillas, completaron las sesiones.
Una vía de acceso
El Cardenal de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, Gran Canciller de la Facultad de Teología, clausuró el Congreso alegando que, lejos de abordar aspectos complejos y alejados de las preocupaciones del hombre de hoy, ha planteado "la cuestión más decisiva de la existencia cristiana: la pasión del hombre por conocer la verdad" de mano de la fe y de la razón. Más aún, señaló como decisiva esta temática en un tiempo que "ha puesto en duda como vía de acceso a la verdad no sólo la fe, sino la razón misma" y donde sobran "fideísmos de nuevo cuño y relativismos rampantes".
Estos días tan intensos han puesto de manifiesto cómo la compañía de hombres conmovidos por el encuentro con Cristo es capaz de fecundar la Iglesia. Sin lugar a dudas, mediante el Congreso, la Facultad de Teología "San Dámaso" ha adquirido una relevancia nueva en el marco eclesial y universitario. Y la sociedad española ha gozado de una presencia y un pensamiento llenos de razonable esperanza.
Antes de su conferencia el Cardenal Ratzinger contestó a algunas preguntas durante una rueda de prensa Carmen Giussani, Huellas: En su intervención en la Sorbona de París, usted dijo que "la fe cristiana no se basa en la poesía y la política, las dos grandes fuentes de las que nacen las religiones, sino que se basa en el conocimiento". ¿Qué implicaciones tiene esto para la educación y la vida cristiana?
Ratzinger: Yo estoy convencido de que, efectivamente, en la educación cristiana se debe formar en primer lugar la razón, y hacer comprender la razonabilidad de la fe. Naturalmente, la fe va más allá de lo que puede abarcar la razón, en cuanto que es una realidad que se dirige a la persona en su totalidad. Por lo tanto, se debe educar ciertamente la razón, pero esto significa educar a la persona en su totalidad, en todas sus dimensiones. Por eso la educación cristiana es también una educación en lo sagrado, una educación para la ética. Estamos convencidos de que una educación que introduce en la comunión histórica de la fe y en la reverencia hacia lo sagrado abre también a los aspectos más profundos, a las dimensiones más profundas de la racionalidad.
Benjamín R. Manzanares, Alfa y Omega: El mero concepto de que hay una relación necesaria entre la fe y la razón resulta ajeno a la generalidad de los católicos españoles. La mayoría sigue pensando que por ser un don, la fe es una convicción inexplicable, ¿es esto cierto?
Ratzinger: Es verdad que la fe es un don, porque nosotros no tenemos la capacidad de elevarnos por nuestras propias fuerzas hasta Dios, y que sólo si Dios se dirige a nosotros, abre nuestro corazón y nuestros ojos, nosotros podemos reconocerle. Sin embargo, este don penetra realmente y transforma todas las capacidades, todas las facultades del hombre, de modo que no se queda simplemente en una convicción subjetiva, sino que abre al hombre hacia la realidad de Dios y del mundo.
José Luis Restán, Cadena Cope: Últimamente estamos viendo con mucha crudeza la dificultad de la relación entre cristianismo e Islam. ¿Es posible que el planteamiento de relación entre fe y razón que hay en el cristianismo y el que hay en el Islam esté en el fondo de esta dificultad?
Ratzinger: Es una cuestión muy difícil. El cristianismo se ha considerado siempre la religión verdadera, es decir, abierta a la razón. Pero también el Islam pretende ser perfectamente racional. Sin embargo, resultan muy distintos el concepto de razón y el de acción de Dios. Por ejemplo, el Corán se considera como una palabra dada directamente por Dios, sin ninguna mediación humana. Para el cristianismo, en cambio, la Sagrada Escritura creció en la historia de Dios con su pueblo a través de la mediación de la respuesta que la libertad del hombre da a la acción de Dios que queda así incorporada a la revelación. Este es sólo un ejemplo que ilustra cómo, a pesar de tantos elementos comunes, hay en las cuestiones de fondo diferencias bastante importantes entre las dos religiones. Por lo tanto, debemos apelar siempre a la razón en el diálogo con el Islam, y ver cómo la llamada a la razón nos ilumina en este diálogo. Pero ambas religiones se dirigen a una profundidad tal de lo humano que no se podría resolver la cuestión sólo remitiéndose a la razón. Por lo tanto, seguimos caminando con mucha paciencia, con mucho respeto, con mucha disponibilidad a la acción de Dios, esperando de Él los pasos necesarios a dar en este camino.
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