Rugova y Komlenic juntos en el Meeting. Desde Rímini nos llega el ejemplo de un diálogo entre kosovares y serbios animado por una voluntad sincera de reconciliación. Para que la postguerra no sea peor que las bombas
El líder moderado de la Liga Democrática de Kosovo y el número dos del partido de la Renovación serbio sentados en la misma mesa. Con ellos, en el palco del auditorium del Meeting de Rímini, están también Marco Minniti, subsecretario de la Presidencia del Con- sejo de Ministros, y el padre Gjergji Lush, sacer-dote católico kosovar.
Qûace tan sólo unos meses - mientras la OTAN bombardeaba Serbia y millares de prófugos abandonaban Kosovo - un encuentro de este tipo podía parecer imposible. Sin embargo, precisamente para hablar del después de la guerra, se encontraban el albanés Ibrahim Rugova y el serbio Milan Komlenic, dos voces importantes de ese espíritu moderado que busca un futuro de convivencia para las poblaciones de la ex-Yugoslavia.
Usando casi las mismas palabras, los dos líderes han propuesto diversas soluciones a un conflicto que no quiere detenerse ni siquiera tras el fin de los bombardeos y la vuelta de los refugiados a sus casas. Han dado cuenta de sus razones, han tendido la mano al diálogo y han hecho comprender que el camino hacia la paz será largo y tortuoso.
Rugova
Un Kosovo independiente
«Gracias a Dios, a América y a Europa, Kosovo es libre» - así comenzaba Rugova - «y el pueblo (albanés) ha regresado a sus propias casas: el milagro ha sucedido. Y mientras se inicia la reconstrucción, bajo la mirada de las fuerzas de garantía de la ONU, reorganizaremos también el cuadro político». Para explicar cómo y cuándo sucederá esto, Rugova no ha hablado con medias tintas: primero las elecciones para decidir quién, entre él mismo y el jefe del UCK, guiará el país, después de la independencia. Porque «un Kosovo independiente podrá asegurar estabilidad a todos los Balcanes. Y dejará tranquilas a Albania, Macedonia, Montenegro y a la misma Serbia». Si no se hace así, Rugova prevé una situación todavía más incandescente que la actual: «Las facciones más extremistas de nuestro pueblo empezarán a trabajar por una unificación con Albania y ello podría desencadenar un nuevo conflicto. El diálogo y la convivencia son el futuro de nuestra región, para la que se abre una nueva era que os debemos a vosotros: italianos, europeos y americanos. Una nueva era que se proyecta con vuestra ayuda. Debemos reintegrarnos en Europa y esto debéis comprenderlo todos vosotros».
Komlenic
Una región multiétnica
La intervención de Komlenic es una sincera invitación al diálogo, salpicada de inevitables diferencias con las propuestas de Rugova. Comienza con un mea culpa reducido a la mitad, que trata de repartir las responsabilidades del conflicto entre serbios, albaneses, europeos y la OTAN. Y continúa con una respuesta clara y puntual a las declaraciones del líder albanés: «La reivindicación de independencia de Kosovo ha sido una de las primeras razones de la crisis y de la guerra», por lo cual, diga lo que diga Rugova, sólo se puede hablar de autonomía.
«Quisiera que las personalidades y los líderes políticos albaneses - ha proseguido Komlenic - utilizaran su prestigio para suprimir el fenómeno de las venganzas, porque tras la guerra, doscientos mil serbios han abandonado Kosovo, y la idea de una nación multiétnica no sería válida si se fueran todos los serbios. Los culpables (de la limpieza étnica) han dejado el país antes de la llegada de los albaneses; los que han permanecido en Kosovo son inocentes». Inocentes como los millares de serbios que hoy viven meses de dolor en una tierra arrojada «al horror de la violencia y del miedo», meses de bombardeos y de un líder como Milosevic que «debe marcharse para siempre».
«Es necesario que cada cual pida perdón a estos ochocientos mil albaneses y doscientos mil serbios»: el futuro de los Balcanes comienza a partir de ahí.
Padre Lush
Un ejemplo de caridad y coparticipación
«Si me hubiera marchado nadie se habría quedado con ellos», ha dicho el padre Lush recordando los días de la guerra. Una guerra que le ha dado miedo. Como le han dado miedo los militares serbios «que parecían poseídos por una locura colectiva y respondían sólo a cuatro órdenes: asesinar, incendiar, violar, expulsar».
El padre Lush ha conocido noventa días de terror y de abandono durante los cuales la violencia cotidiana ha dejado espacio, a pesar de todo, a ejemplos inesperados de humanidad. Como el de aquel capitán de las milicias serbias que se negó a irrumpir en la iglesia y pidió perdón por las barbaridades cometidas. O como «aquellos dos comandantes que daban gracias a Dios por no tener las manos manchadas de sangre inocente». «Ahora - ha afirmado - la primera exigencia es reconstruir al hombre en su sentido religioso, cultural, social y moral. La guerra no es la guerra del pueblo», sino la de esas jerarquías que pretenden disponer a placer de las vidas de millares de personas. «La paz de los militares es la paz de los muertos. Nosotros queremos la paz de los vivos», hecha a base de pluralismo, de respeto recíproco, de diálogo y de convivencia. Y tenemos necesidad de la ayuda de todos, «sobre todo de la comunidad internacional, que se juega en Kosovo su credibilidad».
Minniti
La responsabilidad de Italia y el papel de la subsidiariedad
Mientras las jerarquías de Belgrado continúan proponiendo un Kosovo dividido en enclaves, Marco Minniti ha insistido en la senda de una convivencia multiétnica capaz de integrar en un futuro próximo toda la región balcánica en la vida del Viejo Continente. «Hay que ponerse manos a la obra por los Balcanes, Kosovo y Serbia. Es preciso sostener a quienes se oponen a Milosevic y a los que están luchando para construir un futuro de democracia». Es necesario ayudar a reconstruir las casas, la economía y las conciencias para rehacer una «sociedad multiétnica y multireligiosa en la que el principio de tolerancia sea fundamental. No será fácil, porque no es fácil olvidar la violencia, la represión y las venganzas. Pero si no conseguimos garantizar una convivencia real, la paz estará cada vez más lejos y, para que esto no suceda, a quienes están sentados en esta mesa les aguarda una dura tarea: a los líderes serbios y albaneses», a personas como el padre Lush, a la comunidad internacional y a la sociedad civil. «Sin vosotros - ha concluido Minniti - la “Misión Arco Iris” no hubiera sido posible». Y su éxito ha sido un ejemplo claro «de actuación del principio de subsidiariedad, de colaboración efectiva entre el estado y las realidades sin ánimo de lucro».
Vittadini
Por la razón, contra la guerra
«Que los pueblos puedan convivir en armonía en sus tierras - había dicho el Papa el 11 de abril de este año -, ¡que callen las armas y se reanude el diálogo!». Este llamamiento, tan combatido y desatendido durante el conflicto, hoy resuena con toda su fuerza. Giorgio Vittadini, moderador del encuentro lo ha recordado a su término: «De Rambouillet todos salieron corriendo y, cuando el Vaticano se ofreció como mediador, América dijo: “no, gracias”, tal vez para debilitar a Europa». «La guerra en Yugoslavia tiene orígenes antiguos». Tras la época de Tito «se favoreció el crecimiento de los nacionalismos, siguiendo una tradición antirreligiosa. Y los países de Europa han vivido una connivencia culpable con esta realidad, potenciada con fines particulares y personales. También Italia - ha concluido Vittadini - tiene sus responsabilidades, pero no se puede ocultar tampoco la gran ayuda que ha supuesto para el final de la guerra: debe continuar por el camino emprendido», ocupando una posición distinta respecto a los países anglosajones. «Debe situarse contra los fundamentalismos y creer en la Europa de la cultura del diálogo y de la convivencia; marchar, en definitiva, cada vez con mayor decisión, por el camino de la subsidiariedad».
Hoy, cuando por fin las armas han dejado de martirizar a los pueblos de la ex-Yugoslavia, es necesario volver a las palabras del Papa: «Por la razón, contra la guerra» para que los Balcanes, esa región que la historia ha rebautizado como “el polvorín de Europa”, puedan esperar una paz duradera que las armas y una violencia irracional son incapaces de asegurar.
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