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Huellas N.10, Noviembre 1999

LIBROS

Huellas para el jubileo

A cargo de Alberto Savorana

Presentación en Roma del libro Crear huellas en la historia del mundo. Con ocasión del Sínodo de Europa y en la vigilia del Jubileo, la aportación de una experiencia que se propone a todos. Las intervenciones de monseñor Sepe y del cardenal Schönborn

El pasado 18 de octubre se presentó en Roma el libro de don Giussani, Stefano Alberto (más conocido como don Pino) y Javier Prades Crear huellas en la historia del mundo, publicado por Rizzoli. El Centro Internacional de CL en Roma y Libros Rizzoli, en colaboración con la Secretaría General del Gran Jubileo del Año 2000, organizaron el encuentro. Para hablar del libro se hallaban, en una sala totalmente repleta del Instituto Augustinianum, S. E. monseñor Crescenzio Sepe, Secretario del Comité jubilar, el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, y los dos sacerdotes coautores del libro.
La presentación tuvo lugar con ocasión del Sínodo de los obispos de Europa: allí se encontraban, entre otros, el cardenal Simonis, los arzobispos Saraiva Martins, Costanzo, Toppo, Frank, Ryklo, Bozanic, Kapellari, Pujats, los obispos Carderón Polo, Danzi, Justs, Komarica, monseñor Broglio de la Secretaría de Estado Vaticana, el abogado Carriquiry y los profesores De Paolis y Lobkowicz, además de algunos embajadores de la Santa Sede.
Introdujo el acto Jesús Carrascosa con unas breves palabras: «Don Giussani, con el que he hablado esta mañana, agradece a todos la oportunidad que le ofrecen de expresar, con ocasión de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos de Europa y en la vigilia del Jubileo, el contenido de una experiencia que se propone a los hombres de nuestro tiempo que buscan, aunque sea de forma confusa, las huellas de un camino para poder vivir con una esperanza razonable este tiempo trágico y bello. Y el acontecimiento cristiano es precisamente la respuesta que todos esperan, aunque muchos se muestren contrarios a ella». Don Pino y Prades expusieron el origen y los contenidos del libro, que recoge los frutos más recientes de la reflexión de don Giussani con respecto a la vivencia de la experiencia cristiana frente a los desafíos del mundo contemporáneo.
A continuación publicamos los apuntes del saludo de monseñor Sepe, que introdujo el encuentro, y de la intervención del cardenal Schönborn.

Sepe
Os saludo en nombre del Comité Central del Gran Jubileo del Año 2000. Es un gran placer para nosotros poder participar en la presentación de este libro, porque también vamos en busca de huellas buenas que no banalicen el Jubileo, como muchos tratan de hacer: tratan de vaciarlo, no presentándolo tal y como que es. ¿Por qué? En mi opinión, fundamentalmente, porque tienen miedo de que este Jubileo, tal como lo ha querido el Santo Padre, favorezca una revitalización de la vida cristiana, que se vuelva así presencia de Cristo, presencia de la Iglesia en la sociedad moderna. Tienen miedo del Jubileo porque tienen miedo de la Iglesia, y tienen miedo de ella tal vez porque tienen miedo de Cristo, y por tanto todo esto provoca reacciones. Pero esta es la historia de la Iglesia, del cristianismo, la historia misma de nuestro divino fundador, Jesucristo.
Por eso encontrar hoy una huella que llene de significado el acontecimiento jubilar, tal como se expresa en el libro que presentamos, es para mí una gran alegría. Crear huellas en la historia del mundo es precisamente una síntesis, por así decir, de toda la teología que el Santo Padre ha expresado en dos documentos - la Tertio millennio adveniente y la Incarnationis Mysterium - y que ha puesto como fundamento de la espiritualidad y pastoral del jubileo.
Nosotros deseamos que de la vivacidad del Jubileo pueda nacer un nuevo compromiso. Queremos que se pase de adorar a un Dios sin nombre a adorar el nombre propio de Dios, que se ha encarnado en Jesucristo, el Dios vivo presente en el hoy de la Iglesia, del mundo, de la sociedad y de la cultura. Hace algún tiempo, en el encuentro del Meeting de Rímini, cité una frase en la que Giussani dice: «¡Qué intensidad de vida se promete a la vida de aquel que capta en cada instante la relación de todo con el origen! Cada instante es una relación definitiva con el Misterio y por esto no se pierde nada. Existimos para esto y esta es nuestra felicidad». Estas palabras están en sintonía perfecta con lo que el Santo Padre dice en la Bula de indicción del Jubileo, es decir, que no podemos no seguir teniendo la mirada fija en Cristo, porque de este encuentro, de esta presencia nosotros revitalizamos nuestra existencia, y por tanto podemos afrontar también el futuro, el tercer milenio. Escribe el Papa: «Jesús es la verdadera novedad que supera cualquier espera de la humanidad y que siempre permanecerá como tal a través del sucederse de las épocas históricas, verdadero criterio para juzgar la realidad temporal y cualquier proyecto que trate de hacer cada vez más humana la vida del hombre. Esta es la historia del hoy de la Iglesia, esto es el Jubileo, el acontecimiento, el evento, la noticia de hoy para que todos, a través de la recepción de esta invitación, puedan volver a abrazar a Cristo y por tanto renovarse interiormente para dar un testimonio de vida personal y comunitaria ante el mundo».
Deseo que este libro, con esta espiritualidad, con esta teología, pueda ser una huella que nos enseñe a peregrinar, a través de la Puerta Santa, en la historia de la Iglesia del tercer milenio que llega. l

Schönborn
«Yo no entiendo bien sus ideas y sus métodos, pero veo los frutos y le digo: siga adelante así». Esto es lo que le decía a don Giussani el cardenal Montini cuando era arzobispo de Milán. Años después, siendo Papa, se encontró de nuevo con él en 1975 y le dijo nuevamente: «Siga adelante así, este es el camino». Yo no sé si lo he comprendido todo de las ideas de don Giussani, pero veo una cosa: las huellas visibles de este camino, de esta marcha: «Siga adelante».
Antes de conocer las ideas encontré la amistad. Cuando era un joven profesor en Friburgo, en aquel mismo 1975, conocí en la Facultad de Teología a un colega, al cual quiero recordar hoy aquí, Eugenio Corecco, y con él a un grupo de estudiantes, una comunidad sorprendente. Un profesor vivía con sus estudiantes, en una casa abierta, el calor de la amistad, para mí tan esencial a nivel existencial, pero también teológico. Santo Tomás de Aquino hizo de ella la piedra angular de su Summa teologica: la caridad, suma de todas las virtudes, forma virtutum, esencia de toda la vida cristiana, de toda la vida humana, verdaderamente humana y bienaventurada, feliz. Esta vida es una amistad: amor amicitiae. Antes de conocer los escritos de don Giussani conocí a algunos de sus amigos, que se convirtieron en amigos para mí, huellas que este sacerdote sorprendente generó en la historia de nuestras vidas. ¡Qué bueno era el sosiego en aquellas cenas llenas de simpatía, de amistad, de alegría, con esta Gioventú Studentesca en casa de don Eugenio Corecco, el futuro obispo de Lugano, que ya ha partido hacia el abrazo definitivo del Amigo esperado!
Pero veamos un poco este «siga adelante» que Pablo VI, el cardenal Montini, dijo a don Giussani: «Siga adelante». La amistad: ¡qué don precioso, pero también qué don expuesto a tentaciones humanas y quizá diabólicas! En primer lugar la tentación, el peligro de que la amistad se convierta en mentalidad de grupo, en fuerza de cohesión de un partido - ya sea político o eclesial -; de que la amistad se confunda con todas esas coaliciones que hacemos siempre en la vida contra los demás, que están fuera del círculo de nuestras amistades, de los amigos, y que con demasiada facilidad son identificados como enemigos. Es necesario distinguir entre amistad y coalición. Para salvar la amistad, ¿cómo hacer para que no se convierta en coalición, en partido, en grupo? Creo que el camino seguido por don Giussani es un verdadero fundari amicitiam, como dice santo Tomás en la famosa Quaestio 23 de la Secunda secundae art. 2, cuando habla de la amistad como esencia del amor, de la caridad. Fundari amicitiam, la experiencia de un hombre que nos da su amistad y nos aleja de la tentación de convertirnos en un grupo o partido, y de falsear el don de la amistad. ¿Cómo evitar este falseamiento? Don Giussani nos da la pista: la amistad, antes que nada, es un acontecimiento que no se deja encasillar. Permanece como algo gratuito, como un don, aunque no existe una experiencia más fuerte de fidelidad, de constancia y de solidez que la amistad. Y no obstante esto, siempre permanece como un don sorprendente. Cada día la amistad es nueva, esta sorprendente amistad que nos ofrece Jesús; no hay nada más firme, sólido y seguro que esta sorpresa siempre nueva de su amistad.
Don Giussani ha tratado de expresar la vida cristiana, el hecho cristiano como “acontecimiento”. La fe es la respuesta a este acontecimiento. La amistad de Jesús nos hace capaces de amistad. En la experiencia del acontecimiento divino en Jesús también nosotros podemos llegar a ser capaces de amistad. «Señor, tú lo sabes: yo te amo», es la respuesta de san Pedro, que se hace posible en el don de una amistad que sobrepasa todos los desastres de la infidelidad. Esta amistad genera huellas en la historia: los amigos de los amigos se hacen amigos; la amistad crea una compañía que es más que un partido, más que una conspiración, grupo o coalición. Esta es precisamente la experiencia de la Iglesia: amici Dei, los amigos de Dios, los santos. ¿Cuántos nos han sido dados como amigos? Y Juan Pablo II no se cansa de darnos cada mes, puede decirse así, nuevos amici Dei para conocer este círculo de amigos, maravilla de esta compañía de amistad, con tanta diversidad, tanta riqueza, tanta belleza.
Don Giussani nos invita a esta admiración, nos abre el corazón a la amistad. La Iglesia es el tejido de estas amistades, la red de san Pedro, como dice Madeleine Delbrêl comparando la Iglesia con las redes de san Pedro, hecha de muchos nudos de amistad. Aquí se descubre también la moralidad como lugar de la amistad, donde se hace sentir con un rigor mucho más radical que el del rigorismo moralista: el don de la vida por el amigo, el don de la misericordia que vence las heridas del pecado. Así - explica santo Tomás - podemos amar también a los enemigos, sabiendo que el único Amigo ha dado su vida por ellos, también por aquellos que son nuestros enemigos, que pueden así convertirse en amigos. El libro de don Giussani - con Stefano Alberto y Javier Prades - es un bello testimonio de las huellas que la amistad ha dejado ya en la historia de muchas personas. Después de tantos años permanece todavía la frescura e incluso la madurez de la amistad, porque permanece siempre nueva la mirada sorprendente del amigo que un día preguntó a dos jóvenes que le seguían: «¿Qué buscáis?». «¿Dónde moras?», preguntaron. «Venid y lo veréis». Este acontecimiento, este venid y lo veréis, permanece como leticia, alegría, sorprendente alegría. Cautivado por la alegría es el bello título de un libro de C. S. Lewis.
Yo no sé con seguridad si comprendo bien todas las ideas de don Giussani, que a veces me resulta un poco difícil comprender. Pero ahora entiendo mejor porque he encontrado mucha alegría en los encuentros con los amigos de don Giussani, desde los primeros hasta hoy. Y descubro la respuesta última al misterio, al secreto de la amistad, en una frase de don Giussani que se encuentra en la contraportada del libro. Es la parte final del testimonio que ofreció el 30 de mayo de 1998 durante el encuentro del Santo Padre Juan Pablo II con los movimientos: «El verdadero protagonista de la historia es el mendigo: Cristo mendigo del corazón del hombre y el corazón del hombre mendigo de Cristo».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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