La labor que CESAL lleva a cabo, los proyectos, los encuentros y el fruto que queda. Son más de las diez de la noche y nos encontramos sentados en el único lugar donde es posible tomar ”trago” en Andahuaylas, pequeña ciudad alejada de la capital del país más de treinta horas en vehículo todo-terreno, en plena cordillera de los Andes a 3.000 metros de altura...
Durante tres días, en compañía de las principales autoridades locales, en un gesto de coordinación no visto en años en un panorama político determinado por la defensa de posiciones adquiridas y la desconfianza mutua, hemos realizado una de las tantas visitas a la zona, en la que nos ha dado tiempo a recorrer buena parte de la provincia.
Nuestra intención es verificar sobre el terreno las posibilidades que ofrecen las diferentes propuestas de apoyo que nos han llegado a la oficina, además de supervisar las obras de varios proyectos de saneamiento que llevan agua potable y facilitan la educación higienico-sanitaria a más de 18.000 personas.
Un compañero permanente
La conversación, incisiva, gira en torno a qué es lo que dejamos en los proyectos de cooperación que realizamos. Verdaderamente, el impacto con la realidad y la gente de las comunidades rurales recorridas - la mayoría tan perdidas en el llamado “Perú profundo” que somos los primeros gringos que conocen - ha sido muy intenso. Ponen a nuestra disposición bailes, bebida y lo mejor de su escasa despensa familiar, agradecidos por el agua, que literalmente les salva la vida, pero especialmente por haber llegado hasta allí a visitarles y porque la Cooperación Española - concepto incomprensible incluso para los más hábiles - les haya apoyado. Casi con temor, constatamos por la noche que somos la mayor novedad que ha ocurrido en su vida. Reaccionan con toda sencillez dejando entrever cómo su vida también está hecha de espera, de la necesidad de que algo nuevo suceda. El vértigo de la desproporción entre lo que damos y lo que el hombre necesita es compañero permanente de nuestro trabajo.
Rigoberto, Fito y Elena
Fito trabaja en Cajamarca, departamento del norte del país, donde apoyamos a 44 comunidades rurales facilitando desarrollo agrícola, agua potable y educación sanitaria. En esta ocasión su labor gira en torno a cuatro paredes, ya que necesitamos corregir los defectos de forma de los justificantes de la inversión. Mientras tanto, Rigoberto revisa la consecución de los objetivos de un proyecto que pretende eliminar la explotación infantil de una zona ladrillera deprimida en el corazón de Lima, cuyo impacto brutal sobre quienes la visitan sobrecoge incluso al más seguro de los tristes practicantes de cierto “turismo solidario” recolector de sensaciones, muy de moda últimamente. Por último, Elena prepara ya los proyectos para el próximo año, que pretenden atender a varias decenas de niños de la calle en el distrito de Breña y posibilitar acompañamiento y acceso a pequeños créditos a las iniciativas de microempresa surgidas entre jóvenes del Cono Sur de Lima.
La oficina de Lima
Hemos chocado con muchas situaciones laborales y sociales similares desde que en junio de 1997 decidimos establecer una oficina permanente en Lima, con la finalidad de atender los múltiples compromisos que en los últimos diez años habíamos asumido en el Área Andina. Actualmente financiamos, con cerca de cinco millones de dólares, más de veinticinco iniciativas de desarrollo que, además de beneficiar de forma directa a los receptores de la ayuda (por encima de 45.000), posibilitan empleo directo a más de 600 personas de diversos perfiles profesionales y grado de formación (entre ellos algunos de nuestros amigos de Lima, Arequipa o Piura, como Sara, Mauel y Carolina, que gestionan el centro médico «San Ricardo Pampuri» en uno de los asentamientos humanos de la ciudad norteña).
Mantener relaciones cordiales con implicados tan diversos como representantes de diferentes organismos internacionales, alcaldes, funcionarios ministeriales de diferente rango, responsables y trabajadores de ONGs y demás instituciones sin ánimo de lucro y, en especial, con los sujetos beneficiarios de los proyectos (normalmente gente muy desfavorecida por las circunstancias) no es tarea sencilla, máxime cuando hay dinero e intereses de por medio. Sin embargo, con el tiempo vamos observando, ya que no responde a ningún plan premeditado, cómo algunas de estas relaciones quedan marcadas por la sorpresa que produce un trato que valora su persona por encima de todo lo demás.
En lugar de pretender
Muchas situaciones sociales son duras, algunas muy injustas, pero surgen continuamente relaciones personales, y esto es propio de trabajos “a la intemperie”. Para implicarse con personas y colectivos y hacerse cargo de sus necesidades, es necesario percibir con punzante dolor que todo el dinero y mejoras introducidas en la vida cotidiana de la gente no basta, que no es suficiente. Sólo entonces podemos poner todo el empeño en buscar la mejora de sus condiciones de vida, como primer aspecto que afecta a la dignidad de la persona y a sus posibilidades de desarrollo, sin ninguna pretensión estéril.
Finalmente, si bien no es posible predecir ningún cambio y menos manejar con soltura los factores que lo condicionan, es cierto que se ven los indicios del mismo en la medida en que proponemos a todos aquello que hemos encontrado. Así, discretamente, sorprenden frutos y relaciones que enriquecen permanentemente la vida del movimiento y de la Iglesia, nuestra única verdadera pasión.
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