La Tierra Santa en la vigilia del viaje histórico de Juan Pablo II. Los lugares y las piedras que han visto nacer como un niño la gran Presencia que ha marcado el inicio del tiempo. Una pequeña grey tras las huellas de Cristo.
En el fondo, no son más que piedras. Y en Belén, en Nazaret, en Jerusalén, se desgastan. La mayor parte están protegidas por varios estratos de civilización: romanos, bizantinos, musulmanes, cruzados. Y, aún después, ortodoxos y franciscanos. A lo largo de los siglos se han ido alternando quienes han tratado de preservarlas y quienes, por el contrario, han intentado en vano destruir incluso la memoria de su existencia. Pues bien, fueron precisamente estas piedras las que nos asombraron también a nosotros, que partimos hacia los Santos Lugares en peregrinación.
Y es para rezar sobre estas piedras por lo que el Papa vendrá a esta tierra en marzo, dos mil años después del nacimiento de Cristo. Una tierra tan venerada por la mayor parte de los creyentes del mundo (sean cristianos, musulmanes o judíos) cuanto dividida y atormentada por problemas que se entretejen de forma aparentemente irresoluble. En la bula de indicción del Jubileo, la Incarnationis mysterium, Juan Pablo II ha escrito: "El nacimiento de Jesús en Belén no es un hecho que se pueda relegar al pasado. Toda la historia humana se sitúa delante de Él: nuestro hoy y el futuro del mundo se ven iluminados por su presencia. Él es "el que vive" (Ap 1,18), "Aquel que es, que era y que va a venir" (Ap 1,4). Ante él debe doblarse toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el abismo, y toda lengua proclamar que él es el Señor (cfr. Fil 2, 10-11). (...) El Gran Jubileo del Año 2000 (...) será un evento que se celebrará simultáneamente en Roma y en todas las Iglesias particulares repartidas por el mundo, y tendrá, por así decirlo, dos centros: por un lado la Ciudad donde la Providencia ha querido poner la sede del Sucesor de Pedro, y por otro, la Tierra Santa, en la que el Hijo de Dios ha nacido como hombre tomando nuestra carne de una Virgen de nombre María (cfr. Lc 1, 27). Por tanto, el Jubileo se celebrará, con dignidad e importancia parejas, en Roma y en la Tierra que con sumo derecho se llama "santa" por haber visto nacer y morir a Jesús. Esa Tierra, en la que brotó la primera comunidad cristiana, es el lugar en el que se han dado las revelaciones de Dios a la humanidad. Es la Tierra prometida que ha marcado la historia del pueblo judío y es venerada también por los seguidores del Islam. Ojalá que el Jubileo pueda favorecer un paso ulterior en el diálogo recíproco hasta que un día, todos juntos - judíos, cristianos y musulmanes - intercambiemos en Jerusalén el saludo de la paz".
El Papa partirá del monte Nebo, en Jordania (desde el cual Moisés vio la Tierra prometida), y pasará por Belén, Jerusalén y Galilea.
Belén
Nosotros, que habíamos salido de Italia de viaje a Tierra Santa con la maleta repleta de preguntas, un poco de curiosidad e indumentaria bastante ligera, comenzamos nuestra peregrinación precisamente en Belén, con frío y con hielo (¡y bajo una nevada imprevista, que ha justificado la nieve que ponemos en los belenes de nuestras casas!)
Debemos agradecerle a santa Elena el poder venerar el lugar del pesebre. La madre del emperador Constantino hizo construir una basílica (en el 323) sobre la gruta que por tradición se veneraba como el lugar donde nació Jesús. El emperador Adriano, dos siglos antes, había intentado borrar la memoria de todos los lugares cristianos edificando encima templos paganos, con lo que hizo mucho más fácil su auténtica identificación.
Como otros lugares santos, durante siglos ha sido objeto de compraventa entre el gobierno turco y las diversas comunidades cristianas. Esto fue así hasta 1852, año en que se acordó el mantenimiento de las condiciones de hecho (statu quo) en que se encontraban las diversas comunidades cristianas a la fecha del decreto. Hoy la basílica es propiedad de los griegos ortodoxos y de los armenios; los franciscanos (nombrados por la Santa Sede custodios de los lugares de jurisdicción católica) pueden transitar por ella y celebrar en la gruta de la Natividad en horarios muy rígidos. Uno se espera una simple y burda gruta; pero lo que vemos bajo el coro de la iglesia es una estrella de plata sobre una placa de mármol que lleva inscrito: "Hic de Virgine Maria Jesus Christus natus est", aquí nació Jesucristo de la Virgen María. Aquí y no en otro lugar. Y decididamente nuestra razón tiene dificultad para comprender que la omnipresencia de Dios haya pasado por aquí, por un pesebre. "El Señor ha entrado en el mundo como una semilla dentro de la tierra - observaba don Giussani en 1986 al visitar este lugar -. Todo ha acontecido sin clamor humano alguno. Todo el pueblo judío y el gran Juan el Bautista esperaban al Mesías como algo clamoroso, como una cosa excepcional, que iba a realizar la justicia del mundo... Ha sucedido un hecho irresistible: una semilla viva que irrumpe en la tierra a despecho de todos los ritmos de las estaciones".
Mientras esperamos para descender a la gruta, que está ocupada por el Patriarca ortodoxo (es la primera semana de enero y se celebra la Navidad ortodoxa), un sacerdote copto empuña una escoba y se pone a barrer la alfombra que delimita el área de "su jurisdicción". Al verle, un sacerdote ortodoxo (que se parece mucho a aquel pobre personaje de la película Il compagno don Camillo, encontrado en una iglesia secularizada en la Rusia comunista) acude presto y hace lo propio sobre los escalones que llevan al altar elevado de la basílica. No falta un tercero: un franciscano que se "ocupa" a su vez de "su" franja de territorio. Extrañados, le pedimos aclaraciones al guía: "Quien limpia tiene derecho al territorio". Escenas folklóricas aparte, este episodio surrealista es sólo un ejemplo de la situación que vive Tierra Santa. No es fácil la convivencia de las diversas comunidades cristianas. Sin embargo, algo se está moviendo: el pasado 4 de diciembre los patriarcas y los jefes de las comunidades cristianas de Tierra Santa firmaron con ocasión del Jubileo un documento común: "Que nuestra presencia cristiana pueda ser un testimonio fiel al mensaje que portamos", dado que "nuestra vocación es ser cristianos aquí y no en ningún otro lugar del mundo". Michel Sabbah, patriarca latino, saluda a nuestro numeroso grupo de peregrinos y nos bendice: "Hay pocos cristianos aquí. Pero también eran pocos con Jesús: un pequeño grupo, signo de contradicción". Cuando le preguntamos qué significará para los cristianos de Tierra Santa la venida inminente del Papa, se entusiasma: "La visita del Papa significa mucho: ante todo un estímulo para la fe cristiana; la persona del Papa... sí, es el jefe de la Iglesia, jefe del cuerpo de Cristo del que formamos parte, su persona es portadora del Espíritu que se vuelve transparente a través de él. Así pues, su mensaje será el mensaje del Espíritu de Dios en nuestra tierra para nuestra fe cristiana, pero también para toda la situación humana de conflicto y de diálogo interreligioso. Esperamos que sea un mensaje para todos nosotros, habitantes de esta tierra, musulmanes, judíos, cristianos".
Jerusalén
Nuestro hotel está situado en la cima del Monte de los Olivos y desde allí se aprecia un espectacular panorama de Jerusalén y de sus murallas. Nos viene a la mente cuando Jesús lloró a la vista de la ciudad: "¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a los hijos que estén dentro de ti, y no dejarán piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita" (Lc 19,42-44). El caos de las calles de esta ciudad, la variedad de sus gentes, los edificios, centinelas que reparan los lugares sagrados para "medio mundo", los aromas especiados y los controles policiales; todo aquí se mezcla y crea una fascinación única. Pero deja tras de sí una inmensa tristeza por esas piedras, vestigios de la presencia de Cristo, y por la incapacidad del hombre para convivir.
En la basílica del Santo Sepulcro estas contradicciones explotan. Angelo Roncalli (futuro Juan XXIII) decía en este lugar: "Un sentimiento de sorpresa y de dolor invade a los cristianos venidos de lejanos países ante el desorden, la confusión de hombres y de cosas, de lenguas, de ritos, de fe que rodea al Santo Sepulcro" (Amicone, Sulle tracce di Cristo, p.150).
En la basílica, recorriendo algunos metros, se reviven los avatares de los pocos días de la Pasión de Cristo: para rezar sobre la piedra del Sepulcro se debe entrar en el edículo interno de la iglesia. Al terminarse los empinados escalones te encuentras en el Calvario, en presencia de la piedra donde estuvo clavada la cruz. Y entre la excesiva decoración, nosotros, fieles, no podemos hacer otra cosa que rezar y acariciar las piedras.
Don Giussani decía en una carta a la Fraternidad: ""Lo que nuestros ojos han visto, lo que nuestras manos han tocado, lo que nuestros oídos han escuchado acerca del Verbo de la vida", escribe san Juan a los primeros cristianos. La verdad tocada con las manos. Eso es lo que responde a la sed con la que el Señor había creado al hombre. El hombre está hecho de la sed de tocar, de ver, de oír el Verbo de la vida. Lo recordaba en una poesía suya el premio Nobel Milosz: "Soy sólo un hombre. Tengo necesidad de signos sensibles. Construir escaleras de abstracciones me cansa enseguida"".
Caminando por las callejuelas de Jerusalén, resbaladizas a causa de la lluvia y del pringue de los puestos ambulantes que venden dulces poco fiables, uno se pregunta si el Papa conseguirá moverse en estos lugares no precisamente cómodos. Más de uno ha expresado su perplejidad acerca de las dificultades prácticas de este viaje y de las consecuencias políticas que podría tener, pero al escuchar estos argumentos, la mente se va a Juan Pablo II en el momento en que abría la Puerta Santa: ¿qué puede haber más cierto que aquella mirada?
Galilea
Dejamos Jerusalén y recorremos el desierto de Judá, de sur a norte. Ésta era la ruta de las caravanas que atravesaba Palestina, los 150 km que hizo María para ir al encuentro de Isabel, y que volvió a hacer para inscribirse en el censo. Los mismos que hizo Jesús cuando fue a Jerusalén.
Dejamos a nuestra espalda las zonas áridas y pedregosas de Judea para arribar a la fértil Galilea
Durante unos cien kilómetros bordeamos la línea de demarcación entre y los territorios ocupados: entre la tierra rojiza, las zarzas y el alambre espinoso, de vez en cuando aparece una camioneta con los militares de la ONU que controlan la zona.
Antes de salir, un amigo nos había dicho: "Es inútil ir a Tierra Santa queriendo juzgar y encontrar entre los contendientes al que tiene razón, porque todos los que habitan allí tienen razones muy válidas. Vuelves a casa más confuso que antes. El único modo es tratar de entender, hablar con la gente". Y amar aquella tierra.
Nazaret acogerá a Juan Pablo II precisamente el 25 de marzo, día de la Anunciación. Todo comenzó aquí. "Hic - como en Belén - Verbum caro factum est". El Verbo se ha hecho carne en la discreción de una ciudadana poco significativa en aquellos tiempos, hasta el momento en que "el ángel Gabriel fue enviado por Dios". La basílica de la Anunciación, con forma de azucena invertida, protege en sus cimientos el lugar donde Joaquín y Ana vivían con su hija María. Una casa humilde. Nada más. Y uno se pregunta cómo sería aquel ángel, qué fue lo que experimentó María. Quizás se sentó, un poco aterrada, sobre aquel saliente de piedra en el interior de la casa, a la derecha.
A pesar de que el día es desagradable, el lago de Tiberiades nos acoge con un dulce paisaje. Desde el monte de las Bienaventuranzas contemplamos el perfil de los montes circundantes. En dos mil años el paisaje debe haber cambiado mucho, pero aquellas colinas siguen siendo las mismas. En esta tierra es fácil imaginarse la vida de Jesús con sus amigos. Los restos de la casa de Pedro en Cafarnaúm, donde vivía con su mujer, su suegra, su hermano y Jesús, pueden visitarse hoy. Una vivienda sencilla, de pescadores.
A 3 Km de Cafarnaúm, en Tabga, una playa pedregosa acogió a los discípulos con las redes llenas de peces. Entramos en la iglesia que conserva la roca de la "Mensa Christi", donde Jesús preparó el pescado para sus discípulos. Aquí fue donde Jesús le preguntó a Pedro tres veces si le amaba y donde le confirió el Primado. De los muchos lugares que hemos visitado en una semana de peregrinación, pocos son tan conmovedores como éste. Aquí resulta fácil ensimismarse, ver a Pedro que responde a Jesús, y desear ser amados de esa manera.
El Papa Pablo VI se postró en este lugar para rezar durante su peregrinación a Tierra Santa en 1964 y lloró.
Es verdad, no son más que piedras, pero sólo porque precisamente allí ha sucedido algo sobreviene un escalofrío cuando el sacerdote recita durante la misa: "Ésta es nuestra fe, ésta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en el nombre de Jesucristo, nuestro Señor".
Cuando las ruedas del avión despegan de la pista del aeropuerto de Tel Aviv me invade un fuerte sentimiento de nostalgia. Un poco como cuando se parte de casa.
El punto de la cuestión
David Jaeger es miembro de la Comisión permanente bilateral de trabajo Israel-Vaticano y profesor de Derecho canónico en el Pontificio Ateneo Antonianum de Roma. De origen judío, se convirtió al catolicismo a los 17 años, y más tarde se ordenó sacerdote; en 1993 fue uno de los protagonistas del acuerdo entre Israel y el Vaticano
Tras los acuerdos de diciembre de 1993 y de noviembre de 1997, ¿qué evolución han tenido las relaciones entre Israel y el Vaticano? ¿Cuál es la situación actual y cuáles entre los problemas abiertos son los más graves?
El acuerdo fundamental firmado el 30 de diciembre de 1993 preveía, antes que nada, dos acuerdos complementarios, y después, una serie de acuerdos ulteriores. El primer acuerdo complementario es el reconocimiento a efectos civiles de las personas eclesiásticas, firmado el 10 de noviembre de 1997, pero ratificado el 3 de febrero de 1999.
El segundo acuerdo complementario, referente a las cuestiones económicas (especialmente el estatuto fiscal de la Iglesia), estaba previsto por el acuerdo fundamental para 1996. Sin embargo, los acuerdos relativos al mismo están todavía en curso y no se puede prever una fecha de conclusión. Las negociaciones se desarrollan en una atmósfera de gran cordialidad y es evidente que los funcionarios israelitas implicados son muy competentes y tienen buena voluntad, pero el ritmo es siempre muy lento. Desearíamos una notable aceleración de este ritmo porque, mientras tanto, los problemas concretos que se plantean en este campo son de no poca importancia. A continuación habrá que ocuparse de los otros pactos previstos en el acuerdo fundamental acerca de cuestiones como la guía pastoral de las personas en situación de confinamiento, prisioneros, gente que está en los hospitales, militares, etc. O bien los acuerdos para eliminar prejuicios, para promover en Israel una presentación positiva y equilibrada de la Iglesia y del cristianismo (especialmente en la escuela), etc.
Así pues, hay un orden del día muy rico para el trabajo de la comisión bilateral. Aunque el ritmo ha sido lento hasta ahora, se puede esperar un trabajo más dinámico. Recientemente, sin embargo, ha surgido un problema imprevisto, el de la decisión del gobierno israelita de construir una mezquita a las puertas de la basílica de la Anunciación, que es el santuario de la Encarnación del Verbo divino en Nazaret, a despecho de tantas intervenciones públicas y privadas de las autoridades eclesiásticas a todos los niveles. La mezquita es reclamada por un grupo de extremistas islámicos como primer paso de un programa más vasto.
El gobierno ha hecho suya esta pretensión. Parece que ha sido una decisión tomada por un ministro bastante marginal en el interior del equipo de gobierno y ciertamente carente de experiencia de gobierno. Y parece que el Consejo de Ministros no ha tenido hasta ahora valor para dar la vuelta a esta decisión. Pero tendrá que hacerlo, porque es inconcebible que vaya adelante un proyecto de esas características. Por otra parte, contaría con el rechazo de todos los funcionarios israelitas con los que he podido hablar personalmente. Alguno de ellos me ha dicho recientemente que las protestas del mundo cristiano habrían causado cierta impresión y que si las protestas continuasen habría bastantes esperanzas. Pero si se construyera la mezquita, las consecuencias... es mejor no pensarlas.
¿Qué significado tiene la visita del pontífice a Tierra Santa desde un punto de vista diplomático?
Ante todo, como ha subrayado muchas veces la Santa Sede y como todos sabemos, se trata de una peregrinación a los Santos lugares de la redención con ocasión del Jubileo del 2000. En todo caso, la situación contingente da también la posibilidad al Papa de encontrarse con los máximos exponentes de las dos naciones que viven en el territorio, la palestina y la israelita. Se espera que, por un lado, promueva la comprensión y la buena voluntad por parte de ambas naciones hacia los cristianos que viven entre ellos y, por otro, que sirva para dar aliento a esos mismos cristianos que se encuentran en minoría dentro de dos sociedades cuyos procesos de formación no se han completado todavía. Es decir, esperamos que en ambas sociedades, la palestina y la israelita, se dé una evolución que lleve hacia valores democráticos estables en todos los campos, incluido el de la libertad religiosa y de conciencia, que nos importa más que ninguna otra cosa. Esperamos que el testimonio del sucesor de Pedro sirva para promover también estos objetivos.
¿En qué punto se encuentra la cuestión de Jerusalén?
Israel y Palestina se han comprometido bilateralmente a resolver la cuestión político-territorial de Jerusalén en el marco del acuerdo de paz definitivo entre ellos. En todo caso, ellos solos no son competentes para restituir un estado de derecho en Jerusalén, visto que las decisiones definitivas atañen a toda la comunidad internacional, en virtud de las resoluciones de la ONU. La Santa Sede aboga por un estatuto especial para la ciudad salvaguardado internacionalmente que garantice en el plano del derecho internacional la conservación del patrimonio cultural y religioso de Jerusalén (que interesa a toda la humanidad), incluida la garantía de la libertad, de la igualdad de todos los ciudadanos de Jerusalén, sea cual sea su religión o creencia. Por tanto, se espera que Palestina e Israel acepten que una resolución definitiva de la cuestión de Jerusalén supere las propias competencias unilaterales o bilaterales y que puedan tomar parte en la búsqueda de ese instrumento jurídico internacional que se desea para la ciudad.
Siglos de custodia
El padre Giovanni Battistelli es el actual custodio de los Santos Lugares. Los franciscanos están aquí desde su origen (s. XIII) y gestionan los Santos Lugares en nombre de la Santa Sede. Actualmente en Tierra Santa residen unos 300 franciscanos que, además del ministerio pastoral, se ocupan de la acogida de peregrinos (en todo el territorio tienen sus "casae novae", hospederías para los peregrinos), y de la gestión del Studium Biblicum Franciscanum a favor de la actividad arqueológico-científica
Tras la visita de Pablo VI en 1964, Juan Pablo II vendrá a visitar los Santos Lugares a finales de marzo. ¿Qué significado tiene para usted y para los cristianos de Tierra Santa este acontecimiento en el año jubilar?
Es un evento de extraordinaria importancia. El Papa es el sucesor de Pedro, quien desde aquí, precisamente desde esta Tierra, partió hacia Roma. Con la visita del Santo Padre a Tierra Santa Pedro vuelve a Jerusalén. El significado simbólico de este gesto es importantísimo.
Para todos los cristianos, la peregrinación a Jerusalén significa ante todo volver a recorrer un camino de conversión, retornar a las propias raíces evangélicas, descubrir de nuevo, en suma, la propia fe en su núcleo esencial: Jesucristo, hijo de Dios e hijo de María de Nazaret, que nació, vivió, murió y resucitó en esta tierra.
Pero si quien hace esta peregrinación es el mismo sucesor de Pedro, entonces es toda la Iglesia la que, junto al obispo de Roma, recorre este camino. Además, me parece que es ésta la intención de Juan Pablo II. No es necesario hacer un elenco de gestos, documentos y discursos del Santo Padre que, con ocasión del Jubileo, invitan a hacer un examen de conciencia por la infidelidad de todos los católicos y a interrogarnos - dos mil años después del acontecimiento de la Encarnación - acerca del significado de ser cristiano hoy, dónde está lo esencial de nuestra fe y cómo evangelizar de nuevo el mundo que tiene derecho a encontrar a Cristo. La peregrinación del Santo Padre a los Santos Lugares de la redención, es decir, a las raíces de nuestra fe cristiana, debería confirmar este camino en el que todos nosotros como Iglesia estamos implicados y hacernos comprender cuál es el criterio para llevar a cumplimiento esta obra de conversión: volver a partir de Cristo.
Para las poblaciones cristianas locales la visita del Santo Padre es un aporte de coraje y un consuelo. Estamos orgullosos de la importancia que este evento tendrá en el plano internacional y de su alcance en el ámbito religioso.
¿Qué quiere decir ser custodio de estos lugares 2000 años después de la encarnación de Cristo y hollar los mismos senderos por los que caminó Jesús?
Es una responsabilidad que no llevo yo solo. En realidad, toda la familia franciscana ha asumido desde hace muchos siglos esta responsabilidad en nombre de la Iglesia Católica.
A menudo las preocupaciones logísticas y de personal, las organizaciones y las diversas instituciones - por otro lado legítimas y necesarias - nos distraen, y desgraciadamente pensamos poco en la importancia y el significado espiritual y teológico que tienen estos lugares.
El ambiente ha cambiado radicalmente y, a veces, es necesario hacer un gran esfuerzo para recuperar la atmósfera y el ambiente que respiró Jesús.
Me sucede con frecuencia que me encuentro con hermanos no cristianos que están estupefactos por la fascinación y la riqueza espiritual del Santo Sepulcro. Y así, mientras nosotros los cristianos discutimos escandalizados - tal vez justamente - por las divisiones presentes en la Basílica, estas personas, libres de tantos prejuicios, nos recuerdan la importancia de estos lugares, que no son sólo muros y estructuras, sino ante todo memoria de la muerte y de la resurrección de Cristo.
Como custodios deseamos hacer justamente esto: permitir que cualquiera perciba, en la medida de lo posible, la fuerza de estos lugares. No siempre lo conseguimos, creo, pero hacemos todo lo que está en nuestra mano.
¿Cuál es el lugar santo que le es más querido y por qué?
Todos los Santuarios me son queridos porque en cada uno se ha manifestado una gracia divina especial. Están los que se encuentran ligados al kerigma (Nazaret y Belén: encarnación; Santísimo Sepulcro: pasión, muerte y resurrección). Pero, ¿cómo no amar los demás? Getsemaní, el santuario de la oración sangrante de Jesús. Cafarnaúm: la promesa de la Eucaristía y la casa de Pedro, transformada en lugar de culto desde los primeros tiempos de la Iglesia judeocristiana. Caná, María de Nazaret presente, el primer milagro de Jesús y la consagración de la familia. Tabga, Jericó, y no se puede olvidar Naín, donde Jesús devolvió el hijito muerto a su madre dolorida y llorosa, sobre todo ahora que se habla tanto de las dificultades de los jóvenes (droga y violencia) y de los niños (desnutrición, mortalidad, violencias).
Pero debo reconocer que siento alguna predilección. Y es por dos santuarios en los que consigo rezar con más atención por el silencio y el acontecimiento que en ellos se realizó: Nazaret y Getsemaní. Son dos lugares que interpelan, implican y obligan a dar una respuesta: el sí de María y el don que Jesús hizo de sí mismo para redimirnos.
¿Cuál es la contribución de Vuestra presencia en la construcción de un ecumenismo real, con vistas a una convivencia pacífica?
Es un gran desafío que tenemos ante nosotros. En Tierra Santa se encuentran (y a veces se chocan) las tres grandes religiones monoteístas, la cultura occidental con la oriental, la civilización árabe con la israelita, las diversas comunidades cristianas entre sí. En este contexto tan fascinante la presencia y el papel de los Hermanos Menores no son secundarios. Los retos que tenemos delante indudablemente tocan al corazón de nuestra vocación franciscana y nos interpelan.
Nuestra presencia en Tierra Santa siempre ha sido internacional, y esto facilita mucho el contacto con todas las realidades religiosas y sociales. En algunos lugares vivimos físicamente junto a nuestros hermanos ortodoxos. Las relaciones en el ámbito personal son buenas, mientras que en el ámbito institucional son a menudo muy formales. Tratamos de facilitar como podemos una mejor comprensión mutua, no sólo a través de encuentros de estudio, sino también en el campo de las relaciones interpersonales. Desde siempre, con ocasión de las fiestas de Navidad y Pascua intercambiamos visitas para felicitarnos. En diversas circunstancias los jefes de las Iglesias, a los que también nosotros estamos asociados por la responsabilidad que tenemos, han firmado declaraciones comunes. Los trabajos de restauración del Santo Sepulcro han continuado gracias a los encuentros que desde hace más de cuarenta años llevan adelante nuestros representantes con los del Patriarcado greco-ortodoxo y los del Patriarcado armeno-orotodoxo. Desde hace algunos años, nuestros estudiantes de teología hacen excursiones o encuentros deportivos junto a los estudiantes armeno-ortodoxos. A nuestro Taller de Encuadernación, anexo a la Franciscan Printing Press, que desde hace más de 150 años es nuestra imprenta y editorial, vienen cada día monjas rusas, monjes greco-ortodoxos y también israelitas y se sirven con mucha sencillez de nuestra estructura. Son formas de ecumenismo práctico que no arman ruido, pero construyen la vida de cada día en esta ciudad única en el mundo y ayudan a crear un clima más sereno y pacífico. En el plano interreligioso el discurso es más complejo, ya que con frecuencia subyace el aspecto político. Nuestro Centro de Estudios Bíblicos organiza desde hace años congresos interreligiosos sobre temas específicos, que cuentan con la participación de estudiosos locales de las tres religiones monoteístas. En Jerusalén es fácil tener estudiosos extranjeros; en cambio, no es fácil encontrar judíos, musulmanes y cristianos locales que se encuentren para discutir juntos acerca de un sujeto bíblico común.
¿Están trabajando ahora en alguna excavación arqueológica?
Las principales excavaciones se terminaron ya en los pasados años: Nazaret, Cafarnaúm, Dominus Flevit, etc. Las últimas que se han realizado han sido las de Caná de Galilea, con ocasión de la restauración de la iglesia, reabierta al culto el pasado mes de diciembre. Las excavaciones se terminaron el año pasado y han sacado a la luz elementos de culto muy antiguos e interesantes. Los estudiosos no han publicado todavía sus conclusiones, pero estoy seguro de que suscitarán el interés de muchos. Los peregrinos que visiten Caná tendrán la alegría de ver con sus propios ojos los restos de los siglos anteriores. Además, se sigue excavando más allá del Jordán, en el Monte Nebo, que recuerda la muerte de Moisés y que será visitado también por el Papa. Confío en que los arqueólogos de nuestro Estudio Bíblico puedan excavar algún día el santuario de Séforis, donde se admiran los restos de una importante iglesia cruzada.
El estado de Israel en cifras
1897: Congreso de Basilea: el movimiento sionista, presidido por Teodoro Herzl, sienta las bases para la construcción del estado judío.
1922: Palestina es confiada a Gran Bretaña.
1947, noviembre: La ONU divide Palestina en una estado judío y uno árabe, pero el segundo no nace nunca.
1948, 14 de mayo: Vencimiento del mandato de Gran Bretaña y nacimiento del estado de Israel. Jerusalén es dividida: la parte nueva es israelita y la vieja árabe.
1967: Guerra de los Seis Días. Israel vence a Siria, Egipto y Jordania. Conquista Cisjordania, la franja de Gaza, los altos del Golán y la parte árabe de Jerusalén (denominados desde entonces "territorios ocupados"). La ONU aprueba la Resolución 242, que prevé la retirada de Israel de los territorios ocupados y la autodeterminación palestina.
1973: Guerra del Yom Kippur. Egipto y Siria atacan Israel. Éxito a favor de los israelitas, acuerdo con el presidente egipcio Sadat.
1978-79: Primero en Camp David y después en Washington, el presidente egipcio Sadat y el israelita Begin firman el tratado de paz. Israel devuelve el Sinaí.
1981: Sadat es asesinado por extremistas islámicos.
1987: Inicio de la Intifada (Guerra de las piedras): en los territorios ocupados los árabes se alzan contra los israelitas.
1989: Con la caída del muro de Berlín, miles de judíos rusos emigran a Palestina (hoy día son más de 600.000).
1991: Guerra del Golfo e interrupción de las negociaciones.
1993: El líder palestino Arafat y el primer ministro Rabin firman en Washington el acuerdo de paz referente a la autonomía de Jericó y de la franja de Gaza.
1994: Tratado de paz entre Israel y Jordania.
1995: Rabin es asesinado en Tel Aviv por un estudiante israelita.
1998: Acuerdos de Wye Plantation entre el primer ministro israelita Netanyahu y Arafat en presencia del presidente americano Clinton y del rey Hussein de Jordania.
1999: Declaración de la ONU sobre Oriente Medio que reconoce a Arafat el derecho a proclamar el estado palestino. 5 de septiembre: Memorándum de pacto de Sharm el Sheikh que da como fecha última para los acuerdos sobre los territorios palestinos el mes de febrero de 2000.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón